Primera Iglesia Presbiteriana Ortodoxa: Jesús es la Verdad

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Sermón: Salmo 42 Espera en Dios

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Sermón: Salmo 42 Espera en Dios Pastor Roberto Quiñones Cardona

Salmo 42:5 “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. 2 Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? 3 Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios? 4 Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; De cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, Entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta. 5 ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío. 6 Dios mío, mi alma está abatida en mí; Me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán, Y de los hermonitas, desde el monte de Mizar. 7 Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí. 8 Pero de día mandará Jehová su misericordia, Y de noche su cántico estará conmigo, Y mi oración al Dios de mi vida. 9 Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo? 10 Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan, Diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios? 11 ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.”

 

            Una de las característica del libro de los Salmos es la abundancia de Salmos de Lamentos que aparecen allí. Es como si la vida de creyente se caracterizara en muchas ocasiones con momento de dolor, ansiedad y depresión.  Y es eso mismo lo que vemos aquí en el Salmo 42.

            Interesantemente el Salmo 42 y 43 era originalmente uno solo Salmo. Lo sabemos por varias razones. El tema es el mismo. Hay un estribillo o un versículo que se repite tres veces entre los dos salmos. ¿Por qué te abates oh alma mía y te turbas dentro de mí? se repite en el 42:5; 42:11 y 43:5. Ambos son Salmos de Lamentos y en este libro segundo de los salmos prácticamente todos tienen títulos excepto el 43.

            ¿Cuál es el trasfondo de este salmo? ¿A qué se debe que el salmista está llorando? El salmista, posiblemente un levita de los descendientes de Coré, llora porque no puede estar en Jerusalén adorando a Dios en el templo. Una crisis ha provocado que este adorador de Jehová no pueda estar en la asamblea de los santos para dar gloria y alabanza a Jehová. Su anhelo es estar allí. Y su ausencia ha provocado en su vida un sentido de vacío, ansiedad y depresión. Hay una sed de Dios en su vida. Hay un clamor de angustia semejante al que emite un ciervo con sed que anhela las corrientes de agua. Él dice: “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo”. Anhelo su cercanía. Deseo experimentar de nuevo su presencia. Deseo la comunión no de un dios muerto sino del Dios vivo. Del Dios con quien puedo conversar. Que me escucha y me entiende. Del Dios que responde. Que realmente puede cambiar las cosas. De un Dios real y no imaginario.

            Hermanos y amigos, en tiempos de crisis nuestra alma se angustia. Nos llenamos de ansiedad, a veces nos deprimimos. Y nuestra alma busca ansiosamente algo que refresque la sed de nuestra alma. Que calme nuestras ansiedades. Que nos saque de este estado de depresión provocado por la crisis.    

            ¿Quién de ustedes no se siente como el salmista? Estamos en un tiempo de crisis. Vemos en las noticias y nos llenamos de ansiedad, de temor, nos sentimos asustados con los número del covi-19. Nos sentimos alarmados de la abierta oposición a Dios y al cristianismo. Nos frustramos, nos deprimimos y hasta a veces rabiamos al ver el libertinaje, la inmoralidad, la corrupción que hay en todas partes y no solo en el gobierno. Tal parece que nadie es fiel, no hay integridad, no hay compromiso de parte de muchos en las iglesias, hay una ortodoxia muerta en algunos casos. Iglesias justifican y promueven el pecado directa e indirectamente. Hay una carrera por la gobernación y la presidencia y cuando uno mira a los candidatos de los partidos en ambos países uno dice: esto es más de lo mismo. Se perpetúan los puestos de gobierno. Y muchos que aspiran a un puesto político son los menos cualificados al mismo pero son lo que más se mueven y hacen sentir su voz en el partido. ¿Y quién no se indigna de todo eso?

