Sermón: Santiago 2:8-13 Cumpliendo la Ley de Dios en Verdad

Texto: Santiago 2:8-13 “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.”

 

            No debemos hacer acepción personas. Este es el mandamiento que Santiago ha venido desarrollando durante todos estos versículos. Ya hemos contestado el por qué no debemos hacerlo. Esto va en contra del carácter de Dios, en contra del evangelio de Jesucristo, en contra de la fe cristiana, en contra de la doctrina bíblica de la elección divina y en contra de la justicia.

            En estos versículos Santiago nos dice algo más. Él quiere que entendamos que la vida cristiana es una vida dirigida por Dios. Nosotros no somos llaneros solitarios en nuestro peregrinar hacia la ciudad celestial. Dios en su misericordia nos ha dejado su ley como nuestra guía. Somos llamados a vivir bajo la ley de Dios. Y esto es bueno. ¿Por qué? Porque como dice Pablo en Romanos 7:12 “la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.” Nosotros somos guiados por la ley, no como un pacto de obras para merecer la salvación, sino como un medio gracia para vivir una vida que le agrada a Dios. Una vida en obediencia a la ley de Dios es una vida que adorna el evangelio. Además, seremos preservados de muchos errores en nuestro trato con nuestros semejantes.

            Dios nos ha dado su ley. Y esa ley es buena, es santa y es justa. Es llamada la ley de la libertad. ¿Por qué? Porque produce libertad en los que la obedecen. En vez de esclavizarnos ella produce libertad en los hijos de Dios por medio de la obra de santificación en nosotros. Por eso en este pasaje Dios nos llama a que veamos la ley de Dios como algo bueno para nosotros. Como una guía que nos ayudará a ser librados de muchos dolores de cabeza, de muchos sufrimientos.

            Dios nos llama a que busquemos cumplir la ley de Dios en verdad y no en apariencia. Por eso, si cumplimos la ley real en verdad, entonces...

I. Hacemos bien

            V. 8 “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura… bien hacéis”. Lo primero que nos preguntamos es qué es la ley real. La ley real es sin lugar a dudas la ley moral de Dios: aquí resumida en nuestro deber hacia el prójimo. Fíjate cómo la define: Amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Esa es la ley moral de Dios que no es otra cosa que un resumen de los 10 mandamientos. La ley real es los 10 mandamientos, llamada también la ley moral.

            Pero, ¿por qué se llama la ley real? Se llama real porque proviene de Dios quien es Rey. Se llama real porque esa ley es la ley suprema del mundo y por tanto es superior a cualquier ley creada por los hombres. Todas las demás leyes están subordinadas a la ley de Dios. Tanto es así que toda ley de hombres que conflija con la ley real, no estamos llamados a obedecerla.  Pero tiene que confligir con la ley real, no con nuestros gustos.

            Ahora bien, mira el beneficio que trae el cumplir la ley real. Nos dice “si en verdad cumplís la ley real… bien hacéis”. Si cumplimos en verdad, verdaderamente y no en apariencias con la ley de Dios hacemos bien. Es algo bueno para nosotros. Obedecer la ley de Dios siempre, siempre es beneficioso para nosotros. ¿Por qué? Porque Dios es adorado. Dios recibe honra cuando obedecemos sus leyes. Nosotros honramos a Dios cuando le obedecemos. Y Dios entonces nos honra también.

            No solo adoramos a Dios, sino que también adornamos el evangelio. El mundo ve en nosotros la realidad de lo que Dios hace en nosotros. Hermanos, no tengo la menor duda que el evangelismo en nuestra época está tronchado. ¿Sabes por qué? Porque nosotros no hemos buscado obedecer la ley de Dios consistentemente. Si lo hacemos nuestras vidas serían distintas. El testimonio sería poderoso para la conversión de pecadores. Algo que Dios ha llamado a la iglesia a hacer. Seremos el cristianismo real, la ayuda visual en donde el mundo podrá ver el poder del evangelio.

            Es bueno para nosotros cumplir la ley real. Porque al así hacerlo nos dará paz. Habrá paz de conciencia porque sabremos que si sufrimos no sufrimos por nuestro pecado sino por la voluntad de Dios. Y esto da paz en medio del sufrimiento. Como dice 1 Pedro 3:17-18 “Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal. Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados”. Solo cuando así padecemos emulamos a nuestro Señor. Entonces podemos ver que Jesús está transformándonos para ser semejantes a Él.

            Pero no te olvides. Hacemos bien solo si la cumplimos en verdad, no en apariencia, y con miras a glorificar a Dios. O como dice Santiago en conformidad a la Escritura.  Una cosa es obedecer la ley de Dios a mi parecer y otra cumplir la ley de Dios según nos es revelada. Un creyente puede creer que está cumpliendo con la ley de Dios cuando se queda en su casa, sin una razón justificada, pero ve el culto de adoración por televisión. ¿Es eso cumplir la ley real en verdad? La respuesta es no. Esa persona cree que sí, pero no lo es. No lo es. Yo quisiera saber qué comunión puede tener esa persona con la Iglesia. La respuesta es ninguna. Porque comunión es una unión en común y que unión puede tener a distancia. No la comunión bíblica. Pero Dios nos llama a cumplir la ley real en verdad y no en apariencia.

