SOMOS EL AROMA DE CRISTO
“Haced Discípulos”
“La Única Manera Bíblica para Formar una Iglesia Bíblica.”
SOMOS EL AROMA DE CRISTO
“y, por medio de nosotros, esparce por todas partes la fragancia de su conocimiento. ...somos el aroma de Cristo.” 2 Cor. 2:14-15
Mi esposa y yo tenemos que usar diariamente el ascensor de nuestro condominio, ya que vivimos en un apartamento del noveno piso. A menudo nos percatamos de los olores que dejan impregnados los usuarios que nos precedieron. Algunas veces son agradables perfumes, pero otras, el aliento inmundo o el olor peculiar de algún perro flota en el ambiente cerrado de la cabina en la cual viajamos.
Los discípulos de Cristo estamos llamados a ser el aroma de Cristo. Un aroma que queda impregnado en nuestras vidas por su presencia y relación devocional con él. Un aroma que inevitablemente será percibido entre los que se salvan y entre los que se pierden con resultados diferentes. Pero, es imposible que si hemos estado con él, su aroma pase por desapercibido a los demás.
Para ser un discípulo de Cristo es inevitable entrar en una relación personal con él y mantenerla. Esa relación se da en el contexto de la vida devocional por medio de hablar con él por medio de la oración, y escuchar su voz por medio de la lectura y meditación en la Palabra de Dios. Para los primeros dos discípulos todo comenzó cuando se quedaron con Jesús aquella noche, y al día siguiente continuaron una jornada sempiterna con él. Jesús los llamó a estar con él, a seguirle, a venir en pos de él, a renunciar a sí mismos y a vivir para él. El apóstol Pablo sabía por experiencia lo que es “no vivo yo, mas vive Cristo en mí”.
Para un discípulo del Señor (y todos estamos llamados a serlo) no hay nada que pueda sustituir o reemplazar esa relación. Todo el conocimiento bíblico, doctrinal y teológico que tengamos, no nos hace a discípulos si no hemos aprendido a “estar con él”. Y el resultado obvio de esa relación es que otros reconocían “que habían estado con Jesús”, que a los discípulos se les llamó “cristianos” por parecerse tanto a Jesús; que Pablo volvía a estar con dolores de parto hasta que Cristo fuera formado en los creyentes, que era un imitador de Cristo y quería ser semejante a él en su vida y en su muerte, para glorificarlo en cualquier forma.
Cuando la gente trata con nosotros, ¿qué “fragancia” perciben de nosotros? Nadie puede dar lo que no tiene, nadie puede oler al perfume que no se pone. Nadie puede emanar el olor fragante de Jesucristo si no se ha impregnado de él en su vida devocional. Por