Mateo 6:9b “Santificado sea tu nombre”.
Continuamos nosotros en el estudio de la oración del Señor conocida popularmente como el Padre Nuestro. Estudiarla de cerca debe llevarnos a ver la increíble sabiduría de nuestro Dios y Salvador el Señor Jesucristo. En esta tenemos un ejemplo de la increíble combinación de brevedad y de profundidad.
Dijimos en nuestro estudio que ésta no solo es una oración modelo sino que esta también una forma de oración que puede ser hecha o recitada por nosotros. Jesús dijo en Lucas 11:2 “Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos”. Claro está, Dios mira el corazón. Y El espera que los que reciten esta oración lo hagan con entendimiento y con el alma. Esta no es una oración para hacerla al papagayo.
También dijimos que esta oración consta de tres partes: un prefacio o introducción, seis peticiones y una conclusión. El domingo pasado nos ocupamos de exponer el prefacio. Hoy nos ocuparemos de estudiar con profundidad la primera de las seis peticiones que dice: Santificado sea tu nombre.
Pero antes de explicar lo que esto significa e implica quisiera que consideráramos algo súper importante. ¿Qué es?
En esta oración Jesús no solo nos enseña cómo orar a Dios correctamente sino también cómo pensar correctamente. Nos enseña a poner los bueyes delante de la carreta y no atrás. Escúchame bien. Jesús nos dice que ni yo ni mis necesidades son lo más importante en este mundo. Sin negar que nuestras necesidades son importantes, ellas no son lo más importante. Lo más importante de nuestras vidas debe ser Dios y sus intereses. Eso es lo que Jesús desea que aprendamos en estas primeras tres peticiones. Dios y su gloria están por encima no solo de padre, madre, esposa, hijos, trabajo sino también por encima de mi propia vida y salvación. Él debe ser la prioridad número uno de nuestras vidas. Amarle, servirle, adorarle, obedecerle, promover su gloria, promover que el mundo admire a Dios y le busque esa debe ser la prioridad número uno de tu vida. Como dice el Salmo 115:1 “No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, Sino a tu nombre da gloria, Por tu misericordia, por tu verdad.”
Fíjate que antes de pedir por nosotros Jesús nos dice: pide primero por la gloria de Dios. Dios y su gloria es más importante que tú. Dios y su santidad es más importante que tu comida. Dios y su exaltación es más importante incluso que tu salvación. E incluso más importante que la salvación de todo el mundo. Esa es la enseñanza de toda la Biblia. Romanos 11:36 “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” Todo es de Él. Es decir Él es la fuente y origen de todo lo que existe. Todo sale de Él. Todo es por El, o a través de Él o por medio de Él. El es el medio de través del cual surgen todas las cosas. El no usó material que existía para crear. El creó de la nada. Él es el Creador de todo lo que existe. Tú existes gracias al Dios Trino y uno. Y todo es para Él; para gloria, para su exaltación de su Ser y Persona. Por tanto, al El sea la gloria por toda la eternidad. Proverbios 16:4 “Todas las cosas ha hecho Jehová para sí mismo, Y aun al impío para el día malo.” Y la salvación de los pecadores lo es para la alabanza de su gracia salvífica. Efesios 1:6 “para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,”.
Así que Jesús, en su misericordia, no solo nos enseña a orar correctamente sino a pensar correctamente. Y a poner nuestras prioridades en su justa perspectiva. El primero y grande mandamiento es amar a Dios, no es amarnos a nosotros mismos.
Ahora bien, hay otro punto importante que señalar antes de entrar en los detalles de esta primera petición. Esta petición no solo es una oración a Dios sino que también son votos y promesas que hacemos a Dios. No solo pedimos que Dios haga algo sino también al pedirlo nosotros nos comprometemos a hacerlo también. Este es un compromiso tuyo. Cuando le pedimos a Dios que nos dé el pan diario no solo le pedimos que El lo supla sino también nuestro compromiso de salir de la casa y ganar con el sudor de nuestra frente el pan de cada día bajo su bendición y fuerza. No es un llamado a recostarnos. Es un llamado a estar activos en la obra del Señor. Así que cuando pedimos que Dios santifique su nombre, también hacemos la promesa de que nosotros también lo vamos a hacer. También nosotros vamos a santificar ese nombre.
¿Cómo lo hacemos? Lo hacemos de tres maneras: 1. Glorificándole en todo aquello en lo cual Dios se da a conocer. 2. Estimándole y glorificándole en pensamiento, palabra y obra. 3. En suplicar que Dios prevenga y destruya todo aquello que le es deshonroso.
I. Glorificándole en todo aquello en lo cual Dios se da a conocer.
¿Qué nos enseña Jesús en esta primera petición? Nos enseña que lo primero que debemos pedir a Dios es que El santifique su propio nombre. Claro está, Dios es perfectamente santo, El no pude mejorar. Él es inmutablemente santo, no puede dejar de ser santo. ¿Entonces qué significa? Significa que es nuestro deseo y súplica que su nombre sea reconocido, sea tratado como santo, glorioso, digno de reverencia, respeto y temor en todo el mundo y por todas las personas que habitan en el mundo. La misma petición la tenemos en el Salmo 34:3 “Engrandeced a Jehová conmigo, Y exaltemos a una su nombre.”. Es un llamado a que toda la creación y todas las naciones se unan para exaltar el nombre de Dios.
Fíjate en algo interesante. Jesús dice Santificado sea tu nombre. ¿A qué se refiere con el nombre de Dios? El nombre de Dios es Dios mismo como Él se ha revelado. Deuteronomio 28:58 “Si no cuidares de poner por obra todas las palabras de esta ley que están escritas en este libro, temiendo este nombre glorioso y temible: JEHOVÁ TU DIOS,”.