            En medio de todo esto algunos han elevado a la categoría de dios a la ciencia. Ella es la que nos va a salvar. Pero son los mismos científicos y médicos los que nos tienen del tingo al tango: usa mascarilla, no uses mascarillas a menos que estés contagiado, no, usa mascarilla aunque no estés contagiado. Deben tener cuidado las personas mayores, los jóvenes y los niños no tienen grandes problemas. Pero después resulta que sí tienen problemas. No se contagian los animales con esto.  Pero hay dos tigres en NJ contagiados. Y uno de los primeros perros contagiados murió recientemente.

            El desempleo se ha disparado. Los que solicitan no reciben lo solicitado porque hay un punto controvertible: y nos les dicen qué y qué pueden hacer. Y las filas para buscar un turno eran kilométricas. Y luego te dicen que los chavos se acabaron. Y después que van a ver una nueva ayuda económica. Pero cómo así si la primera no llegó.

            Entonces aparecen las teoría de conspiración. Que si esto es culpa de China; o del billonario Bill Gates. Que si la cura del covid-19 es darse un palo de baking soda, con limón, respirar vapor de agua hervida. Otros más sofisticados dicen: el consumo de la medicina anti-malaria la hidroxicloroquina (plaquenil). Unos doctores dicen que funciona. Y adivina qué: otros doctores dicen que no funciona.

            Y para colmo de males llegó la temporada de huracanes. E Isaías venía pa’ encima, y aunque no nos atravesó ha dejado mucha lluvia, zonas inundadas, áreas sin electricidad y sin saber cuándo reciben la preciada luz.  

            Y para nosotros los cristianos la cereza en el tope del mantecado lo es el no poder asistir con plena libertad a la casa de Dios en medio del pueblo de Dios mis amados hermanos.

            Y en medio de todo esto quién no se siente turbado, confundido, asustado, frustrado con lo que está pasando en el mundo y en nuestro país.

            Hermanos grandes calamidades tienden a producir esto mismo en cada persona. Así como te sientes así mismo se sintió el salmista en medio de la crisis que le tocó vivir.

            Ahora bien, cómo reaccionó el salmista y cómo procuró trabajar con su vida en medio de la crisis que le tocó vivir. Y cómo nosotros debemos trabajar con nuestra vida en medio de nuestra crisis particular.

I. Sus primeras reacciones

            ¿Cuál fue su primera reacción? Su primera reacción fue el preguntarse ¿cuándo pasará todo esto? V. 2 “¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?”. Cuando podré regresar a la casa de Dios para adorarle como antes hacía. Lo mismo hacemos nosotros. ¿Cuándo terminará esto de la pandemia? ¿Cuándo regresaremos a la normalidad? ¿Cuándo dejaremos de usar las mascarillas y dejar de estar asustado de lo que tocamos y de si podemos salir de nuestras casas libremente? ¿Te has preguntado eso?

            Su segunda reacción fue: sentarse a llorar todo el día. V. 3 “Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche,”. Lo que dominaba su mente era pensar en su sufrimiento, en la crisis que le había tocado vivir. Eso dominaba su mente y lo llevaba a la depresión y a llorar en todo momento. Hermanos, nosotros también estamos “llorando”. Nuestro tema de conversación principal es el Covid-19. Los problemas de la economía, el desempleo, las restricciones, los contagios, las muertes. Y lloramos el no poder salir como antes. Lloramos la pérdida de nuestras libertades. Todo esto es nuestro tema de conversación.

            Su tercera reacción fue: recordar los buenos tiempos del pasado. V. 4 “4 Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; De cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, Entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta.” El recordaba de la libertad y el privilegio que tenía de poder estar en la casa de Dios para adorar a Dios libremente. Y de cómo como levita él ayudaba con su presencia y dirección conducía a los otros peregrinos a adorar a Dios en las tres fiestas anuales judías: la pascua, pentecostés y los tabernáculos. Y lo mismo hacemos nosotros. Te acuerdas cuándo íbamos al cine. Cuando no teníamos que hacer filas para entrar a los supermercados o a Marshals. Podíamos ir a la barbería sin hacer cita y sentarnos a esperar un turno vacío. No teníamos que usar hand sanitizer, ni alcohol, ni mascarillas, ni fase shiled. Íbamos libremente a las playas, podíamos irnos de viaje con más libertad.

