Santiago

Sermón: Santiago 5:13-18 Orando en toda Circunstancia

Santiago 5:13-18 “¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. 14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. 15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. 16 Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. 17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto”.

 

            No sé cuántos de ustedes llegaron a ver la serie de televisión “Alf”. Esa serie trataba de un extraterrestre que llegó a vivir en una familia ordinaria de estadounidenses. Alf era una especie de peluche andante. Y tenía una peculiaridad: el plato principal de su planeta era comer gatos. En uno de los episodios, Alf había cometido un pecado terrible, condenado en su planeta. Había roto un libro. Y eso era terrible en su planeta porque privaba a las generaciones venideras de sabiduría. Y él estaba angustiado por el terrible pecado que había cometido. Y la única manera de librarse era realizar un rito complicado. Bueno, el episodio trataba acerca de las cosas que tenía que adquirir para poder realizar el ritual y así ser liberado de la culpa. Luego de que adquiere todo, el ritual requería que el culpable dijera unas palabras solemnes para poder recibir el perdón. Y las palabras eran: “lo siento”. Eso era todo. Uno pensaba que era algo complicado, largo, extenso, que llevara a la persona a hacer algo grandioso, cuando realmente lo único que tenía que hacer era pedir perdón.

            A veces los cristianos pueden pensar que se necesita hacer grandes cosas para poder tratar con las aflicciones, problemas y necesidades que vienen a nuestra vida. Cuando lo que realmente necesitamos es la sencillez del evangelio. Yo diría que uno de los males que padece la Iglesia de Cristo del siglo 21 es su falta de fe en los medios de gracia que Dios ha instituido en su Palabra. Todos sabemos cuáles son esos medios de gracia: la oración, la Palabra y los sacramentos. Todos los hemos usados. Y es posible que algunos piensen que necesitamos algo más. Y algunos se pasan durante toda su vida buscando algo más. En cambio, Dios nos llama a confiar en lo que El instituyó. Los medios de gracia son pocos, son sencillos, pero son poderosos en Dios.

            Ahora bien, Santiago está a punto de terminar su epístola y como es costumbre él dedica tiempo para darnos algunas directrices con respecto a la oración. El tema de la sección es la oración. ¿Cómo lo sabemos? Lo sabemos porque esta se repite en todos los versículos, sea la palabra oración o el verbo orar. Así que Santiago desea enfatizar la importancia de la oración en la vida nuestra. Y se levanta la pregunta, ¿Qué nos quiere enseñar Santiago respecto a la oración?

I. Debemos orar en toda circunstancia

            Debemos orar en primer lugar, cuando estemos afligidos, V. 13a “¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. La palabra afligido en el original griego es una palabra genérica para referirse a toda clase de aflicción y pruebas. ¿Qué debemos hacer si somos visitados por diversas aflicciones de cualquier tipo? Santiago nos dice: “Haga oración”. Así de sencillo. En medio de las aflicciones que vienen a nuestra vida Dios nos llama a que le busquemos por medio de la oración. No necesariamente para ser liberados de la aflicción sino también para que Dios nos fortalezca y podamos resistir con fidelidad.

            Debemos orar, en segundo lugar, cuanto estemos alegres. V.13b¿Está alguno alegre? Cante alabanzas.” La palabra alegre connota la idea de alegría de corazón, de espíritu, que uno puede tener cuando las cosas estén bien pero también cuando las cosas estén mal. Es decir, debemos reconocer que Dios es quien nos ha bendecido y por tanto adorémosle cantándole himnos de alabanza. Dios es el Señor de tu vida y de todo lo que te sucede. Por tanto, adora a Dios por medio de la música. Así de simple. Y aunque cantar no es lo mismo que orar, la Biblia nos enseña que están íntimamente relacionados. Y algunos himnos son oraciones a Dios. ¿No es una oración el himno que dice: “Haz lo que quieras de mí Señor, Tú el alfarero yo el barro soy, dócil y humilde anhelo ser, cúmplase siempre en mí tu querer”?

            Debemos orar, en tercer lugar, cuando estemos enfermos. Y no solo eso. Cuando estemos enfermos tenemos que llamar a los presbíteros de la iglesia, a los ancianos de la iglesia. V. 14 “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.” Hermanos, te pregunto, cuando estás enfermo, ¿llamas a los ancianos de la iglesia para que oren por ti? Ellos velan por ti. Ellos cuidan de tu alma, pero también cuidan de tu cuerpo. Cuantas veces nos hemos enterado de que los hermanos estuvieron en el hospital después que le dieron de alta. Me han dicho: estuve 10 días en el hospital y no me visitaron. Y yo le he tenido que decir: me acabo de enterar ahora mismo. Hermanos, quiero decirles un secreto: Dios no nos permite usar bolas de cristal para saber quién está enfermo o no. Contamos con su ayuda. Mira cómo Santiago lo pone: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame”. Fíjate que no dice: llamen, en plural, sino “llame”. ¿Quién? El mismo enfermo. Cuando estemos enfermos tenemos que llamar a los presbíteros de la iglesia, a los ancianos, para que oren por él. Y Santiago dice más: “y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.” ¿Qué significa esto? ¿Significa que cada vez que vayamos a visitar a un enfermo tenemos la obligación de ungirle con aceite? La respuesta es, no necesariamente. En aquellos tiempos el aceite de oliva tenía un valor medicinal. La ciencia médica de aquella época recomendaba el uso del aceite de oliva como la mejor medicina para sanar todo tipo de dolencias. Pero sabemos por la misma Escritura que no todas las oraciones para sanidad requerían el ungir con aceite al enfermo. Veamos algunos ejemplos. A veces la sanidad vino por medio de la palabra solamente: Hechos 9:34 “Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama. Y en seguida se levantó.” En otras, al tomarle por la mano: Hechos 3:6-7 “Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. 7 Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos”.  En otras, echarse sobre la persona, Hechos 20:9-10 “y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueño profundo, por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto. 10 Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándole, dijo: No os alarméis, pues está vivo.” Y en otras, ungiendo con aceite a la persona, Marcos 6:13 “Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban”. ¿Qué podemos decir al respecto? ¿Es necesario ungir con aceite a la persona toda vez que oremos por sanidad? No, no es necesario. ¿Podemos hacerlo? Podemos hacerlo, creo. Pero el énfasis del pasaje no es la unción con aceite sino el poder de la oración en el nombre del Señor.

            ¿Qué nos quiere enseñar Santiago respecto a la oración?

 

II. La oración debe tener ciertos requisitos

            El primer requisito de la oración lo es la fe. No es el aceite lo que hace la diferencia sino la oración con fe. V. 15a “Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; No es orar por orar lo que hace que el enfermo se salve o se sane. Es la misma palabra, pero el contexto terminará si se refiere a salvación o a sanidad del cuerpo. No es orar por orar sino orar con fe lo que hace la diferencia. Es creer con todo el corazón que Dios tiene el poder para sanar a una persona. Que Él tiene el poder de levantarlo de la cama ya que no hay nada difícil para Dios. Siempre teniendo presente que Dios es soberano al sanar. Él puede sanar si a Él le place. O puede no hacerlo. Es su prerrogativa.

            El segundo requisito es autoexamen. V. 15by si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.” ¿Qué significa eso? Significa que muchos de nuestras enfermedades son causadas por nuestros pecados. No todas nuestras enfermedades son causadas por el pecado. Santiago así lo enseña al decir “y si hubiere cometido”. Pero Santiago nos lleva a auto examinar nuestra vida. Y a confesar nuestros pecados si estos están relacionados con nuestras enfermedades para que podamos ser sanados.

            El tercer requisito es mutuo perdón. V. 16ª “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados.” Santiago nos recuerda que somos una familia y que en la familia siempre hay roces entre los miembros. Y si esto ocurre debemos confesar nuestras ofensas los unos a los otros para poder ser sanados. ¿Sanados física o espiritualmente? Ambos. El contexto demanda que sean ambos. Santiago ha estado hablando de sanidad física, primeramente. Pero también habla de “sanidad” espiritual cuando habla de que “si hubiere cometido pecados le serán perdonados”. Si un hermano peca contra otro el deber es confesar su pecado para que haya sanidad. Sin confesión no habrá sanidad, no habrá restauración en medio nuestro.

            ¿Qué nos quiere enseñar Santiago respecto a la oración?

III. Debemos creer en el poder de la oración

            V. 16b “La oración eficaz del justo puede mucho.” La oración del justo puede mucho. Es decir, tiene mucho poder, puede lograr mucho. Y esto no es para súper santos sino para todo hijo de Dios. Para todo hijo de Dios que busca vivir para El y que con sinceridad busca obedecer su Palabra. Es la oración del justo no la del súper justo.

            Santiago entonces nos da un ejemplo del poder de la oración en la vida de Elías. V.17-18 “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 18. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto”. ¿Quién era Elías? Santiago nos dice: “hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras”, es decir, un ser humano como todos nosotros. Con nuestras mismas debilidades, temores, frustraciones, depresiones que todos nosotros tenemos. Hermanos, ¡él no logró que en la tierra no lloviera por tres años y medio por ser profeta! Él lo “logró” por orar fervientemente. Oró para que no lloviera y oró para que lloviera. Ese es el poder de la oración.

            Dios desea que seamos hombres y mujeres de oración. Que la oración y el espíritu de oración estén a flor de labios. Que tengamos el espíritu de orar sin cesar creyendo en el poder de Dios por medio de la oración. Si nosotros confiáramos más en el poder de la oración oraríamos más. Y recibiríamos más de parte de Dios. Si recordamos que Jesús con su muerte nos ha reconciliado con el Padre, y que Él es nuestro Mediador que pone del incienso de su oración con el nuestro delante de Dios. Si recordamos que Jesús nos llama a orar en su nombre bajo el poder del Espíritu Santo y que Él nos ayuda en nuestras debilidades porque no sabemos cómo orar. Si recordamos que Dios es un Dios que escucha siempre la oración de su pueblo. Que no es una oración con un grado alto de perfección la que Dios acepta sino una sincera de un corazón que clama como Pedro: Señor sálvame que perezco. Entonces nos acercaríamos más con fe a orar a Dios y vivir una vida de oración.

            ¿Qué nos quiere enseñar Santiago respecto a la oración? Que debemos orar en cualquier circunstancia, que hay ciertos requisitos a toda oración y que debemos creer en el poder de la oración.

Sermón: Santiago 5:7-11 Paciencia y Perseverancia

Santiago 5:7-11 “Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. 8 Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. 9 Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta. 10 Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. 11 He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo.”

            De la noche a la mañana la bolsa de valores de Nueva York colapsa. Y Egipciaco, nombre ficticio, y quien era un ganadero rico, ve perder toda su fortuna que con mucho sacrificio y honradez había ganado. Al poco tiempo sus hijos iban de paseo a España y en un concierto ocurre una balacera. Miembros de ISIS se adentran al concierto y comienzan a disparar a mansalva y mueren allí sus tres hijos. En esa misma semana, el doctor de cabecera le llama y le notifica que las pruebas de laboratorio indican que tiene cáncer en el páncreas en un estado avanzado. En medio de todo esto su esposa le dice que ella no puede vivir así ya que han perdido todo y está considerando ponerle carta de divorcio a su matrimonio de 30 años.

            ¿Cómo reaccionarias si ésta fuera tu historia?  

            Esta historia ficticia es una versión moderna de lo que le pasó a Job. De la noche a la mañana Job perdió todo: sus riquezas, sus hijos, sus bienes y el respeto de su esposa. Todo eso en un breve lapso de tiempo. ¿Cómo reaccionó Job ante todo esto? Nos dice Job 1:21-22 “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. 22. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.”

            Santiago comienza esta sección con las palabras: por tanto. Y con ello indica que lo que va a hablar guarda relación con la sección anterior. En esa sección vivimos la amenaza que Dios pronunció sobre los ricos opresores. Dios les castigará. Pero mientras tanto el pueblo que es oprimido es llamado por Dios a mostrar una gracia característica de Dios y del Señor Jesucristo. ¿Cuál la paciencia? Y con ellos nos debemos preguntar, ¿Cómo debemos actuar cuándo las personas se levantan contra nosotros para hacernos mal? Santiago nos da la respuesta. Y él nos dice que, en medio de los abusos, las aflicciones que nos vienen, no por catástrofes, sino por aquellos que buscan hacernos mal, debemos en primer lugar…

 

I. Ser pacientes

            Este es el énfasis principal del pasaje. Cuatro veces Santiago menciona la palabra paciencia en esta sección. Y por tanto el mensaje es que en medio de las aflicciones que recibimos por aquellos que nos quieren hacer daño, la respuesta es, tengamos paciencia. Claro está, hermanos, es fácil decirlo que hacerlo. La tendencia nuestra es a la impaciencia. Queremos tomar las cosas en nuestras manos. Queremos que se nos haga justicia inmediatamente. Pero Dios nos llama a ser pacientes.

            ¿Qué es la paciencia? La palabra que utiliza Santiago en el griego es “makrothumia”. Conlleva la idea de controlarnos, de restringirnos a nosotros mismos, de ser lentos para la ira. Implica que el mal está presente. Y en medio de ese abuso o maltrato a nuestras personas, Dios nos llama a controlarnos, a no dejar que nuestras emociones nos lleven a actuar de una manera descontrolada. Nos llama a esperar.

            Santiago nos da un ejemplo de lo que quiere decir. Él dice: “Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.” El agricultor siembra la semilla, pero ésta no da fruto inmediatamente. Él tiene que esperar. Él tiene que aguardar con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana (la de octubre) y la tardía (la de abril) para poder recibir el precioso fruto de la tierra. Tiene que esperar su tiempo. A su tiempo el agricultor segará su fruto. Pero tiene que aguardar con paciencia.

            Cuán difícil es esto en un sentido para nosotros que vivimos en una sociedad donde desea todo para ahora mismo. En cambio, Dios nos llama a ser distintos. A ser imitadores de Dios quien es “lento para la ira y grande en misericordia y verdadÉxodos 34:6.   

            Pero ¿cómo podemos lograr esto? Santiago nos llama a poner nuestra mirada en Jesús. Y nos dice que debemos esperar, esperar con paciencia. ¿Hasta cuándo? Espera…

 

II. Esperar hasta la Venida Señor

            V. 7 “tened paciencia hasta la venida del Señor.” Y lo menciona nuevamente en el versículo 8 “Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.” ¿Qué quiere decir Santiago con la venida del Señor? Y, ¿por qué dice que la venida del Señor está cerca? ¿Creían los apóstoles que la segunda venida d Jesús ocurriría en su tiempo? Y si esto es así, ¿acaso nuestra fe en la fidelidad de la Biblia no está comprometida? De ninguna manera.

            La palabra que Santiago utiliza es “parousía”. Y esa palabra es la palabra técnica para referirse a la Segunda Venida de Cristo. Pero la Biblia nos enseña que toda manifestación especial de la ira, juicio y gracia del Señor es también llamada en la Biblia una venida del Señor.

            En el AT los profetas constantemente hablaban de la venida de Jesús como algo que iba a ocurrir inmediatamente cuando esto ocurriría 400, 500 y hasta 700 años después. Un ejemplo lo tenemos en Hageo 2:6-7 “Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos.” El Deseado de las naciones es una referencia a Jesús quien vino 400 años después de Hageo, pero Dios dice “de aquí a poco”. Hablando del fin del mundo Pedro nos recuerda que Dios no retarda su venida como algunos piensan y les dice que no debemos medir los tiempos según nuestra agenda sino según la agenda de Dios. ¿Por qué? Nos dice 2 Pedro 3:8 “Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.” Así que según el lenguaje profético un poco de tiempo no necesariamente significa dentro de poco según nuestra agenda sino puede ser bastante tiempo.

            Jesús mismo nos enseña algo adicional. Cuando Jesús habla de su venida en Mateo 24 y nos dice que esta generación no pasará hasta que todo esto ocurra (Mateo 24:34), la referencia es sin lugar a duda a la destrucción de Jerusalén para el año 70 con las tropas del general Tito.

            Entonces, ¿a qué se refiere Santiago con que seamos pacientes hasta la vendida del Señor y que la venida del Señor se acerca? Yo entiendo que la referencia es a la Segunda Venida de Cristo en gloria. ¿Cuál es la idea? La idea es que debemos reconocer que Jesús es nuestro defensor. El interviene en la historia. El visita a los padres y a sus hijos con ira, cuando ellos viven de espaldas a Dios. Y El muchas veces castiga severamente a los pecadores en este estado de la eternidad. Pero Él se reserva el castigo mayor en el día del juicio final.

