La Conversión

Sermón: Mateo 25:31-40 El Destino de los Convertidos

Mateo 25:31-40 “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, 32 y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. 33 Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. 34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35  Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 37 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.”

 

            Hermanos y amigos, hemos estado estudiando un tema que es súper importante. El tema que hemos venido predicando lo es la conversión. Decimos que es súper importante porque sin ella nadie entra en el reino de los cielos. Por lo menos en cuanto a los adultos se refiere.

            Todo el mundo necesita ser convertidos a Dios y a Cristo Jesús por el poder del Espíritu Santo. Porque sin ella no hay salvación ni vida eterna.

            Vimos que la conversión es una obra en el corazón de los pecadores. Y ella es fruto del nuevo nacimiento. Jesús mismo dijo en Juan 3:3, 5 “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. V. 5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” El nuevo nacimiento es la causa de la conversión, es la causa de poder ver el reino de Dios y de poder entrar en el reino de Dios.

            Pero hay algunos que no quieren venir a Cristo para tener vida. Rechazan el evangelio. Algunos abiertamente y agresivamente. Otros lo rechazan no de una manera agresiva pero sí al ser indiferentes al llamado del evangelio de creer en Cristo Jesús y ser salvos. Sea que lo rechacen agresivamente o no el destino de ambos será el mismo: el horno de fuego en el infierno. Ese es el destino de todos aquellos que no se convierten de veras.

            Pero hay otros que reciben el evangelio. Hay otros que por la gracia de Dios perciben la ira de Dios sobre ellos por sus pecados, ven lo horrible que es el pecado, reconocen que nada de lo que hagan podrá merecer la salvación y ven la hermosura de la persona y obra de Cristo que les dice: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche.” (Isaías 55:1). Y abrazan la salvación plena y libre que Cristo ha adquirido para su pueblo. ¿Cuál es el destino de aquellos que se convierten? A la luz de la Escritura, a la luz de las palabras misma de Jesús lo es: el cielo. 

            Hoy vamos a contestar tres preguntas similares a las del domingo pasado. El domingo pasado predicamos sobre el infierno y contestamos tres preguntas: ¿Qué es el infierno? ¿Quiénes van al infierno? ¿Cómo podemos escapar del infierno?  Hoy vamos a estudiar sobre el cielo: ¿Qué es el cielo? ¿Quiénes van al cielo? ¿Cómo podemos escapar del cielo?

I. ¿Qué es el cielo?

            El cielo es un lugar específico. Es un lugar en donde allí van a morar los justos. Jesús mismo lo describe así en Juan 14:2 “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.” Jesús habla de un lugar específico cuando dice que es un reino. ¿Qué clase de reino es?

            Es un reino heredado nos dice Jesús. La vida eterna es la recompensa del justo. Somos herederos de Dios y coherederos con Cristo. ¿De qué? De todo, de absolutamente todo. Herederos de este mundo entero. Todo es nuestro nos dice Pablo en 1 Corintios 3:21-23 “Así que, ninguno se gloríe en los hombres; porque todo es vuestro: sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.” Por eso Jesús dijo en Mateo 5:5 “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.” Por tanto, usemos de este mundo el cual nos pertenece a nosotros. Pero no pongamos nuestro corazón en ellos. Donde está vuestro corazón allí estará vuestro tesoro. Y vuestro tesoro debe estar en los cielos. Por tanto, “19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan”. (Mateo 6:19). ¿Dónde está tu corazón en este momento? ¿Qué es lo más ama tu alma?

            Es un reino preparado por Dios mismo desde la eternidad. Desde la eternidad Dios preparó este reino. Desde antes de la fundación del mundo Dios escogió en Cristo Jesús a los herederos de este reino. Antes que le conocieras Dios había puesto su amor sobre ti. Antes de nacer Dios te había escogido para hacerte rey en este reino de su amado Hijo. Y antes de todas las cosas Dios había diseñado la hermosura, la felicidad, el gozo que estará presente en ese reino celestial para los que le aman de veras. Nada sucede por casualidad.

