Juan 3:1-8 “Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. 2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. 3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. 8 El viento[b] sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.”
El domingo pasado vimos la diferencia entre la verdadera conversión y la falsa conversión. La verdadera conversión es la obra de Dios en el corazón de los pecadores. Y se traduce en abrazar a Cristo con todo el corazón habiendo visto la ira de Dios y la increíble misericordia de Dios sobre los pecadores. Y no solo sobre los pecadores sino sobre mí mismo. La salvación es personal. Cristo vino salvar a los pecadores que se arrepienten y creen en el evangelio. Yo me he arrepentido sinceramente, Cristo vino a salvarme a mí. La fe salvadora recibe a Cristo como su Profeta, Sacerdote y Rey. Y descansa en él, en su Persona y en su Obra: en su obediencia perfecta a la ley de Dios y en el sacrificio perfecto que Cristo hizo para pagar nuestra deuda con Dios.
La importancia de saber distinguir entre la verdadera y falsa conversión es súper importante. Y nos da paso a estudiar algo tan importante como lo que ya hemos expuesto. Y esto es la necesidad de la conversión. La conversión es algo necesario para todo ser humano. Todos necesitamos ser convertidos genuinamente. Y las razones que da la Biblia, la Palabra de Dios son de vital importancia. ¿Sabes por qué? Porque hay algunos que no saben o no tiene la idea correcta del por qué alguien necesita ser convertido.
Por ejemplo, yo he escuchado que algunos hermanos u otras personas han dado unas razones equivocadas del por qué una persona necesita ser convertida. Algunas de esas ideas son:
1. antes yo era feliz y desde que busqué a Dios ahora soy más feliz. Ahora bien, hermanos, servir a Dios sin lugar a duda produce felicidad en los creyentes. Tenemos ejemplos bíblicos de personas que al convertirse fueron llenas de gran gozo. Es más, los creyentes deberían tener siempre gozo en sus vidas. Pablo decía: “Estad siempre gozosos” 1 Tesalonicenses 5:16. Pero esa no es la razón correcta para una persona buscar de Dios y ser convertida.
2. busca de Dios para que pongas orden a tu vida. De esto podemos decir que cuando un creyente busca ser dirigido exclusivamente por la Palabra de Dios habrá orden en su vida. El pecado traer desorden y confusión y la santidad orden y paz. Pero esa no es una razón correcta para buscar de Dios.
3. busca de Dios para salvar a tu hijo, hija, matrimonio, problemas económicos o problemas de salud. Para ello tenemos que decir nuevamente que Dios es un Dios de poder. No hay nada difícil para Dios. Y Dios sana, transforma, restaura matrimonios, restaura relaciones familiares, provee para sus hijos de tal manera que “no hay un justo desamparado ni su descendencia que mendigue pan” Salmo 37:25. Aunque todo esto es cierto esas no son razones correctas del por qué ser convertidos.
Claro está, Dios utiliza las aflicciones para enseñarnos que debemos buscar de Él. Que hemos vivido de espaldas a Dios. Y que solo en El hay salvación y paz.
Siendo esto así, se levanta una pregunta, ¿por qué es necesaria la conversión? ¿Por qué todo el mundo necesita ser convertido? ¿Por qué tú necesitas ser convertido si no lo has hecho aún? Jesús mismo nos dice por qué. ¿por qué es necesaria la conversión?
I. Porque sin ella no puedes entrar a los cielos y ser salvo
V. 5 “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” Jesús está hablando con Nicodemo, el cual era un fariseo y “un principal (líder) entre los judíos”, y quien vino de noche para ver a Jesús. El que sea fariseo es importante porque ellos eran una secta dentro del judaísmo. Y estos fariseos eran los más celosos y estrictos en observar la ley de Dios. Y Jesús le dice en el versículo 3 “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” Es decir, no por ser estrictos en el cumplimiento de la ley entrarás en el reino de Dios. Necesitas nacer de nuevo. Necesitas que Dios Espíritu Santo te haga nacer. Sin ese nacimiento “no puedes ver el reino de los cielos”, no puedes ver la hermosura de Cristo, no puedes creer en el evangelio. Sin ese nuevo nacimiento no puedes V. 5 “entrar entre en el reino de los cielos”, es decir, convertirte y ser salvo. Mira la lógica de Jesús: el Espíritu Santo es el único que puede hacerte nacer de nuevo, ese nacimiento es necesario para la conversión y esa conversión es necesaria para poder entrar en el reino de Dios y ser salvo.
Hermanos y amigos, ¿por qué es necesaria la conversión? Porque sin ella no puedes entrar en el reino de los cielos y ser salvo. Solo los convertidos, los que creen en Jesús como su Salvador y Señor y se han arrepentido de todos sus pecados para con Dios, son los que entran a la vida eterna. ¿Por qué alguien debe buscar a Dios? Porque sin El estamos perdidos y solo los que creen reciben la vida eterna. Juan 3:16-18 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”
Esta es la razón principal y todas las demás razones que mencionaremos se desprenden de esta.