            Oh creyente, Cristo Jesús, como tu Rey, es tu defensor. Aunque tú no lo sepas y aunque tú no lo veas, Jesús te está defendiendo de tus enemigos. Como dice 1 Corintios 15:25 “Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Jesús no vendrá por segunda vez hasta tanto no ponga a sus enemigos y los nuestros (porque son los mismos) debajo de sus pies. Debajo de sus pies simboliza derrota.

            Por tanto, si esto es así, si en los cielos tenemos a nuestro defensor que interviene aquí en la tierra, entonces enfrentemos con paciencia las aflicciones que vienen a nuestra vida producto del pecado de los hombres. Esperemos en Dios porque Él es nuestro defensor. Seamos pacientes hasta la segunda venida.

            Pero algunos dirán que “justicia tardía no es justicia”. A lo cual respondemos que Dios visita en nuestros tiempos a los malvados dándoles una muestra de lo que recibirán en el juicio final.

            Pero como nosotros siempre queremos justicia inmediata Santiago nos dice que en medio de esas aflicciones es importante…

III. Controlar las frustraciones

            V. 8-9 “Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. 9.Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta.” Santiago nos dice, en primer lugar, que para poder sobrellevar esto es necesario que afirmemos o fortalezcamos nuestros corazones. ¿Qué es esto? Debemos tener una firme convicción de la verdad. Podremos sobrellevar todo esto si estamos convencidos que Dios intervendrá contra nuestros enemigos. Si creemos en la providencia divina. Si creemos que Dios es nuestro defensor. Si creemos que el bien triunfará sobre el mal, porque Dios mismo es el Bien y quien tiene todo poder para derrotarlo.

            En segundo lugar, Santiago nos dice que debemos evitar el descargar nuestras frustraciones con los demás. “Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados”. En medio de las aflicciones la tendencia es estar sensitivos. Y lo triste del caso es que a veces nos desquitamos con aquellos que no tienen nada que ver con el asunto o no son culpables. Generalmente el desquite es con los seres queridos que son los que más cerca están de nosotros. A lo cual Santiago les dice: paren de hacer esto. Si esto es lo que han estado haciendo no lo hagan más. ¿Por qué? Para que no seáis condenados. Dios no solo es el juez de los malos. Él es el juez de toda la tierra y nosotros también compareceremos delante de Dios.

            ¿Qué deben hacer entonces? Tengan paciencia hasta la venida del Señor. Esperen la justicia de las manos de Dios mismo. Y fortalezcan su corazón. Vivan bajo la convicción de la protección y defensa de Dios.

            Y además…

IV. Perseverar hasta el fin

            V. 11 “He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo.” Dos notas con respecto a la traducción de la RV60. La primera oración podría dar la impresión de que el sufrimiento en sí mismo es bueno, “bienaventurados… los que sufren”. Eso no es correcto. Por eso otras traducciones capturan la idea del pasaje. DHH “Pues nosotros consideramos felices a los que soportan con fortaleza el sufrimiento.” RVA 2015 “He aquí, tenemos por bienaventurados a los que perseveraron.” ESV “Behold, we consider those blessed who remained steadfast.” Así que la idea es son benditos los que perseveran en medio del sufrimiento. El llamado es a perseverar en medio de la aflicción. Es un llamado a seguir siendo fieles a Dios, aunque estemos sufriendo por parte de aquellos que desean nuestro mal.

            Pero no solo eso. Debemos ver las aflicciones con otros ojos. No somos malditos sino benditos en medio del sufrimiento. “bienaventurados a los que perseveraron”. ¿Por qué? Porque acabaron su prueba. Porque fueron perfeccionados por medio de las aflicciones. Porque dieron testimonio de su fidelidad y del poder de la gracia de Dios que es la única que nos capacita para perseverar.

            Y también porque al así hacerlo somo contados en el número de los profetas. V. 10 “Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.” Los profetas que hablaron en el nombre del Señor no fueron librados de sufrir. Ellos son ejemplo de aflicción y de perseverancia porque ellos estuvieron dispuestos incluso a morir por su fe.

            Y sobre todo miremos el ejemplo de Job. Y aquí también debemos revisar la traducción de la RV60.  Esta traduce: “Habéis oído de la paciencia de Job”. La RVA 2015 captura mejor el original griego “Han oído de la perseverancia de Job”. En medio de todo lo que este hombre sufrió vemos a Job perseverando en su fe hasta el fin. Es cierto que en momentos su fe decae como cuando maldijo el día de su nacimiento. Pero él nunca negó su fe. Nunca comenzó a vivir como si no valiera la pena ser creyente en Jehová. Nunca vivió contrario a su fe. El no actuó como algunos hacen: “como Dios me ha enviado males no vale la pena seguirle. O todo lo que me han enseñado acerca de Dios es falso, y la evidencia es que yo que soy su hijo estoy sufriendo”. El por la gracia de Dios perseveró hasta el fin.

            Y Job descubrió el fin del Señor, cuál era el propósito de Dios en todo lo que le sucedió. Dios probada su fe. Y Dios le recompensó con bienes superiores a los que tenían antes. Revelando que el Señor es “muy misericordioso y compasivo”.  Reconoce por la fe que Dios aun cuando aflige Él lo hace para nuestro bien. Y no solo es Dios misericordioso sino muy misericordioso y compasivo.

            Hermanos, en medio de los abusos que algunos tienen contra nosotros Dios nos llama a ser pacientes, esperando al Señor, sin descargar nuestras frustraciones contra nuestros seres queridos ni los hermanos en la fe y perseverar hasta el fin, al reconocer que Dios es muy misericordioso y compasivo.

 

Sermón: Santiago 5:1-6 El Peligro de ser Rico

Santiago 5:1-6 “¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. 2 Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. 3 Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros. 4 He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. 5 Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. 6 Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia”.

 

            Hace como dos semanas atrás se anunció que habían destronado a Bill Gates como el hombre más rico del mundo. Ustedes saben que Bill Gates es el CEO de Microsoft, la compañía que construye programas para computadoras. Pues, Bill Gates ya no es el hombre más rico del mundo. El hombre más rico lo es ahora el fundador y CEO de Amazon. Se estima que su fortuna lo es 91.6 billones de dólares. Con eso podría pagar la deuda de Puerto Rico y sobrarle unos tristes 21.6 billones de dólares y algún cambio. Jamás en la historia de la humanidad se había pensado que una sola persona pudiera amasar tanto dinero, por encima del dinero que poseen cientos de países en el mundo. Los ricos del pasado son pobres en comparación con este pequeño grupo de billonarios.

            Pero hay algo que no debemos olvidar. Cada condición social en el mundo trae sus problemas. A veces los pobres piensan que solo ellos son los que tienen problemas en el mundo. Pero eso no es cierto. Los problemas no se resuelven por el mero hecho de ser ricos. El cantante norteamericano Bruno Mars tiene una canción pegajosa que decía: “Quiero ser un millonario, lo deseo con todas mis fuerzas”. ¿Es esa la actitud correcta para un cristiano?

            Santiago nos dice que la riqueza puede ser una fuente de mucho mal, de peligro y condenación. Recuerden lo que dijo Jesús en Mateo 19:23-24 “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.” Teniendo esto presente veamos lo que nos dice Dios por medio de Santiago.

            V. 1 “¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán.”  ¿De quiénes está hablando Santiago? Santiago habla aquí de los ricos, pero no de cualquier rico, sino de aquellos que son pecadores, abusadores, que han amasado sus riquezas de una manera pecaminosa. El no habla de todo tipo de ricos, sino de impíos o posiblemente de ricos que, aunque han profesado su fe en Cristo su vida demuestra que su profesión fue falsa. Hermanos, la Biblia en ningún momento condena la riqueza. Es más, nos enseña que la riqueza es un don de Dios. Dice Proverbios 10:22 “La bendición de Jehová es la que enriquece, Y no añade tristeza con ella.” Mira la bendición de Dios sobre Isaac en Génesis 26:12-13 “Y sembró Isaac en aquella tierra, y cosechó aquel año ciento por uno; y le bendijo Jehová. El varón se enriqueció, y fue prosperado, y se engrandeció hasta hacerse muy poderoso.” ¿Se puede ser rico y piadoso? Claro que sí. Los ejemplos de Abraham, Isaac, Job y David nos enseñan que se puede ser rico y un hombre de Dios a la vez.

            Pero aquí Santiago nos advierte del peligro de las riquezas. Y más que eso, nos habla del juicio que Dios traerá sobre los ricos explotadores, abusadores y quienes han hecho de las riquezas su dios y quienes piensan solamente en ellos. Y a ellos Santiago les dice: “Llorad y aullad por las miserias que os vendrán.” Lloren, aúllen o griten de dolor por el castigo que vendrá sobre ustedes. Hermanos, Dios castigará a todos los poderosos que abusan de nosotros: sean ellos personas particulares, gobierno, corporación. Cualquiera que esté en autoridad sobre nosotros y abuse de nosotros tiene la sentencia de Dios sobre su cuello.

            Pero ¿cuál es el problema que tenían estos ricos? Santiago enumera las razones para el juicio de condenación.      ¿Cuáles son los pecados que Santiago señala? Santiago señala cuatro pecados. Veamos brevemente cada uno de ellos:

1. Amasar fortuna:

            V. 2-3 “2 Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. 3 Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros.” ¿Qué es lo que estaba sucediendo? Estos ricos estaban amasando riquezas, que en aquella época consistía en maíz, granos, ropas, plata, oro, etc. Y el problema aquí es que, aunque tenían grandes riquezas eran avaros, no pensaban en los demás. Tenían ropas que no necesitaban y en vez de darla a los pobres preferían que la polilla se los comiera en vez de donarla. Dios les dice: “vuestras ropas están comidas de polilla”. Tenían suficiente maíz y granos almacenados y preferían que se les dañara en vez de ayudar a saciar el hambre de los pobres. Dios les dice: “Vuestras riquezas están podridas”. Lo mismo hacían con la plata y el oro. En aquella época no había bancos y el dinero se guardaba en cofres que, en este caso, por la abundancia que tenían y como no los usaban se llenaban de una costra y hongo como si estuvieran dañados. Dios dice: “Vuestro oro y plata están enmohecidos”. Y no solo eso, en el día del juicio ellas testificarán que preferías que se dañaran antes de ayudar al necesitado. Tus riquezas testificarán contra ti.

            Durante la Gran Depresión, en los EE.UU, cuando colapsó la economía, una de las razones fue el exceso de producción y el no poder venderlos. Los precios entonces bajaron grandemente para tratar de vender los productos. Y como los precios se caían estrepitosamente, muchos agricultores para evitar la caída por el exceso de producción decidieron destruir sus productos. Y quemaron frutas, verduras, de todo tipo de alimentos, que se pudieron haber dado a los que padecían hambre. Así piensan muchos ricos.

            Ellos creen que han acumulado riquezas, cuando lo que han acumulado es juicio de Dios. “Habéis acumulado tesoros para los días postreros.” No han cumulado riquezas de paz sino de ira. Porque Dios los castigará por su pecado, en los días postreros, es decir, en el juicio final.

2. No pagar a sus empleados

            V. 4 “4 He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos.” Estas personas ricas eran dueños de fincas y terrenos y no estaban cumpliendo el deber de pagar lo que en justicia era de los obreros. O no les estaban pagando o retenían lo que les era justo. En aquellos días la pobreza era tan grande que nadie podía darse el lujo de pasar un solo día sin cobrar su salario. Este se pagaba a diario. No recibir el pago implicaba no comer ese día. Por eso desde el AT Dios dijo en Deuteronomio 24:14-15 “No oprimirás al jornalero pobre y menesteroso, ya sea de tus hermanos o de los extranjeros que habitan en tu tierra dentro de tus ciudades. En su día le darás su jornal, y no se pondrá el sol sin dárselo; pues es pobre, y con él sustenta su vida; para que no clame contra ti a Jehová, y sea en ti pecado.” Pues, el dinero mismo clama a Dios por no haber sido dado en justicia al obrero. Y Dios les dice a ellos “los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos.” Dios toma nota de todo esto y Él es el Señor de los ejércitos o Señor de sabaot: el Señor de los ángeles, de los cielos y la tierra, de todas las cosas, y tiene poder para hacerles justicia. Dios sabe que el obrero es digno de su salario.

3. Una vida disoluta, en deleites

            V. 5 “5 Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza.” Han puesto su felicidad en las cosas de la tierra. No es que no disfrutemos de lo que Dios ha creado y nos ha dado, porque dice 1 Timoteo 6:17 que Dios “nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos”; pero para ellos, los bienes materiales, eran el fin de su vida. No es comer para saciar nuestra hambre sino comer, comer, comer, por comer.  Hemos sabido de boxeadores que en dos años han gastado 11 millones de dólares y necesitan regresar al ring porque no tienen dinero. Han vivido disolutamente. Una cosa es comprar ropa porque la necesitamos, otra comprarla porque sí.

4. Matar al justo

            V. 6 “Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia.” ¿Cómo así? Posiblemente porque el justo, el obrero u otra persona no tiene los recursos para defenderse del abuso y sufre las consecuencias del mismo. En aquella época sino recibía el salario a diario sin lugar a duda se acostaban sin comer. Tal acto es violar el sexto mandamiento de no matarás.

            Durante la Revolución Industrial donde se trabaja por 16 horas, incluso los niños, las máquinas en las fábricas eran llamadas devoradoras de brazos. Y se daba el caso de personas que perdían sus brazos y en su enojo o en desesperación por salvar su brazo golpeaban la máquina y si ésta se dañaba eran acusados y encarcelados por destrucción de propiedad ajena. Y si no tenían dinero para pagar un abogado no había nada que hacer. Muchos ricos se aprovechaban del sistema jurídico que imperaba. Y el justo sufría por no poder defenderse.

Aplicaciones prácticas:

1. A ti que eres oprimido por los poderosos: por el gobierno sea estatal o federal (que amenaza con no dar el seguro social, o el retiro de los empleados públicos, entre otras cosas), por aquel que le pagas renta, por tu jefe que abusa de ti, entre otros, quiero que se sepas que ellos no quedarán impunes. Juicio vendrá sobre ellos. Dios conoce tus aflicciones y El pagará a su tiempo. No luchas solo, el Señor de los ejércitos lucha por ti. Él te vengará. Confía en que Dios es tu defensor. Cristo es Rey de su Iglesia. Hablando de Jesús dice el Salmo 110:1-2 “Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Jehová enviará desde Sion la vara de tu poder; Domina en medio de tus enemigos.” Jesús no solo salva del pecado, Él nos salva de todos nuestros enemigos. Suplícale a Él por justicia cuando eres maltratado injustamente.

2. Hermanos, Dios nos ha dado bienes a cada uno de nosotros en mayor o menor grado. Pero ¿para qué lo ha hecho? No es para que los acumulemos y acumulemos sin fin. Él nos ha bendecido para que seamos de bendición. Para que ayudemos a los menos afortunados. Dice Efesios 4:28 “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.” Nuestra meta no es hacernos ricos, sino servir a Dios con diligencia en la vocación que Él nos dio. Glorificamos a Dios cuando somos excelentes pintores, carpinteros, maestros, cocineros, etc., usando lo dones al máximo. Y si Dios nos bendice con riquezas, gloria a Dios. Dios ha prometido bendecir y prosperar al diligente no al vago. Como dice Proverbios 10:4 “La mano negligente empobrece;
Mas la mano de los diligentes enriquece.”
Pero Él nos bendice para que tengamos “qué compartir con el que padece necesidad.”

3. No acumulemos tesoros en la tierra sino en el cielo. Jesús dijo en Mateo 6:19-21 “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” Todas las riquezas de este mundo son pasajeras, son corruptibles. En cambio, los tesoros en los cielos no pueden ser dañados, ni corroídos ni robados, son eternos. Si nuestro corazón está en los cielos, si lo que amamos es Dios y las cosas divinas, su reino, su pueblo, sus medios de gracias, entonces ocúpate en acumular recompensas en los cielos al servir a Dios cuando sirves a los hermanos. Yo sé que aquí hay hermanos que por amor a Dios han acumulado tantos tesoros que honestamente no se pueden calcular. El servicio que dan a la Iglesia les será recompensado. Ellos limpian, donan, ayudan, están presentes en todas las actividades de la Iglesia sirviendo, llevan, traen, son carros públicos, han limpiado los pies de los santos, los han alimentados, los han hospedados, etc. Dios les dará su recompensa. Su corona brillará más que muchas otras. Son riquezas bien acumuladas. “Donde está tu tesoro allí está tu corazón”. ¿En dónde está tu tesoro?

