Un pueblo Distinto...

Un Pueblo Distinto a Todos los Demás

“No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del mal. Así como yo no soy del mundo, ellos tampoco son del mundo.” – Juan 17:15-16

Los cristianos somos ciudadanos del reino de los cielos. Cristo no oró para que el Padre nos sacara de este mundo sino para que nos guardara del mal. La palabra clave del Sermón del Monte es “no sean como ellos”. Y la razón es que aunque estamos en el mundo, no somos del mundo. Nuestra ciudadanía está en los cielos. Somos ciudadanos del reino de los cielos aquí en la tierra.

Dios siempre, en virtud de su elección soberana, ha demandado a su pueblo una conducta distinta a los demás. Al recién redimido pueblo de Dios en el Antiguo Testamento le advirtió: “Yo soy el Señor su Dios. No imitarán ustedes las costumbres de Egipto, donde antes habitaban, ni tampoco las de Canaán, adonde los llevó. No se conducirán según sus estatutos, sino que pondrán en práctica mis preceptos y observarán atentamente mis leyes. Yo soy el Señor su Dios.”-Levíticos 18:2-4

En el Nuevo Testamento, el apóstol Pedro aplicando el mismo principio que aparece en Éxodo 19:5-6, nos dice a las nuevas generaciones del pueblo de Dios hoy: “vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable; pues vosotros en otro tiempo no erais pueblo, pero ahora sois el pueblo de Dios; no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (2:9-10).

Lamentablemente, muchas iglesias y llamados cristianos contemporáneos, andan tan desorientados que piensan que mientras más se parezcan al mundo, más efectiva será su misión. Y debe ser un engaño del mismo diablo, porque les ha hecho de desobedecer el mandato de Cristo a “no ser como ellos.” Poco a poco hemos ido extendiendo nuestras “tiendas” hasta “Sodoma y Gomorra”, que ya es difícil distinguirnos los unos de los otros. Vestimos como ellos, hablamos como ellos, cantamos como ellos, vivimos como ellos. Hemos metido el mundo en la iglesia. Ahora un buen pastor tiene que ser un entretenedor; una buena iglesia, la que presenta el mejor espectáculo en su “Centro de Bellas Artes”. La iglesia contemporánea le puede decir al cojo: “tengo oro y plata, de lo que tengo te doy. Ven para que diviertas con los chistes y ocurrencias de nuestro moderno pastor, y con los mismos ritmos musicales del mundo pero con letra cristiana. Es más, hasta puedes bailarlos si quieres. Pero lo que la iglesia contemporánea no le puede decir al hombre moderno es: En el nombre de Cristo, levántate y anda.”

En consecuencia, las iglesias contemporáneas están llenas de cojos espirituales, que nunca han experimentado el poder del reino de Dios y del nombre del Cristo resucitado, sino que como en algunos fúnebres contemporáneos amenizan la muerte al son de tambores mientras se acercan inexorablemente a la tumba que ellas mismas se han cavado.

¡Aprenda a Vivir!