            Si cumplimos la ley real en verdad, entonces...

II. Amaremos a nuestro prójimo como a nosotros mismo

            V. 8 “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis”. Santiago nos dice que si hacemos acepción de personas estamos pecando y por tanto no estamos cumpliendo la ley real en verdad. ¿Por qué? Porque no estamos amando a nuestro prójimo como a nosotros mismo. Pero el que cumple la ley real en verdad y no en apariencia ama a su prójimo como a sí mismo.

            ¿Qué implica amar a mi prójimo? ¡Wao! Es tanto que podríamos estar un largo rato aquí. Pero podemos decir algunas cosas. Implica el estar pendiente de él. Hermanos, no estar pendientes de nuestros hermanos no es amarles. Por lo menos, no como nos amamos a nosotros mismos. Tenemos que estar pendientes de nuestro prójimo. Los hijos deben estar pendientes de sus padres y los padres de sus hijos. Los esposos deben estar pendientes uno de otros. Debemos servirnos, llamarnos, visitarnos. Orar los unos por los otros. Asistirles en sus necesidades. Y esto conlleva el desviarnos de nuestros caminos, enrollarnos las mangas para poder servir a los demás, Conlleva el esperar mi turno, el pedir permiso, el no burlarnos de los demás: sea los viejitos, los débiles, los discapacitados, etc. Implica el dar sin esperar recibir nada a cambio.   

            Si cumplimos la ley real en verdad, entonces...

 III. No seremos selectivos en obedecer los mandamientos de Dios

            V. 10-11 “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.” Nuestra meta debe ser cumplir todos los mandamientos de Dios. Cada mandamiento es importante. Porque todo mandamiento es dado por Dios. No todo mandamiento es igual en materia de salvación. Pero todo mandamiento es importante.

            Aparentemente estos hermanos a quienes le escribe Santiago tenían la misma mentalidad que hay hoy día entre muchos hermanos cristianos. Ellos no veían la ley de Dios como un todo. Para ellos la vida era una tienda llena de departamentos en la cual nada se relacionada con nada. Todo es independiente y separado. Pero Santiago les dice que eso no es correcto. La ley de Dios es un todo armonioso. El que peca transgrede la ley, no una parte de la ley sino la ley como un todo. Mira cómo lo dice: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”. ¿De todos qué? De todos los puntos. Es decir, quebranta toda la ley. ¿Por qué? Porque la ley de Dios es un todo armonioso. Aclaro, eso no significa que cada vez que pecamos quebrantamos cada uno de los diez mandamientos. Esa no es la idea. La idea es que la ley de Dios es una, así como Dios es uno. Y el que quebranta un mandamiento quebranta la ley, toda la ley como ley, aunque no cada mandamiento de la ley en particular. Fíjate cómo lo aclara Santiago V. 11 “Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.” Tú no tienes que quebrantar cada uno de los 10 mandamientos para quebrantar la ley. Con solo quebrantar uno solo has quebrantado la ley. Pero no cada uno de los mandamientos en particular.

            Por ejemplo: viene una madre y le pregunta a su niño de tres años, con la cara embarrada de bizcocho de chocolate, ¿quién se comió el bizcocho? Y el niño y le dice: yo no sé. Y la madre después de comérselo a besos le dice: ya no hay más para ti y no digas mentiras. ¿Pecó el niño? Pues, claro. No hay que enseñarles a mentir. Ya eso viene de fábrica. El niño mintió, quebrantó el noveno mandamiento, ¿pero quebrantó el séptimo: no adulterarás? Obviamente no. ¿Quebrantó la ley de Dios al mentir? No cabe la menor duda. La ley de Dios es una. Dios es el dador de toda la ley.

            En el contexto de Santiago los hermanos creían que no estaban quebrantando la ley del amor porque amaban a los ricos y menospreciaban a los pobres. Santiago les dice, eso no es así. O cumplimos la ley como un todo o no la cumplimos. Por ejemplo: O una mujer está embarazada o no lo está. O gana Clinton o gana Trump; uno va a ganar y el otro va a perder. O amamos a los ricos y a los pobres o no cumplimos la ley del amor. Un cumplimiento parcial no es cumplir con la ley.      