4. No envidiemos a los ricos. Recuerda Marcos 4:18-19 “Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.” El engaño de las riquezas, los afanes de este sigo y la codicia de otras cosas han impedido a muchos que se salven. Y también 1 Timoteo 6:9-10 “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” Y Proverbios 15:16-17 “Mejor es lo poco con el temor de Jehová, Que el gran tesoro donde hay turbación. Mejor es la comida de legumbres donde hay amor, Que de buey engordado donde hay odio.”

5. Si miramos bien las cosas sabemos que somos ricos verdaderamente, porque Cristo nos ha hecho ricos. 2 Corintios 8:9 “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.” ¡Qué mayores riquezas que disfrutar del perdón de pecados, de gozar de su favor, de ser sus hijos, de saber que reinaremos con Él, que Dios es nuestro defensor, del gozo del Espíritu Santo, de saber que todo absolutamente todo obra para nuestro bien, de ángeles que cuidan de nosotros, de ser hechos cada días a la imagen de Cristo, etc! Todas esas riquezas las tenemos por Jesús. Por tanto, valora las riquezas espirituales por encima de las riquezas materiales. Estas son tuyas y solo tuyas y de nadie más, por medio de la muerte y resurrección de Cristo.  

            Así que, no envidiemos a los ricos, Dios es vengador de los que nos oprimen, y alegrémonos en las bendiciones abundantes que Dios nos da cada día. Cuéntalas y verás que es cierto. Amén.

Sermón: Santiago 4:13-17 Si Dios quiere

Santiago 4:13-17 “13 ¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; 14 cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. 15 En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. 16 Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala; 17 y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.”

 

            Una de las cosas que me gusta de la carta de Santiago es lo práctico que es. Nos habla de cómo debemos ver las aflicciones que vienen a nuestra vida. Nos enseña dónde debemos buscar sabiduría para nuestras vidas. Nos habla sobre qué debemos hacer con la Palabra de Dios: hay que obedecerla y no solo oírla. Nos habla acerca de cuáles son algunas de las marcas de la verdadera religión cristiana; cómo debemos tratar a todos por igual sin importar el estatus social y económico que tengan; cómo usar la lengua de una manera que honre a Dios y a mi prójimo; cómo debemos acercarnos a Dios cuando hemos fallado, etc. Es una epístola práctica. Y es una que nos confronta con nuestro pecado.

            En nuestros días se da culto y adoración a la autosuficiencia. Por ahí se venden las siguientes ideas: tú eres el Amo de tu vida, el Señor de tu destino. Debemos ser, nos dicen: el Superman de Frederick Nietzsche, que postulaba que “nosotros somos los dueños de nuestro destino y debemos ser libres de toda ley y atadura, yo soy el Señor de mi vida y por tanto yo no me someto ni me limito a la moral cristiana, a las leyes del estado, ni a las restricciones de la sociedad. Yo soy mi propia ley. Yo hago lo que yo quiero hacer, sin ataduras”.

            Un pensamiento similar tenemos aquí en el pasaje de Santiago 4:13-17. ¿Qué es lo que está sucediendo aquí? Tenemos a unos hermanos en la fe que, en la vida diaria, en la vida práctica están viviendo como si fueran los amos de su destino. V. 13 “¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos;”. ¿Quiénes son ellos? Aparentemente son comerciantes cristianos. ¿Cómo lo sabemos? Por las palabras que hablan de traficar y ganar. Estos cristianos estaban planificando su futuro: hoy y mañana iremos a tal ciudad. Y no solo eso: estaremos un año residiendo allí, lo que implica planes para buscar una casa, análisis de lo que se mueve allí, etc. Entonces traficaremos, es decir, haremos comercio y ganaremos, lograremos las ventas que deseamos, sin lugar a duda nos irá bien. Aunque Santiago no lo dice, es posible que algunos en la iglesia tuvieran la misma mentalidad.

            Pero ¿cuál es el problema con eso? ¿Es malo planificar el futuro? Hermanos, no es malo planificar el futuro. Es más, sería tonto no hacerlo. Todos nosotros lo hacemos. Pero entonces ¿cuál es el problema? El problema es hacerlo sin tomar en cuenta varias cosas importantes. Para nuestros planes futuros debemos tener presente…

I. Una clara perspectiva de la realidad de la vida

            V. 14 “cuando no sabéis lo que será mañana”.  Parecería una contestación tonta a esas palabras. ¿Acaso no sabe el mundo que nosotros no sabemos lo que ocurrirá mañana? La respuesta es sí. Todos sabemos que no sabemos el mañana. Para nosotros el mañana es totalmente desconocido, aunque no para Dios. Pero estos hermanos aparentan planificar como si controlaran el mañana. Ese es uno de los problemas. Ellos planifican como si fuesen los que controlan el mañana. Piensan que son dueños del mañana.

            A lo cual Santiago les recuerda: “no sabéis lo que será mañana”.  Ustedes no son dueños del mañana. Ustedes no controlan lo que sucederá el mañana. Por tanto, no se jacten del mañana. Miren lo que dice Proverbios 27:1 “No te jactes del día de mañana; Porque no sabes qué dará de sí el día”. No te jactes de que el mañana está en sus maños porque no es así. ¿Qué nos enseña eso? Nos enseña que no somos los dueños de la vida. Podrás planificar, pero no eres el dueño del mañana.

            A veces somos así. Y yo diría que en nuestros tiempos muchos de nosotros vivimos como si lo fuéramos. Gastamos el dinero que ganamos como si controláramos el mañana. “Gasto todo lo que tengo porque el día quince y el treinta recibiré de nuevo mi salario”, esa es la mentalidad moderna. ¿De verdad es eso así? Ni los trabajos, ni los salarios, ni las pensiones garantizadas por el gobierno o los depósitos de los bancos son seguros. Pero Dios nos dice: “no sabéis lo que será mañana”. 

            Ahora bien, el problema no es solo eso. El peligro es preocuparnos más por el cuerpo que por el alma. Lo triste es que es sacamos más tiempo para el cuidado de las cosas de la tierra y poco tiempo para cuidado del alma. Mira a uno que pensó que era el dueño y controlador del mañana quien buscaba proveer para su cuerpo y no su alma en Lucas 12:16-21 “También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. 17 Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? 18 Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; 19 y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. 20 Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? 21 Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.”

            Para nuestros planes futuros debemos tener presente, una clara perspectiva de la realidad y en segundo lugar…

II. Una clara perspectiva acerca de nosotros mismos

            V. 14 “Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.” Nosotros no solo no somos dueños del mañana tampoco somos dueños de nuestra vida. Dos cosas nos dice Santiago acerca de nuestra vida. Una: nuestra vida es como neblina; es algo frágil, casi sin sustancia, es débil. Y dos: es de poca duración: “aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.”

            Ese es el testimonio de toda la Escritura. Job 7:7 “Acuérdate que mi vida es un soplo”. ¿Cuánto dura un soplo? Varios segundos. Así es nuestra vida. Nuestra vida es como aire que desaparece rápido.

            Ese es el testimonio de la experiencia diaria. ¿Cuántas personas conocemos que han muerto, como diríamos a destiempo? No solo mueren los viejos, sino los jóvenes, los niños, los bebés, los que hacen ejercicio y siguen una dieta cuidándose muchísimo. Nuestra vida es como neblina que “aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.”

            ¿Qué nos enseña? Nos enseña que nosotros no somos dueños de nuestro destino, ni dueños de nuestra vida. No escogimos dónde nacer, que siglo vivir, quiénes serían nuestros padres, en qué país naceríamos, etc.

            Pero sobre todo recordar que el tiempo que tenemos aquí es preparatorio para la eternidad. El día de salvación es hoy. ¿Por qué hoy? Porque no sabemos el mañana. El mañana nos puede sorprender con que no hemos conocido salvadoramente, en fe salvadora y arrepentimiento verdadero, al juez que nos juzgará y nos sentenciará: cielo o infierno. Recuerda que lo que hagas aquí ahora cuenta para siempre.

            Para nuestros planes futuros debemos tener presente, una perspectiva clara de la realidad, una perspectiva clara de nosotros mismos y en tercer lugar…

III. Una perspectiva clara acerca de Dios

            V. 15 “En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.” Santiago nos dice que con respecto a los planes futuros Dios siempre debe ser el primero con quien contemos. No debemos hacer planes sin contar con Dios. Y para ello debemos tener una perspectiva clara de quién es Él y lo que Él hace en nuestra vida. 

            Dos cosas con respecto a Dios nos señala Santiago. Una: Él es el Dueño y Amo de nuestra vida: “Si el Señor quiere, viviremos”. Nuestra vida se la debemos a Dios. Él es el Dador de la Vida. ¿Amén? Pero El también determina el tiempo de nuestra muerte. Cada amanecer es un regalo de Dios. Cada vez que abrimos los ojos debemos darle las gracias a Dios que nos regala un día más. Cada latido del corazón, cada suspiro de nuestra vida se la debemos a Dios. ¿Cuán agradecido estamos de El?

            Nuestra vida se la debemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Dios Padre crea por medio de su Hijo en el Espíritu. De aquí que nuestra vida le pertenece a Dios.

            En segundo lugar, Dios determina lo que hacemos. “Si el Señor quiere… haremos esto o aquello.” Nuestros actos están bajo el control absoluto de Dios. Como nos dice las Escrituras. Proverbios 19:21 “Muchos pensamientos hay en el corazón del hombre; Mas el consejo de Jehová permanecerá.” Hermanos, podemos planificar, pero Dios tiene el derecho de desbaratar nuestros planes.  Proverbios 16:1 “Del hombre son las disposiciones del corazón; Mas de Jehová es la respuesta de la lengua.” El hombre propone, pero Dios dispone.

            Por eso, si esto es así, es absurdo hacer planes futuros sin contar con Dios. Es absurdo hacer planes futuros sin buscar la bendición de Dios. Y no la buscamos a menos que hagamos las cosas como Dios manda, en obediencia a su Palabra.

            Nuestra vida y nuestros actos dependen de Dios. Con El podemos contar todos los días de nuestra vida porque Él es un Padre que se ha reconciliado con nosotros por medio de Cristo Jesús. Podemos tener la seguridad de que Dios adelantará nuestros planes, bendecirá nuestras empresas porque por Cristo gozamos de su favor.

            Pero no perdamos de perspectiva que Dios gobierna nuestras vidas. Todo lo que sucede en ellas ha sido marcado por Dios. No solo por un Dios soberano sino por un Padre amante. Entonces, confiemos en que Dios sabe cómo gobernar nuestras vidas. Tengamos plena confianza que si Dios estorba nuestros planes Dios sabe más. No hay razón para quejarnos de Dios. ¡Aunque Dios me mate en El confiaré!

Aplicaciones:

1. La vida cristiana es una vida de humilde sumisión y dependencia de Dios. V. 16 “Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala;” Dios nos llama a no jactarnos, a no enorgullecernos como si fuéramos los amos de nuestra vida. Vivamos como aquellos que reconoceos que dependemos totalmente de Dios para todo. Debemos reconocer que la victoria está en la debilidad no en el poder. Y que vivimos para El no para nosotros mismos.

2. No hay excusa para no vivir así. V. 17 “y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.” Aparentemente los hermanos sabían que lo que Santiago les dice era cierto. Pero aun así vivían como si Dios no existiera en este mundo. A lo cual Santiago les dice: “ustedes saben esto, ustedes saben que esto es así, que así es como deben vivir. Entonces, póngalo en obra”. Porque no es suficiente que conozcan la verdad, hay que vivir la misma. De nada nos vale conocerla y no practicarla. ¿Porqué? Porque “al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.

            ¿Cómo debemos hacer planes para el futuro? Con Dios al frente en todo momento, con una clara perspectiva acerca de la vida, de nosotros mismos, de Dios y en humilde dependencia de El para todo.

Sermón: Santiago 4:11-12 No murmuréis contra tu hermano

Santiago 4:11-12 “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?”

 

            Una de las cosas de no pasan de moda es el uso de lo que llamamos en Puerto Rico el “bumper sticker”. Muchos de ustedes tienen uno en sus carros. Hubo un tiempo cuando la moda era poner los muñequitos de los miembros de la familia. Allí podías ver el papá, la mamá, los hijos, incluso los perros y gatos, que hoy día son parte de la familia. Y siempre hay un gracioso que cuando veía que la familia era grande decía: cómprense un televisor. Y me imagino que algunos de ellos responderían: “lo tenemos, pero no lo usamos”.

            Es bien común, y yo diría bastante común, que las personas les guste emitir juicio, o juzgar, sobre la forma de vida de los demás. Y en Puerto Rico hay expresiones como si tenemos más de dos hijos somos güimos.  Es común que las personas les encante meter la cuchara, como decimos aquí, sobre la forma de vida de los demás.

            De eso está hablando Santiago aquí. Veamos qué nos enseña Santiago sobre el uso de la lengua y cómo debe ser nuestro trato hacía nuestro hermano que difiere de nosotros.

            V. 11 “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros.” El énfasis del pasaje lo es el mandamiento “no murmuréis los unos de los otros”, lo sabemos porque es lo primero que aparece en el original griego. Una traducción literal sería: “Dejen de seguir murmurando los unos de los otros”. Es decir, paren esa práctica, esa mala costumbre de estar murmurando los uno de los otros. Así que aparentemente ésta era una práctica común en la iglesia a la cual Santiago les escribe. “Ustedes son dados a quemarse los unos a los otros. Ustedes tienen esa mala costumbre de murmurar unos contra otros”, esto tiene que para ahora mismo, les dice Santiago.

            Ahora bien, qué significa murmurar. La palabra murmurar en el griego es “Katalaleite” la cual significa “hablar en contra de”. Por eso la RV2015 traduce: “no hablen mal los unos de los otros”. Y el DRAE define murmurar como: “Conversar en perjuicio de un ausente, censurando sus acciones.” ¿Qué es lo que estaba sucediendo allí? Los hermanos estaban criticándose unos a otros. Hablaban mal los unos de los otros a sus espaldas. Pero ¿qué es lo que les llevó a esto? ¿Cuál es la causa de esto? El pasaje no nos dice solo podemos especular. Posiblemente porque en medio de esa transición entre el AT y el NT, unos hermanos seguían observando las leyes ceremoniales o dietéticas del AT y otros no, y esto dio paso a críticas fuertes de parte y parte. A lo cual Santiago les dice: no murmuréis los unos de los otros. No hablen mal ni en contra los uno de los otros.

            Claro está, hay un momento cuando hablar en contra tu prójimo es necesario. Por ejemplo, en Levíticos 5:1 “Si alguno pecare por haber sido llamado a testificar, y fuere testigo que vio, o supo, y no lo denunciare, él llevará su pecado.” Aquí se le considera pecador a aquel que cuando fuere llamado a testificar de lo que vio o supo no lo denunciare, es decir, no dijera lo que vio o supo. No testificó, se quedó callado. No es pecado testificar en contra mi prójimo cuando he sido llamado a ello. Otro ejemplo, 1 Corintios 1:11 “Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas.” Aquí la familia de Cloé puso al tanto a Pablo de los problemas que había en la iglesia de Corinto. Pero fíjate que aquí el propósito no es llevar chismes sino la de informar a Pablo para que ayude en ese problema, de las peleas y contiendas que había en la iglesia de Corinto. Y el pasaje clásico en Mateo 18:15 “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.” ¿Qué debo hacer cuando mi hermano peca contra mí? ¿Ir y llevar el chisme a los demás para que piensen mal de mi hermano y bien de mí? Jesús nos dice que no. Ve a solas, nadie se tiene que enterarse, y repréndele, amonéstale en amor. No lo dejes pasar por alto. ¿Con qué fin? Para ganar a tu hermano, para que haya reconciliación. 

            Así que hay momentos cuando es lícito, es correcto hablar contra nuestro prójimo: cuando somos llamados a testificar, cuando somos llamados a informar para resolver un problema, cuando pecan contra nosotros, entre otros.

            Pero aquí Santiago nos informa que los hermanos estaban hablando uno en contra de los otros. No había intención de ayudar al hermano, no se menciona que lo que estaban criticando era que alguien había violado la ley de Dios. Estaban criticando lo que hacían los hermanos, criticando sus actos, sus motivos e intenciones.

