Sermón: Salmo 29 Dios es Rey sobre los Desastres Naturales

Salmo 29 “Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos, Dad a Jehová la gloria y el poder. 2. Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad. 3. Voz de Jehová sobre las aguas; Truena el Dios de gloria, Jehová sobre las muchas aguas. 4. Voz de Jehová con potencia; Voz de Jehová con gloria. 5. Voz de Jehová que quebranta los cedros; Quebrantó Jehová los cedros del Líbano. 6. Los hizo saltar como becerros; Al Líbano y al Sirión como hijos de búfalos. 7. Voz de Jehová que derrama llamas de fuego; 8. Voz de Jehová que hace temblar el desierto; Hace temblar Jehová el desierto de Cades. 9. Voz de Jehová que desgaja las encinas, Y desnuda los bosques; En su templo todo proclama su gloria.10. Jehová preside en el diluvio, Y se sienta Jehová como rey para siempre. 11. Jehová dará poder a su pueblo; Jehová bendecirá a su pueblo con paz.”

 

            Al mediodía del miércoles habían comenzado las lluvias del Huracán Irma en San Sebastián. Fue una lluvia fuerte, pero pasó rápido. Lo mismo ocurrió en Isabela. Cuando las noticias decían que ya Irma estaba pasando y lo peor ya había ocurrido, las noticias, como siempre, se refieren a San Juan. Desde las 11:00 pm hasta las 3:00 am los vientos fuertes de Irma se sintieron en Isabela. Y sin mentirles, los vientos daban miedo. Gracias a Dios el Huracán no pasó sobre Puerto Rico. De haberlo hecho la historia habría sido distinta. El 75% de la isla no tenía electricidad. Imagínate si hubiera pasado por el medio de Puerto Rico.

            El Hemisferio Occidental está activo. Tenemos el Huracán Irma, Katia y José. México sufrió el embate de Katia y de un terremoto de 8.1 en magnitud. Más de 58 personas han muerto por causa del terremoto. Para mí los terremotos y los tornados son peores que los huracanes. ¿Sabes por qué? Porque son impredecibles. Con los huracanes tienes tiempo suficiente para prepararte. Pero no así para los tornados y terremotos.

            En medio de todo esto el Salmo 29 viene que como un balde de agua fría que sacia nuestra sed. Es un ancla en medio de la tempestad.

            David escribió este salmo. Un salmo compuesto cuando se encontraba en medio de una tormenta de rayos. Una tormenta impresionante. Una tormenta de rayos y centellas. Una tormenta que hace estremecer lo que creíamos que era imposible que se estremeciera. Tal tormenta revela poder. Infunde terror. Nos hace sentir indefensos.  Con este salmo David procura enseñarnos ¿Cuál debe ser nuestra actitud ante los fenómenos naturales? ¿Cómo debemos reaccionar ante la furia de la naturaleza? Y David nos dicen en primer lugar,

I. Adorando a Dios

            V. 1-2 “Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos, Dad a Jehová la gloria y el poder. 2. Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.” Este salmo es un llamado a la adoración. Hermanos, por encima del temor, la ansiedad, nuestra impotencia ante tales fenómenos atmosféricos, Dios nos llama a adorarle. Todo lo que hemos visto en estos días nos debe llevar a postrarnos delante de Dios y decir: ‘Solo Tú eres Dios, a ti sea la gloria’.

            Hay algo interesante en cómo comienza el salmo. Comienza con un llamado a adorar a Dios de parte de los “hijos de los poderosos”, en el hebreo esa frase es literalmente “hijos de Dios, o hijos de los dioses”. ¿Quiénes son estos? La frase se usa en el AT para referirse a la iglesia. Por ejemplo, en Génesis 6:2 la referencia debe ser a la simiente de Adán vía Enós. “que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas.” Aquí Moisés nos enseña que una de las causas por las cuales vino el diluvio lo fue que “los hijos de Dios”, es decir la iglesia, los creyentes, se casaron con las “hijas de los hombres”, es decir, mujeres no creyentes.  La frase también se usa mayormente para referirse a los ángeles o seres celestiales. Job 1:6 “Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás.” Job 38:7 “Cuando alababan todas las estrellas del alba,
Y se regocijaban todos los hijos de Dios?”
¿Cuál es la idea? Si los ángeles que son más poderosos que nosotros son llamados a adorar a Dios en medio de tal manifestación del poder de Dios en la tormenta, cuánto más nosotros: hombres y mujeres de carne y hueso. Ante la tormenta tú y yo y los ángeles somos débiles. Pero no Dios. Él es grande en majestad y gloria. Y por tanto debe ser adorado.

