Entendiendo la Doctrina del Pecado Original - Parte III

Semi-Pelagiano, no era un pariente de Pelagio, sino un Pelagianismo rebajado.

Retomando la causa de Pelagio, surge lo que se llamó el “Semi-Pelagianismo”, asumiendo lo que ellos entendían era un punto intermedio entre las posiciones de Agustín y Pelagio. Un pelagianismo rebajado, que aceptaba en parte los efectos, consecuencias y alcance del pecado de Adán, tanto en él como en su posteridad, pero que le reserva al hombre una dosis de buena voluntad como para poder cooperar con la gracia de Dios en la conversión.

El Semi-Pelagianismo enseña que el hombre con sus propios poderes naturales está habilitado para dar el primer paso hacia la conversión, y entonces, logra la asistencia del Espíritu Santo. Una máxima que caracteriza al semipelagianismo es “me corresponde a mí estar dispuesto a creer, y a la gracia de Dios asistirme”.

Los líderes de la Reforma Protestante del Siglo XVI rechazaron tanto el Pelagianismo como el Semi-Pelagianismo, sobre la base de que ambos sistemas de doctrina eran contrarios a las enseñanzas bíblicas. Siguiendo a Agustín, los reformadores retomaron las enseñanzas acerca de la soberanía de Dios, la total depravación humana y la elección incondicional. Estas fueron las posiciones mantenidas por Lutero, Zuinglio, Bullinger, Bucer y, por supuesto, por Juan Calvino, el Teólogo de la Reforma.

Dicho sea de paso, la obra literaria más importante escrita por Lutero, un monje agustino, es La Voluntad Determinada, una apología contra “el libre albedrío” defendido por Desiderio Erasmo en su Diatriba. Estaba tan molesto Lutero con lo defendido por Erasmo, que le recrimina por usar todo su ingenio, talento y estilo para algo tan indigno. Y compara lo que tan vilmente había hecho con tomar una bandeja de plata fina para cargar estiércol. A ese tono de repugnancia había llegado el semipelagianismo frente al celo por la “sola Scriptura” de Lutero y los demás reformadores de la Iglesia.

Martín Lutero escribió acerca del pecado original: “De acuerdo con el apóstol y su simple sentido de estar en Cristo Jesús, no es meramente una insuficiencia de cualidad en la voluntad, o una mera insuficiencia de iluminación en su intelecto, o de fuerza en la memoria. Por el contrario, es una completa depravación de toda la rectitud y la habilidad de todo poder del cuerpo, al igual que del alma, y del interior y exterior entero del hombre. En adición a esto, es una inclinación al mal, una repugnancia a lo bueno, una inclinación opuesta hacia la luz y la sabiduría; es el amor al error y las tinieblas, un escape de las buenas obras, y un aborrecimiento de ellas, un correr hacia el mal...”

Por eso, tanto Lutero como los demás reformadores, se pararon firmes en que es “Sólo por Cristo”, “Solo por Gracia” y “Solo por Fe” que el hombre puede ser salvo. Y a su vez estas “solas” de la reforma, no son sino el eco de Pablo: “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes sino que es el regalo de Dios.” (Efesios 2:8)

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