            ¿Cuál es el principio? El principio es que no debemos hablar en contra los unos de los otros. No debemos ser chismosos. No debemos estar hablando de espaldas a nuestros hermanos. O como lo dijo Jesús en Mateo 7:1 “No juzguéis, para que no seáis juzgados.”  ¿Qué quiso decir Jesús? El no eliminó todo juicio, sino todo juicio sin misericordia. Todo juicio que se olvida que nosotros también somos pecadores como los demás. Todo juicio que es de una sola dirección. Todo juicio apresurado. Todo juicio que busca exaltarse sobre los demás y decir: yo no soy como esa persona: mira la paja de su ojo, yo no tengo pajas en mis ojos. Tienes toda la razón no tienes pajas sino un tronco en tus ojos.

            ¿Por qué no debemos murmurar los unos de los otros? Santiago no da tres razones.

I. Porque somos hermanos

            V. 11 “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano”. Tres veces Santiago usa la palabra hermanos en este versículo. “Hermanos, del hermano, a su hermano”. ¿Por qué no debemos murmurar los unos de los otros? No debemos hablar en contra los uno de los otros porque somos hermanos. Somos una sola familia. Dios Padre es mi Padre, pero también es el Padre de mi hermano. Cristo Jesús es hermano de ambos. Jesús derramó su sangre preciosa tanto por mí como por él. Él es mi Señor como lo es de mi hermano. El mismo Espíritu Santo que me santifica mora también en él. Esa misma idea la trae Pablo cuando habla de un tema similar en Romanos 14:15 “Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió.” Cristo murió para salvar tanto al hermano fuerte como al hermano débil. Por tanto, cómo es posible que hablemos mal contra nuestra propia familia.

            Hermanos, la iglesia no es un grupo de personas que se reúnen juntas a adorar a Dios. La iglesia es un cuerpo, es el cuerpo de Cristo. Y cada uno de nosotros somos miembros los unos de los otros. Si mi mano, mete la pata, y toca algo caliente y se quema. ¿Qué hacemos con ella? La sanamos, la curamos, buscamos que se restablezca. No le caemos a palos, ni la cortamos por lo que hizo. Es cierto nos molestamos, pero o cortamos la mano por lo que hizo. A menos, claro está que desarrolle gangrena o algo por el estilo. De igual manera tenemos hacer así con los hermanos.

            Cuando criticamos a nuestros hermanos por el hecho de criticar, aunque lo que digamos sea cierto, pecamos contra nuestros hermanos y contra Dios. La frasecita tan mencionada en Puerto Rico: a mí no me gustan los chismes, pero me entretienen, no tiene razón de ser en la vida de los cristianos.

            ¿Por qué no debemos murmurar los unos de los otros? En primer lugar, porque somos hermanos los unos de los otros, somos una misma familia. En segundo lugar…

II. Porque yo no soy juez de mi hermano

            V. 11b-12 “El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder”.  El que murmura de su hermano o juzga a su hermano, la conjunción “y” no aparece en el original, se opone a la ley de Dios. El que hace eso habla en contra de la ley y juzga a la ley. ¿A qué ley se refiere Santiago? El contexto de la carta nos debe llevar a concluir que se refiere a la ley moral de Dios Santiago 2:8 “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis”. ¿Qué significa murmurar de la ley y juzgar la ley? Significa dos cosas:

            (1) hablamos mal de la ley y la juzgamos al decir con nuestros actos que la ley no me aplica a mí. Yo estoy por encima de la ley. O la ley no es lo suficientemente estricta como debe ser. La ley me ordena amar a mi hermano a no murmurar contra él, pero al hacerlo decimos que estamos por encima de la ley. Al hacerlo decimos que la ley no cubre esas áreas y por lo tanto es incompleta. De esa manera murmuramos de la ley y juzgamos a la ley.

            (2) Nos hacemos señores de la ley.  Pero fue Dios quien dio la ley. El único legislador lo es Dios. Y nosotros somos llamados a obedecer la ley, a cumplir la ley. En cambio, cuando murmuramos al hermano o juzgamos al hermano nos atribuimos algo que no nos pertenece: el ser señores de la ley, creadores de la ley en vez de hacedores de la ley. Asumimos las prerrogativas que son de Dios.

            Nosotros no somos jueces de nuestros hermanos. No tenemos el derecho de condenar a nuestros hermanos porque tal oficio le pertenece a Dios. A parte de que somos incompetentes como jueces. Solo Dios conoce las intenciones del corazón, nadie posee tal capacidad. Además, nadie es más misericordioso que Dios. Por eso David prefería ser juzgado por Dios y no por los hombres.

            Solo Dios es el que salva y el que condena. Todos compareceremos al tribunal de Dios, no al tribunal de Perencejo. Y es El el único que es el juez de toda la tierra. Y es a El que daremos cuenta, porque solo Él es el Señor.

            Nuestro deber es obedecer la ley, someternos a la ley, cumplir la ley y no ser jueces de la ley ni de los hermanos.

            En tercer lugar, no debemos murmurar de nuestros hermanos…

III. Porque yo soy como mi hermano

            V. 12b “pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?” ¿Quiénes somos nosotros para juzgar al hermano o juzgar al prójimo? Nosotros somos tan débiles como ellos. También tenemos los mismos defectos que los demás en diferentes áreas de la vida, pero tenemos faltas como los otros. Nadie tiene el derecho de exaltarse sobre los demás. Cuando alguno murmura de su hermano o juzga al hermano se levanta por encima de él como superior a él. Pero Dios nos llama tener la misma actitud de Cristo Jesús. Filipenses 2:5-8 “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Aunque Jesús era Dios y por tanto exaltado sobre todas las cosas. Nada de eso impidió que se humillara haciéndose siervo para salvarnos. Jesús se humilló para exaltarnos. Ese mismo espíritu debe estar en nosotros. Por tanto, Filipenses 2:3-4 “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.”

            La humillación de Cristo es el modelo que debemos seguir en la iglesia. Cuando lo hacemos así no habrá razones para murmurar al hermano o juzgarlo. ¿Quiénes somos nosotros para hacerlo? No somos sus dueños, no somos señores de los hermanos. Solo Dios es el Señor de todos nosotros. Eso mismo les dijo Pablo a los romanos en Romanos 14:4 “¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.” ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a nuestro prójimo? Somos iguales a ellos, débiles, ignorantes, llenos de faltas como los demás.

 

Aplicación:

1. Hermanos, solo Dios es el Señor de la conciencia. Y Dios ha dejado libre a nuestra conciencia de toda doctrina y mandamiento humano que sea contrario a la Biblia o esté al margen de la misma. ¿Qué significa? Significa que tenemos a prender a aceptar que los demás hermanos tienen la libertad de vivir sus vidas de una manera diferente a las nuestras. Siempre y cuando no violen la ley de Dios, tienen libertad en Cristo de vivir de formas diferentes a las nuestras. Nadie tiene el derecho de decidir cómo los demás hermanos tienen que gastar su dinero, escoger la escuela de sus hijos, cuántas veces deben bañarlos, criarlos, qué marca de ropa deben vestir, qué deben hacer con su tiempo libre, cómo deben alimentar a sus hijos, cuántos viajes darán al año, cómo deben combinar los colores de su ropa (si cuadros con líneas, etc.). Nadie tiene la autoridad de imponer sus criterios personales o gustos personales sobre los demás.

            ¿Por qué no debemos murmurar del hermano? No debemos hacerlo porque es mi hermano, hueso de mis huesos y carne de mi carne en el Espíritu, porque yo no soy su juez, solo Dios lo es. Y porque yo soy como él: débil, frágil, lleno de miles defectos y virtudes. Pero, sobre todo: tenemos el mismo Padre, Cristo Jesús murió tanto por él como por mí. Y a ambos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Somos uno en Cristo, somos uno. Amén.

Sermón: Santiago 4:1-3 Cuando amamos más a los Placeres que a Dios

Santiago 4:1-3 “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? 2 Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. 3 Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.”

 

            Regresamos a la serie de sermones acerca de la epístola de Santiago. Y para refrescarnos la memoria de lo último que Santiago nos estaba enseñando es importante que leamos los versículos 14-17 del capítulo 3 que dice: “Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.” Santiago contrasta la sabiduría del mundo de la sabiduría que proviene de Dios. La sabiduría del mundo, o la forma de vida que caracteriza al mundo, es de celos amargos, contención, vanagloria, mentiras. Tal forma de vida o filosofía de vida no proviene de Dios sino del mundo, de los deseos carnales y del mismo Satanás. En cambio, la sabiduría que desciende de lo alto, que proviene de Dios mismo se caracteriza por pureza o santidad, es pacífica, amable, benigna, llena de misericordia, de buenos frutos, es sincera y es estable.

            Si nos damos cuenta, ambas formas de vida son diametralmente opuestas. Dios nos salvó de esa forma de vida terrenal, y nos trasladó al reino de su amado Hijo Jesucristo. Y esa vida de santidad a la cual Dios nos ha llamado, esa forma de vida que debe caracterizar a un hijo de Dios no es otra cosa que Jesús mismo siendo formado en nosotros. El evangelio no solo es lo que Dios hace por nosotros sino también lo que Dios hace en nosotros. Hemos sido predestinados para ser hechos conforme a la imagen de Jesús. Y es esa imagen la que Dios Espíritu Santo busca crear o recrear en nuestras vidas.

            Esto nos debe llevar a evaluar nuestras vidas y ver si la obra de gracia se da en nosotros. Es imposible tener el Espíritu Santo morando en nuestras vidas sin que Él nos cambie, sin que nos cambie a la imagen del Señor Jesús. Y una de las obras que Dios hace en nuestras vidas es hacernos mansos y humildes como lo es El.

            En nuestro pasaje Santiago nos enseña que la iglesia a la cual él le escribe tenía serios problemas. La conducta de muchos reflejaba la “sabiduría” del mundo. Su filosofía de la vida era errónea. ¿Cuál era la razón? Su corazón se había desviado de Dios y la vida eterna y habían puesto su felicidad en los placeres del mundo.

            La iglesia vive en medio de la tensión: vivimos en el mundo, pero no somos del mundo. Todas las cosas del mundo son nuestras, pero yo no me dejaré esclavizar de ellas.

            En medio de esa tensión la iglesia puede caer presa de las cosas hermosas que hay en el mundo. Podría caer presa y esclava de los placeres del mundo. Eso es lo que estaba sucediendo a esta iglesia. Su felicidad la estaban poniendo aquí y no en el reino de los cielos. Y esto los llevó a amar los placeres del mundo más que a Dios. Esto no es inofensivo, porque nos lleva a vivir de una manera opuesta a la voluntad de Dios. Todos estamos expuestos a estas tentaciones. ¿Cómo podemos saber si hemos caído en los lazos del amor a los placeres del mundo? Santiago nos dice por lo que nos lleva a hacer.

            El amor a los placeres del mundo, nos dice Santiago, nos lleva, en primer lugar:

I. A luchar entre nosotros

            V. 1a “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?”  ¿Qué es lo que estaba sucediendo en la iglesia? Santiago nos dice que hay guerras y pleitos entre ellos. Se estaban comiendo por los rabos, como decimos aquí. Y lo llama guerras, que significa conflicto armado, para indicar la seriedad del mismo y posiblemente la agresividad del mismo. No es que había malos entendidos. No era que había diferencias de opiniones entre ellos. Había guerra entre ellos: peleas, pleitos, principalmente de tipo verbal: insultos, humillaciones, vejaciones, etc.

            La Biblia nos enseña que esas luchas revelan el corazón de las personas. Y nos enseña quiénes realmente son del pueblo de Dios. Nos dice Pablo en 1 Corintios 11:19 “Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados.” Por medio de esto Dios nos enseña quiénes son realmente el pueblo de Dios. Sobre quiénes la gracia de Dios se ha manifestado y quiénes son realmente convertidos al Señor.

            ¿Cuál era la causa de ello? Nos dice Santiago en forma de pregunta. V. 1b “¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?” La causa o el origen de sus peleas Santiago lo atribuye a las pasiones.  La palabra pasiones en griego es la palabra “ἡδονή” que significa placeres, deseos. Y aunque la palabra deseos en sí misma no es una mala palabra, la palabra “ἡδονή” siempre es usada de forma negativa en la Biblia. De esta palabra “ἡδονή” proviene nuestra palabra en español hedonismo. ¿Y qué es el hedonismo? “El hedonismo postula el placer como fin y fundamento de la vida”. Esa era la causa detrás de las luchas que había en la iglesia.

            ¿Cuál era la causa? El amor a los placeres. El poner nuestra felicidad en las cosas del mundo. El poner la mirada más en la tierra que en los cielos, más en el tiempo que en la eternidad, más en los hombres que en Dios, más en la carne que en el Espíritu. Y cuando eso es lo que domina el corazón inevitablemente producirá tal conducta.

            Se manifestará nos dice Santiago en el versículo 2a “Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar”. Cuando el corazón busca la felicidad en las cosas del mundo: la ropa, los celulares, los trabajos, los deportes, etc. tal inclinación del corazón los lleva a codiciar y envidiar a los demás. Y no solo eso. Santiago nos dice que nos lleva en segundo lugar…  

II. A depender solo de nosotros

            V. 2b “combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís”. Cuando el amor a los placeres o las cosas del mundo no es mortificado por el Espíritu eso les llevará a no solo a codiciar y tener envidia de los demás, sino que los lleva a pensar que lo que tienen que hacer para lograr las cosas lo pueden hacer ellos mismos. Ese deseo es fuerte y ardiente y les lleva a desear todo. Es algo insaciable. A Rockefeller le preguntaron una vez se estaba satisfecho con todo el dinero que había logrado y su respuesta fue: con un poquito más.

            Y los lleva a pensar que las cosas de la vida solo se adquieren por el esfuerzo humano. Yo no necesito de Dios solo tengo que hacer aquí y allá y lograré lo que quiero. Los lleva a ser auto-suficiente. No tienen que depender de Dios. Si yo me fajo mucho y hago todas las cosas que tengo que hacer: soy diligente, pongo todo mi esfuerzo y tengo un solo propósito, lograré todo lo que me propongo. Nada ni nadie va a impedir que lo logre. “Para poder tener ese celular solo tengo que dejar de almorzar por varios días y semanas y tendré suficiente dinero para comprarlo. Es que es tan lindo y seré la envidia de todos”.

            Santiago les dice: ustedes desean muchas cosas, pero ninguna de ellas les llega. ¿Por qué? Porque ustedes dependen únicamente de ustedes mismos. “No tenéis lo que deseáis, ¿Por qué? porque no pedís”. En última instancia las cosas no están en nuestras manos. Todas las cosas están bajo el control de Dios. Así lo dijo Ana la madre del profeta Samuel. En 1 Samuel 2:6-8 “Jehová mata, y él da vida; El hace descender al Seol, y hace subir. 7 Jehová empobrece, y él enriquece; Abate, y enaltece. 8 El levanta del polvo al pobre, Y del muladar exalta al menesteroso, Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor. Porque de Jehová son las columnas de la tierra, Y él afirmó sobre ellas el mundo.” La riqueza y la pobreza están en las manos de Dios. Por eso dice el Salmo 104:13-15 “El riega los montes desde sus aposentos; Del fruto de sus obras se sacia la tierra. 14 El hace producir el heno para las bestias, Y la hierba para el servicio del hombre, Sacando el pan de la tierra, 15 Y el vino que alegra el corazón del hombre, El aceite que hace brillar el rostro, Y el pan que sustenta la vida del hombre.” Santiago les dice: si necesitan algo, ¿qué deben hacer? Una de las primeras cosas que deben hacer es pedirla a Dios. “No tenéis lo que deseáis, ¿Por qué? porque no pedís”. Aprendan a depender totalmente de Dios porque El cuida de ti. El conoce tus necesidades y Él es capaz de saciarlas. Fue Jesús mismo quien dijo en Mateo 7:7-8 “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.”

            Pero si nuestro amor son los placeres del mundo, esto nos llevará, en tercer lugar…

III. A buscar solo los bienes de Dios

            V. 3 “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” No solo no pedían a Dios por sus necesidades, sino que cuando pedían a Dios pedían mal. ¿Cuál era la causa? Porque pedían para gastar en los deleites. Hermanos, hay necesidades reales, y hay necesidades creadas. Hay cosas que podemos necesitar, pero hay cosas que nos empeñamos en tenerlas porque los demás lo tienen. No es lo mismo necesitar un teléfono celular que necesitar un celular inteligente. Uno de ello puede ser una necesidad genuina, el otro una necesidad creada. No es lo mismo necesitar uno tenis que necesitar los tenis marca Lebron James que cuestan $200. Tampoco el hecho de que tenemos el dinero necesariamente justifica el que lo compremos. Un joven puede decir: pero papi yo tengo el dinero para comprarlos. Y puede que sea cierto. ¿Pero necesariamente es eso suficiente para justificar el comprarlos? ¿Realmente los vale? ¿No hay otras necesidades más importantes? Tal vez en vez de gastar los $200 en los tenis marca Lebron James pudiera comprarse unos más baratos, que sean buenos, y con ello una muda de ropa o cualquier otra cosa.