            Es un lugar de honor. V. 33 “Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.” Es cierto que en este pasaje se describe el juicio final. Hay una separación entre las ovejas y los cabritos. La idea es de separación por causa de honor. Estos me pertenecen, los demás están excluidos de este honor, de estos privilegios. Así como Cristo fue exaltado luego de sus sufrimientos aquí en la tierra, los justos serán exaltados a un lugar de honor en los cielos.

            Es un lugar de absoluta bendición. V. 34 “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre”. Luego de que el juez dé el fallo exculpatorio reconociendo como suyos a los creyentes, El los recibe con todo amor y dulzura. Los invita a venir ante El. A estar cerca de Cristo mismo. Y a entrar en la plena bendición de la vida eterna. ¿En qué consiste esa bendición? Consiste en primer lugar en ver a Dios. Veremos a Dios en el rostro del Señor Jesús. Y esa visión de Dios sea beatífica, es decir, transforma el alma a la imagen de Dios llenándonos de la vida de Dios y llenándonos de Él. En segundo lugar, en absoluta y perfecta felicidad. Apocalipsis 21:4 “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” En esta vida hay alegría y lloro, y en muchas ocasiones hay más llanto que alegría. Hay muchas decepciones, frustraciones, pero el reino de los cielos ya no habrá más llanto ni dolor sino absoluta y perfecta felicidad. En tercer lugar, no habrá pecado. En los cielos reina de la santidad. No habrá engaño, ni mentira, ni habrá odio, ni envidia, no habrá codicia sino un corazón dispuesto a amar a Dios con todo el corazón y toda el alma. En cuatro lugar, allí veremos a los santos de Dios. Nuestras esposas y esposo creyentes los veremos allí, Nuestros hijos que han abrazo el evangelio allí estarán. Junto con todos los santos del pasado: allí veremos a Moisés, a David, Isaías, a Juan, a Pablo, a los reformadores, etc. Y disfrutaremos de su compañía y anos amaremos por toda la eternidad.

            Hermanos, podríamos seguir hablando sobre cómo la Biblia describe los cielos nuevos y la tierra nueva. Pero realmente no hay manera de describir toda la gloria y la felicidad que acompaña la misma. Pero Pablo dijo algo importante en 1 Corintios 2:9 “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman.”

II. ¿Quiénes van al cielo?

            Al cielo no van todas las personas. No todos heredan la vida eterna. Pero quiénes la heredan. Jesús nos dice aquí en Mateo 25 que los que van al cielo son las ovejas. Son a las ovejas a quienes Jesús les dice: “Venid, Benditos de mi Padre, heredad el reino preparado desde la fundación del mundo”. ¿Quiénes son las ovejas? Jesús mismo las describe en los versículos 35-36, 40 “35  Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” ¿Quiénes son ellos? Son los que aman a Cristo al amar a sus hermanos. “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” Oh, hermanos, no podemos amar a Cristo si no amamos a nuestros hermanos. Por eso Jesús dice quiénes son esas ovejas. Las ovejas son las que me aman. ¿Y cómo sabemos que amamos a Cristo? Porque buscamos servirle. Él es nuestro Rey y nosotros sus súbditos. Y de El buscamos protección y fortaleza, salvación y vida eterna. Por El amamos a nuestros hermanos y buscamos servirles por amor a Cristo. Y no solo oramos por ellos sino les servimos: los visitamos cuando están enfermos, les damos comida cuando tienen hambre, cubrimos su desnudez, etc. En otras palabras, la fe salvadora se traduce en actos de amor por los hermanos. Por todo el mundo, pero especialmente por los hermanos.

            Las ovejas son aquellos que escuchan la voz del pastor y le siguen. Obediencia es una marca de ser ovejas de Cristo. Y sobre todo de una oveja que escucha la voz de Cristo que dice en Juan 15:12 “Que os améis unos a otros, como yo os he amado.”

            Ah, pero alguien me dirá entonces la salvación es por obras y no por gracia. No es así. Ellos demuestran su amor a Cristo desinteresadamente. Fíjate cómo preguntan: V.  37-3937 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?” En otras palabras, sirvieron a Cristo sin esperar nada de Él. No es por obras, sino por gracia. No es por lo que yo hago sino por lo que hizo Jesús en su vida, su muerte, su resurrección que los creyentes heredan el reino de los cielos.

