Cuando Dios va a un Funeral

Cuando Dios va a un Funeral

No es solamente un título sugestivo sino real.

  

“Cuando Dios va a un funeral” es el sugestivo título de uno de los capítulos de uno de los más recientes libros del profesor Michael Horton.  Me parece genial su análisis de la comparecencia  de Jesús ante la tumba de su amigo Lázaro.  La escena no podía ser más conmovedora.  Muchos amigos de la familia habían venido a consolar a sus hermanas.  Cuatro días más tarde apareció Jesús en la escena fúnebre.  María salió a su encuentro y entre lágrimas lamentaba:  “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Más también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.”  Con estas palabras María enmarcaba con oro su fe en Cristo. Y muy bien lo interpreta Horton cuando dice: “Es importante ver cómo aquí Marta refleja esa combinación de desilusión que estrujan el corazón y la fe que encontramos en los Salmos.  No cree que ni siquiera la muerte tenga la última palabra en la presencia de Jesús.”

Pero lo que más me llama la atención fue el momento en que Jesús estuvo frente a la tumba de su amigo Lázaro. “Ya trastornado emocionalmente por el llanto de María a sus pies... Allí leemos aquellas dos palabras que merecen su propio versículo: “Jesús lloró.” Entonces, la gente reaccionó conmovida:  “¡Mirad cuanto lo quería!  Aquí parecen chocar el estoicismo frío de quienes tratan de contener las lágrimas a cualquier costo, y bajo cualquier subterfugio racionalista, y la transparencia realista de Jesús. 

Hoy día hay quienes celebran la muerte con palabras poéticas y perfumadas. Y de esta manera tratan de minimizar el dolor desgarrador que siempre debe producir la muerte, sobre todo de un ser querido.  Pero, Jesús, el Hijo de Dios, lloró.  Y es que la muerte nunca es un premio, ni un logro, ni una hazaña.  La muerte no es otra cosa que la paga del pecado.  Y debiera hacernos reflexionar con más sentido y menos trivialidad. Sobre todo, cuando es lo más seguro y a la vez lo más impredecible que sucede a todos los seres humanos. 

La vida eterna era la meta de la creación al principio, mientras que la muerte es la maldición por el pecado humano.  La muerte es parte de la caída impuesta a la humanidad como resultado de la desobediencia, no una inevitable circunstancia para vencer.  La muerta está de pie en contra de Dios, en contra del mundo, en contra de la vida, en contra de la esperanza, en contra de las posibilidades.” 

La única buena noticia que podemos proclamar ante la realidad de la muerte es que fue vencida por Cristo con su muerte y resurrección.  Y que, aunque todavía está en pie como el último enemigo que será vencido en la experiencia cristiana el día de la resurrección, por ahora podemos decir que, solamente para quienes Cristo ahora es la vida,  el morir es ganancia. Porque no es otra cosa que estar ausentes al cuerpo y presentes al Señor.  Pero, sólo en el día de la resurrección lo estaremos en cuerpo y alma. 

¡Aprenda a Vivir!