Sermón: Hageo 1:12-15 Recibiendo la Palabra
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Hageo 1:12-15 “Y oyó Zorobabel hijo de Salatiel, y Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y todo el resto del pueblo, la voz de Jehová su Dios, y las palabras del profeta Hageo, como le había enviado Jehová su Dios; y temió el pueblo delante de Jehová. 13 Entonces Hageo, enviado de Jehová, habló por mandato de Jehová al pueblo, diciendo: Yo estoy con vosotros, dice Jehová. 14 Y despertó Jehová el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el resto del pueblo; y vinieron y trabajaron en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios, 15 en el día veinticuatro del mes sexto, en el segundo año del rey Darío.”
Han pasado alrededor de 20 años desde que un remanente del pueblo de Israel regresara a Jerusalén. Habían regresado porque era la voluntad de Dios. El había movido el corazón de Ciro rey de Persia para que dejara ir al pueblo de Israel que estaba cautivo. El propósito de regresar era con miras a reconstruir el templo de Jehová. El templo simboliza la presencia misma de Jehová. Y el hecho de que los judíos pararan la construcción era un mensaje: no es importante que Dios habite en medio nuestro. A lo cual Dios levantó al profeta Hageo para traerles el mensaje de Jehová: tus prioridades están equivocadas. Dices que no tienes tiempo para reconstruir mi casa, pero veo que sí tienes tiempo para, no solo reconstruir la tuya, sino para llenarla de lujos y comodidades. Mi casa está desierta o en ruina y tu casa está artesonada, llena de todas las comodidades.
Ese fue el mensaje que Dios trajo al pueblo de Israel en Jerusalén por medio del profeta Hageo. El día que dio el mensaje fue el 29 de agosto de 520 A.C. ¿Cómo reaccionó el pueblo ante ese mensaje? Y tan importante como es esa pregunta es la siguiente, ¿Cuál debe ser nuestra actitud al oír la Palabra de Dios predicada? La Palabra de Dios debe ser recibida. ¿Con qué actitud?
I. Con un corazón obediente
V. 12a “Y oyó Zorobabel hijo de Salatiel, y Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y todo el resto del pueblo”. El verbo oír en la Biblia tiene el sentido de obedecer. Como cuando le decimos a nuestros hijos: tú no estás escuchando lo que te estoy diciendo: vota la basura. Por tanto, cuál fue la actitud del pueblo de Dios cuando escuchó la Palabra de Dios predicada por el profeta Hageo: ellos recibieron esa palabra con un corazón obediente. No solo los líderes: Zorobabel y Josué sino también el resto del pueblo. Hermanos debe haber armonía entre el liderazgo y el pueblo de Dios. Los líderes son el ejemplo a seguir y deben ser los primeros en poner la mano en el arado. Pero el mensaje no es solo para ellos sino para toda la iglesia de Cristo y para todos a quien Dios envía su Palabra.
Y nos dice Hageo que el pueblo fue rápido en obedecer. V. 15 “en el día veinticuatro del mes sexto, en el segundo año del rey Darío.” Es cierto que se tardaron 23 días calendario en iniciar la obra. El mensaje fue dado el 29 de agosto de 520 y reiniciaron la reconstrucción el 21 de septiembre de 520 A.C. Pero esos 23 días fueron los preparativos para la obra: conseguir los arquitectos, los materiales, asegurar el dinero para la obra. Sabemos que la construcción del templo se hizo en cuatro años. Aunque habían pasado casi veinte años de su regreso a Jerusalén y habían reconstruido el altar de sacrificios la obra no estaba terminada. Pero ahora, con un corazón obediente lo reconstruyeron en 4 años. Fueron prestos en obedecer.
Hermanos, Dios toma nota de nuestra actitud ante su Palabra de cuán prestos somos en obedecer su Palabra. Nuestra actitud ante su Palabra predicada debe ser de recibirla con un corazón obediente, poniéndola por práctica inmediatamente.
¿Con qué actitud debe ser recibida su Palabra?
II. Con un corazón que teme a Dios
V. 12b “y temió el pueblo delante de Jehová.” Ellos no solo obedecieron la Palabra de Dios sino que recibieron esa palabra con un corazón que teme a Dios. ¿Qué es temer a Dios? Temerle es reverenciarle, respetarle, es honrarle y es evitar todo aquello que ofenda a Dios.
Hermanos, nosotros podemos ofender a Dios. El es ofendido cuando no obedecemos su Palabra. Por eso el Salmo 112:1 conecta el temor de Jehová con la obediencia a su Palabra. Salmo 112:1 “Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, Y en sus mandamientos se deleita en gran manera.” Deleitarse no es decir meramente qué lindo, qué bellos, qué sabios son los mandamientos de Dios. Deleitarse es regocijarse en obedecerlos. EBC: “El hijo de Dios quien ama a Dios desea hacer la voluntad de Dios aquí en la tierra.” Él sabe que el propósito de Dios en enviar su mensaje es que aprendamos a temerle a Él únicamente. Por eso Eclesiastés 12:13 “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.”
Y esa es la característica distintiva de las iglesias de Cristo. Hechos 9:31 “Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo.”
Juan Carlos Ryle lo dijo bien cuando dijo: “No hagas nada que tú no quieras que Dios vea. No digas nada que tú no quieras que Dios oiga. No escribas nada que tú no quieras que Dios lea. No vayas a ningún lugar que tú no quieras que Dios te encuentre. No leas ningún libro que tú no quieras que Dios te diga: déjame verlo”.
¿Con qué actitud debe ser recibida su Palabra?