II. ¿Cómo trabajó con sus crisis?

            Lo primero que el salmista hace para luchar con la crisis de la depresión es amonestarse a sí mismo. Eso es lo que tú o yo debemos hacer. Sacúdete esa actitud de depresión. Deja de cogerte pena. V. 5 “¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí?”. ¿Por qué sigues deprimida, oh alma? ¿Por qué persistes en seguir turbada en seguir deprimida? Sí, sé que estás triste. Sí, sé que te has deprimido. Pero para ya. Para eso ya. ¿Por qué te turbas? Es decir: por qué sigues en ese estado. Sí, es normal que te sientas triste y deprimida. A todos nos pasa. Pero no es correcto que permanezcas en ese estado de depresión.

            Hermanos, hay algunos que les gusta sentirse deprimidos. Hay algunos que les gusta que le cojan pena. Y siempre están en todo momento cabizbajos. Nada les sale bien. Siempre hay dolor en su corazón como si eso les gustara y les diera razón de vivir. El salmista dice: sacude esa actitud. Deja ya esa conducta. Tienes que predicarte a ti mismo. Tienes que hablar con tu alma y decirla basta ya. Levántate del letargo. Levántate de la cama. Lávate la cara. Ten nuevos bríos.

            Y nos dice más. Hermanos, esto no es sicología del mundo. Fíjate que el llamado no es a decir como decía Walter Mercado: dios está en ti, tú eres dios. Tal basura no es lo que enseña la Escritura. El salmista nos dice: deja de estar turbada y abatida. Quita tu mirada de ti y ponla en Dios. V. 5b “Espera en Dios”.   

            ¿Qué quiere decir con esperar en Dios? Esperar en Dios es confiar y creer que Dios cumplirá todos sus promesas para mí. Todo lo que Dios me ha prometido para mí en el pacto de gracia sin lugar a dudas se cumplirá. Y esta confianza y fe descansa en lo que Jesús hizo. Fíjate lo que dice Pablo acerca de las promesas de Dios en Cristo Jesús. 2 Corintios 1:20 “porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios.” Y no solo eso. El salmista confía en que Dios le concederá su petición cuando es conforme a Su voluntad. V. 5c “Espera en Dios; porque aún he de alabarle”.

            Conlleva también esperar el tiempo de Dios de contestar nuestras peticiones con la convicción de que Dios contestará. Salmo 38:15 “Porque en ti, oh Jehová, he esperado; Tú responderás, Jehová Dios mío.”

            Y no olvidar que solo Jehová es nuestra salvación y que no estamos solos porque Jehová es nuestro Dios. “Salvación mía y Dios mío.”. Aquí bien importante. Esa espera no es la espera del mundo. El mundo espera en el hombre: en la ayuda de Trump, la de Wanda, la de OMS, la de la farmacéutica Moderna con la vacuna. Ni es tampoco la famosa frase boricua: la espera que desespera. Hermanos, ¿quién es tu Salvador? Solo Jehová. El es el Salvador de todo: no solo del pecado sino de toda crisis, de toda aflicción, de toda tribulación.

            Así que en dondequiera que estemos. En el lugar que estemos y en medio de cualquier circunstancia en que estemos: sea que esté aquí, en el hospital, en otro país, en otro pueblo, en salud o en enfermedad, solo o acompañado el salmista jamás se olvida de su Dios. Cuando estamos turbados y abatidos la tendencia nuestra es a olvidarnos de Dios. Tal vez no al principio. Muchas veces al principio clamamos a Dios pero cuando no vemos la respuesta que deseamos no olvidamos de Él. Pero el salmista nos dice: no te olvides de Dios. V. 6 “6 Dios mío, mi alma está abatida en mí; Me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán, Y de los hermonitas, desde el monte de Mizar.” Me acordaré que eres mi Dios. Que tu amor por mí jamás cambia. Que estás conmigo en todas partes.

