Isaías 9:6-7 “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.”
Ya se siente el ambiente navideño. Las tiendas se han adornado, en las casas se están colocando las luces, los árboles, en fin, todos guindalejos asociados a la Navidad. Inclusive ya se sienten las mañanas más frescas y nos damos cuenta de que hay algo distinto en el ambiente. Los niños, los jóvenes y los adultos están entusiasmados sobre lo que recibirán este año en las navidades. Es sin lugar a dudas un momento de mucha alegría.
Esto contrasta muchas veces con el hecho de que hay muchos en nuestro país que la época navideña es un período difícil para ellos. Algunos no tienen el dinero para pintar su casa, o arreglarla o dinero para comprar los regalos de navidad o no tienen expectativa de trabajo o siente más que nunca la soledad. Es una época fuerte para muchas personas. Incluso se sabe que en esta época tristemente es una en la cual aumentan los suicidios.
Pero eso no tiene que ser así. En este pasaje Dios tiene palabra de consuelo para nuestras vidas. Y esa palabra de consuelo, de paz, de seguridad y de esperanza se encuentra nada más ni nada menos en la Persona y Obra del Señor Jesucristo. Oh, sí hermanos, no se encuentra en nosotros. En esta época navideña Dios nos llama nuevamente a poner nuestra mirada: no en los regalos sino en el Verdadero Regalo, no en la comida sino en la Verdadera Comida, no en los guindalejos sino en el Verdadero Adorno, no en las fiestas sino en la Verdadera Fiesta y Cena que Dios tiene con nosotros en una íntima comunión con Él. Y todo esto descansa en la Persona y Obra de Cristo. Hoy tocaremos lo que nos dice sobre la Persona de Jesús y el próximo día sobre la Obra de Jesús. Claro está hermanos, no podemos separar la una de la otra: Su Persona define su Obra y Su Obra explica Su persona.
¿Qué nos dice Isaías 9:6-7 acerca de la Persona y Obra del Mesías? Nos dice…
I. Sobre Su Persona
A. Verdadero hombre
Que ese Mesías, quien es nuestro Salvador Jesús será un hombre verdadero. V.6 “Porque un niño nos es nacido”. Oh hermanos, cuán importante es la humanidad de Jesús. El nació y esto habla de su humanidad. El que nuestro Salvador fuera hombre, cien por ciento hombre me trae consuelo. ¿Sabes por qué? Porque me enseña que Él era como uno de nosotros de carne y hueso. Él es uno que pudo y puede identificarse con nosotros. El sufrió en carne propia lo que es sentirse solo cuando todos los discípulos lo abandonaron. Él sabe lo que es entirse ignorado cuando ni siquiera su propia familia creía en El. Él sabe lo que es padecer hambre y no tener seguridad de hogar, cuando dijo en Mateo 8:20 “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza.” Es como si dijera las zorras y las aves están mejor que yo. Él sabe lo que es sentirse rechazado por un ser querido, Su Padre lo abandonó en la Cruz del Calvario. Él sabe lo que es el dolor en el cuerpo ya que fue crucificado por nosotros. Él sabe lo que es la angustia y la depresión, lo sabemos porque Lucas 22:44 nos dice “Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.” Él sabe lo que es la fatiga, el estar exhausto luego de un día arduo e trabajo, tan es así que cuando se durmió en la barca no podían despertarlo. Ni las olas, ni el viento de una tormenta podían despertarlo.
Su humanidad entonces me enseña que este Salvador es uno que sabe lo que yo siento. Es uno que se ha identificado con nosotros los seres humanos. Un Salvador de cerca y no de lejos. Uno que puede entender perfectamente las alegrías, las frustraciones y las dificultades de la vida. Pero, sobre todo, uno cual perfecta humanidad poda pagar por mis pecados, porque yo no puedo. Yo no puedo pagar por mis pecados. Yo no puedo por mí mismo pagar mi deuda ante Dios. Yo no soy ni santo, ni justo, ni bueno para poder satisfacer por mis pecados. Solo el único Salvador quien es verdadero hombre y perfectamente justo podía pagar por mis pecados delante de Dios. Y en eso yo tengo paz.
