Sermón: Santiago 1:1 ¿Quiénes somos?
Texto: Santiago 1:1 “Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud.”
Hoy comenzamos una serie de sermones sobre la epístola de universal de Santiago. Nuestro propósito es exponer toda a epístola de Santiago. Y conocer así todo el consejo de Dios contenido en esta corta pero importante epístola.
En el día de hoy queremos darle un panorama general de la carta. Queremos darle una introducción de tal manera que les ayude a entender la misma. Desde ahora les sugiero que, como vamos a estudiar esta carta desde principio a fin, la lean toda desde el principio al fin para que sea de mayor provecho para entender los sermones.
I. El Autor
Ahora bien, la epístola comienza identificando al autor de esta carta. Y nos dice que fue escrita por Santiago. En los tiempos bíblicos era costumbre escribir desde el principio quién era la persona que enviaba la carta. Hoy día es al revés. Para nosotros saber quien escribe la carta tenemos que leer la parte final de la carta donde aparece la firma de quien la envía. En los tiempos bíblicos se identificaba desde el principio.
Así que el autor de esta carta se llama Santiago. En el griego es: Iácabos, de donde proviene Jacobo. Así que el nombre Jacobo, Santiago y Diego son lo mismo. ¿Pero quién es esa persona? De los 6 Santiago que se conoce en la Biblia solo 2 se presentan como posibles autores. El primero era el apóstol Santiago, uno de los doce y hermano del apóstol Juan. Pero los eruditos lo han descartado por el hecho de que el apóstol Santiago fue asesinato por Herodes Agripa I en el año 40 DC. Por ejemplo, en Hechos 12:1 “En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan”. El rey Herodes es Herodes Agripa I, nieto de Herodes el Grande el que mandó a matar a todos los niños menor de 2 años buscando matar a Jesús. Su nieto era tan cruel como su abuelo. Se descarta al apóstol Santiago por haber sido asesinado muy temprano en la historia de la iglesia.
El otro Santiago que los eruditos han considerado como el autor de esta carta lo fue Santiago, el medio hermano de Jesús, hijo de María y José. ¿En qué basan su conclusión? La basan por lo menos por 3 cosas:
1. Santiago, el medio hermano de Jesús, es considerado en la Biblia uno de las columnas de la iglesia de Jerusalén. Si buscamos en Gálatas 2:4 “y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.” Y como la carta no tiene apellido entienden que como dice Santiago todo iban a pensar en aquel que la columna de la iglesia de Jerusalén. Y a quien en la misma carta a los Gálatas se le da el título genérico de apóstol. Gálatas 1:19 “pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor.”
2. Las palabras que utiliza Santiago en la carta y las que utiliza Santiago en el concilio de Jerusalén, el cual él presidió concuerdan. Hay una gran similitud entre ellas.
3. La historia de la iglesia ha documentado bien el hecho de que fue Santiago, el medio hermano de Jesús, quien escribió esta carta.
Por estas razones y otras más los eruditos entienden que el Santiago que escribió esta carta lo fue Santiago, o Jacobo el medio hermano de Jesús.
¿Qué podemos decir acerca de Santiago? Lo primero, que él, al igual que sus hermanos, al principio no creía, en Jesús. Juan 7:5 “Porque ni aun sus hermanos creían en él.” Como Jesús decía: no hay profeta sin honra excepto en su propia tierra. Pero después de la resurrección, Jesús se le apareció a Santiago y él vino a ser uno de sus discípulos y un gran líder en la iglesia de Jerusalén. 1 Corintios 15:7 “Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles”. Así que Santiago se convirtió después de la resurrección de Jesús.
II. La Fecha de Composición
¿Para cuándo se escribió la carta? Al leer la carta vemos que el cristianismo ya ha sido establecido de tal manera que no solo ya es objeto de persecución sino también de opresión por parte de algunos en la iglesia. Por el hecho de que el Concilio de Jerusalén que aparece en el capítulo 15 del libro de los Hechos y que ocurrió entre los años 48-49 DC., no es mencionado, los estudiosos fijan la fecha de la composición para los primeros años de la década de los 40 DC. ¿Qué implica esto? Implica que la carta de Santiago es el primer libro del NT. Antes que los evangelios fueran escritos ya había sido escrita la carta de Santiago. Es el primer documento del NT. Así que el primer libro escrito del NT no es Mateo sino la epístola de Santiago.
