Primera Iglesia Presbiteriana Ortodoxa: Jesús es la Verdad

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Sermón: 1 Corintios 10:31 Hacedlo todo para la gloria de Dios

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Sermón: 1 Corintios 10:31 Hacedlo todo para la gloria de Dios Pastor Roberto Quiñones

1 Corintios 10:31 “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.”

 

            Una de las preguntas más importantes que uno se puede hacer en la vida es: ¿para qué yo estoy aquí? ¿Cuál es mi propósito en la vida? Todos nosotros en algún momento u otro nos hemos hecho esas preguntas. ¿Para qué yo vine a este mundo?

            Muchos contestarían que no saben para qué vinieron a este mundo. Otros dirían que vinieron a este mundo por un error matemático de parte de sus padres. Algunos dirían que no saben el por qué vinieron al mundo porque no fue planificado por los padres. Otros que están aquí fruto de un accidente. Hermanos y amigos, nada sucede en este mundo fuera de la voluntad de Dios, ni fuera de su propósito. Nadie entra a este mundo sin que Dios lo haya determinado.

            Otros dirían que están en este mundo para hacerse ricos y otros, en forma burlona para tomarse una cerveza.

            Pero el pasaje que tenemos presente nos enseña cuál es el propósito de la vida. Nuestra vida es para vivirla para la gloria de Dios. Dios debe ser el centro de nuestra vida. Todas las cosas que hacemos en la vida deben girar alrededor de Dios. Todas las cosas que hacemos, aún las cosas que aparentan ser las más insignificantes de la vida deben ser hechas centradas en Dios. Eso es lo que nos enseña la palabra de Dios en este pasaje de 1 Corintios 10:31 “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.” Vivimos para la gloria de Dios. Así lo enseña también nuestro Catecismo Menor de Fe de Westminster en la pregunta y respuesta número 1 ¿Cuál es el fin principal del hombre?, en otras palabras, ¿cuál es el propósito de la vida del ser humano? Y la respuesta es: “el fin principal del hombre es el de glorificar a Dios y gozar de El para siempre”. Hoy vamos a limitarnos a explicar y aplicar la primera parte de la contestación del Catecismo y para el próximo domingo explicaremos la segunda parte.

            Hermanos, hay tres preguntas importantes que debemos hacernos para entender el pasaje y el catecismo de nuestra iglesia. Estas preguntas son: ¿Qué es glorificar a Dios? ¿Por qué yo debo glorificar a Dios y ¿Cómo yo puedo glorificar a Dios?

            Veamos cada una de ellas.

I. ¿Qué es glorificar a Dios?

            En primer lugar, tenemos que explicar lo que no es glorificar a Dios. Glorificar a Dios no es hacer a Dios glorioso. Él es glorioso en Sí mismo. Él es perfecto en Sí mismo. Y por tanto Dios no necesita de ninguna criatura para hacerlo glorioso. Él siempre ha sido, es y será eternamente glorioso en Sí mismo y por Sí mismo. Así que Dios no nos creó para añadir a su gloria. Nada ni nadie puede así hacerlo. Dios es infinitamente glorioso.

            La gloria de Dios es la perfección de la totalidad de sus atributos. Es la diadema en la joya de la corona de Dios. Hay perfección en cada uno de los atributos de Dios. Pero la gloria de Dios es la perfección absoluta del conjunto de todos sus atributos. En otras palabras, Dios es perfecto en Sí mismo y por Sí mismo. Nada ni nadie puede hacer a Dios perfecto, glorioso, hermoso. Nosotros no podemos mejorar a Dios. El beneficio que sacamos si somos justos y santos, el cual es nuestro deber, es para nosotros solamente. Job 22:2 “¿Traerá el hombre provecho a Dios? Al contrario, para sí mismo es provechoso el hombre sabio.” En otras palabras, aún si nosotros somos justos nada de eso beneficiará a Dios. Si somos santos quien se beneficia de esto somos nosotros. Dios no necesita de nada ni de nadie. Él es independiente de todo lo creado. Hechos 17:25 “ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas”. Nada ni nadie puede hacer a Dios glorioso.