Hermanos, Dios se ha dado a conocer por medio de su nombre y por medio de sus nombres, títulos, obras y atributos. ¿Qué nos enseña Dios acerca de sí mismo por ejemplo cuando El se llama Jehová-jireh? El Dios que provee no solo a nuestra necesidades sino a nuestra necesidad mayor: Dios provee un Salvador a los pecadores. ¿Y cuándo se llama El Róiy, el Dios que ve? Dios nos ve en donde quiera que estemos y en cualquier circunstancia en que estemos. Nada puede ocultarse de Él. ¿Y cuándo se llama Jehová-rafa, Jehová tu sanador? Es El quien sana nuestras dolencias y nuestro pecado. ¿Y cuándo se llama Jehová-shammah, Jehová está allí? La gloria de los cielos no es que no habrá más llanto ni dolor sino que Jehová está allí. Es su presencia lo que hace que los cielos sean un lugar de perfecta felicidad, libertad y vida. Así que Dios se da a conocer por medio de sus nombres.
En esta oración también le pedimos que reverenciemos sus ordenanzas, Palabra, obras y todo aquello por medio de lo cual a Él le place darse a conocer.
Santificamos su nombre cuando reverenciamos sus ordenanzas. ¿Cómo lo hacemos? Cuando valoramos las mismas. Cuando la Cena del Señor la tomamos con la seriedad que merece una ordenanza de Dios. Y recordamos cuándo se va a celebrar para prepararnos para celebrarla dignamente. Cuando reconocemos su importancia y bendición que es celebrarla. Cuando la esperamos con ansias locas la celebración de la misma y hacemos todo lo humanamente posible para evitar ausentarnos cuando se celebra.
Santificamos su nombre cuando reverenciamos su Palabra. ¿Cómo lo hacemos? Cuando creemos que ella es la voz misma de Dios. Creemos que ella es su Palabra inerrante: no tiene errores, que es infalible: no engaña. Que ella es la Verdad y no hay nada por encima de ella. Cuando nos sometemos a ella. La estudiamos como buscando oro o piedras preciosas. Cuando somos dóciles en y ávidos en aprender. Cuando la enseñamos a nuestros hijos, esposas, amigos, vecinos, desconocidos. Cuando vivimos la Palabra.
Santificamos su nombre cuando reverenciamos las obras y todo aquello por medio de lo cual a Él le place darse a conocer. Que nosotros reverenciemos todo lo que Dios ha creado: usándolo con el propósito que Dios lo creo. Usando la comida santamente y no como gula. Usando la naturaleza sin hacer de ella un dios. Disfrutando de lo creado viendo a Dios en cada una de ellas, etc.
¿Cómo santificamos además el nombre de Dios?
II. Estimándole y glorificándole en pensamiento, palabra y obra.
Santificamos su nombre cuando le pedimos que por su gracia Dios nos capacite y nos dirija, a nosotros y a los demás, a reconocer y a estimarle grandemente. Le pedimos a Dios que El produzca esto es nosotros. Sin negar nuestra responsabilidad. Pero le pedimos que Dios haga la obra, produzca esta obra de gracia en nosotros y en el mundo. ¿No es eso lo que anhela tu corazón? ¿No anhela tu corazón que el mundo entero ame a tu Padre celestial? ¿Le honre, le tema, le busque, lo desee?
En otras palabras, le pedimos a Dios que nos capacite para amarle cada día más. Que verdaderamente le temamos. Que cuando hablemos de El lo hagamos con la mayor reverencia posible. Y que nos haga fructíferos en buenas obras. Mira cómo Pablo lo pidió en Filipenses 1:9, 11 “Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento, 11 llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.” Y 1 Corintios 6:20 “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” En nuestro cuerpo, según el contexto, cuando no usamos nuestro cuerpo para la fornicación sino como lo que es templo del Espíritu Santo. Usando nuestro cuerpo y nuestros miembros como instrumentos de justicia. Y glorificamos a Dios en nuestra alma: amándole, deleitándonos en El, creyendo en El, confiando en El, etc.
¿Cómo santificamos su nombre en tercer lugar?
III. En suplicar que Dios prevenga y destruya todo aquello que le es deshonroso
El mundo está lleno de pecado y maldad. El mundo está bajo el maligno. La filosofía del mundo, sus valores, ideas y religiones son contrarias a la santificación del nombre de Dios. Por tanto en esta petición incluimos el pedirle a Dios que destruya y suprima todo aquello que es contrario a la exaltación de su nombre. Que Él prevenga y elimine el ateísmo, la ignorancia, la idolatría, la profanación y todo aquello que es contrario a su gloria.
En todo esto hermanos debemos tener presente lo siguiente:
Nosotros y todos los seres humanos somos incapaces de honrar a Dios como El se merece. Tendemos a menospreciarle. Tendemos valorar poco a nuestro Dios. Tendemos a dar por sentado lo que nos da como si lo mereciéramos. Le amamos, pero no le amamos con la pasión e intensidad que Él se merece. Por eso en esta petición supliquemos a Dios que nos haga sensibles a nuestro pecado de no valorarlo, ni valorar su Palabra, ni valorar su adoración, ni valorar que no somos dueños de nosotros mismos. Y le supliquemos que la sangre de Cristo nos limpie cada día. Que su Espíritu Santo avive nuestro corazón para que podamos amarle como Jesús nos enseña en esta petición: con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con toda nuestras fuerzas. Y digamos Jehová-rafa; solo Tú me puedes sanar así por Cristo Jesús. Y oremos: Sáname cada día, te lo suplico.