            Pero hoy día, muchos piensan de la misma manera que los hermanos a quienes Santiago les escribe. Creemos que cumplimos la ley de Dios, aunque la cumplimos parcialmente. Entonces yo no robo dinero, pero robo la señal del televisor, practico la piratería, robo mi salario. ¿Cómo así? Cuando en vez de estar trabajando concentrado en lo que hago estoy “chateando” al enviar mensajes de texto en mi hora de trabajo. No debemos decir mentiras, pero un cristiano bueno y comprensivo me inspeccionó el carro sin haberlo visto. No tienen dioses ajenos, pero tienen amigos con beneficios. Como hoy se dice para llamar bueno a lo que es malo.

            Hermanos, el que cumple la ley real en verdad no es selectivo en el obedecer los mandamientos de Dios. Ni nos escudaremos en decir yo soy salvo por la gracia de Dios y no por las obras, por tanto, la ley no es importante. Porque quien dice eso para justificar sus pecados no conoce a Dios.

            Si cumplimos la ley real en verdad, entonces...

IV. Buscaremos ser consistentes en nuestra teología y vida

            V. 12 “Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad.” Hermanos, debemos buscar vivir lo que predicamos. Y todos nosotros predicamos, o más bien testificamos con nuestras vidas. Todos nosotros somos testigos de lo que creemos. Es imposible no testificar con lo que hablamos y con lo que hacemos. Es más, hay un dicho que dice que una acción vale más que mil palabras.

            Santiago nos dice que nuestro vocabulario y nuestra conducta deben estar fundados en la ley real o la ley de la libertad. Nuestra vida debe concordar con nuestra teología. Y nuestra teología debe moldear nuestra vida. ¿Qué significa? Vive lo que predicas. Habla según la ley de Dios y haz conforme a dicha ley. ¿Por qué? Porque vamos a ser juzgados por esa misma ley.

            Hermanos, al final de los tiempos en el juicio final habrá un juicio de obras. Cada uno de nosotros compareceremos para dar cuenta de nuestras vidas. 2 Corintios 5:10 “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” Y ese juicio de obras declarará si nuestra fe fue genuina por nuestras obras.

            Así que hablemos y vivamos como aquellos que sabemos que seremos juzgados por la ley que da libertad a los que la obedecen.

            Si cumplimos la ley real en verdad, entonces...

V. Buscaremos juzgar con misericordia

            V. 13 “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.” Hermanos, la tendencia del ser humano es mirar la paja del prójimo y no ver la viga en nuestros ojos. Esa es la tendencia de todo ser humano. Si alguien hace algo mal eso es terrible. Pero si yo lo hago hay una razón poderosa para que yo lo hiciera; tienen que entenderme. Pero si cumplimos la ley real en verdad entonces procuraremos ponernos en los zapatos de los demás. Y no seremos más severos con otros de lo que somos con nosotros o esperamos que no sean con nosotros. Entonces juzgaremos con misericordia.

            Tenemos que vestirnos de compasión. Debemos ser comprensivos. Debemos siempre esperar lo mejor de mi prójimo, a menos que me demuestre lo contrario. Un ejemplo: Una muchacha se casa joven con el primer muchacho que se enamora. Fue una decisión apresurada. Pero esa decisión fue motivada por el maltrato que recibía en su casa. Hermanos, el casarse nunca debe ser una decisión apresurada. Y alguien pudiera decir: muchacha no seas loca que no conoces bien a este muchacho, pero a lo mejor no conocemos el infierno que vive en su casa. Esto lo decimos no para justificar malas decisiones sino para tratar de entender la decisión de esa joven en este ejemplo hipotético pero que sucede.  

Aplicación:

1. Hay que cumplir con la ley real. Y hay que cumplirla de veraz. La ley de Dios es norma de nuestra conducta. Y vamos a ser juzgados por ella. Ella es buena para nosotros. Ella es la ley de la libertad. Nos liberta al guiarnos por el camino recto. Nos libra de sinsabores porque habremos hecho lo recto. Habrá paz en nuestra vida porque sabremos que si sufrimos no es porque nos lo merecíamos. ¿Cuántos de nosotros podemos decir como el salmista en el Salmo 119:97 “¡Oh, cuánto amo yo tu ley!
Todo el día es ella mi meditación”.

2. Solo podemos cumplir la ley real cuando estamos sumergidos en una vida de comunión con Dios. El poder de Cristo y su santidad fluye de Jesús a nosotros por medio de nosotros alimentarnos de Cristo. ¿Cómo nos alimentamos? Cuando nos mantenemos en contacto con Jesús. “Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).  Para ello necesitamos poner nuestra mirada en Jesús. Y no esperar en una fuerza misteriosa para obedecer sino entender que Dios nos da su fuerza en el cumplimiento de sus mandamientos. En otras palabras, Dios nos da poder al momento mismo que empezamos a caminar.

            ¿Qué nos quiere enseñar Santiago? Que, si cumplimos la ley real en verdad entonces, haremos bien, amaremos a nuestro prójimo, no seremos selectivos en obedecer los mandamientos de Dios, nuestra vida será consistente con nuestra teología y juzgaremos con misericordia, porque la misericordia triunfa sobre el juicio, para la gloria de Dios.