            Se levanta una pregunta ¿Cómo lo hacemos? David nos dice:

                        1. Dando a Dios toda gloria y poder. “Dad a Jehová la gloria y el poder. 2. Dad a Jehová la gloria debida a su nombre”. Todo esto nos debe llevar a reconocer que no hay nadie como Jehová. Nos debe llevar a admirar la majestad de Dios. Y decir: Tú eres grande, Tú eres poderoso, Tú eres perfecto en todo lo que haces. Mereces toda gloria. Sí, la tormenta es grande. Pero más grande eres Tú. La tormenta, el huracán, el tornado, el terremoto tienen mucho poder, pero jamás sobrepasan el tuyo. Ellos no tienen dirección por sí mismos. Ellos actúan sin una mente. Pero Tú oh, Dios diriges su caminar. Tú eres la mente detrás de todo esto. Me postro delante de Tu gloria y Tu poder. Me postro ante Tu furia y Tu misericordia.

                        2. Reconociendo que quien está detrás de todo esto es Jehová, nuestro Dios que nos escogió para ser su pueblo especial. Nos escogió libre y soberanamente para Sí. David menciona el nombre de Jehová 16 veces en 11 versículos. ¿Cuál es el énfasis? Que detrás de la tormenta, el terremoto, el tornado nunca debemos olvidar que Jehová quien es nuestro Dios, nuestro Padre, está con nosotros. Jehová es el nombre del Dios del pacto. Él es nuestro esposo. Somos su pueblo. El jamás nos abandona. Detrás de la oscuridad está El velándonos. Adoramos a Dios cuando creemos que su amor y cuidado están con nosotros aun cuando tengamos pérdidas. La tormenta puede destruir todo. Puede dejarnos sin nada. En ese momento la fe descansa en que Jehová, mi esposo amante está conmigo. Su amor, cuidado, interés jamás decaen.  

                        3. Reconociendo que la actitud propia para adorar a Dios lo es “en la hermosura de la santidad”. Esto implica dos cosas: uno, solo los salvados, los convertidos genuinamente pueden así hacerlo, al estar vestidos de la justicia de Cristo. Solo los creyentes pueden adorar a Dios con un corazón que le ama y busca exaltar su gloria. Dos, el pueblo de Dios debe acercarse a Dios en santidad. Buscando agradarle con una vida santa, una vida obediente a Dios, una en donde Dios es lo primero en nosotros. Debemos tener una actitud correcta para adorar a Dios. Dios no es adorado cuando le cantamos de su amor y prometemos obediencia y no se la damos. Adorar a Dios requiere un corazón que desea y busca vivir para Él. No siendo yo el Dueño de mi vida sino El.

II. Reconociéndolo detrás de todo fenómeno natural

            1. Reconociendo que el poder de la naturaleza es prestado. La luna no brilla por su propio poder sino por la luz del sol. De igual manera lo es la naturaleza.”. Como creyentes bíblicos nosotros creemos en las causas secundarias, es decir, creemos que Dios creó el sol y que el sol brilla poderosamente. Creemos que las nubes traen lluvia, no es Dios quien está llorando. Pero detrás del sol está Dios. Él es su Creador. Y es El quien lo sustenta y lo gobierna. Así con todas las cosas creadas. Así lo enseña el Salmo 104:3-5, 10-11, 14-15 “3 Que establece sus aposentos entre las aguas, El que pone las nubes por su carroza, El que anda sobre las alas del viento; 4 El que hace a los vientos sus mensajeros, Y a las flamas de fuego sus ministros. 5 El fundó la tierra sobre sus cimientos; No será jamás removida. 10 Tú eres el que envía las fuentes por los arroyos; Van entre los montes; 11 Dan de beber a todas las bestias del campo; Mitigan su sed los asnos monteses. 14 El hace producir el heno para las bestias, Y la hierba para el servicio del hombre, Sacando el pan de la tierra, 15 Y el vino que alegra el corazón del hombre, El aceite que hace brillar el rostro, Y el pan que sustenta la vida del hombre.” La naturaleza tiene poder, pero ese poder en última instancia descansa en Dios su Creador. El mundo no es una máquina que funciona sola. Dios no es el dios de los deístas que decían que luego de que Dios creó el mundo, el mundo sigue su camino solo. Eso no es verdad. Detrás de la tormenta debemos ver el poder omnipotente y la gloria y excelencia de Dios. No hacerlo es quitar a Dios del mundo. En cambio, debemos reconocer que detrás de todo fenómenos atmosférico la gloria y el poder de Dios brillan. Eso es vital en la adoración a Dios.

            2. Hermanos, la tormenta revela la majestad y el poder del Dios de Israel. Él es el único Dios vivo y verdadero. Este salmo es una protesta, es un salmo apologético en contra de la religión cananea. Para los cananeos Baal era el dios de la fertilidad y de la tormenta, y Yam era el dios del mar y del caos. En cambio, David dice que es la voz de Jehová quien está detrás de la tormenta. V. 3-4 “3. Voz de Jehová sobre las aguas; Truena el Dios de gloria, Jehová sobre las muchas aguas. 4. Voz de Jehová con potencia; Voz de Jehová con gloria.” No es Baal quien envía la tormenta. No es Yam quien hace el mar picado. No es la madre naturaleza quien levanta la tormenta. Es Jehová Dios quien lo hace. Así que pueblo de Dios jamás pensemos como piensa el mundo con respecto a los fenómenos atmosféricos. Es Dios quien los envía. Es Dios quien envía los rayos V. 7 “Voz de Jehová que derrama llamas de fuego”. Y al hacerlo se burla de los proclamados dioses paganos.