            Hermanos, que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha.

            Hermanos, hay un punto teológico que aclarar. Aunque la esencia de la fe salvadora lo es el confiar, el de descansar en Cristo para salvación y vida eterna, el amor a Cristo acompaña a esa fe salvadora. No somos justificados por una fe que ama sino por una fe que descansa en Cristo Jesús, pero al amor acompaña a la fe salvadora. Por eso Pablo puede decir en 1 Corintios 16:22 “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene.

III. ¿Cómo podemos escapar del cielo?

            Hermanos, hemos hablado de las glorias del reino de los cielos. De ver a Dios, de la perfecta felicidad en los cielos, de la comunión de los santos, de ser reyes, de heredar el mundo, la vida eterna, de ser libres del pecado. Y aunque la salvación es absolutamente gratuita es una oferta gratuita a todos los que escuchan el evangelio, muchos no entran a los cielos.

            Entonces hay algunos que escapan del cielo, huyen de allí, no llegan allí. ¿Sabes cómo un puede escapar el cielo, errar con el blanco de dar en el cielo? Jesús nos dice por ser cabritas. ¿Quiénes son ellos? Son todos los que nacen en este mundo. Venimos a este mundo en un estado de pecado y miseria. Venimos a este mundo bajo condenación. Pecamos porque somos pecadores. Somos por naturaleza hijos de ira. Sin hacer nada vamos directo al precipicio del infierno.

            ¿Quiénes son las cabritas? Son todos los que no vienen a Cristo para tener vida. Son todos los que no se arrepienten de sus pecados ni creen en Cristo como su Señor y Salvador. Son todos aquellos que buscan salvarse por sus buenas obras, por su bondad, por su justicia. Son todos aquellos miembros de la iglesia que han recibido con gozo la palabra de verdad pero no han rendido su corazón a Cristo. Son todos aquellos que no tienen un corazón en los cielos y por ello decimos que sus pensamientos, sude afectos y deseos no están con Dios. Son aquellos que no aman la santidad. Ellos serán excluidos de los cielos. Apocalipsis 21:8 “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” ¿Quiénes son los cobardes? Los cobardes son aquellos que se apartan de la fe cuando viene la persecución.

Aplicaciones:

1. Medita en la vida futura. Pablo nos dice que el meditar en las glorias venideras es un alivio al sufrimiento presente. Romanos 8:18 “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” Dios tiene preparado un reino glorioso para ti. Un reino de libertad: del pecado, de toda aflicción, de la misma muerte. V. 21 “porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.” Dios enjugará todas tus lágrimas.

2. No pierdas el cielo por no venir a Cristo. Hay un lugar glorioso esperándote sin vienes a Cristo. Es un lugar glorioso que El ganó con su sangre. El mereció la vida eterna para ti si vienes a Él. Pero ven a Cristo en fe y arrepentimiento. Recíbele como tu Profeta, Sacerdote y Rey. Descansa no en tus obras sino en el poder de Cristo para salvarte. Es Dios quien te distingue no tú a ti mismo. Ven a Él y llegarás a los cielos.

Sermón: Mateo 25:41-46 El Destino de los No Convertidos

Mateo 25:41-46 “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. 44 Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? 45 Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. 46 E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.”

 

            En los pasados días hemos estado estudiando acerca de lo que es la verdadera y genuina conversión. Hemos visto que la genuina conversión es una obra de Dios sobre el corazón humano. Es fruto del nuevo nacimiento. Y se manifiesta en un aceptar, recibir y descansar sobre Cristo solamente para el perdón de nuestros pecados, para nuestra santificación y para la vida eterna. Dijimos también que la conversión es absolutamente necesaria. Nadie entra en los cielos sino por medio de la conversión. Obviamente, decimos esto con respecto a los adultos.

            Pero, aunque todo esto es así y Dios ofrece su salvación a los pecadores invitándoles a venir a Cristo muchos rechazan esa invitación. Muchos consideran que es un insulto hablarles de Cristo y la religión. Otros no le dan importancia y dicen que si es bueno para ti se alegran, pero ellos no están interesados. Y otros piensan que porque creen que Cristo es el Salvador del mundo y han creído en El son salvos aunque no han rendido su corazón realmente a Cristo.