            ¿Qué más hace el salmista? El reconoce que todo el caos que hay en el mundo y en mi vida está en la manos de Dios. V. 7b “Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.” Las ondas y las olas del mar son en la Biblia un símbolo de caos, de destrucción. Pero el salmista toma consuelo en saber que “todas son tus ondas y toda son tus olas”. Son las ondas y las olas de Dios. Las cosas no suceden al azar. Las cosas no suceden porque suceden. Porque tienen que pasar. Y pasan porque en este universo no tiene quien lo gobierne. Eso no es así. Amós 3:4-6 “4 ¿Rugirá el león en la selva sin haber presa? ¿Dará el leoncillo su rugido desde su guarida, si no apresare? 5 ¿Caerá el ave en lazo sobre la tierra, sin haber cazador? ¿Se levantará el lazo de la tierra, si no ha atrapado algo? 6 ¿Se tocará la trompeta en la ciudad, y no se alborotará el pueblo? ¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual Jehová no haya hecho?” Hermanos, Dios no nos creó y luego se olvidó de nosotros. El no solo nos creó. El cuida de nosotros. El dirige todas las cosas incluso las cosas terribles que pasan en tu vida y en la mía. Eso no significa que podamos entenderlas pero sí nos da consuelo el saber que mi Dios y mi Salvador controla todo y dirige todo al fin que El se ha propuesto. ¿Así piensas tú? ¿Trae paz a tu vida la doctrina de la providencia divina?

            Pero el salmista no solo eleva su mente a Dios quien está detrás de todas las cosas sino él sabe que Dios es un Dios de misericordia. Y no solo eso. Dios nos da su misericordia. V. 8 “8 Pero de día mandará Jehová su misericordia, Y de noche su cántico estará conmigo, Y mi oración al Dios de mi vida.” Dios no dejará que al mal venza. El confía en Dios. Y sabe que recibirá de Dios misericordia. Y por eso en la noche le cantará salmos a Jehová y continuará orando a Dios.  

            ¿Qué más hace el salmista? El salmista le trae sus quejas a Dios mismo. V. 9 “9 Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo?”. ¡Wao! ¿Qué derecho tenemos nosotros de traerle a Dios nuestras quejas? Nosotros perdimos todo derecho de acercarnos a Dios por nuestro pecado. Pero por Cristo Jesús tienes derecho de acercarte ante el trono mismo de Dios y traerle tus cargas a Él. Pero trae tus quejas a Dios con fe. Tráele tus quejas con la convicción de que Dios no es tu enemigo. El es tu Roca: tu protector, tu defensor.

            Y por último, recuerda que la vida cristiana tiene sus altas y sus bajas. A veces estamos en las altas, otras en las bajas Y luego regresamos a las altas. ¿Y qué debemos hacer cuando esto nos suceda de nuevo?  Hacer lo que hizo el salmista. Volvió hacer exactamente lo mismo. No buscó nuevos métodos. No buscó nuevas revelaciones. No buscó los nuevos profetas que te dan “nuevos métodos” que funcionan. El hizo lo que había antes aprendido y hecho. V. 11 “11 ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.”

            En este mundo de pecado siempre habrán crisis. Y estas nos abruman y nos llenan de ansiedad y depresión. Nuestra fe es débil. ¿En esos momentos qué vas a hacer? Predicante a ti mismo. Tu sabes que Dios tiene el control de todo. Espera en El. Confía en El. Esta crisis es Su crisis. Persevera en la fe. Su misericordia jamás te faltará. Tráele tus quejas a Aquel que es tu Roca. Todo esto se lo debes a Cristo quien nos ha reconciliado con Dios y nos ha dado acceso al Padre. Descansa en El.