            Hace unos años atrás cuando mis hijos eran pequeños, yo buscaba un librito cristiano para enseñarles acerca de Dios y su palabra. Y encontré un librito acerca de la creación. Y cuando comencé a leerlo, para revisarlo, me encontré lo siguiente: Dios estaba solo y creó este mundo porque necesitaba compañía. Hermanos, Dios no necesita de nosotros. Él es Dios y eso significa que Dios es auto-suficiente en Sí mismo.  Él es todo suficiente en Sí mismo. Y eso trae consuelo y paz para nosotros.

            Trae consuelo y paz porque nosotros sabemos que no somos todo-suficientes. Sabemos que no tenemos control de prácticamente nada: preparamos una comida suculenta y bien hecha y nos cae mal. Descansamos durante la noche y nos levantamos con el cuello virado. O sintiéndonos enfermos, aunque nos acostamos sanos. Queremos estar tranquilos durante un día y entonces todas las cosas nos salen mal.  No somos auto-suficientes. Pero Dios sí lo es. Y Él es nuestro Padre. El todo lo puede. Y sabemos que todo lo que nosotros necesitamos lo podemos buscar solo en El: sea salud, felicidad, fortaleza, dirección, santidad, paciencia y sobre todo la vida eterna.

            Así que glorificar a Dios no implica que podemos hacer a Dios más glorioso. Él es en Sí mismo glorioso aparte de sus criaturas.

            Pero, aunque no podemos hacer a Dios glorioso sí podemos glorificar a Dios. Si podemos exaltarle, adorarle, servirle, temerle, vivir para El, tenerlo como nuestro bien supremo, en donde reside mi felicidad. Entonces, sí podemos declarar su gloria.

            Todo lo que existe declara la gloria de Dios. Dice el Salmo 19:1 “Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.” ¿Cómo lo hacen? Revelando que solo un Dios omnipotente, sabio y bueno los ha podido crear.

            Glorificar a Dios, entonces, es exaltar el nombre de Dios sobre todas las cosas. Es hacer que todo redunde para que Dios sea alabado, temido, creído y confiado plenamente. Todo lo que hacemos debemos hacerlo de tal manera que Dios sea exaltado delante de los hombres y en la intimidad de nuestra vida devocional a Dios.

 

II. ¿Por qué yo debo glorificar a Dios?

            Nosotros debemos glorificar a Dios, en primer lugar, por el hecho de que Él nos creó. Nosotros le debemos nuestra vida a Dios. Como dice el Salmo 100:3 “Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.” Nosotros existimos porque Dios nos creó. El nos hizo por medio de una creación especial. No somos producto de la evolución. Somos producto de la actividad creadora de Dios. El creó a Adán y a Eva a su imagen y semejanza. La teoría de la evolución es una teoría falsa, atea e insostenible. Cada uno de nosotros debemos nuestra existencia a Dios. Y nada más por eso nosotros le debemos a Dios amor, obediencia y adoración.

            Todos los seres humanos, sean creyentes o no, le deben adoración a Dios. ¿Por qué? Porque Dios es nuestro Creador. Le debemos nuestra existencia a Dios. Le debemos a Dios cada minuto y segundo de nuestra vida.  Y si no lo hacemos demostramos lo perdida que está la raza humana que no se digna a adorar Aquel que es el autor de la vida. Así lo enseña el Salmo 2:10-12 “Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; Admitid amonestación, jueces de la tierra. Servid a Jehová con temor, Y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; Pues se inflama de pronto su ira.” ¿Por qué debemos glorificarle? Porque Él es nuestro Creador.

            Pero debemos glorificar a Dios también por el hecho de que Él nos salvó. Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para salvar a nada ni a nadie menos que a nosotros, viles pecadores. Aun cuando por causa del pecado nosotros merecemos la ira y la maldición de Dios y éramos objetos de su ira, Dios envió a su Hijo para salvar a aquellos que eran sus enemigos. Su sangre pagó nuestra deuda. La justicia de Cristo ahora es nuestra. Dios nos ve revestidos de Cristo. Ahora Dios es nuestro Dios. Y le pertenecemos por compra. Porque Dios nos compró con la sangre de Cristo. Por eso dice Pablo en 1 Corintios 6:20 “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.”