            Cuando nuestro corazón está puesto en los placeres inevitablemente nos lleva a buscar más los bienes de Dios que a Dios mismo. Ellos no estaban orando como debían. Y cuando oraban, oraban mal. Dios ha dicho: esa oración no será contestada. “Pedís, y no recibís,”. Hermanos, nuestras intenciones pueden estorban nuestras oraciones. Nuestras oraciones tienen que tener un motivo correcto. Fue Jesús quien dijo en Juan 14:13-14 “13 Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14 Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.” Cuando oramos a Dios no solo debemos creer que Dios escucha nuestras oraciones y que Él contesta las mismas. Eso no es suficiente. Debemos orar pidiendo que esa petición santifique el nombre de Dios, adelante la causa de su reino y que esté en armonía con la voluntad de Dios. Si estas cosas están presentes cuando oramos Dios prosperará nuestra petición.

            ¿Cuál es el peligro de todo esto? El peligro es que si ponemos nuestro corazón en los placeres del mundo éste nos destruirá. Muchos se han apartado de la fe por los afanes y placeres del mundo. Jesús nos advierte en Lucas 8:14 hablando de la parábola del sembrador: “La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.”

            ¿Cómo podemos vencer esto? Depender de la gracia de Cristo. Jesús murió para salvar nuestro corazón de estar apegado a este mundo. Nos dice Pablo en Gálatas 1:4 “el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre,”. Oremos que Dios nos preserve de poner nuestro corazón en las cosas del mundo. Tenemos que estar alerta ya que muchas veces nuestro corazón se desliza en esa dirección. Y por el Espíritu pongamos freno a tal mentalidad.  Pongamos nuestra mirada en Jesús. Para El su comida y bebida era hacer la voluntad de Dios. Servir a Dios y estar involucrado en los negocios de su Padre era su pasión. El disfrutó de las cosas de la vida. Se le acusó de comelón y bebedor de vino. Él no fue abstemio. Pero Él sabía que todas esas cosas eran para refrescar su cuerpo y su espíritu para poder servir mejor a Dios.

            Somos peregrinos y extranjeros en este mundo. Vamos camino a la ciudad celestial.  Orémosle a Dios pidiéndole que nos ayude a usar de las cosas de este mundo con la moderación y el balance que debe caracterizar a los que reconocemos que vamos camino a nuestro hogar.

            Que nos enseña la Palabra de Dios en todo esto. Nos enseña que debemos cuidar nuestro corazón. Todas las cosas son nuestras y para nuestro disfrute, pero no debemos dejar que ellas capturen nuestro corazón. Porque si lo hacen producirá lucha y pelea dondequiera que estemos: sea en la iglesia, en la familia, en el trabajo. Nos llevará a no buscar las cosas de la fuente misma quien es Dios. Y también a que nuestras oraciones no sean contestadas. Cuidémonos de tales engaños.

Sermón: Santiago 3:13-18 La Verdadera Sabiduría, parte 2

 Santiago 3:13-18 “13 ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. 14 Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; 15 porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. 16 Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. 17 Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. 18 Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.”

 

            Hay dos y solo dos sabidurías en este mundo. Existe la “sabiduría” terrenal y la sabiduría divina. Y ambas son diametralmente opuestas la una de la otra. Son polos opuestos.

            El domingo pasado estuvimos viendo la sabiduría del mundo. Y vimos que esa sabiduría del mundo no proviene de Dios. Dios no es su autor ni tampoco la aprueba. Su origen es terrenal, animal y diabólico. Sus características son: la envidia, el egoísmo y la soberbia. Nada bueno podemos extraer de esa sabiduría del mundo. Y sin lugar a dudas, aunque Santiago no lo dice, esa sabiduría lleva a una persona a la destrucción eterna.

            Pero en oposición a esa sabiduría del mundo hay otra sabiduría. Esa sabiduría es una divina. Y posee ciertas características. Vamos a compararla con la sabiduría del mundo. Y lo vamos a hacer exponiéndolo en tres puntos: con respecto a su origen, con respecto a sus características y con respecto a sus resultados. ¿Cuál es la verdadera sabiduría? ¿Cuáles son sus características?

I. Origen

            Con respecto a su origen, nos dice Santiago que tiene su origen en Dios. V. 17 “Pero la sabiduría que es de lo alto”. En este versículo el énfasis lo es en la frase “que es de lo alto”. Es decir, proviene de Dios. Mientras la sabiduría del mundo proviene de la tierra, es terrenal, animal y diabólica, la verdadera y única sabiduría proviene de Dios y solo de Dios. Dios es el autor de la sabiduría. Esa es la enseñanza invariable de toda la Biblia. Proverbios 2:1-5 “Hijo mío, si recibieres mis palabras, Y mis mandamientos guardares dentro de ti, Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la prudencia, Si clamares a la inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz; Si como a la plata la buscares, Y la escudriñares como a tesoros, Entonces entenderás el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, Y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia.” Santiago repite la misma idea en el capítulo 1:5 “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.” ¿Por qué pedirla a Dios? Porque Él es el único que la puede dar. Ya que todo lo bueno procede de Él. Santiago 1:17 “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.”

            Hay un pasaje en el libro de Proverbios que sé que conocen bien y guarda relación con este tema. Proverbios 1:7 “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.” Es decir, no hay sabiduría sino la que está en contacto y en una relación salvífica con Dios. Nadie que no sea cristiano puede ser estrictamente sabio. ¿Por qué? Porque el principio de la sabiduría es temer a Jehová y sin alguien no teme a Jehová no posee ni siquiera el principio, el comienzo de ser sabio, cuanto menos el ser sabio. Y porque solo cuando estamos unidos a la fuente misma de la sabiduría divina que es Cristo, es que podemos ser verdaderamente sabios. Pablo dijo en Colosenses 2:3 “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.” Si todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están en Cristo, entonces del único lugar que podemos extraer la sabiduría es de Jesús. Y solo los que creen en Jesús como su Señor y Salvador poseen verdadera sabiduría. 

            Hermanos, también tenemos que tener presente, que toda la sabiduría del mundo es insensatez para con Dios. De igual manera 1 Corintios 1:25 “Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres”. Lo que los hombres piensan que es insensato en Dios, después que provenga de Dios es más sabio que toda la “sabiduría” del mundo.

            ¿Cuál es el origen de la verdadera sabiduría? La verdadera sabiduría proviene de Dios.

 

II. Las Características de la Verdadera Sabiduría

            Estas siete características de la sabiduría no es meramente lo que ella es en sí misma, sino lo que ella produce en los creyentes. O más bien, lo que Dios produce en nosotros por medio de su Palabra y Espíritu.

            1. Es pura. V. 17 “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura”. La palabra es “hagné” que significa libre de contaminantes e impurezas. Es pura porque proviene de Dios quien es en sí mismo puro o santo. Y es pura porque purifica el corazón.

            Ahora bien, el contexto puede referirse a sinceridad, a que no hay malas intenciones en esa persona. Un ejemplo: te presto algo no porque deseo más adelante pedirte algo y voy a recordarte que me debes un favor. No hermanos, no debe haber doble intención.

            Pero la palabra pura, “hagné” significa también casto y es sinónimo de santo “hagiós”. Por tanto, la verdadera sabiduría se traduce en una vida de santidad, en conformidad a la voluntad de Dios, a un apartarse del mal. Todo creyente, porque posee a Cristo es sabio. Y la primera manifestación de haber invocado el nombre de Cristo es procurar apartarnos de todo aquello que contradiga nuestra profesión de fe, de que nosotros no nos pertenecemos a nosotros mismos. Nuestra vida le pertenece exclusivamente a Dios. 2 Timoteo 2:19 “Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo.” 

            2. Es pacífica. La palabra es “eireniké”, pacífica. Pertenecinete a la paz, dispuesta a la paz. Busca la paz no a expensas del error sino en la búsqueda de la concordia. Busca subsanar las heridas. Busca pensar lo mejor de mi prójimo. No guarda rencor. Y por eso cuando lo ven inevitablemente dirán de él: he ahí un hijo de Dios. Mateo 5:9 “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.”

            3. Es amable. La palabra es “epieikés”, que significa gentil, considerado, justo, equitativo. RAE la define: Afable, complaciente, afectuoso.

           

 

4. Es complaciente. La RV60 traduce la palabra “eupeithés” como benigna. Pero la palabra significa que la persona es fácilmente persuadida. Por eso algunos lo traducen sumiso, obediente. Pero la idea es que esta persona no está todo el tiempo con el freno. Tiene su convicción sobre algo, pero está dispuesto a cambiar su postura si le dan razones válidas. Él está abierto a la persuasión, no se cierra a ser cambiado. No es esta persona que dice esto es lo que yo creo, aunque sabe que está equivocado, pero no da su brazo a torcer. El sabio está dispuesto a transar, a modificar sus ideas y no tiene problemas en aceptar que se haya equivocado. Y está dispuesto a pedir perdón.

            5. Es llena de misericordia y de buenos frutos. La sabiduría de Dios produce en nosotros compasión por los demás. Y nos lleva a ser bondadoso con el necesitado. Ya Santiago nos había dicho que la verdadera religión se manifiesta en 1:27 “Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones”. También en tratar con respeto a los pobres, proveerles de comida y vestido a un hermano en necesidad, etc. Es decir, como dice Gálatas 6:10 “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.”

            6. Es firme. La RV60 la traduce “sin incertidumbre”. La palabra es “adiákritos”, que significa imparcial, sin prejuicio, sin vacilación. Es el único lugar en todo el NT en que aparece esta palabra y los eruditos no se ponen de acuerdo en cuanto al significado preciso. El antónimo de la palabra sí aparece en Santiago 1:6 cuando dice: “Pero pida con fe, no dudando”. Dudando es el antónimo. Por eso la RV60 lo traduce “sin incertidumbre”. La persona sabia tiene convicción en lo que cree. No es incierto en su fe sino que posee su fe con convicción. El no vacila en sus opiniones. Hay algunos que cambian tanto de opiniones como de ropa interior. Y por el temor a que dirán o la presión cambian sus ideas. Si están con sus amigos piensan como ellos y si están con sus hermanos cristianos piensan como los cristianos. Eso no es sabiduría. El sabio tiene una firme convicción en lo que cree, porque sabe que su fe proviene de Dios. Y Dios es la absoluta verdad, la fuente de la verdadera sabiduría.

            7. Es sincera.  La sabiduría de Dios produce en nosotros sinceridad. El sincero es el genuino. No es hipócrita. Es transparente. No es una cosa con la boca y otra en su corazón.

 

III. Resultado

            V. 18 “Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.” Hermanos, el fruto de justicia, de una vida recta, digna de ser llamada cristiana solo puede cosecharse en un ambiente de paz, armonía, amor, en donde brilla el carácter sabio que Santiago a descrito. La iglesia a la cual Santiago les escribe tenía problemas de envidia, egoísmo, el cual produce caos. ¿Pude un creyente crecer en ese ambiente? Esa es la idea. Cuando vimos en sabiduría vivimos en paz en mansedumbre, nos amamos unos a otros, consideramos los hermanos como superiores a nosotros mismos, buscamos ayudarnos desprendidamente, somos sinceros, transparentes, amables unos con otros, es entonces que la iglesia crece y madura en su fe. En medio de luchas, envidias, egoísmo, favoritismo, nada bueno florece. En un campo bombardeado constantemente no crece ninguna planta. Mira Vieques. Pero cuando la iglesia vive la vida santa que Dios produce en nosotros allí los creyentes son amados, respetados, motivados e inevitablemente el fruto de justicia sembrado en la paz produce vidas justas. Los sembradores de paz lo logran.

            Quiera Dios que esa sabiduría florezca cada día en medio nuestro para que el mundo vea a Cristo en nuestras vidas, para la conversión y salvación de sus almas.  

Sermón: Santiago 3:13-16 La Verdadera Sabiduría: parte 1

Santiago 3:13-18 “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.”

 

Introducción

            Es común hablar de lo complicado que es la vida. La vida no es fácil, es una oración común por ahí.

            En un sentido es cierto. La vida es compleja y esto la hace complicada. Pero en otro sentido, y desde otro ángulo, la vida no es tan compleja. En última instancia hay solo dos opciones a escoger: obedecer a Dios u obedecer al mundo. Fue Jesús mismo quien nos dijo que hay dos y solo dos puertas y solo dos caminos en la vida: “estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella” (Mateo 7:13-14). Solo hay dos puertas y solo hay dos caminos. Y Jesús nos exhorta: “Entrad por la puerta estrecha”.

            Jesús repite lo mismo al finalizar el Sermón del Monte, cuando dice en Mateo 7:24 “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.” Y lo compara con el versículo 26 “Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena”. Hay solo dos maneras de edificar en la vida: una edificando en obediencia a las Palabras de Cristo y la otra edificando en desobediencia a la Palabras de Cristo. No hay nada más. Viste qué sencillo es, en un sentido.

            Eso mismo nos dice Santiago en el pasaje que tenemos por delante. En el mundo hay dos y solo dos sabidurías. Una es la verdadera sabiduría. La otra es llamada sabiduría, aunque realmente no lo es. Hay dos clases de sabidurías. Está la sabiduría terrenal y la sabiduría celestial. Estas dos sabidurías son diametralmente opuestas la una de la otra. Hoy vamos a comenzar a estudiar sus características.

 

            Pero antes de ver las características de cada una, Santiago inicia esta sección con una exhortación. V. 13 “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.” Es una pregunta de auto-examen. ¿Hay alguno entre ustedes que entiende que es sabio, es decir, que conoce la verdad y sabe cómo aplicarla correctamente a las diversas situaciones de la vida? ¿Hay alguno entre ustedes que posee entendimiento, es decir, posee la suficiente experiencia práctica de la vida? Santiago reconoce que no todos son sabios. Pero si alguien entiende que es sabio y con entendimiento entonces demuéstrelo con una buena conducta que se manifiesta con humildad o mansedumbre que proviene de la sabiduría.

            Si te das cuenta, para Santiago conocimiento no es lo mismo que sabiduría. La sabiduría no es primeramente intelectual sino práctica. El sabio no es sabio porque sabe mucho sino porque sabe cómo aplicar su conocimiento a la realidad de la vida. Es una sabiduría que se ve por la vida que esa persona lleva. La sabiduría la demuestra por tener una conducta buena según la revelación divina. En una vida que se caracteriza por la humildad o la mansedumbre. De esa sabiduría es la que Santiago habla. Hay una sabiduría verdadera que es digna de imitar y admirar. Hay otra “sabiduría” que hay que rechazar. Ambas compiten por nuestro corazón y nuestra mente. Una es de Dios y la otra del diablo.

            Lamentablemente no las podemos estudiar a ambas en el día de hoy. El próximo día veremos la sabiduría según Dios.   Hoy la sabiduría según el mundo.

            Ambas las vamos a estudiar con respecto a tres aspectos: sus orígenes, sus características y sus resultados.

I. La Sabiduría Terrenal

            1. Origen

                        a. No proviene de Dios. V. 15 “porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto” Lo primero que nos dice Santiago en este versículo es que esta “sabiduría” del mundo no desciende de lo alto, es decir, no proviene de Dios. La palabra en griego es “anothen” que se traduce en Juan “nacer de nuevo o de lo alto”. Es decir, nacer de Dios. Dios no es el autor de la “sabiduría” del mundo. Y por tanto no obtiene Su aprobación. No es una bendición de parte de Dios. Y no importa que el mundo diga que es justa, que es compasiva, que es equitativa si no proviene de Dios según es revelada en la Palabra de Dios no goza de la aprobación de Dios. Podrá tener el apoyo de la mayoría de los senadores, representantes, los jueces del supremo, y la mayoría del pueblo, pero si es contraria a la voluntad de Dios, entonces Dios no es su autor ni goza de su aprobación.

            b. Es terrenal. Santiago nos dice que si no proviene de Dios entonces proviene de la tierra, es terrenal. Es opuesta a la sabiduría que proviene de Dios. La idea es que ambas son opuestas la una a la otra. Por tanto, hermanos, la “sabiduría” del mundo es opuesta a la sabiduría que es de Dios. No hay un punto medio. O poseemos la sabiduría de Dios o poseemos la sabiduría del mundo. Aquí no se puede escoger lo mejor de dos mundos. Jesús dijo en Lucas 11:23 “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.” Para Jesús es: todo o nada.