II. Sin la conversión no puedes gozar del favor de Dios
Es cierto que Dios envía cosas buenas a todos los seres humanos. Jesús mismo dijo en Mateo 5:45 “vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” Lucas 6:35 “Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos.” Dios envía bienes sobre todos los seres humanos sean ellos ingratos y malos. Pero esto no significa que ellos gozan del favor de Dios. El presidiario come todos los días, va al médico, sale a la cancha, pero no goza del favor del estado. De la misma manera, solo el creyente goza del favor de Dios.
El no convertido no goza de ese favor. Dios no es su Dios. Por eso dice Efesios que los no creyentes viven sin Dios en este mundo, es decir, sin su favor. Efesios 2:12 “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.” En otras palabras, nadie puede pensar que Dios se agrada de esa persona porque todas las coas le van bien en sus negocios, en su casa, en el mundo, porque nada de eso significa que gozan del favor de Dios. Porque Dios “es benigno hacia los ingratos y malos”. Ni ningún creyente debe pensar que Dios ha dejado de amarle cuando las cosas no le van bien en este mundo.
Solo los convertidos gozan del favor de Dios. ¿Cuál es ese favor? El de ser recipientes de Dios mismo. El mora en nosotros y está con nosotros todos los días. El ser recipientes de su amor paternal, el gustar de su bondad, el de conocer la plenitud de las bendiciones del pacto. El de tener una íntima relación de amistad con Dios. Salmo 25:14 “La comunión íntima de Jehová es con los que le temen,
Y a ellos hará conocer su pacto.”
III. Sin la conversión jamás podrás poseer a Cristo
Es importante entender que hay una conexión entre el nuevo nacimiento, la conversión y el recibir a Jesús como Salvador. Las tres cosas se dan en el contexto de Juan capítulo 3. Sin el nuevo nacimiento no puede haber conversión y la conversión es creer en Cristo para vida eterna. Por eso tenemos que conectar a Juan 3:3-5 con Juan 3:16.
Fíjate que hemos dicho poseer a Cristo. Una persona puede creer en Cristo sin poseerle. No toda conversión es una genuina a menos que poseamos a Cristo en nuestro corazón. ¿Cómo lo poseemos? Cuando no solo creemos en él sino que lo recibimos y descansamos en él para vida eterna. Hay muchos que creen en Cristo pero no descansan en él. Creen que Cristo es el Salvador del mundo, pero buscan salvarse por sus obras. Creen que Cristo es el Santo de Dios, pero buscan salvación por su justicia y bondad. Creen que Cristo es el Salvador de la culpa del pecado, pero no del poder del pecado. Creen que Cristo es el Profeta de Dios pero no el Rey de sus vidas. Por eso no poseen a Cristo. Nadie puede tener a Cristo como su Salvador a menos que lo reciban y descansen en él como el único que los puede salvar por Su santidad y el sacrificio perfecto de El en la cruz del Calvario.
IV. Sin la conversión no puedes adorar a Dios correctamente
Dios acepta la adoración imperfecta de sus hijos porque Él ya ha aceptado sus personas. Y aunque muchas veces fallamos en la adoración a Dios, nuestras mentes divagan, se pierden, se distraen, o nuestro corazón está frío (espiritualmente hablando), Dios en su compasión acepta la sinceridad de nuestra adoración.
Pero el no convertido no adora a Dios correctamente o apropiadamente. ¿Por qué? Porque ni su corazón ni su mente se han rendido a los pies de Cristo. Podrán adorar de labios, pero no de corazón. Y Dios no acepta una adoración de labios solamente. Isaías 29:13 “Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado;”
Si no eres convertido no adoras a Dios propiamente. Dios no solo demanda de nosotros una adoración de labios sino más una adoración de corazón. Una adoración de un hombre y una mujer que le amen, le admiren, busquen exaltarle. La adoración bíblica es una adoración espiritual, es decir, impulsada por el Espíritu Santo. Pero el Espíritu Santo no mora sino en los creyentes. La adoración bíblica es una adoración cristiana cuando los adoradores se acercan a Dios descansando en la mediación y en los méritos de Cristo. Cuando nos acercamos a El con un profundo sentido de asombro ante su majestad y pureza, junto con la realidad de nuestra pecaminosidad. Y nos acercamos a El con gratitud y gozo, con alabanza por la inmerecida salvación que El nos ha otorgado por medio de Cristo. Pero un no convertido no puede hacer esto. Su corazón no se ha rendido a Cristo. Jesús no es su Rey, ni descansa en los méritos de Cristo ni se goza de la salvación la cual no posee. Por eso necesita ser convertido para que pueda adorar a Dios correctamente. Hemos sido creados para adorar a Dios. Sin la conversión no cumplimos el propósito de nuestra creación.
¿Por qué es necesaria la conversión? Porque sin ella no puedes ser salvo, no gozas de su favor, no posees a Cristo ni puedes adorar a Dios correctamente.
Ahora te toca preguntarte, ¿Te has convertido a Cristo? ¿Has rendido tu corazón a Él? ¿Amas a Cristo? ¿Lo has recibido y descansas en El para salvación y vida eterna y no en tus obras, tu justicia, tu bondad? Ven a Cristo. Ven ahora.