Los radicales libres son átomos, por lo general de oxígeno, altamente reactivos e inestables, que se liberan cuando el alimento es metabolizado en nuestras células para producir energía. También se producen por influencias externas cuando nuestro organismo recibe el impacto de diversos contaminantes o radiaciones. La inestabilidad de los radicales libres se debe a que han perdido uno de sus electrones e intentan reponerlo tomándolo de otros átomos. Esto crea una reacción en cadena que ocasiona grandes daños a nuestras células, daños que se manifiestan en envejecimiento y un buen número de enfermedades.
Por otra parte, los radicales libres también se unen a varias sustancias químicas del cuerpo, entre las que se encuentra el ADN, provocando daños en las mismas. Se estima que el ADN de cada célula es golpeado unas 10,000 veces cada día por radicales libres. Nuestro cuerpo posee una serie de mecanismos biológicos para desactivar estos radicales libres y otros destinados a reparar el daño causado por estos. Sin embargo con el paso de los años se van acumulando daños que no pudieron ser reparados debido a ineficiencias del sistema. Los mecanismos de reparación de daños también van disminuyendo en efectividad con lo cual la acumulación de daños se acelera. Eventualmente los daños que se producen superan por mucho la capacidad de reparación del organismo. El resultado de todo esto es que nuestro cuerpo se torna menos funcional al igual que más débil y vulnerable ante las enfermedades. El primer paso en esta dirección parece ser la creación de radicales libres a una velocidad y en una cantidad que supera la capacidad del cuerpo para liberarse de ellos. A esta condición se le conoce como estrés oxidativo. Se ha estimado que el estrés oxidativo contribuye al desarrollo de más de sesenta enfermedades degenerativas tales como: artritis, cataratas, cáncer, condiciones cardíacas, problemas del sistema inmunológico y del sistema nervioso. Las membranas de nuestras células y muy especialmente las del cerebro, poseen una gran cantidad de grasas polinosaturadas. Este tipo de grasa es muy susceptible a la oxidación produciendo gran cantidad de radicales libres que eventualmente dañan la célula.
Como ya hemos señalado nuestro propio cuerpo produce varias sustancias destinadas a unirse a los radicales libres y neutralizarlos. En los alimentos que ingerimos también hay sustancias conocidas como antioxidantes que ayudan en esta tarea. En términos generales, los antioxidantes funcionan donando electrones con lo que evitan que los radicales libres los roben de nuestras células. Desde hace varias décadas se sabe que las vitaminas C y E y el Beta Caroteno poseen propiedades antioxidantes. Del mismo modo se sabe que los minerales selenio, zinc, manganeso y cobre cumplen una función importante ayudando a activar el sistema de defensas contra los radicales libres de nuestro cuerpo. Hoy en día, sin embargo, se ha descubierto que un buen número de alimentos, específicamente de origen vegetal poseen propiedades antioxidantes que en varios casos son mucho más poderosas que las de las vitaminas ya mencionadas.
Uno de los resultados del proceso de fotosíntesis por el que las plantas producen su energía es la liberación de oxígeno. Por lo tanto, las plantas también necesitan protegerse de los efectos dañinos de éste. Para esto han desarrollado diversas sustancias antioxidantes.
Un dato importante acerca de los antioxidantes es que ninguno tiene la capacidad de controlar los diversos tipos de radicales libres y productos de oxidación que se producen en el organismo. Algunos antioxidantes se encargan de un tipo de radical libre mientras que otros se encargan de otros. Otro dato importante es que una vez antioxidante lleva a cabo su labor protectora se convierte también en un radical libre. En ese momento varias cosas pueden suceder. Otro antioxidante puede venir en su auxilio y regenerarlo, también el antioxidante puede autodestruírse o en el peor de los casos puede reaccionar con alguna parte de la célula causando daños. Por esta razón muchos investigadores entienden que no es saludable concentrarse en ingerir grandes cantidades de uno o dos antioxidantes sino que es importante ingerir una variedad de estos.
Existen tres principales categorías de antioxidantes derivados de las plantas, a saber: Los carotenoides Los flavoniodes o bioflavonoides Los tocoferoles y tocotrienoles.
Nota: El jugo y la semilla de granada (Pomegranate) se consideran como tres veces más beneficiosos antioxidantemente que la misma cantidad de tea verde o vino.