            De esto se levantan varias preguntas. ¿Qué le sucederá a estas personas que rechazan el evangelio sea porque no les interesa, o porque son hostiles al mismo o porque aunque creen no se han convertido de todo su corazón? La Biblia nos da una respuesta. Es más, Jesús mismo nos da una respuesta a esa pregunta en le pasaje que tenemos presente. Jesús nos dice que ellos irán al fuego eterno. ¿Cuál es el destino de los no convertidos? El destino de los no convertidos lo es el infierno de fuego. Hoy vamos a estudiar este tema súper importante. Y vamos meramente a tocar brevemente lo que es el infierno según la Palabra de Dios. Contestaremos tres preguntas: ¿Qué es el infierno? ¿Quiénes van a parar allí? ¿Cómo yo puedo escapar del mismo?  

I. ¿Qué es el infierno?

            El infierno es un lugar específico. No sabemos dónde es, pero sabemos que es un lugar específico porque es el lugar en donde irán los pecadores. Y es un lugar que ha sido preparado desde antes de la creación y caída del ser humano con Adán.   Por eso Jesús habla del “fuego eterno preparado”. Sí, hermanos, el infierno de fuego es un lugar que ha sido preparado por Dios mismo. Y si hecho por Dios entonces es una obra perfecta. Porque todo lo que Dios hace es perfecto. Y por perfecto queremos decir que cumple perfectamente al propósito de ser creado: ser un lugar de castigo para los no convertidos.

            Es un lugar de separación. Luego de que el Hijo del hombre dé el fallo: culpables. Dará la sentencia: “Apartaos de mí”. El infierno es un lugar de separación. De separación de Dios y de Cristo. “Apartaos de mí”. Y así como tener a Dios es la suprema felicidad, el estar separados de Dios es la suprema infelicidad. En el infierno los pecadores estarán separados del amor de Dios, de la presenciad consoladora de Dios. Estarán separados de Cristo, de los cielos, de los ángeles. Y de la felicidad, paz, consuelo, santidad, y alegría que caracteriza los cielos por el hecho de que Dios está allí. Pero también de todo lo bueno de la vida. Busquemos Lucas 16:25 “Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.”

            Es un lugar de tormento. Es descrito por Jesús y la Biblia como fuego. La idea detrás del símbolo es extremo dolor y sufrimiento. Todos sabemos o muchos sabemos lo que duele quemarse. Es horrible. Es súper doloroso. Es terrible. Es un lugar de tormento. Es descrito también como un horno de fuego. Como un lloro y un crujir de dientes. Es descrito en Apocalipsis 19:20 como “un lago de fuego que arde con azufre”.

            Por tanto, es un lugar de castigo. V. 46 “E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.” La misericordia no alcanza el infierno.  Lucas 16:24 “Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.” El sufrimiento se agrava por le hecho que quienes van a parar allí: Satanás y sus demonios. “al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.” No solo estarán presentes sino serán también los verdugos. Y los demás que allí lleguen también se unirán al castigo. Como ocurre en la cárcel. Los presos duermen con un solo ojo si logran dormir, porque saben que en cualquier momento pueden ser atacados por los demás presos. No solo eso, su propia conciencia les acusará Marcos 9:44 “donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.” La conciencia es ese gusano que no muere y que les dirá: eres el idiota más grande del mundo: la salvación se te fue ofrecida gratuitamente y la rechazaste: eres una bestia.

            Y si eso fuera poco, lo terrible del infierno es que el lugar en donde la ira se Dios se derrama sin límite por toda la eternidad. “al fuego eterno eterno”.  Por eso en Apocalipsis 19:15 se nos habla de la ira y del furor de Dios sobre los pecadores, “De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.”

II. ¿Quiénes van al infierno?

            Es un lugar donde van los malditos. V. 41 “Apartaos de mí, malditos”.  ¿Quiénes son ellos? Los no convertidos, los no creyentes, los incrédulos, Los que no creen en el evangelio ni obedecen al mismo.