            Esta “sabiduría” ve la vida desde la perspectiva del ahora y no desde la perspectiva de la eternidad. Su mente es puesta en las cosas de la tierra. Como dice Filipenses 3:19 “el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.” Esta persona no considera su alma. No piensa si lo que hace afecta su relación con Dios. Esto que hago me acerca a Dios o me aleja de Dios. Fortalece mi vida espiritual o la debilita. Me lleva a servir a Dios o a servirme a mí. Nada de eso pasa por su mente porque solo piensa en lo terrenal, en cómo ganar dinero, cómo adquirir lo que quiero, cómo salirme con las mías.

            c. Es animal. La palabra en griego es “psychike”, que significa: no es espiritual. Es aquel que no tiene el Espíritu Santo en su vida. De ellos nos habla Judas 1:19 “Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu.” Es la “sabiduría” que caracteriza a los no regenerados, a los no creyentes. La naturaleza caída promueve la desobediencia a Dios. Y su mente no se rige por la Palabra de Dios. Y no tienen la mente de Cristo. No son guiados por el Espíritu Santo. Por tanto, piensan como piensan los hombres que no tienen a Dios en su corazón.

            d. Es diabólica. Tiene su origen en Satanás. ¿Por qué Satanás? Porque él es el dios de este siglo. El controla la mentalidad anti-bíblica del mundo. Él ha cegado la mente de los no creyentes y opera sobre los hijos de desobediencia. El error o falsedad proviene de Él.

            Y como su origen no es de Dios sino terrenal, animal y diabólico, entonces posee ciertas características peculiares a esa filosofía. ¿Cuáles son?         

            2. Características

                        a. es envidiosa. V. 14 “Si tenéis celos amargos”. La palabra “zelos” puede ser traducida como envidia. Claro está, no todo celo es pecaminoso. Hay celo de Dios y de su Palabra y ese es un celo bueno. Pero hay un celo pecaminoso o literalmente un celo “salado”, es la misma palabra que en el versículo 12 hablaba de agua salada. La sabiduría de este mundo es celosa, envidiosa de lo que poseen los demás. En vez de alegrase con su prójimo en lo que tiene, lo celan, le envidian. Y esta envidia pueden ser: los bienes materiales, los esposos, los hijos, los títulos, la forma de ser, etc. La sabiduría del mundo es envidiosa.

                        b. es egoísta. V.14 “y contención”. Esta palabra contención “eritheian” es mejor traducirla como lo hace LBLA “ambición personal”. La idea es de ambición egoísta. Es una actitud egoísta que solo piensa en esa persona o grupo de personas y nada más. Yo soy primero, segundo y tercero. Son mis intereses los que cuentan. Un ejemplo: son los que se estacionan en dos estacionamientos. Son los que llegan últimos y quieren ser los primeros. Son los que no esperan su turno porque me tienen que atender ahora porque yo sí tengo necesidades que me llevan que no espere mi turno. 

                        c. es soberbia. V. 14 “no os jactéis, ni mintáis contra la verdad;” Estos hermanos se estaban enorgulleciéndose al tener esas actitudes. Es la frase de hoy día que dice: “es que yo soy así”. Son los más sabios que nadie, los que ya lo han analizado todo y nada se les escapa.

            3. El Resultado

                        a. trae confusión. V. 16 “Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación”. La palabra perturbación es “akatastasía”, que significa desorden, confusión, contiendas, tumulto. Es la palabra común para hablar de la anarquía. Y la anarquía es la falta de sumisión a la autoridad, que produce desorden, sedición. En otras palabras, la sabiduría de este mundo produce caos, desorden, confusión. No hay orden, sino caos. Destruye la unidad, la paz, la mutua sumisión entre los hermanos de la fe. Nada bueno sale de la sabiduría del mundo.

            e. no trae nada bueno. V. 16 “y toda obra perversa.”  El fruto de la sabiduría terrenal es que no trae nada bueno. Todo lo que busca hacer y logra hacer es perverso, malvado, bueno para nada, inútil. De esa “sabiduría” nada bueno podemos sacar. No nos ilusionemos, no seamos ingenuos. De la sabiduría del mundo nada bueno podemos cosechar, sino todo lo contrario. Toda obra perversa sale de la sabiduría del mundo.

Aplicación:

1. Tenemos que pensar antitéticamente. Tenemos que pensar en polos opuestos. La sabiduría del mundo no es buena sino malvada. Y es diametralmente opuesta a la sabiduría de Dios que encontramos en la Biblia. No hay punto medio entre ambas. No seamos ingenuos en pensar que las decisiones contrarias a la Biblia tienen algún mérito porque no lo es así. Si Dios es veraz todo lo se oponga a lo que Dios dice es mentira. Pensemos en polos opuestos. Aquí no podemos escoger lo mejor entre dos mundos.

2. Hermanos, tenemos que ver la sabiduría del mundo de la manera correcta. Tenemos que ver el aborto como lo que es algo diabólico, terrenal, satánico. La gente se opone a aplicar la pena de muerte contra los asesinos, pero no tienen ningún reparo en asesinar a bebés que nada malo han hecho. Tenemos que ver el homosexualismo como lo que es: un gran pecado, una gran perversión. Todos los pecados no son iguales. Nadie diría que uno que ha perjurado en la corte merece la misma condena que uno que ha asesinado. Nadie debe pensar que el homosexualismo es lo mismo que mentir porque eso no es cierto. Todo pecado por más pequeño que sea merece la condenación, pero no todo pecado es igualmente terrible ni igual en tamaño. El homosexualismo es satánico. De igual manera lo es el feminismo. Yo sé que los hombres han abusado de las mujeres, pero eso no les da derecho para ir en contra de la voluntad de Dios. El mal se corrige con el bien no con otro mal o con algo peor. No seamos ingenuos pensando que estas cosas son triviales porque no lo son.  

3. Hermanos, hay falsos profetas hoy día. Y no hablo de los que dice que tienen nuevas revelaciones sino de todos aquellos que buscan apartarnos de la verdad de la palabra. El que haya falsos profetas o falsos pastores no nos debe extrañar. Habían falsos profetas en el AT en la misma corte del rey. Profetas que profetizaban lo que el rey quería escuchar. Profetas que criticaron, se burlaron y persiguieron a los profetas de Dios. No les tengamos temor. No nos dejemos mover de la verdad, aunque ellos hablen con denuedo, con convicción. Porque nada de lo que dicen proviene de Dios.

4. Ningún creyente vive una vida en perfecta sabiduría. Todos nosotros porque vivimos en este mundo caído hemos bebido de la sabiduría de este mundo. Pregúntate, ¿Qué ideas de este mundo yo creo y he abrazado, posiblemente por ignorancia? Es mi concepción del matrimonio el bíblico. Es mi concepción del homosexualismo el bíblico. Y qué del aborto, la eutanasia, el rol de los hombres y de las mujeres en la familia, de la evolución, del uso del dinero, de la pornografía, de la fornicación, el feminismo, etc.

            Examinemos nuestras creencias a la luz de la Palabra de Dios. Y vayamos a Dios y digámosle: Oh, Dios enséñame de tus caminos, ayúdame a pensar bíblicamente, aunque el mundo piense que estoy loco. Ayúdame a soportar el escarnio del mundo, no para mi gloria, si no para la gloria tuya y el bien de mi vida.

            No seamos ingenuos, la sabiduría del mundo no proviene de Dios, es terrenal, animal, diabólica, destructiva y nada bueno podemos sacar de ella. Que Dios nos ayude a verlo así.

Sermón: Santiago 3:3-12 Solo Cristo doma la lengua

Santiago 3:3-12 “He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.”

 

            Hermanos, hay muchas cosas en la vida que son contradictorias. Son cosas que nos hacen preguntar el por qué eso es así. Ejemplo de cosas contradictorias lo vemos cuando la Biblia nos habla de que una puerca lavada, limpia, puede regresar de nuevo a revolcarse en el cieno. Y la pregunta es mandatoria: ¿por qué ella hace eso? Y la respuesta es: está en su naturaleza. Ella se comporta de esa manera porque esa es su naturaleza cerdil. Otro ejemplo de contradicción lo vemos en el caso de los perros que luego de haber vomitado se comen su propio vómito. ¡Qué cosa más contradictoria! ¿Por qué lo hace? Lo hace porque está en su naturaleza.

            Otro ejemplo de contradicciones lo vi hace un tiempo atrás en Discovery Channel.  Cuando una leona que se quedó sola y tiene cachorros, si se une con otro león este último va a matar a sus cachorros al frente de ella. Les mata a sus hijos y ella no tiene el más mínimo problema de que eso sea así. Y luego de matarlos se parea con ella para tener sus propios cachorros. ¿No es eso contradictorio que una madre haga eso? ¿Por qué lo hace? Está en su naturaleza. Ella se comporta según su naturaleza leónica.

            Santiago nos dice que nosotros también actuamos contradictoriamente. Y nos dice que eso no debe ser así.

            Santiago regresa nuevamente al tema de la lengua. Es más, este es un tema recurrente en Santiago. En todos los capítulos Santiago va a tocar este tema. Lo vimos en el Santiago 1:19 “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”. Lo toca de nuevo como parte de lo que distingue a la verdadera religión en Santiago 1:26 “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.” Lo vimos cuando nos enseñaba de que había algunos que pudiendo ayudar a los hermanos en necesidad solo tenían palabras lindas que no son suficientes para saciar un estómago o cubrir del frío en Santiago 2:16 “y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?”. Y lo tocará nuevamente en el capítulo 4 y el capítulo 5. ¿Por qué Santiago discute tanto el tema de la lengua? Lo hace porque es un problema recurrente en el ser humano. Es un pecado recurrente en todos nosotros. No usamos siempre la lengua de la manera correcta. En esto todos pecamos.

            Y en esta sección que nos toca exponer, Santiago nos dice algo que verdaderamente nos humilla como seres humanos: ningún hombre puede domar la lengua. Hay un problema serio: la lengua, ningún la puede domar. Pero hay una solución a ese problema. Veamos cómo Santiago nos enseña acerca del problema de la lengua y la solución al mismo. Veamos primero…

I. La Maldad de la Lengua

            Lo primero que deseo que noten es cómo Santiago nos describe la maldad de la lengua. Con la lengua podemos hacer cosas terribles. Fíjate cómo Santiago describe el poder maligno de la lengua. V. 6 “Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.” Es un fuego que destruye, es un pequeño microcosmo de toda la maldad que hay en el mundo. Posiblemente no hay un pecado en el mundo que no esté asociado con el pecado de la lengua. Con la lengua se contamina el cuerpo o a la persona y con ela contaminamos a los demás. Así dijo Jesús en Marcos 7:20-23 “Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.” Todo lo que está en nuestro corazón sale por medio de la lengua. Y eso es lo que contamina al ser humano, no el comer con las manos lavas ceremonialmente.  

            Santiago nos dice que también inflama la rueda de la creación, es decir, enciende la rueda de la vida afectando al mundo entero. Lo vemos en las peleas que se forman entre las personas por los insultos, los chismes, las mentiras, las calumnias. Naciones enteras han entrado a la guerra por causa de la lengua. Y para colmo es inflamada por el mismísimo infierno, es decir, por Satanás mismo, por medio de sus tentaciones y maldad.

            El versículo 8 nos dice que está llena de veneno mortal, así como las serpientes. Lo mismo decía Pablo en Romanos 3:13-14ª “Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de amargura”.

            La maldad de la lengua lo podemos ver en la conducta contradictoria de la lengua. V. 9 “Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.” Mira que contradicción. Usamos la misma lengua para adorar a Dios, para bendecirle. Y con esa misma lengua maldecimos a los hombres, les deseamos lo peor del mundo. Los ofendemos, los insultamos, los humillamos, nos burlamos de ellos, los criticamos, somos chismosos, etc. Hacemos todo eso a los seres humanos que han sido credos a la imagen de Dios. Todo ser humanos ha sido creado a la imagen de Dios: poseen una voluntad, una mente, una capacidad creativa como Dios, demostrando así que el ser humano es exaltado sobre toda la creación. Pero aun así, los maldecimos: los insultamos, les mentimos, los herimos con nuestras palabras. ¡Qué increíble contradicción!

            Y todos nosotros hemos sido culpables y somos culpables de semejantes pecados.

            ¿Qué nos enseña esto? Nos enseña la realidad del pecado que hay en nosotros. Pecamos porque somos pecadores. Actuamos de esa manera porque somos pecadores. Todo esto confirma la doctrina bíblica de la total depravación del ser humano. El pecado ha corrompido toda nuestra naturaleza. De tal manera que no hay un área de nuestra vida que no esté corrompida por el pecado. Nuestra mente, nuestra voluntad, nuestras emociones están corrompidas por el pecado. Y lo triste del caso es que nadie puede cambiar esa situación por sí mismo. De nuestra parte esta condición es irreparable. Podremos contenerla, pero no sanarla. Podemos poner un toro en una jaula de la cual él no pueda salir, pero no podemos cambiar su naturaleza; él sigue siendo salvaje. De igual manera también nosotros. Nada que el hombre haga podrá realmente sanar nuestra naturaleza corrompida por el pecado.

            Es por eso que el mundo necesita de Cristo Jesús. No solo porque la maldad de la lengua trae la ira de Dios sino también por…

II. La Imposibilidad de Domarla

            Santiago nos dice que los seres humanos hemos podio domar toda clase de animales en el mundo. V. 7 “Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana”. Cuando Dios creó a Adán y a Eva les dio dominio sobre los animales del mundo. Y el hombre ha demostrado su superioridad al domarlos. Pero, aunque eso es así hay algo que no puede domar por sí mismo: la lengua.

            Les hemos puesto frenos a los caballos y aunque ellos son más fuertes y grandes que nosotros, por medio de los frenos, podemos dirigirlos hacia donde queremos que vayan. De igual manera hemos hecho con los barcos. Serán grandes, y serán arrastrados por vientos impetuosos, pero con un pequeño timón hemos podido gobernarlas y que naveguen por donde queramos.  Pero con la lengua no es así. Aunque es pequeña y se jacta de grandes cosas, porque muchas veces ha hecho grandes cosas positivas también ha traído gran destrucción. La lengua es como un fuego que, aunque sea pequeño es capaz de destruir un bosque entero.

            Por eso Santiago dice en el versículo 8 “pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.” Ese es el problema. Pero como dijimos, el problema de la lengua es algo que está detrás de la lengua. La lengua por sí mismo no hace nada. Ella en sí misma es un órgano del cuerpo. Pero la lengua es el vehículo del alma. La maldad de la lengua y la incapacidad del hombre por sí mismo de domarla, aunque un miembro pequeño del cuerpo, revela la maldad del ser humano y su inhabilidad de cambiar por sí mismo su naturaleza caída. No hay educación en el mundo, no hay pastilla en el mundo, no hay siquiatra en el mundo, ni consejero en el mundo, ni buenas resoluciones, que puedan sanar y transformar nuestra naturaleza pecaminosa.

            Pero hay algo que sí puede hacerlo. Santiago nos dice indirectamente que lo que lo puede hacer es…

III. El Poder del Evangelio

            V. 10 “De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.” Santiago reconoce la contradicción que es que de una misma boca procedan bendición y maldición. ¿De quiénes está hablando Santiago? No de los inconversos sino de los creyentes. ¿Cómo lo sabemos? Porque les llama hermanos. Y les dice: hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Por qué? Porque somos cristianos. Claro está, Santiago no lo dice así, pero presupone que los hermanos entienden lo que les está hablando.

            Nosotros somos cristianos y como cristianos nosotros somos diferentes, pensamos diferentes, actuamos diferentes a los demás no cristianos. Y la manera que hablamos debe reflejar el cambio que Dios ha operado en nuestras vidas. ¿Por qué no debe proceder de nuestra boca bendición y maldición? Porque Dios nos ha transformado, Dios nos ha dado una nueva naturaleza. V. 11 “¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? ¿Cuál es la contestación? No. Una fuente de agua dulce echa agua dulce y lo mismo una fuente de agua amarga solo echa agua amarga. Mira lo absurdo que es que de una misma fuente de agua salga agua dulce y amarga. Es absurdo. No solo es absurdo es imposible V. 12bninguna fuente puede dar agua salada y dulce.”

            Santiago les da otra ilustración de la misma idea. V.12a Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Y la respuesta es No. Es imposible que sea así. La higuera solo produce higos y la vid solo produce aceitunas. Lo otro es absurdo e imposible. ¿Por qué? Por causa de su naturaleza. La naturaleza de la higuera es producir higos y de la vid producir aceitunas. Una mujer no puede parir un caballo por más que se esfuerce. ¿Por qué? Porque está en su naturaleza dar a luz seres humanos.