            En este salmo Dios se burla de los dioses falsos. Para los cananeos, los dioses habitaban en los montes y en los bosques. Esas eran sus moradas de tranquilidad. En cambio, qué hace Jehová. Él hace que salten como cabritos. V. 5-6 “5. Voz de Jehová que quebranta los cedros; Quebrantó Jehová los cedros del Líbano. 6. Los hizo saltar como becerros; Al Líbano y al Sirión como hijos de búfalos.” Los dioses falsos no se comparan con el Dios de Israel. Ninguno de los dioses que se han creado se comparan con Jehová. Ni la genética, ni la democracia, ni el estado benefactor, ni los partidos políticos, ni el entretenimiento, son dioses comparados con Jehová. Dios hizo saltar el internet, el celular, la televisión, acondicionador de aire, etc. que son buenos en sí mismos, pero jamás más deseables que Dios mismo.

             3. Pero, aunque todo esto revela la gloria y la majestad de Dios, nada de eso se compara con la gloria de Dios en el templo “En su templo todo proclama su gloria.” “Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento anuncia la obra de sus manos, pero solo la ley de Jehová convierte el alma”. (Salmo 19:1-2, 7). No hay nada en este mundo que le dé a Dios más gloria que su Iglesia. La Iglesia es la Corona de la Gloria de Dios. Allí por encima de cualquier cosa creada “En su templo todo proclama su gloria.” Porque revela el amor de Dios y el deseo de Dios de salvar. Revela el poder de Dios al hacerlo. La creación revela el poder de Dios. Pero la redención proclama no solo su poder sino su misericordia, su gracia, su ira, su amor, su justicia, su sabiduría, su paciencia, etc. Revela que Dios es incomparable.  

III. Buscando en Jehová nuestra paz

            1. Dios es rey sobre todo: sobre el diluvio, la tormenta, el huracán, el terremoto. V. 10Jehová preside en el diluvio, Y se sienta Jehová como rey para siempre.” El diluvio va a donde Dios lo envía. La tormenta no es dueño y señor de su vida. Es dirigido por Dios. Él es rey no por un tiempo sino para siempre. Los reyes son temporeros, pero no Jehová. El sigue presidiendo, el sigue reinando, gobernando por siempre. Pero por siempre para su pueblo. En el AT Dios destruyó la tierra con el diluvio, pero salvó a Noé y su familia porque “Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé”. Génesis 6:9. De igual manera Dios cuida a los justos en esta época. Los cuida preservando sus vidas. O los cuida llamándolos a su morada donde tendrán absoluta protección de todo mal. En medio de toda conmoción el pueblo de Dios descansa en Dios mismo, el Rey eterno de los cielos. 

            2. V. 11 “Jehová dará poder a su pueblo; Jehová bendecirá a su pueblo con paz.” El propósito del salmo es exaltar la grandeza y el poder de Dios con miras no solo a adorarle sino con miras a que vivamos en paz. Dios nos dará poder, nos dará fuerzas en medio del diluvio. Dios nos bendecirá con paz. La tranquilidad viene cuando vemos que de Dios viene el poder y la paz. En medio del diluvio yo me lleno de ansiedad, de pavor, me siento impotente, pequeño, sin control. Es allí donde debemos recordar que somos pueblo de Dios. Nosotros le pertenecemos. “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.” (Romanos 14:8). “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”. (Filipenses 1:23) Y no olvidemos el Salmo 28:8-9 “Jehová dará poder a su pueblo; Jehová bendecirá a su pueblo con paz.” Salmo 46:1-3 “Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, Y se traspasen los montes al corazón del mar; Aunque bramen y se turben sus aguas, Y tiemblen los montes a causa de su braveza.” Hay quietud, en medio de la tormenta, para aquellos que pertenecen al pueblo de Dios.

            En medio de la tormenta: alaba a Dios, no pongas tu mirada solo en los vientos, la lluvia, los rayos, sino en Jehová quien te ama, y quien es Rey de todo esto y el que los gobierna. Solo Jehová es tu paz, y El busca darte paz. Lo sabemos cuando El mismo hizo la paz con nosotros en la muerte de Jesús. Por medio de Jesús ya Dios no es nuestro enemigo. Para los enemigos de Dios la tormenta es señal de juicio. Pero no para nosotros. Gracias a Jesús por su muerte. Porque sin ella, la tormenta sería mensaje de destrucción sobre nosotros. Pero su muerte nos ha reconciliado con Dios para siempre.

            ¿Qué nos enseña este salmo? Es un llamado a adorarle, a verle detrás de todos los fenómenos de la naturaleza. Es un llamado a buscar en Dios nuestra paz y en El nuestro refugio.