            Pero Jesús dice algo más en Mateo 25:41-46.  Que el infierno de fuego, el castigo eterno está reservado también para los que profesan ser creyentes, pero no lo son con sinceridad. Sus obras testifican que no lo son. ¿Cuáles obras? El no demostrar su amor y cuidado sobre los creyentes quienes representan a Cristo. Mateo 25:42-45 “42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. 44 Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? 45 Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.” Cristo se identifica con su pueblo. Y no amar, cuidar, visitar, consolar, aliviar el dolor a los hermanos creyentes es no amar a Cristo mismo.  Esa es una marca distinta de ser cristianos. Jesús dijo en Juan 13:35 “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” Entonces nos cuidaremos los unos a los otros. Nos visitaremos cuando estemos enfermos, en el hospital, en el home, cuando estén encamados, oraremos unos por otros, los visitaremos en la cárcel cuando van allí por causa del evangelio. Entonces podremos hacer nuestras las palabras del apóstol Juan en 1 Juan 3:18 “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.”

III. ¿Cómo podemos escapar del infierno?

            Jesús mismo lo contesta en el versículo 46 “E irán… los justos a la vida eterna”. ¿Quieres escapar del infierno? Entonces necesitas ser vestido de la justicia de Cristo. Solo su justicia es la base de nuestra justificación y de la vida eterna. Solamente revestidos de Cristo es que podremos entrar a las bodas del Cordero. No es tu justicia sino la de Cristo. No es tu bondad sino la bondad de Cristo. No son tus buenas obras sino las buenas obras de Cristo el fundamento de nuestra salvación.

            Y solo nos vestimos de Cristo por medio de una genuina conversión. Solo por rendirnos a los pies de Jesús como nuestro Señor y Salvador es que podemos escapar del infierno. Juan 3:36 “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” ¿Quieres escapar de la ira de Dios? Cree en el Señor Jesucristo. Cree de todo corazón. Conviértete de todo corazón.  Arrepiéntete de todos tus pecados y verás la vida. No digas en tu corazón: tenemos a Abraham como nuestro padre, es decir, soy hijo de padre creyente, soy miembro de la iglesia, yo no me porto mal, no hago mal a nadie. Hermanos, Dios no ha prometido salvar a nadie por ser meramente hijo de padre creyente y no haber hecho suyo las promesas que los padres hicieron en su bautismo. Ni Dios ha prometido salvar a alguien por ser miembro de la iglesia visible sino por creer salvadoramente. Pablo dijo en Romanos 2:28-29 “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne;
sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.”
La conversión es algo del corazón y no de la carne. Es confesar con tu boca, Sí, pero es también creer en tu corazón. Romanos 10:9 “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.”

            ¿Qué es el infierno? Es un lugar de castigo, de tormento, en donde la ira de Dios se revela sin la más mínima misericordia. Y allí irán los no convertidos, sean miembros de la iglesia o no lo sean. Y la única manera d escapar del mismo es por medio poseer la justicia de Cristo la cual se recibe por la fe solamente. ¿Quieres escapar del infierno? Ven a Cristo y tendrás vida eterna.

Sermón: Juan 10:27-30 Las Bendiciones de los Convertidos

Juan 10:27-30 “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos”.

 

            Cuando hay tormenta todo se torna oscuro. Las nubes negras arropan el cielo. La intensa lluvia evita que veamos claramente lo que está aún cerca de nosotros. Y junto con ello se nos olvida de que hay un sol en los cielos que sigue brillando. Que hay un cielo azul que no se ha ido. Y que el verdor de la hierba se nutre del agua de las nubes.

            A veces en nuestra vida sucede lo mismo. Las aflicciones del diario vivir nos hacen pensar que no hay algo más detrás de todo esto. Y podemos perder de perspectiva que hay un Dios detrás del dolor. Un Dios que, lejos de ser indiferente, es un Padre compasivo sobre sus hijos. Y un Dios que nos ha enriquecido con toda bendición espiritual.   

            Hemos estado estudiando sobre lo que es la verdadera conversión. “No todos los que dicen Señor, Señor entrarán en el reino de los cielos, sino los que hacen la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Mateo 7:21-22. Ni todos los que son miembros de la iglesia visible necesariamente son miembros de la iglesia invisible.  Juntamente con ello hemos visto la necesidad de la conversión. Ella es necesaria para poder entrar en los cielos y ser salvos. No hay salvación sin conversión.