B. Verdadero Dios
Isaías nos dice que este niño que es nacido es también un hijo que nos es dado. V. 6 “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado”. Que este niño el cual es hijo es Dios sobre todas las cosas se desprende del contexto. ¿Cómo lo sabemos? Los sabemos por sus nombres. Él es llamado Dios Fuerte, Padre Eterno, títulos que implican deidad. ¡Qué maravilloso que este Salvador, quien es Jesús, es Verdadero Dios! ¡No un dios sino el Dios Verdadero! ¿Sabes por qué? Porque, así como su humanidad me trae paz al saber que mi Salvador se ha identificado conmigo; se ha puesto como se dice: mis zapatos. El hecho de que Él es Verdadero Dios aumenta mi paz exponencialmente al saber que su obra de salvación en favor nuestro es perfecta, indestructible, permanente. Que en Él sin lugar a dudas a derrotado a Satanás. Que El sin lugar a dudas, por medio de su sacrificio, ha satisfecho plenamente la justicia de Dios. Y yo no tengo que satisfacerla porque Cristo la satisfizo perfectamente por mí. Mi deuda ha sido saldada totalmente; eternamente y para siempre. Por eso dice Hebreos 10:14 “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.” Su ofrenda es su sacrificio y nos dice que con su ofrenda nos ha hecho perfectos para siempre. Nuestra deuda ha sido saldada. Y si saldada no puede ser exigida nunca más. Una deuda saldada se extingue. Ya no tenemos más deuda ara con Dios. Pero no solo eso. El hecho de que Jesús es Dios me asegura que la limpieza que Dios opera en nuestras vidas transforma verdaderamente. Y esta obra en nuestro favor produce en nosotros santificación. Jesús por medio del Espíritu de Cristo aplica esa limpieza en nuestros corazones.
Somos santos y somos santificados más y más diariamente. El Espíritu de Cristo aplica el poder de su muerte y la virtud de su resurrección capacitándonos a morir más y más al pecado y vivir cada día agradándole en todo. El pecado nunca se enseñoreará más en la vida de un creyente. Es cierto que todavía hay pecado en nosotros y a veces parece que prevalece, pero nunca es un pecado reinante, nunca. Pero como dice nuestra Confesión de Fe. 23.3: “la parte regenerada [nuestra] vence, mediante el continuo suministro de la fuerza del Espíritu santificador de Cristo; de manera que los santos crecen en gracia, perfeccionado la santidad en el temor de Dios”. Hermanos, no hay pecado que el poder santificador del Espíritu Santo no pueda vencer en nosotros. Él es el único que puede vencer en cualquier pecador la soberbia, la vanagloria, el orgullo, la ira, la pornografía, la insumisión, la mundanalidad, el materialismo, el consumismo, la idolatría, la homosexualidad, la dejadez, la frialdad, la depresión, la infelicidad. En fin, Él es Dios y El venció el pecado sobre todos sus hijos, los que creen en El para salvación de la culpa del pecado y del poder del pecado.
C. Verdadero Rey
V. 6 “y el principado sobre su hombro”. ¿Qué quiere decir Isaías con estas palabras? Que nuestro Salvador es Verdadero Rey. Pero no solo eso. El gobierno está sobre sus hombros. Él es el único que verdaderamente sostiene su reino. El reino de gracia que El establece en los corazones de su pueblo al darles fe y arrepentimiento, ese reino es estable, es un reino permanente, es un reino eterno porque es sostenido por Jesús quien es Dios mismo. Esa idea se amplía en le versículo 7 cuando dice: “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.” El reino que establece es un reino extenso, sin límite. ¿Por qué? Porque Él es Verdaderamente Rey. Aunque se levanten contra El, en oposición, en rebelión y guerra, es no es nada para El. Como dice el Salmo 2:1-5 “¿Por qué se amotinan las gentes, Y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, Y príncipes consultarán unidos Contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, Y echemos de nosotros sus cuerdas. El que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos. Luego hablará a ellos en su furor, Y los turbará con su ira.” En otras palabras, nada ni nadie puede destruir a la iglesia. Nuestra salvación es segura. Nadie puede arrebatar a las ovejas de Jesús. Por eso su reino es un reino eterno. Un reino estable en juico y justicia. Y un reino cuya paz no tiene límites. ¿Qué significa? Todo su reino es un reino de paz, de perfección, de armonía, de reconciliación. La obra de salvación trae reconciliación entre Dios y nosotros, pero también entre nuestro prójimo. Trae paz en el vivir, paz en la familia, paz entre vecinos, paz en nuestro interior. Y ese reino es nuestro por medio de la fe en Jesús.
Hermanos, por encima de la alegría temporal de los regalos, la comida, los guindalejos está la Persona y la Obra de Cristo. Tu mayor felicidad no descansa en estas cosas materiales que acompañan la celebración de la navidad sino el hecho de que hemos sido recibidos en el reino de Dios por medio de la fe en Jesucristo. ¿Es esa tu mayor alegría en la navidad? Yo sé que Sí y yo espero que Sí. Que esta navidad sea un momento para reflexionar sobre la Persona y Obra de Jesús y así comprende aún más lo que significa que Él es un Regalo de Dios para nosotros.