III. Con un corazón que ve a Dios detrás de su Palabra
V. 12 “Y oyó Zorobabel hijo de Salatiel, y Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y todo el resto del pueblo, la voz de Jehová su Dios, y las palabras del profeta Hageo, como le había enviado Jehová su Dios”. Detrás de las palabras fielmente expuestas debemos ver la voz de Dios. Él es el único que tiene autoridad final sobre nosotros. Es a El que le daremos cuenta de todo lo que oímos.
Oh hermanos, cuando escuchamos la Palabra de Dios predicada, si ésta es fielmente expuesta, debemos recibirla como lo que es: la Palabra de Dios para ti. Debemos recibirla como si Dios mismos hubiera descendido del cielo y te estuviera hablando cara a cara. Comentando sobre este pasaje dijo Juan Calvino: “La gloria de Dios brilla de tal manera en su palabra que debemos ser movidos por ella, así que cuando Él nos habla por su siervo es como si Él se acercara a nosotros cara a cara.”
Esa fue la actitud correcta y santa que hizo la iglesia de los tesalonicenses cuando oyeron el mensaje del apóstol Pablo. Busquemos 1 Tesalonicense 2:13 “Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes.”
¿Es esa nuestra actitud ante su Palabra predicada? ¿Es su Palabra predicada solo un lindo consejo? ¿O es la Palabra de Dios en verdad? ¿Con cuánta reverencia y prontitud debemos recibirla?
No se necesita probar que es la Palabra de Dios con un milagro: Hageo no hizo ninguno. Ya esta Palabra ha sido confirmada con diversos milagros en la época apostólica. No necesita ningún otro. Solo ver que sea fielmente predicada, aunque no nos guste lo que se dice.
¿Con qué actitud debe ser recibida su Palabra?
IV. Con un corazón que confía en las promesas de Dios
V. 13 “Entonces Hageo, enviado de Jehová, habló por mandato de Jehová al pueblo, diciendo: Yo estoy con vosotros, dice Jehová.” Luego de que el pueblo responde al mensaje en obediencia, Dios envía nuevamente a Hageo con unas palabras de consuelo: “Yo estoy con vosotros, dice Jehová.” Hermanos, Dios es el Dios de toda consolación. El no solo nos da sus mandamientos sino también promete su presencia en medio nuestro. Constantemente en las Escrituras vemos la promesa Emanuel, Dios con nosotros. ¿Por qué temer a nuestros enemigos si Dios siempre está con nosotros? Si por Cristo Jesús hemos sido reconciliados con Dios para nunca jamás ser sus enemigos. ¿Cómo es posible que dudemos de su presencia en medio de nuestros? Pero todos somos así. Somos tan débiles que necesitamos constantemente que se nos recuerde que nada en el mundo nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús. Sabiendo que somos polvo Dios envía nuevamente a Hageo para consolar al pueblo. Y decirles que aunque Dios los regañó no significa que los ha rechazado. El padre que ama a su hijo lo disciplina, lo regaña. Así hace Dios. Su regaño nos debe siempre recordar: mi Padre me ama y su disciplina es para mí: amor.
Y Dios nos dice eso mismo a nosotros en las palabras de Isaías 41:10 “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.”
¿Con qué actitud debe ser recibida su Palabra?
V. Con un corazón que reconoce que las fuerzas son de El
V. 14 “Y despertó Jehová el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el resto del pueblo; y vinieron y trabajaron en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios,”. El espíritu dormido del pueblo fue despertado por Dios mismo. Es cierto que ellos obedecieron. Es cierto que fueron ellos los que pusieron manos a la obra. Pero jamás hubieran obedecido si Dios no despertaba su corazón. Hermanos, es Dios quien produce el querer como el hacer por su buena voluntad dice Filipenses 2:12-13. No solo la salvación es de pura gracia, el todo de la vida cristiana es de pura gracia.
Cada momento, cada segundo de nuestra vida depende de la energía vivificadora de Dios Espíritu Santo. Muchas veces en nuestra vida nos sentiremos que no tenemos fuerzas, que lo hemos dado todo, que no sabemos cómo podemos obedecer a Dios y cumplir con nuestros deberes en la iglesia, en la familia, en nuestra vida. Todo genuino creyente experimenta esto en su vida. ¿Cómo yo puedo seguir adelante si no tengo fuerzas? La respuesta la da Hageo: es Dios quien nos da nuevas fuerzas. Es su Espíritu quien despierta en nosotros el sentido del deber. Su gracia y poder están prestos a sostenerte. No tienes fuerzas búscalas en Aquel que es todopoderoso. Fortalécete en el Señor y en el poder de su fuerza. Efesios 6:10.
Hay algo importante que señalar que esa fortaleza depende de cómo recibimos su Palabra. Busquemos 1 Juan 2:14 “Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.” ¿Quiénes son los padres, los jóvenes y los hijitos en el contexto? Ellos son todo lo que compone cada congregación. Hay padres, es decir, personas bien mayores quienes por su edad y experiencias tienen un grado alto de madurez. Los jóvenes son los adultos más jóvenes en la congregación. Y los hijitos son los niños en la iglesia que como niños están aprendiendo, pero todavía no tienen la madurez de los jóvenes y los padres. Los padres en la iglesia son fuertes y los jóvenes también, pero con una condición: no por la fortaleza física que todavía poseen sino si la palabra de Dios permanece en vosotros. Si ella permanece, si ella es creía de todo corazón, si es obedecida de corazón entonces somos fuertes en el Señor. Tú eres más fuerte de lo que te imaginas. Solo si la palabra de Dios mora en ti.
¿Cómo debe ser recibida la Palabra de Dios predicada? Debe ser recibida con un corazón obediente, que teme a Dios, que ve a Dios detrás de esa Palabra predicada, que cree en las promesas de Dios y que reconoce que las fuerzas son de Él. ¿Cuál es la actitud que te define a ti?