            Hoy vamos a estudiar sobre las bendiciones que poseen los que son convertidos genuinamente. 

            Hermanos, Dios nos ha enriquecido con toda bendición espiritual. Pero esas bendiciones no son para todo el mundo, sino solo para los que verdaderamente se han convertido. Solo ellos disfrutan de tales bendiciones. Solo ellos disfrutan del favor de Dios. Por tanto, hoy vamos a contestar la siguiente pregunta. ¿Cuáles son algunas de las bendiciones que poseen los convertidos?

            Jesús mismo nos contesta a esta pregunta. Y es importante que estemos atentos porque hoy vamos a contar no dinero que se pierde y se gasta sino verdaderas riquezas. Aquellas que sobrepasan las riquezas del mundo. ¿Cuáles son algunas de las bendiciones que poseen los convertidos? ¿Cuáles son algunos de esos privilegios?

I. El escuchar la voz de Cristo

            V. 27 “Mis ovejas oyen mi voz… y me siguen”.  Es cierto que estas palabras nos enseñan una característica distintiva de todo genuino cristiano: todo genuino cristiano oye, es decir, escucha las palabras, los mandamientos de Cristo y ve que son la verdad y no meramente las opiniones de un gran maestro. Para él no son palabras de hombre sino Palabras de Dios. El cree esa palabra y busca vivir esa palabra. Su vida se define por ser guiados en todo momento de su vida por esa palabra. Son palabras de vida. Buscan escuchan con el propósito de obedecer. Y por tanto una evidencia de genuina conversión lo es la obediencia a esas palabras de Cristo.

            Pero, aunque la idea del versículo lo es lo que nos distingue y caracteriza, eso mismo es una bendición de parte de Dios. Nosotros escuchamos porque hemos sido enseñados por Dios. Dice Juan 6:44-45 “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí.”  Hermanos, por naturaleza somos incapaces de venir a Cristo para salvación. Somos incapaces de hacerlo. Hay una inhabilidad espiritual y moral en nosotros. Venimos a Cristo porque el Padre nos ha atraído eficazmente. El nos ha convertido. Y esa conversión o ese llamamiento eficaz es llamado aquí el ser “enseñados por Dios”. En otras palabras, Dios nos ha dado un oído espiritual para oír la voz de Cristo. Y esto es un gran privilegio.

            Antes de ser convertidos tú y yo estábamos sordos a las cosas de Dios. Escuchábamos su Palabra y no nos conmovía. Escuchábamos sobre el cielo y la vida eterna y era como si estuvieran diciendo: los indios vienen. Pero Dios destapó nuestros oídos sordos. Sordos por el cerumen del pecado. Y ahora escuchamos su voz. Y ahora oímos en ella de su amor y compasión, de su santidad, de su paciencia y su perdón. Y creemos esa palabra. Y nos esforzamos en obedecer esa palabra. Esa palabra nos define, nos controla, nos moldea. Nos deleitamos en escuchar su voz. Deseamos escuchar su voz constantemente. En todo momento su voz está presente en nuestra mente. Queremos conocer más de esa voz. Y no nos cansamos de escucharla predicada. Queremos que se nos predique más y más de esa voz. Porque sabemos que cada vez que escuchamos esas palabras de Cristo le conocemos más, le amaremos más. Sus palabras traen paz a nuestra vida. Nos llenan de alegría. Nos llenan de consuelo. Y nos llevan a conocerle. Antes Dios era un desconocido. Ahora un Padre que me ama y me habla, me consuela con su amor, paz, bondad y dulzura.