            De igual manera debe ser con nosotros. Es absurdo que un creyente bendiga a Dios y maldiga a su prójimo porque éste ha sido creado a la imagen de Dios y por tanto es digno de nuestro mayor respeto. ¿Pero y si me ofende, si me insulta? ¿Qué nos dice las Escrituras? Romanos 12:14 y siguientes “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. V. 17 No paguéis a nadie mal por mal. V. 19 No os venguéis vosotros mismos. V. 20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber”. Y Jesús dijo en Mateo 5:43-45 “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” Un pecado no justifica otro pecado. Si pecan contra mí, eso no me da derecho para pecar contra el que peca contra mí.

            ¿Pero es que yo no puede amar a mis enemigos ni bendecir a los que me maldice? Yo lo sé. Eso demuestra nuestra maldad e impotencia para cambiar. Por eso necesitamos de Jesús porque con su muerte y resurrección El venció el pecado y no solo nos libra de la culpa condenatoria del pecado sino también del poder reinante del pecado en nuestros corazones. Es decir, solo Cristo puede cambiar nuestras vidas. El cambia las vidas de los creyentes. Lo que la sicología no puede hacer, lo que las pastillas no pueden hacer ni las resoluciones de última año pueden hacer el poder de la muerte de Cristo y la virtud de su resurrección sí puede en los que se rinden al El por medio de la fe.

 

Aplicaciones:

1. La santificación es una obra en todo el hombre. Dios cambia nuestra naturaleza. Y esa obra de transformación por medio del Espíritu de Cristo toca a cada aspecto de nuestro ser: nuestra mente, nuestra voluntad, nuestras emociones, nuestra forma de hablar, pensar, vivir. Nuestra nueva naturaleza debe llevarnos a vivir con una boca limpia. De nuestra boca no deberían salir: las mentiras, los chismes, los insultos, las burlas, las difamaciones, males palabras, chistes colorados, etc. Ese debe ser nuestro norte. ¿Por qué? Porque somos cristianos. Porque somos nuevas criaturas. Porque Dios no solo nos ha llamado a amarle sino a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos porque ellos han sido creados a la imagen de Dios. Debeos actuar por lo que somos. Así como los puertorriqueños hablamos español boricua, de igual manera, los creyentes deben hablar el lenguaje de los cielos. Glorificar a Dios con nuestras lenguas.

2. Cuando fallemos no nos olvidemos que tenemos un abogado en los cielos, a Jesús. 1 Juan 2:1 “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” Jesús intercede por nosotros presentando ante el Padre su sacrificio expiatorio en nuestro lugar. Nos presenta como cubiertos con su justicia y con su sangre. Nuestra salvación descansa no en nuestra perfección sino en la de Jesús. No es nuestra obediencia perfecta a la ley de Dios sino en la obediencia perfecta de Jesús en nuestro lugar y para nuestro beneficio. Y esto nos debe dar consuelo. Pero no es un cheque para pecar sino para descansar en El.

3. Cuando perdamos los estribos y pequemos con la lengua no busquemos justificar nuestros pecados. Y decir: “es que estaba cansado, o me levanté por el lado izquierdo de la cama, o es que el calor me tiene irritado, o es que vengo ya caliente del trabajo, o he pasado un día perro en la calle o en la casa”. Pidamos perdón y no justifiquemos el pecado. Y si alguien provocó a otra persona, el que provocó debe también pedir perdón. A veces pasa con los hijos. Hijo(a) vota la basura, recoge tus zapatos, has esto o lo otro. Y muchas veces no lo hacen y nos sacan por el techo y perdemos los estribos y les decimos de arroz y masa. ¿Qué debemos hacer? Debemos pedir perdón. ¿Quiénes? Los padres por perder los estribos y los hijos por provocar a sus padres. Ambos no lo hicieron bien. Solo así nuestras relaciones se fortalecerán.

4. Sobre todo, no olvidemos que, así como no podemos por nosotros mismos domar nuestra lengua, Jesús sí puede en nosotros. Busca de su gracia, depende del Espíritu Santo, sé lleno del Espíritu. ¿Cómo? Depende del Espíritu por medio de los medios de gracia. Ora, medita en la Palabra, medita en los sacramentos. Vigila tu corazón.

            Quiera Dios que no olvidemos que solo Jesús es el único que puede domar la lengua en nuestras vidas. Vayamos siempre a Él como nuestra justicia y nuestra santificación.

 

Sermón: Santiago 3:1-2 ¡Cuidado, hay excedente de Pastores!

Santiago 3:1-2 “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.”

 

            Hay un dicho popular en nuestros días que dice: la ignorancia es atrevida. Y yo diría que muchas veces en mi vida yo he retratado vívidamente esa oración. Resulta que hace varios años atrás me monté en una de esas montañas rusas que hay en Disney. Normalmente yo no tengo problemas en montarme en montañas rusas. Pero esta vez fue algo distinto. No recuerdo el nombre de la atracción que me monté, pero sí recuerdo vívidamente cómo me sentí por un momento. La montaña rusa comienza un viaje horizontal y de momento su coloca en posición vertical, prácticamente de noventa grados. Y me acuerdo lo que pensé cuando el carro en que estaba sentado comenzó a subir y yo miraba los cielos. Y me decía a mí mismo: que rayos yo hago montado aquí. Obviamente ya no podía hacer nada. Por un momento pensé que saldría en los periódicos del día siguiente: hombre de cuarenta años no pudo con la montaña rusa de Disney.

            A veces uno no piensa las cosas con detenimiento. E impulsados por hacer algo, muchas veces no medimos las consecuencias de tales actos. Debemos pensar antes de actuar. Y debemos ser realistas con respecto a lo que vamos a hacer, si lo podemos hacer y la responsabilidad que conlleva lo que vamos a hacer.

            De eso trata el pasaje de Santiago. El pasaje es un llamado a reflexionar. Es más, es un aviso de precaución. ¿A quiénes? Principalmente a los que aspiran el oficio de maestro en la iglesia de Cristo.  ¿Y qué les dice Santiago a esas personas? Les dice: que piensen con detenimiento lo que quieren hacer. Es un llamado a considerar las implicaciones del oficio de maestro en la iglesia. No entren apresuradamente a tal oficio sin antes considerar tres cosas importantes. ¿Cuáles son esas tres cosas importantes a considerar a quien aspira el oficio de maestro en la iglesia? Así que debe considerar…

 

I. El llamado del oficio

            V. 1a “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros”. ¿De qué está hablando aquí Santiago? Santiago habla aquí del oficio público de maestro en la iglesia. La palabra maestros en el griego es “didaskaloi”. Y se refiere a uno de los tres oficios más importantes en la iglesia. Los podemos ver en 1 Corintios 12:28 “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, etc.” Es llamado aquí el tercer oficio después de los apóstoles y profetas. Los vemos nuevamente en Hechos 13:1 “Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros…” Efesios 4:11 “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros”. Es muy probable que los últimos oficios que menciona Pablo aquí sean uno solo en vez de dos. Y los eruditos entienden que la mejor traducción sería: “Y él constituyó a unos… pastores-maestros”. Así que cuando Santiago habla acerca de maestros en el versículo 1 se refiere a los maestros oficiales de la iglesia quienes reciben remuneración por su oficio. ¿De quiénes hablamos? De los pastores.

            ¿Y qué les dice Santiago a estos que aspiran al oficio de maestro en la iglesia? Les dice: “no os hagáis maestros muchos de vosotros”. En otras palabras, nadie debe entrar al oficio de maestro en la iglesia sin antes considerar lo que implica ser maestro en la iglesia.

            El aspirante debe considerar que el oficio de maestro es una vocación y no meramente un trabajo. Es Dios quien llama al oficio. Aspirar a tal oficio es algo bueno. Pablo lo dice así en 1 Timoteo 3:1 “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea.” Pero aunque es algo bueno, es tan serio es importante que nadie debe entrar al mismo sin un llamado al mismo. Y movido por las razones correcta de servir a Dios, edificar a la iglesia y buscar a los perdidos. 

            Aparentemente, muchos estaban aspirando al oficio de maestro en la iglesia por el prestigio que acompaña al mismo. Y en búsqueda de ese prestigio muchos estaban aspirando el oficio de maestro. Y Santiago les da una advertencia: “no os hagáis maestros muchos de vosotros”. No seáis muchos de ustedes maestros.

            Todavía tenemos ese mismo problema hoy día. Tenemos una contradicción. La mies es mucha y los obreros son pocos, es decir, los buenos obreros son pocos. Tenemos muchos malos obreros. Tenemos un excedente de pastores que están en el ministerio por la fama y gloria que puede acompañar el mismo. Pero son pocos los que verdaderamente son pastores dignos del oficio de maestros en la iglesia.

            Así que Santiago les dice: tienen que considerar que el oficio de maestro es una vocación, requiere un llamado. Es cierto es una buena obra tal aspiración. Pero debemos aspirar a tal oficio por las razones correctas de servir a Dios, edificar a la iglesia y ser instrumento en la conversión de pecadores. Y como es un llamado no creo que Dios ha llamado a todo el mundo. Todos quieren ser caciques y nadie quiere ser naboría. Así que el que aspire al oficio de maestro debe considerar el llamado al oficio.

            En segundo lugar, debe considerar…

II. La seriedad del oficio

            V. 1b “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.” ¿En qué consiste la seriedad del oficio? En que recibiremos mayor condenación. ¿Qué quiere decir Santiago aquí? En primer lugar, la palabra condenación en el griego es “krina” y significa juicio, condenación. Su significado primario es juicio y es ese el que debemos tomar aquí. Así que una mejor traducción sería: “recibiremos mayor juicio”.

            Es decir, la seriedad del oficio de maestros en la iglesia los expone a mayor escrutinio. La iglesia clava su mirada en la vida de los maestros ya que por medio de sus vidas ellos aprender a vivir como Cristo espera de ellos. La vida de los maestros debe reflejar sus enseñanzas. Por eso las faltas que ellos cometen son más graves. ¿Por qué? Jesús dijo en Lucas 12:48 “porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará”. Y aunque todos pecamos, el pecado que cometen los maestros, aunque sea el mismo que comete cualquier miembro de la iglesia, tiene el agravante de que fue hecho por uno que sabe más. Y acompaña más que a ninguno el estigma de hipocresía.

            Además, el fracaso de ser fieles traerá mayor castigo. De los escribas judíos infieles dijo Jesús en Marcos 12:38-40 “Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas, que gustan de andar con largas ropas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas; que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación.” Mateo 5:19 “De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.”.

            Santiago entonces les dice a todos los que aspiran al oficio de maestro en la iglesia, considera que todo el mundo va a poner su mirada en ti y en los tuyos. Ellos van a evaluar tu caminar, toda tu vida. Y si no eres fiel a tu llamado, sabes que recibirás mayor castigo de parte de Dios, porque tú posees mayor conocimiento y se espera más, mucho más de ti.

            Y considera no solo el llamado del oficio y la seriedad del mismo, pero también considera…

III. La enorme responsabilidad

            V. 2 “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.” La preposición “porque”, une el versículo 1 con el versículo 2.

            ¿Qué Santiago quiere decir aquí? Mira la enorme responsabilidad que tienen los maestros. Ellos están llamados a enseñar y el instrumento principal de enseñanza es la lengua. Pero hay un problema con ello. ¿Cuál es? Todos ofendemos muchas veces. El énfasis no es a la cantidad sino a la variedad de formas. Todos, incluyendo a Santiago, pecamos muchas veces, es decir, en malas crianzas, en insultos, en burlas, en chismes, en quejas, etc. Y como eso es así y nadie queda excluido ni siquiera yo mismo, Santiago, tienes que considerar la gran responsabilidad que tienen los maestros de la Palabra.

            Con la lengua podemos hacer mucho bien, pero también podemos hacer mucho mal. Con la lengua podemos edificar, consolar, aconsejar, guiar, instruir, amostrar, exhortar. Y eso es una bendición increíble el poder servir a la iglesia. Pero con la lengua podemos ofender y hacer mucho daño al punto de destruir una iglesia. Entonces considera la enorme responsabilidad que poseen los maestros en la iglesia de Cristo.

            Tan fácil es pecar con la lengua que si alguien controla la misma, es un hombre perfecto, capaz de conquistar los demás miembros del cuerpo. Pero Santiago nos va a decir más adelante que nadie por sí mismo puede controlar la lengua. Solo por la gracia de Dios puede ser controlada hasta cierto punto.

 

Aplicaciones:

1. Todos tenemos problemas con la lengua. Uno más que otros. Los maestros no están exentos de este pecado. Y así como Santiago llama a los que aspiran el oficio de maestros en la iglesia a considerar el peligro del uso de la lengua, de igual modo nosotros debemos considerar el peligro de nuestra lengua. De ti y de mí debemos decir: todos ofendemos muchas veces. ¿Por qué? Porque somos pecadores. Y con nuestra lengua revelamos lo que hay en nuestro corazón: pecado. Con ella ofendemos inclusive a aquellos que más nos aman. Es por eso que necesitamos de la gracia de Dios en Cristo Jesús para que nos santifique más y más y así usemos la lengua sabiamente y para edificación. Por nosotros mismos no podemos controlarla necesitamos de la ayuda de Dios. Eso fue lo que hizo David en el Salmo 141:3 “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; Guarda la puerta de mis labios.” Pídele a Dios que te haga humilde, sensible a las demás personas. Aprendamos de Cristo que Él es manso y humilde de corazón.

2. Si aspiras al oficio de maestro buena obra deseas. Es un privilegio el servir como maestro. Pero antes de moverte en esa dirección considera el costo y la responsabilidad de ser maestro en la casa de Dios. Pídele a Dios que te dirija y que si entras al mismo sea habiendo considerados el llamado, la seriedad del oficio y la enorme responsabilidad del mismo. Y la iglesia tiene la responsabilidad de ver que eso sea así. 

Sermón: Santiago 2:20-26 Somos Justificados por las Obras

Santiago 2:20-26 “¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.”

 

            Cuando uno estudia la historia de la iglesia uno ve de una forma palpable lo que significa amar al prójimo. Desde tiempos inmemoriales la iglesia ha sido una que ha salido de las cuatro paredes. Ha sido uno que se duele del dolor de su prójimo y ha estado dispuesta a demostrar con los hechos que la obra que Dios hace en nuestras vidas se traduce en servicio, abnegación y sacrificio sirviendo a los demás.

            Sabemos siervos y siervas de Dios que establecieron escuelas, hospitales, orfanatorios o sirvieron de enfermeras para socorrer a los necesitados. En algunos casos expusieron sus vidas cuando en medio de plagas ellos sacrificialmente se quedaron en los pueblos para cuidar de los contagiados. Su fe fue puesta en obras. ¿Cuánto de esto podemos nosotros aprender e imitar?

            Santiago nos dice que la fe sin obras es muerta. No es que estuvo viva en algún momento, sino que nunca estuvo viva. La fe salvadora es una fe que obra por el amor: por amor a Dios y el amor al prójimo. Es una fe obediente. Es una fe que es acompañada de las otras gracias del Espíritu Santo. Somos justificados por la fe solamente pero no por una fe que es sola. Santiago también nos dice que la fe salvadora es más que creer una doctrina correcta. No existe sin una doctrina correcta, pero es más que eso. Es una fe que se traduce necesariamente en un abrazar esa doctrina y un vivir la verdad de Dios.

            Ahora bien, Santiago nos dice algo más. Nos dice algo que es chocante a nuestros oídos protestantes. Nos dice que nosotros somos justificados por las obras y no solo por la fe. Fíjate cómo lo dice en el versículo 24 “el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.” Ese es el énfasis de esta sección. Y aunque sé que estas palabras son chocantes a nuestros oídos protestantes y reformados nuestro deber como creyentes de la infalibilidad de la Biblia es creer lo que ella enseña con la plena confianza que nunca nos llevará por el camino equivocado. Hermanos, tenemos que temblar ante la Palabra de Dios y creer todo lo que ella nos enseñe tal como la enseña. Y no es piadoso querer acomodar los pasajes de las Escrituras a nuestro sistema teológico, sino que es nuestro deber formular nuestro sistema de doctrina basados en las enseñanzas de la Palabra de Dios sin adulterar.  Santiago nos dice aquí de una manera clara e inequívoca que “el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.” Hermanos, somos justificados por las obras y no solamente por la fe, correctamente entendido.

