Mateo 6:10b “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”
En el primer año de la vida de un bebé es difícil separarlo de su madre o de su padre. Cuando es así de chiquito y alguien, que no es su padre o madre, quiere cogerlo normalmente el bebé no quiere. Y cuando se lo quitan a sus padres el bebé lo resiente y mira para atrás y levanta los brazos para que el padre lo vuelva a coger. Hay un apego natural de amor, de seguridad de parte de ese bebé a sus padres.
Lo mismo sucede en el plano espiritual. Cuando Dios nos convierte El pone en nuestros corazones un apego de amor, deleite y deseo en el corazón de cada uno de sus hijos. Hay un anhelo de estar cerca de Dios, de estar en su presencia y hay un anhelo de ser lo que Dios desea que seamos. Hay un anhelo de vivir para Él, de agradarle, de servirle y un amor a la santidad como algo placentero y delicioso. Todo esto es evidencia de vida espiritual.
Y lo genuino de esa nueva vida espiritual, nacida de Dios, se traduce natural y espontáneamente en esta tercera petición de la oración del Señor conocida como el Padre nuestro.
Jesús nos ha venido enseñando que la gloria de Dios, es decir, la santificación de su nombre es lo primero que un creyente desea y busca promover en el mundo. El creyente ama al Dios Trino y uno, porque es su Dios. Porque Dios Padre lo ha salvado por medio de su Hijo el Señor Jesucristo. El vive para Dios en el Espíritu Santo y en la fe de Hijo de Dios. Y por tanto desea que otros le amen como él le ama. Pero también sabe que es en la comunión del reino de Dios que su nombre es verdaderamente santificado. No hay lugar en el mundo en donde Dios es más glorificado que en su iglesia. Pablo dijo en Efesios 3:21 “a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.” Y de aquí surge ese deseo que el nombre de Dios sea santificado en la iglesia. El creyente genuino ama la iglesia. Ama a los otros creyentes y desea que ellos también glorifiquen al Padre.
Ahora bien, nada da más gloria a Dios que cuando los hijos de Dios viven para El haciendo su voluntad. Jesús dijo en Juan 15:8 “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.” Por eso Jesús nos dice: hemos sido creados para adorar a Dios, ese es el propósito de nuestra vida. Y ese propósito se da cuando el reino de Dios se va extendido en el mundo por medio de la iglesia, los salvados. Pero Dios no solo es glorificado cuando vemos hombres y mujeres y niños entrar al reino de Dios por medio de una genuina conversión sino también por un pueblo de Dios obediente. Eso es lo que Jesús nos enseña en esta tercera petición que dice: “hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” Hay por lo menos tres cosas aquí: (1) qué es la voluntad de Dios, (2) cómo se hace esa voluntad en los cielos y (3) cómo debemos hacer su voluntad en la tierra.
I. ¿Qué es la voluntad de Dios?
A la luz de la Palabra de Dios tenemos que decir que hay una sola y simple voluntad en Dios. ¿Cuál es? Su voluntad, lo que Dios desea hacer. Pero esa sola y simple voluntad de Dios se nos presenta en las Escrituras en dos aspectos. De aquí que los teólogos hablan de la voluntad decretiva de Dios y la voluntad preceptiva de Dios. La voluntad decretiva de Dios es lo que Dios se ha propuesto hacer en el mundo. Es su plan eterno sobre todas las cosas. Esta voluntad nos es oculta en la mayoría de los casos. Y esa voluntad de Dios siempre se cumple. Se cumple no solo por los hijos de Dios sino incluso por aquellos que no son sus hijos. Dios siempre cumple sus decretos en sus criaturas o por encima de ellas.
Ahora bien, por la voluntad preceptiva hablamos de la regla de vida que Dios nos ha dado en sus mandamientos. esta voluntad preceptiva es cumplida o desobedecida por sus criaturas. Esta distinción la podemos ver en Deuteronomio 29:29 “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.”
¿A cuál de esas voluntad se refiere Jesús? A la segunda, a la voluntad revelada de Dios, a sus mandamientos. En otras palabras Jesús nos dice que cuando oremos “hágase tu voluntad” lo que estamos pidiendo es que el mundo entero pero sobre todo nosotros en particular sometamos nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Y procuremos obedecer sus mandamientos. ¿Por qué? Porque son sus mandamientos. Fíjate que dice: hágase TU voluntad, no la mía sino la de Dios. Nuevamente se levanta la pregunta: ¿Por qué? Porque Dios lo manda. Porque Dios lo dice. Porque El tiene autoridad sobre nosotros. Y además de eso: porque como nos dice Pablo en Romanos 12:2 su voluntad es “una buena voluntad, agradable y perfecta”. La voluntad de Dios es buena, es decir, es excelente, es la mejor que hay en el mundo. No hay nada más excelente en el mundo que su voluntad porque procede de Él. Es también agradable, es decir, es lo que a Dios le agrada. Y es perfecta, es decir, completa, no le hace falta nada. Nada la puede mejorar. Nada la puede embellecer. Y no solo eso sino porque cada genuino creyente ama hacer la voluntad de Dios. David dijo en el Salmo 119:97 “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.” Esa es la evidencia de ser hijo de Dios. El hijo ama la ley de Dios. Se deleita en ella. No la ve como una maldición sino como una bendición de la misericordia de Dios. Y como la ama medita en ella todo el día. La tiene presente en su mente en todo el tiempo.
Entonces a qué voluntad se refiere Jesús cuando dice “hágase tu voluntad” se refiere a la voluntad de sus mandamientos. Que todos seamos obedientes en ponerlos por obra.
