Un Pueblo Radical...
Un Pueblo Radical con el Pecado y fiel Sólo al Señor
“Si tu ojo derecho..., si tu mano derecha te es ocasión de caer, sácalo, córtalo, échalo de ti, pues es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.”
Mateo 5:29-30
Cuando el Señor Jesucristo usó estas palabras tan radicales, lo hizo como secuela de haber reinterpretado el antiguo mandamiento: “No adulterarás.” “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:27-28). Lo cierto es que si Dios fuera a actuar radicalmente en la aplicación de este mandamiento toda la humanidad estaría tuerta y mutilada. Sin embargo, en su gran amor y misericordia es condescendiente con nosotros, y nos advierte de la gravedad del pecado oculto que puede o no trascender, o consumarse físicamente. Delante de Dios no hay diferencia entre un corazón contaminado y un “lecho mancillado”. Además, que nunca el pecado entra al corazón sino que nace y sale de él.
La advertencia del Señor es a cuidar nuestro corazón, nuestras motivaciones, nuestros deseos. Y no permitir que las pasiones bajas de nuestra naturaleza pecaminosa lleguen a estar al mando de nuestra vida. Si no somos radicales con el pecado podemos repetir la historia, aún de los grandes hombres de la Biblia, que fueron licenciosos con ellos mismos.
Si algo me impresionó personalmente cuando estudiaba los atributos de Dios, fue un sermón predicado por Carlos Spurgeon acerca de la Inmutabilidad de Dios. Decía él: “He ido directo hasta llegar a los límites del pecado; alguna tentación muy fuerte me ha tomado de mis dos brazos, de tal forma que no podía luchar contra ella. He sido empujado, arrastrado por un terrible poder satánico hasta el propio borde de algún horrible precipicio. He mirado hacia bien abajo, y he visto mi porción. Me he estremecido al borde de la ruina. Me he horrorizado con mis cabellos de punta, al pensar en el pecado que he estado a punto de cometer, el horrible hoyo en el que he estado a punto de caer. Un brazo poderoso me ha salvado. Me he replegado exclamando: “¡Oh Dios! ¿Cómo pude acercarme tanto al pecado y sin embargo evitarlo? ¿Cómo pude haber caminado directo al horno y no haber caído, como los hombres vigorosos de Nabucodonosor, que fueron devorados por la llama de fuego?” Sí, yo estoy aquí, sin ser consumido, porque el Señor no cambia.”
Ser radical con el pecado nunca excluirá la tentación. Pero comienza con traer todos los pensamientos cautivos a Dios, y hacer lo que la Biblia nos dice: “Someteos a Dios; resistid al diablo; y de vosotros huirá.”
Échele mano a esto en el momento de la tentación: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en la tribulación.” “Porque el poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad.” Descubra en su debilidad que su socorro viene de lo alto, viene del Señor.
¡Aprenda a Vivir!