III. Los Destinatarios
¿A quiénes escribe Santiago? Nos dice Santiago 1:1 “a las doce tribus que están en la dispersión”. Cuando dice a las doce tribus sin lugar a dudas se refiere al pueblo judío. El pueblo que estaba dispersado por todas las regiones de Asia Menor y el Imperio Romano. Pero como les habla acerca de su fe en Cristo entonces entendemos que se refiere en primer lugar a los creyentes judíos quienes eran los primeros cristianos. Los primeros cristianos eran judíos, así como los apóstoles.
Y como la carta no es enviada a una iglesia o persona en particular, esta carta al igual como Hebreos, 1 y 2 Pedro, 1, 2 y 3 Juan, y Judas son conocidas como las Epístolas Universales, o Generales.
IV. Mensaje
¿Cuál es el mensaje central de la carta? Santiago busca explicar la diferencia entre la religión vana y la religión pura. La vida cristiana es una vida costosa. La gracia que salva no es una gracia barata. Dios no nos salva para que sigamos igual. Cuando Dios nos salva Él nos transforma. El hace que nuestra mente, nuestra voluntad y nuestras emociones sean puesta en una nueva dirección. Y las pruebas y las aflicciones son los instrumentos que Dios utiliza para que demostremos si somos o no cristianos.
Esta carta es el libro sapiencial del NT, un libro de sabiduría, así como lo es Proverbios. Es un libro práctico que nos llama a vivir para Dios en obediencia a su palabra.
Ahora bien, qué es lo que Santiago desea enseñarnos en este primer versículo. Santiago procura enseñarnos cómo debemos vernos a nosotros mismos. ¿Cuándo tú te miras en el espejo a quién tú ves? ¿Quién es ese hombre, mujer, joven que tú ves en el espejo? Santiago nos dice que tenemos que vernos como lo que somos. ¿Qué somos? V. 1 “siervo de Dios y del Señor Jesucristo”. La frase siervo de Dios se refiere en primer a los ministros de la palabra. Por ejemplo, Moisés es llamado en Josué 1:13 “Acordaos de la palabra que Moisés, siervo de Jehová, os mandó diciendo: Jehová vuestro Dios os ha dado reposo, y os ha dado esta tierra.” Así debemos ver a los pastores, ellos son siervos de Dios. Y esto implica que Dios los ha llamado y les ha dado autoridad para hablar en nombre de Él. Pero ellos no son amos, son siervos, son servidores de Dios para tu bien. Así debemos verlos.
Pero la frase también se usa de todo hijo de Dios, de todo creyente. Romanos 6:22 “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios”. Todo creyente es un siervo de Dios.
Entonces, ¿quién tú eres? Tú eres un siervo de Dios y del Señor Jesucristo. Eres tanto siervo de Dios, es decir, del Padre. Pero eres siervo también del Señor Jesucristo. Eres tanto el siervo de uno como del otro. Y esto implica que Jesús tanto Dios como el Padre es Dios. ¿Por qué? Porque ambos están en el mismo plano. Somos siervos tanto del uno como del otro. No somos más siervos del Padre de lo que somos del Hijo. Somos tanto siervos del Padre como lo somos del Hijo. Y esto implica que nuestro amor por ambos es igual. Y si es igual entonces reconocemos que Jesús es Dios como el Padre. Así que somos siervos tanto de Dios como del Señor Jesucristo.
Ahora bien, somos siervos de Dios. Y la palabra siervos en griego es “doulos”, que significa esclavo. Somos esclavos de Dios por la gracia de Dios. Le pertenecemos porque Cristo nos ha comprado. Como dice 1 Corintios 6:20 “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. Por naturaleza éramos esclavos de Satanás. Y Él es un mal amo. Él es un amo cruel. Él es un amo que busca destruirnos. Servirle a él trae una paga y esa paga es la muerte. Pero Cristo Jesús nos libró de la esclavitud cruel de Satanás. Y el precio de ese rescate lo fue el sacrificio de su vida. El dio su vida por nosotros para rescatarnos de Satanás. Y ahora somos esclavos de Jesús. Pero Jesús es un Amo maravilloso. Es un Amo que busca nuestro bien. Un Amo que no oprime ni maltrata. Un Amo que es santo y digno de imitar. Un Amo que reconoce nuestra debilidad. Uno que no nos abandona, aunque fallemos. Un Amo que nos defiende. Uno que siempre está con nosotros en las buenas y en las malas. Y uno que nos enseña a amar a Dios y nos capacita a servir a Dios con alegría. Que nos fortalece con su fuerza para soportar las pruebas y las tentaciones que nos vienen a diario. Uno que nos lleva a la gloria. Todo eso es lo que implica que Jesús es Señor. ¡Qué hermosos es tener a Jesús como nuestro Señor, Salvaor y Rey!