            ¡Qué gran privilegio es oír las palabras de Cristo! Ser enseñados por Dios. Pero hay más, muchos más. En segundo lugar…

II. El ser adoptados

            V. 10 “Mis ovejas”.  Todos los creyentes somos ovejas de Cristo. Dios nos ha adoptado como sus hijos.  Solo los genuinos creyentes son hijos de Dios. Juan 1:11-13 “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” Muchos no reciben a Cristo como Señor y Salvador. Pero a los que recibieron a Cristo, es decir, se convirtieron a Él, les dio del derecho, el privilegio de ser hechos hijos de Dios. En este contexto, hijos por regeneración o nuevo nacimiento. Por eso dice que estos hijos de Dios “no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”

            Pero Jesús nos dice algo más. Somos ovejas porque hemos sigo elegidos por el Padre. El nos escogió y nos llevó eficazmente a Cristo. Juan 6:37 “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.” Venimos a Cristo porque hemos sido dados por el Padre a Cristo. Mira lo que dice aquí Jesús. La conversión es fruto de la elección. Por eso Lucas podía decir en Hechos 13:48 “Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna.” La causa de nuestra conversión es que hemos sido escogidos para salvación. La elección divina, la predestinación divina es la causa de ser ovejas de Cristo. Por eso Jesús dijo en Juan 10:29 “Mi Padre que me las dio”.  

            Hay algo glorioso que dice Cristo con respecto al oír las palabras de Cristo. Nosotros no son hacemos ovejas por el oír la palabra, sino que oímos la palabra, creemos esa palabra, porque somos ovejas de Cristo. Jesús mismo dijo en Juan 10:26 “pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.”

            Hermanos qué gran privilegio es haber sido escogidos por Dios para ser ovejas de Cristo. Y ser adoptado como ovejas tiene un enorme privilegio. ¿Sabes cuál? Dios nos ha dado a Jesús como nuestro Buen Pastor. Somos ovejas bajo el cuidado, la dirección del Buen Pastor. De este Buen Pastor que hace todo lo posible e imposible por cuidar, proteger y salvar a sus ovejas. Lo da todo por sus ovejas incluso da su propia vida por ellas. Dios nos ha dado a Cristo y con ello nos ha dado todas las cosas.  

            En tercer lugar…

III. El ser conocidos por Dios

            V. 27 “y yo las conozco”.  Conocer en la Biblia es sinónimo de amor y de una íntima relación. Por ejemplo, Adán conoció a Eva y ella concibió un hijo.

            Así que cuando dice que Jesús nos conoce la idea es que El nos ama y ha establecido una íntima relación con nosotros. Oh hermanos, cuán importante es tener siempre presente que tenemos una relación personal con Dios. El no es una cosa que la tomamos y dejamos a nuestro placer. Que como lata de refresco la dejamos en la mesa y al otro día la buscamos y no pasó nada. Con la conversión se establece una relación personal íntima con Dios: con el padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y esa relación se cultiva. No olvidemos esa gran verdad.

            Hermanos, Cristo nos conoce, es decir, nos ama. Este amor de que habla el pasaje lo es exclusivo de las ovejas, de los creyentes. Su amor por nosotros es el verdadero amor. Es un amor puro que da y da libre, espontáneamente, desinteresadamente, abundantemente. Es un amor que le lleva a dar su vida por su amada. Que le lleva a dar todo su Ser: alma, cuerpo, vida, salud, tranquilidad. Un amor que está dispuesto a sufrir todo, absolutamente todo por su esposa. Inclusive hacerse El mismo maldición por su amada iglesia. Sufrir totalmente la ira de Dios para que ella no sufra esa ira. Estar dispuesto a ser considerado la escoria del mundo, un farsante, un vividor, quedarse totalmente solo, ser abusado: físicamente, verbalmente, emocionalmente no solo por los que le odiaban sino por aquellos que había amado hasta el fin: sus propios discípulos. Un amor que todo lo da y nada retiene.

            Pero es también un amor que conoce a su amada totalmente. Que conoce su levantarse y su acostarse. Que conoce su dolor, aunque el mundo crea que ríe y que todo está bien. Que conoce cada lágrima, cada suspiro, que conoce lo que es estar desesperado. Y que no se sienta ni es indiferente ni impotente ante tal dolor. Porque El siempre trabaja. Él es Jehová-jireh, El provee para sus hijos. Y El prevé sus necesidades. Y por tanto nos dice que no estemos ansiosos por nuestras necesidades porque “vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.” Mateo 6:32. El sabe y El provee. Tú sabes esto. Tú has experimentado esto en tu vida. ¿No es así? Cuando no veías solución a tu problema, Dios ordena todas las cosas y éstas caen como anillo al dedo.

