BUSCANDO A LOS PERDIDOS Y DISCIPULANDO A LOS ENCONTRADOS

“Haced Discípulos”

“La Única Manera Bíblica para Formar una Iglesia Bíblica.”

Por Milton Villanueva

BUSCANDO A LOS PERDIDOS
Y DISCIPULANDO A LOS ENCONTRADOS

     Estoy convencido de que no hay otro lema que describa o plantee mejor la misión de la Iglesia que éste.  Lo único que hay que añadirle es “para la gloria de Dios”. 

     Y es que para hacer discípulos, primero tenemos que evangelizar.  No podemos discipular a un inconverso.  Primero tenemos que conducirlo a los pies de Cristo.  Sólo, entonces, es que puede comenzar la tarea de enseñanza y formación a la imagen de Jesucristo. Sin embargo, tanto la evangelización como el discipulado tienen que ser tareas intencionales.  Sabemos que es el Señor quien añade a la Iglesia los que han de ser salvos, pero no podemos sentarnos a esperar que nos entren por el techo.  Hay un claro mandato para “ir” y predicar el evangelio, y para “ir” y hacer discípulos –Marcos 16:15 y Mateo 28:19.

     Sin embargo, no basta con encontrar a los perdidos, es decir, ganarlos para Cristo.  Ese es sólo el comienzo.  Estamos llamados y tenemos la responsabilidad de darle una atención personal a cada nuevo convertido con el propósito de enseñarle  todas las cosas que el Señor ha mandado.  Este es un proceso de toda la vida, cuya efectividad se puede comprobar en vidas que conocen bien la Palabra de Dios, la viven y modelan a otros en quien ellos mismos están repitiendo el proceso.

     ¿Por qué es importante cumplir con ambas tareas de la gran comisión?  Imagínese que el Señor hubiera dejado la edificación de su Iglesia a cargo de cristianos, convertidos pero para quienes Cristo y Su Iglesia representaran tan sólo un extra en sus vidas, con un servicio condicionado a su conveniencia. Que el Señor tuviese que acomodarse a ellos, en vez de ser todo lo contrario. Miembros que ni el Señor ni su Iglesia pudiesen contar con ellos. Creo, sinceramente, que la Iglesia no hubiera superado el primer siglo.

     Piensa en esto, si tú no estás integrado a toda la vida de la iglesia, en todas sus reuniones y ministerio, seguramente tampoco tus hijos lo estarán.  Y no habrá que esperar cien años para ver los resultados.  No solamente algunos ya están fuera de la iglesia sino que, tanto tú como ellos, están sufriendo las consecuencias de querer seguir a Cristo a la distancia y en sus propios términos.