Y si somos siervos de Dios y del Señor Jesucristo esto implica que nosotros no vivimos para nosotros mismos. Él es nuestro Amo y nosotros somos sus súbditos. Y nuestro deber es obedecer a nuestro Salvador. Tenemos que pensar como piensan los siervos de Dios. Nuestra mente es sujeta a la mente de Dios. Y nuestros pensamientos tienen que seguir los pensamientos de Dios porque somos siervos de Dios. No estamos a nuestra propia libertad. Todas nuestras ideas que tenemos sobre el mundo, sobre la vida, etc. deben ser las ideas que Dios tiene de ellas. ¿Por qué? Porque somos siervos, esclavos de Dios y del Señor Jesucristo. Y si esto es así, entonces, nuestras ideas acerca del matrimonio deben ser las ideas que Dios tiene de ellas. Fue Dios quien lo diseñó. Fue Dios quien lo instituyó. Y Él nos dice que los siervos de Dios se casan con las siervas de Dios; el creyente con el creyente. Y si ambos deciden unir sus vidas deben comenzar con el pie derecho. ¿Cuál? Celebrando la misma con una ceremonial formal pública. Hermanos, la convivencia no es la institución divina. Los que conviven viven en desobediencia a Dios. Y nosotros como siervos de Dios somos llamados a vivir como Dios nos manda en su palabra. ¿Por qué? Porque nosotros no vivimos para nosotros sino para Aquel que murió y resucitó para nuestra salvación. Busquemos 2 Corintios 5:15 “y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.” Hermanos, así debemos vernos como aquellos que no vivimos para nosotros mismos con nuestras ideas, nuestra vida, nuestras decisiones, sino para Aquel que sacrificó su vida, fue molido por nuestros pecados para nuestra salvación.
Si somos siervos debemos pensar como siervos. Y esto implica íntegros en nuestra fe. El siervo es uno íntegro en su palabra. Su Sí es Sí y su No es No. Por ejemplo, si yo acordé encontrarme con alguien a 12:00 pm y por alguna razón no voy a poder llegar es mi deber como siervo de Dios llamar a esa persona con anticipación y excusarme. Es mi deber cumplir puntualmente con mis compromisos. ¿Por qué? Porque somos siervos de Dios. Yo no creo que Jesús llegara impuntual a un compromiso adrede. Yo no puedo visualizar a un Jesús llegando tarde a una sinagoga un día de reposo.
Hay un punto importante que señalar. Es la gracia de Dios la única que nos puede capacitar para obedecer como siervos. Es porque somos siervos salvados por la gracia de Dios, cuya gracia necesitamos a diario, que podemos obedecer. Obedecemos por la gracia. Somos salvos para obedecer, no obedecemos para ser salvos. “Por gracia sois salvos”.
Santiago nos dice algo más en este primer versículo. Fíjate que, aunque Santiago es el medio hermano de Jesús, él no hace alarde de esto. Él se identifica como Santiago siervo del Señor Jesucristo. El reconoció a Jesús como su Salvador. Él no dice: aquí escribe Santiago una de las columnas de la iglesia de Jerusalén. Él se complace en ser llamado siervo de Dios y del Señor Jesucristo. ¡Qué hombre humilde! Así debemos ser por la gracia de Dios. Es la gracia de Dios la única que nos puede hacer humildes, así como Jesús fue humilde. La humildad, es decir, el pensar de nosotros con cordura y no pensar de nosotros más de lo que demos pensar, considerando los demás como superiores a nosotros mismos, debe caracterizar nuestras vidas. Como dice 1 Pedro 5:5 “todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes”. ¿Trabajas en ser un creyente humilde? ¿Reconoces que no lo sabes todo? ¿Consideras a tu hermano que está a tu lado, que tal vez no tiene tu educación, ni tus experiencias, como superior a ti?
Quiera Dios que aprendamos a vernos cómo realmente somos: siervos de Dios y del Señor Jesucristo, reconociendo que no vivimos para nosotros mismo si no para Aquel que nos rescató de la esclavitud de Satanás y nos da la libertad de los escogidos de Dios para vivir en humildad todos los días de nuestras vidas. Amén.