            ¡Qué hermosas son esas promesas! Y ellas son solo para los genuinos convertidos. Esas perlas les pertenecen solo a ellos.

IV. Nos da la vida eterna

            V. 28 “y yo les doy vida eterna”. ¿Qué quiere decir con vida eterna? ¿Cómo Juan presenta el tema de la vida eterna? Según el evangelio de Juan la vida eterna no solo es una promesa sino una posesión que tenemos ahora. Juan 5:24 “’De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” Juan lo repite en su epístola. 1 Juan 5:13 “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios”. Al momento de creer y convertirnos somos poseedores de la vida eterna. Y comenzamos a disfrutar de ella desde ahora. Así que en un sentido no es algo futuro sino presente. Y esa vida eterna la poseemos porque hemos poseído a Cristo por la fe. Y en virtud de estar unidos con Él.

            Es vida porque antes estábamos muerto. Y ahora es realmente que vivimos. Solo los convertidos están vivos en este mundo. Ahora realmente vivimos. Porque para nosotros el vivir es Cristo. Y aun la muerte es ganancia no pérdida. Ahora puedo gozar de Dios en todo y gozar de todo en Dios. Ahora la playa no es meramente una playa sino un regalo de Dios para yo disfrutarla y cuidarla como mayordomo que somos de los bienes de Dios. Pero también en lugar en el cual podemos encontrarnos con Dios y disfrutar de Dios en la playa. Esto sí es vida. Esto sí es vivir.

            Es vida eterna porque nunca acabará. Dios nos otorga la inmortalidad. Viviremos para siempre. La muerte ya no tendrá más dominio sobre nosotros.  Seremos total y absolutamente transformados en cuerpo y en alma. Nuestros cuerpos resucitarán en victoria. Un cuerpo caracterizado según lo describe Pablo: incorruptible, con poder, con brillo. Poseeremos un cuerpo en su estado perfecto y óptimo.

            Y no solo eso. Seremos libre de todo pecado. Veremos a Dios. Conoceremos como hemos sido conocidos. Entraremos a nuestro reposo. tendremos absoluta paz, felicidad, alegría, satisfacción, deleite. Todo en Dios, por Dios y para Dios. Será una vida realmente abundante. Juan 10:10 “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”.

V. Somos preservados

            V. 28-30 “y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos.” ¡Qué hermosa promesa! Somos ovejas de Dios. ¿Cuál es la idea detrás? Esto significa lo débiles que somos. Lo fácil que es que nos descarriemos del camino. Lo vulnerable que somos ante nuestros enemigos. Lo fácil que es ser presas de las fauces de Satanás, del engaño del mundo y de los deseos de nuestros pecados. Si fuera por nuestras propias fuerzas cada uno de nosotros nos caemos por el precipicio.

            Pero somos ovejas de Dios. Cristo es el Buen Pastor. Y El garantiza que nunca jamás pereceremos. La vida que Dios nos dio jamás la perderemos. Nadie nos podrá arrebatar de la mano ni de Cristo ni del Padre. Y sin lugar a duda llegaremos a la gloria. ¿Cómo así? Porque es Dios mismos quien nos preserva. ¿Perseverará un creyente hasta el fin? Claro que sí. Eso es lo que enseña aquí Jesús. No perecerán jamás. ¿Por qué llegaran a la gloria? ¿Por su libre albedrío, por sus fuerzas, por sus habilidades? No. Por la preservación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

            Cuanto consuelo es esta doctrina. Y cuanto debemos luchar por entenderla correctamente, creerla y vivirla. Dios nunca deja las cosas inconclusas. Filipenses 1:6 “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;”.

            ¿Cuáles son algunas de las bendiciones de los convertidos? Ellos son enseñados por Dios mismo, son adoptados, somos amados íntimamente, se nos da la vida eterna y somos preservados por el pode Dios para alcanzar la vida eterna. Todo esto y mucho más son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman. Es tuyo si eres convertido genuinamente. Y si no lo eres: te lo estás perdiendo. No lo pierdas: Ven a Cristo, ríndete a sus pies y vive.