            Hermanos, esto es algo que honestamente es imposible de entender plenamente. Por aquellos que eran sus enemigos, que merecían el infierno mismo, que vivían de espaldas ante Dios, que no querían servir, ni adorar, ni amar, ni glorificar su nombre, Jesús vino a dar su vida para salvarles de la condenación eterna que merecían sus pecados. Si alguien puede entender esto plenamente les suplico que me lo expliquen como si yo fuera un niño de seis años. En cambio, eso fue lo que Cristo Jesús hizo. Como dice 1 Pedro 3:18 “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”. ¡Cómo no debemos amar con intensidad, con fervor, con cada fibra de nuestro ser a nuestro Dios! ¡Por eso es lógico y es justo y brota de un corazón agradecido el que amemos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas!

            ¿Por qué debemos glorificar a Dios? Porque El no creó y nos ha salvado.

III. ¿Cómo yo glorifico a Dios?

            Nosotros glorificamos a Dios cuando nuestra vida se centra en Dios. Sabes que en AT cuando el pueblo viajaba por el desierto camino a la tierra prometida, el tabernáculo se situaba en el centro de las doce tribus. Todas las doce tribus acampaban alrededor del tabernáculo, para enseñarnos que el centro de sus vidas lo era Dios. ¿Es Dios el centro de tu vida? ¿Es tu vida una vida teocéntrica? Pero ¿cómo yo sé si mi vida es teocéntrica? Cuando hacemos algo o dejamos de hacer algo para que el nombre de Dios sea glorificado. Cuando, por ejemplo, un creyente deja de recibir menos salario o acepta un trabajo de menor paga si el trabajo que tiene actualmente le impide asistir a la iglesia. Pero alguien dirá: ¿hay que comer, hay que trabajar? Eso es cierto, pero adorar a Dios es la actividad más importante de la criatura y sobre todo de la criatura redimida. ¿Acaso no creemos que Dios no nos va a proveer un trabajo bueno para nosotros si nosotros buscamos honrarle al dejar un trabajo que me impide ir a la iglesia? ¿Creemos que Dios es Jehová jireh, el Dios que provee?

            Sabemos que nuestra vida es teocéntrica cuando buscamos agradarle en todo. Pablo dice que sea que comamos o bebamos o hagamos cualquier otra cosa debemos hacerlo todo para la gloria de Dios.

            Nosotros le glorificamos cuando vivimos una vida en santidad. Mateo 5:16 “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” Nuestra vida debe ser una que destelle la luz de la santidad. Santidad no es otra cosa que conformidad a la palabra de Dios.

            Le glorificamos cuando damos mucho fruto. Jesús dijo en Juan 15:8 “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.” Jesús dice es mucho fruto lo que glorifica a Dios. Sin fruto no hay cielo. No porque los frutos son los que nos llevan al cielo, no por eso, sino porque testifican que poseemos la verdadera fe que nos lleva al cielo.  Y es cuando llevamos mucho fruto que Dios es glorificado y testificamos que somos discípulos de Cristo. Por eso Pablo nos dice que Cristo nos redimió para que seamos un pueblo celoso de buenas obras. Tito 2:14 “quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.”

            Esto es importante hermanos. Por ahí se vende a dos por chavo una gracia barata. Una gracia que manda a todas las personas al cielo sin dar frutos. Eso no es cierto. La fe salvadora es una fe fructífera. La fe salvadora no es una fe que producirá frutos, sino que produce frutos. Una fe que produce frutos de obediencia. Y si no hay frutos de obediencia esa persona no posee fe salvadora. Una fe que no le lleve a orar por sí mismo sin que nadie se lo ordene no es fe salvadora. Una fe que no le interese congregarse cuando sí puede hacerlo no es fe salvadora. Una fe que no testifique con su vida que es de Cristo no es fe salvadora. Fue Jesús quien dijo en Mateo 10:32-33 “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.” Y confesarle no es solo de boca sino acompañado de una vida que demuestre que esa confesión es sincera.

            Aquellos a quienes Dios salva los lleva a confesar a los cuatro vientos “yo soy de Cristo”. Y aunque a veces nuestra conducta deja mucho que desear y contradecimos nuestra profesión, la obra de gracia en nuestro corazón nos llevará a aborrecer lo que hemos hecho mal y a pedir perdón de Dios con una genuina resolución de no volver a hacerlo más.

            Para qué hemos venido a este mundo: para glorificar a Dios con todo lo que tenemos y en todas las cosas que hagamos. Que ese sea siempre nuestro norte. Amén.