¿De qué manera? De la manera como se hace en los cielos. Se levanta una pregunta: cómo se hace esa voluntad en los cielos. Ese es nuestro segundo punto.
II. ¿Cómo se hace esa voluntad en los cielos?
¿De quiénes está hablando Jesús? Jesús está hablando de los ángeles como modelo de lo que se debe hacer en la tierra. Los ángeles en los cielos hacen la voluntad de Dios. Ellos obedecen su voluntad. ¿Pero cómo lo hacen?
Los ángeles obedecen la voluntad de Dios en los cielos completamente. Ellos no escogen qué van a obedecer y qué no van a obedecer. Ellos no dicen: esto suena bien, esto me gusta y por tanto esto es lo que voy a hacer. No. Ellos obedecen todos los mandamientos de Dios. Se someten a cada uno de ellos. Ellos no son como Saúl. A Saúl Dios le dice destruye a todos los amalecitas y todo lo que tienen “porque ellos se opusieron a los hijos de Israel cuando salían de Egipto” (1 Samuel 15:1-3). ¿Y qué hizo Saúl? Por sus pantalones perdonó al rey Agag y a todos los animales gordos y bonitos; y destruyó “todo lo vil y despreciable” (1 Samuel 15:7-9). Perdonó a los animales para ofrecerlos en sacrificio a Dios. Y qué Dios le dijo. 1 Samuel 15:22 “Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.”. Cumplir parte de la voluntad de Dios no es cumplir su voluntad. En cambio los ángeles cumplen la voluntad de Dios completamente.
Además, ellos la cumplen de corazón. Ellos cumplen la voluntad de Dios Porque aman a Dios. Ellos viven también para agradarle. Ellos lo hacen con alegría.
Y también lo hacen con prontitud. Ellos la hacen inmediatamente. En la Biblia son descritos con alas para indicarnos lo presto y rápidos que son el obedecer la voluntad de Dios.
Jesús nos dice que la voluntad de Dios debe hacerse en la tierra como es hecha en los cielos. Entonces, en tercer lugar…
III. ¿Cómo debemos hacer su voluntad en la tierra?
Jesús nos está diciendo que cuando oremos debemos orar siempre: ayúdame, Señor, a hacer tu voluntad todos los días. Santifica cada día mi corazón para que pueda obedecerte completamente. Auxíliame para poder vivir para ti. Cambia mi corazón para que escoja lo que te agrada. Cambia mi mente para que piense y analice todas las cosas desde la perspectiva de la eternidad. Para que escoja según los principios y preceptos de tus mandamientos. Transfórmame para que mis emociones estén en tono con tu santa voluntad.
¿Es esa tu oración? ¿Es esa tu oración constante?
Mi oración constante es: oh, Señor, dame un corazón pastoral como el corazón de Cristo. Hazme paciente, amoroso, respetuoso, sincero, amable, humilde, cariñoso, sabio. Ayúdame a cuidar a todo el rebaño y a cada oveja en particular.
Si somos genuinos creyentes entonces tu anhelo constante es orar: hágase tu voluntad como en el cielos así también en mi vida. Y le suplicaremos a Dios diariamente: Señor ayúdame a obedecerte cada día más. Ayúdame a ser un mejor esposo y mejor esposa según tu Palabra. Ayúdame a ser un mejor miembro de la iglesia: siempre puntual, servicial, que me deje pastorear. Ayúdame a ser un mejor hijo o hija. Ayúdame a no dejar que las ideas del mundo que son contrarias tu voluntad dirijan mi vida. Ayúdame a negarme a mí mismo y tomar mi cruz cada día y seguirte a ti. ¿Es esa tu oración constante? Ayúdame a ser fiel a mi esposo o esposa. Ayúdame a criar a mis hijos, pero a criarlos en la disciplina y amonestación del Señor; hacerlo con la Biblia en la mano. Ayúdame a no justificar mis pecados. Ayúdame a poner siempre mi mirada en Jesús. Ayúdame a ir a la cruz constantemente para el perdón de mis pecados. Ayúdame a depender del Espíritu Santo; a caminar en el Espíritu. Ayúdame a obedecer con alegría y con prontitud. Ayúdame a no tener doble vara: a ser puntual en mi trabajo pero no en la iglesia, a ir enfermo y cansado al trabajo pero no con igual tesón y empeño en las cosas de Dios. ¿Es esa tu oración?
Si esa no es tu oración tengo que decirte no eres cristiano. No lo eres, aunque seas respetuoso, aunque no te metas con nadie, aunque tengas buenas notas en la escuela, aunque no le des problemas a tus padres o a tu cónyuge, no eres cristiano. Y si eres miembro de la iglesia te digo, podrás ser miembro de la iglesia visible pero no de la iglesia invisible. Si no te arrepientes caerás en las manos de Dios viviente. Y Hebreos 10:31 dice “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!”. La palabra para horrenda es [φοβερός], literalmente horrorizante es caer en la manos, en la justicia del Dios que está vivo. Ya que sabes que lo va a hacer. El actúa.
Pero no todo está perdido. Ven a Cristo. Corre y lánzate en los brazos de su misericordia. Porque solo El puede darnos un corazón obediente al hacernos nacer de nuevo.
¿Qué nos enseña Jesús aquí? Nos enseña que nuestra oración constante debe ser: Hazme Señor cada día obediente a tu voluntad revelada. Solo tú lo puedes hacer en mi vida y en el mundo. Este es mi más ardiente deseo. Por Cristo Jesús amén.