Toda consejería tiene el propósito de ayudar al aconsejado a cambiar. Ya sea en su manera de pensar, sentir, comportarse, actitud, sensibilidad, conciencia o entendimiento, la consejería apunta al cambio en cualquiera de estas áreas. No hay nada más poderoso para el cambio que la Biblia, la Palabra de Dios. A la Palabra de Dios se le atribuye ser instrumental único en el cambio más importante que una persona pueda tener, el nuevo nacimiento o la regeneración. Y en el caso del nacido de nuevo, su santificación o transformación a la imagen de Cristo. Este es la base indispensable para todo cambio significativo y profundo. Lo demás es “capota y pintura”.
Lo que hace único el proceso bíblico del cambio es su dimensión vertical por la cual tiene lugar el cambio substancial.
Resumamos el cambio sustancial del que hablamos:
- Es “producido por el ministerio de la Palabra de Dios”. Note el movimiento gradual y las formas y posibilidades. El ministerio de la Palabra envuelve enseñanza, exhortación, reprensión, animar, disciplina, etc., una serie de pasos.
- “Es bendecido por el Espíritu de Dios.” El Espíritu Santo es un factor sin igual en el proceso.
- “Trae al aconsejado más cerca a la semejanza a Cristo.”
Como puede darse cuenta, el aconsejado tiene dirección y movimiento, junto a metas y objetivos.
Todo esto es lo que constituye el eje central del verdadero proceso del cambio bíblico, que no tiene comparación con los recursos humanista. ¿Por qué, entonces, un ministro o un cristiano tiene que acudir a cisternas vacías cuando tenemos manantiales de aguas vivas en el Espíritu y la Palabra de Dios?
(En esencia el crédito de este artículo le corresponde
al Dr. Jay E. Adams.)