Primera Iglesia Presbiteriana Ortodoxa: Jesús es la Verdad

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Entendiendo la Doctrina del Pecado Original-parte I

¿Cómo escaparemos si tuviéremos en poco una salvación tan grande?

Es imposible entender la naturaleza y grandeza de la salvación si no entendemos de qué y cómo. Las respuestas a estas preguntas son: “del pecado” y “por medio de Cristo”, y pueden parecernos simples a primera vista. Pero lo que esto implica o cómo se interpreta es lo que hace la diferencia, y lo que ha generado interminables controversias dentro de la Iglesia desde los primeros siglos.

Todos los que nos apoyamos en la Biblia como la Palabra de Dios, y la aceptamos como nuestra única regla de fe y conducta, sabemos que hubo un hombre histórico llamado Adán, que pecó. Sin embargo, no es al primer pecado a lo que llamamos pecado original sino a su alcance y consecuencias. El origen de la controversia se remonta al siglo cuarto. Los protagonistas son dos monjes: Agustín y Pelagio.

El contexto de la controversia

Agustín, acentuando la necesidad de la gracia de Dios en la vida humana hizo la siguiente oración: “Oh Dios, da lo que tú mandas, y manda lo que tu quieras.” Pelagio reaccionó a esto con el siguiente razonamiento: “Si Dios demanda algo del hombre, es porque el hombre tiene la capacidad o habilidad moral para responderle a Dios. De lo contrario, sería injusto que Dios le demandara al hombre aquello que Él sabe que no puede hacer.” Partiendo de esta premisa equivocada, Pelagio elaboró toda una doctrina acerca del pecado original. Decimos equivocada, porque Dios, aún a sabiendas de que el hombre no puede guardar perfectamente la ley moral, entiéndase los Diez Mandamientos, exige una obediencia perfecta, a sabiendas de nuestra para incapacidad moral para cumplirlos perfectamente.

El Pecado Original según el Pelagianismo

En resumen, esto fue lo que enseñó Pelagio:

Que el hombre fue creado esencialmente bueno. Que podía ser modificado “accidentalmente” pero no “esencialmente”.

Que el pecado de Adán fue algo “accidental”, pero luego de pecar, permaneció “esencialmente” bueno. Que su naturaleza moral quedó intacta.

Que, en consecuencia, ninguna de sus “habilidades” o “atributos personales” fueron afectados en forma alguna por el pecado. El pecado fue, algo así, como el que comete una equivocación, y luego rectifica, y puede volver o no volverlo a hacer. Así que, esencialmente, su intelecto, sentimientos y voluntad, no sufrieron daño alguno por el pecado.

Que el pecado de Adán le afectó a él y solamente a él. Por lo tanto, no hay ninguna culpa, juicio o corrupción que hayan sido traspasados a su descendencia. Y que todos los seres humanos nacemos con la misma condición moral de Adán antes del pecado.

De esta manera, Pelagio defendió que luego del pecado, el ser humano permaneció siendo esencialmente bueno, con todas sus habilidades intactas, incluyendo su “libre albedrío”.

Pero, Pelagio estaba sinceramente equivocado.

¡Aprenda a Vivir!