            Eso es lo que Santiago procura probar. Fíjate que el versículo 20 es una pregunta formulada por Santiago que una supuesta persona formula. La persona no es real, sino que Santiago se pregunta lo que alguien estuviera preguntando.  V. 20 “¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?” Es como si dijera pruébame que la fe sin obras es muerta. La palabra muerta realmente es: vana, estéril, inútil. Una fe sin obras no sirve para nada. ¿Por qué? Porque no salva a la persona. Así que la pregunta es pruébame que la fe sin obras es inútil. Y Santiago prueba su caso con dos ejemplos. Con dos ejemplos cual más opuestos el uno del otro: la fe de Abraham y la fe de Rahab.

            Santiago entonces nos prueba que Abraham y Rahab fueron justificados por las obras y no solo por la fe.

            ¿Cuál es el mensaje de Santiago en esta sección? Que el ejemplo de Abraham y Rahab nos confirman que las obras justifican lo genuino de la fe justificante.

I. Las obras justificaron, para con Dios, lo genuino de la fe de Abraham

            V. 21-24 “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe”. ¿Qué es lo que Santiago quiere decir aquí? En primer lugar, Santiago nos enseña que Abraham fue justificado delante de Dios, declarado justo delante de Dios por la fe solamente. Fíjate cómo lo dice: “Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.” No hay conflicto alguno entre Santiago y el apóstol Pablo. Ambos creyeron y enseñaron lo mismo: el ser humano es justificado, declarado justo delante de Dios no por las obras sino por la fe solamente. Qué esto es así lo vemos porque por la fe Abraham fue llamado amigo de Dios. Porque Abraham creyó en Dios, fue justificado y se estableció entonces una íntima amistad con Dios. Hermanos, nadie es amigo de Dios sino por medio de la fe. Solo los creyentes disfrutamos de una íntima amistad con Dios. Él es nuestro amigo. Y esto implica: mutuo amor, mutua compañía, mutuo deleite. Implica el compartir nuestros más íntimos secretos. El contar todas las cosas que no le contamos a nadie. Solo los creyentes disfrutan de esa comunión con Dios.

            Santiago nos dice algo interesante. Nos dice que cuando Abraham ofreció a su hijo Isaac en el altar, 30 años después de haber sido declarado justo delante de Dios por la fe, tal acto cumplió la escritura que dice que Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia. ¿Qué significa eso? Significa que, aunque Abraham vivió por fe durante toda su vida fue ese hecho que sin lugar a dudas demostró contundentemente que su fe era una fe viva y no una fe muerta. ¿Por qué? Porque es fácil ser cristiano cuando todas las cosas están bien. Pero cuando vienen las pruebas que Dios envía a nuestras vidas es entonces que verdaderamente demostramos en dónde descansa nuestra fe. Cuando no hay comida en la casa, cuando no hay dinero para pagar la renta, cuando nos traiciona nuestro cónyuge, cuando nos visita una enfermedad incurable, cuando nuestros hijos están al borde de la muerte, etc., allí es que demostramos si nuestra fe en viva y no una fe muerte. Cuando Dios le dijo a Abraham en Génesis 22:2 “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.” Allí Dios probó sin lugar a dudas cuán real era su fe para con Dios. ¿Y qué hizo Abraham? Abraham fue obediente porque su fe era una fe viva. Y su obediencia a Dios justificó su fe, declaró lo genuina que era su fe. Abraham fue justificado por las obras y no solo por la fe, es decir, por meramente decir que tenía fe.

            “La fe actuó juntamente con sus obras, y… la fe se perfeccionó por las obras”. ¿Qué significa que la fe se perfeccionó por las obras? No significa que las obras dan vida a la fe o que las obras mejoran la fe sino que la fe probó ser verdadera por las obras. De igual manera hermanos, una vida de obediencia a Dios en su Palabra es la clara evidencia que poseemos una fe viva, una fe justificante. Y somos así justificados por las obras. Probamos que nuestra fe no es un juego sino real.

            Santiago nos da otro ejemplo y nos dice…

II.  Las obras justificaron, para con los, lo genuino de la fe de Rahab

            V. 25-26 “Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.” Es interesante lo que Santiago hace aquí. El escoge dos personajes diametralmente opuestos para ilustrar su enseñanza. Mira los contrastes que hace Santiago: Abraham: un hombre, Rahab: una mujer. Abraham: un hombre íntegro, Rahab: una prostituta. Abraham: heredero de la promesa hecha a Adán, Rahab: heredera de la maldición de los Cananeos.

            La Biblia no nos dice que Rahab creyó a Dios y le fue contada su fe como justicia. No nos dice nada acerca de lo justa que era Rahab, sino que no era justa sino injusta por su vida impía. Pero nos dice Santiago que cuando ella arriesgo arriesgó su vida al recibir a los mensajeros y enviarlos por otro camino para protegerlos, tales obras justificaron a Rahab. ¿En qué sentido? En el sentido de que probaron, testificaron que ella poseía, sin lugar a dudas, una fe viva.  La fe que justifica es una fe que obra. Es imposible que no sea así.

 

III. Aplicaciones:

 

1. Esto nos debe ayudar en el evangelismo de la iglesia. Es importante que en el evangelismo se enseñe que la fe salvadora es una fe obediente. Que nadie es salvo si no posee una fe obediente a Dios. Mucho del evangelismo que se predica por allí es un falso evangelismo porque presenta una fe salvadora barata. Una fe que no obedezca no es una fe salvadora. Una fe que no busque unirse a la iglesia de Cristo no es una fe salvadora. Hechos 2:38 “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” Una fe en Cristo que no produzca santidad no es fe salvadora.

2. Esta verdad nos debe llevar a evaluar la vida de nuestros hijos. Algunos de nuestros hijos han sido criados en el evangelio. Puede que conozcan del evangelio, pero mientras no deben fruto de obediencia sincera en las marcas que distinguen a un creyente de un no creyente, son objeto de evangelismo también. Y las marcas de ser creyentes no es pintar la iglesia, cantar en el coro de la iglesia, limpiar la iglesia, ofrendar o diezmar a la iglesia. Todas estas cosas las puede hacer un inconverso. Las marcas distintivas de un genuino cristiano lo son: el fruto del Espíritu, el obedecer la Palabra de Dios de corazón, santidad de vida, las bienaventuranzas, etc. No asumamos que porque son hijos del pacto necesariamente son creyentes. Jesús dijo por sus frutos los conoceréis. Así también debemos evaluar a nuestros hijos. Por los frutos del Espíritu que veamos en ellos sabremos si son creyentes o no. Mientras no veamos esos frutos en ellos no dejemos de evangelizarlos.

3. En el juicio final Jesús evaluará si hemos hecho o no buenas obras. Y ellas darán testimonio de lo genuino de nuestra fe. Todos compareceremos ante ese juicio. Y nadie podrá engañar a ese juez. Y se abrirá el libro en donde está escrito todo lo que hemos hecho mientras estábamos en el cuerpo.  Mateo 25:34-40 “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” En ese día, ¿qué Dios dirá de ti? 

Sermón: Santiago 2:14-19 ¿Es tu fe una fe viva?

Santiago 2:14-19 “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.”

 

            Una de las cosas que más me incomodan es la de ir a comprar cosas de joyería. E incomodan porque, honestamente, yo no sé si el precio que me dicen que vale la prenda realmente lo vale. Si me dicen que una cadena es de oro 14 quilates, yo no sé si lo que me dicen es cierto o no. Alguien pudiera comprar una pulsera de 18 quilates cuando en verdad era de 14 quilates. Y es posible que mí, que soy menos que un neófito en ese departamento me vendan como oro unas pulseras que sean en enchape de oro. Y es por eso que a mí no me gusta comprar cosas de joyería a menos que vaya acompañado. Y, aun así, me han cogido de soquete. 

            Tal vez a ti te ha pasado algo parecido. Nos hemos “enamorado” de un producto y luego que lo hemos comprado resulta que no era lo que decía que era. A veces las cosas no son como aparentar ser. Esto mismo sucede en la vida cristiana. Hay algunos que aparentan ser cristianos cuando tristemente no lo son.

            Hermanos, no todos los que profesan la fe cristiana son necesariamente salvos. Hay una fe en Cristo que no salva. Esto es importante. No toda fe en Cristo es fe salvadora. Una persona puede decir que es cristiana sin serlo realmente.

            Hay ejemplos en la Biblia de personas que profesaron fe en Jesús y nunca fueron salvos. El ejemplo modelo lo tenemos en Simón el Mago. Veamos Hechos 8:9-23. Se nos dice que Simón creyó e incluso fue bautizado y por tanto unido a la membresía de la iglesia, V. 13.  Pero su conducta demostró que su profesión de fe no era sincera. Que su fe no era fe salvadora, V. 20-21 “Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios”. Había profesado su fe externamente y había sido recibido en la membresía de la iglesia, pero había algo en él que no estaba bien. ¿Qué cosa? Su corazón. Su corazón no había sido cambiado. Había hecho profesión de fe al punto de bautizarse, pero su conducta demostraba que su fe no era una fe salvadora. No toda fe en Cristo es fe salvadora.

            Otro ejemplo lo vemos durante el ministerio de Jesús. En Juan 2:23-25 “Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.” Aquí se nos dice explícitamente que estas personas creyeron en el nombre de Jesús. “muchos creyeron en su nombre”. Y no dice Juan la causa instrumental que provocó dicha fe: al ver los milagros que hizo Jesús. “viendo las señales que hacía”. Es decir, estas personas estaban impresionadas por la manifestación de poder por parte de Jesús. Vieron sus milagros, se gozaron con ellos, escucharon sus palabras y vieron en Jesús algo que no habían visto en los demás hombres. Y creyeron en Jesús. Tenían fe en Jesús. Pero no eran salvos. ¿Cómo lo sabemos? Por lo que nos dice Juan “Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre”. Jesús sabía que la fe que profesaban en El, no era una fe salvadora. No toda fe en Jesús es fe salvadora.

            Ahora bien, Santiago trata este tema súper importante en esta sección. Es súper importante porque esto es una materia de vida o muerte. Una persona puede creer que es salvo cuando realmente no lo sea. Y si esta persona se equivoca en este punto crucial le puede costar su destino eterno. Por eso Santiago procura describirle a la iglesia cuáles son las marcas la fe salvadora. ¿Cuáles son esas marcas? Veamos lo que nos dice Santiago.

I. La fe salvadora es una fe que obra

            V. 14 “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?” Lo primero que podemos ver es que Santiago está hablando de la fe que salva, de la fe salvadora. Lo sabemos porque al final pregunta “¿Podrá la fe salvarle?”. ¿Esa fe que hemos estado describiendo podrá salvarle? ¿Es esa una fe salvadora?

            En este versículo 14 Santiago comienza una nueva sección. Y es una nueva sección súper importante. ¿Sabes por qué? Porque esta sección, que va desde los versículos 14 hasta el 26, son el corazón de esta epístola. Santiago procura llevar a los hermanos a entender que la fe que salva es una fe viva. Es una gracia salvífica implantada por Dios Espíritu Santo en los corazones de los creyentes. Y esa fe viva es una fe que obra.

            Hermanos, la fe verdadera es una fe que inevitablemente produce frutos de obediencia. Si no hay frutos de obediencia a la Palabra de Dios esa persona no posee la fe que salva. En otras palabras, una vida de santidad es necesaria para la salvación. Como dice el autor de la epístola a los Hebreos 12:14 “sin santidad nadie verá al Señor”. Fue Jesús quien dijo en Juan 14:21 “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”.

            Hermanos, aunque nosotros no somos salvos por las obras nadie puede ser salvo sin obras. Eso es lo que Santiago pregunta en el versículo 14, “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?”. Hay dos preguntas aquí. La contestación a la primera es: esa fe sin obras no aprovecha. Y la contestación a la segunda es: no podrá salvarle. Una fe estéril no es la fe que salva. Solo la fe que nos une a Cristo y nos hace una planta con Él es la fe que salva. Y esa fe verdadera que salva es una fe que obra.

            Pablo nos dice en Gálatas 5:6 “porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.” La fe verdadera obra por el amor. ¿Cuál amor? El amor a Dios. Servimos a los hermanos porque amamos a Dios. Le demostramos a Dios que le amamos cuando amamos a nuestros hermanos, sus hijos. El amor a Dios es de la esencia de la fe salvadora nos dice Jesús: El que me ama guarda mis mandamientos. Si no hay obras no hay fe salvadora.

            Ahora bien, Santiago nos dice en qué consiste esas buenas obras. Entre muchas cosas, consiste en proveer para las necesidades de nuestros hermanos en le fe. V. 15-16 “Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?”. Santiago nos da un ejemplo de lo que es hacer buenas obras. Y el ejemplo es el amor que debe haber entre los hermanos. Si yo veo que un hermano o hermana tiene necesidad de las cosas más básicas de la vida: ropa y comida, y pudiendo ayudarle no lo hago, y solo le digo: ve en paz. O le dice: gracias por la información, voy a orar por ti. ¿la fe de esa persona, será una fe salvadora? ¿De qué aprovecha tener esa fe en Dios? ¿De qué sirve tal clase de cristianismo? No sirve de nada. Esa es la idea. V. 17 “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.” En el contexto: obras de misericordia, de amor, de servicio, de abnegación. Pero sin lugar a dudas incluye una vida de santidad, de consagración a Dios, de separación del pecado y esfuerzo de agradar a Dios en todo.  

            Así lo enseñó Juan el Bautista en Lucas 3:11 “El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.” Lo mismo enseña el apóstol Juan en 1 Juan 3:17-18 “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.”

            Hablamos de aquél que tiene cómo ayudar, pero no lo hace. Si hay una persona que tiene una necesidad de pagar $200 de renta y le pide ayuda a uno que solo tiene $35 en el banco, si él le dice me gustaría ayudarte, pero no tengo dinero, pero oraré por ti que Dios abra puertas, ¿es eso malo? Obviamente no. Pero eso no quita la realidad de que la fe salvadora obra por el amor: el amor a Dios y el amor al prójimo.

            Santiago nos dice que hay una segunda marca de la fe salvadora.

II. La fe salvadora nunca va sola

            V. 18 “Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.” Santiago levanta una objeción en nombre de alguna persona. Y este le dice a Santiago, pero Santiago, Dios es soberano en distribuir sus dones: a unos Él les da fe “Tú tienes fe” y a otros Él les da obras “y yo tengo obras”. Pero Santiago les dice que la fe salvadora, aunque ella sola es la base de nuestra justificación, no es una fe que está sola. Ese es todo el argumento del pasaje. La fe que salva es una fe viva, es una fe que obra, es una fe obediente, es una fe que produce santidad. Esto no es una elección: escoge tú tener fe salvadora sin obra que yo escojo tener fe salvadora con obras. Santiago dice, eso no es así. Somos justificados por la fe solamente, pero no por una fe que es sola. La fe salvífica va acompañada del fruto del Espíritu: en amor, fe, paciencia, benignidad, dominio propio, bondad, etc. Se manifiesta porque lucha contra el pecado y anhela ser como Cristo Jesús.

            De la parábola del sembrador Jesús nos dice en Mateo 13:23 “Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.” La salvación no produce una sola gracia: fe, sino produce varias gracias salvadoras.   Juan 15:8 “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.”

            Santiago nos dice que hay una tercera marca de la fe salvadora.

III. La fe salvadora es mucho más que creer la doctrina correcta.

            V. 19 “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.” Santiago nos dice que una persona puede poseer la teología correcta, puede conocer y entender correctamente la Palabra de Dios y aún así no ser salvo. El ejemplo lo son los demonios. Ellos saben quién es Dios. Ellos saben que hay un solo Dios vivo y verdadero. Saben que Dios es trino. Que Jesús es el Salvador del mundo. Conocen acerca de los cielos, del infierno, de la fe salvadora, del perdón de pecados, de la doctrina de la santificación. Conocen acerca de la iglesia. Todo ese conocimiento ortodoxo, bíblico y correcto que poseen los demonios no es suficiente para salvarlos.

            De la misma manera, una persona puede conocer de la Palabra de Dios y todo lo que conoce ser excelente, impecable, ortodoxo, y aun así no ser salvo. Puede deleitarse en el conocimiento de los cielos, estar impresionado por la doctrina del infierno, de la Persona de Cristo, de los Atributos de Dios, tener una colección de los mejores libros de teología en su casa y disfrutar el estudiarlos y enseñarlos correctamente a los santos en la iglesia y aun así no ser salvo. Oh hermanos, yo he conocido a creyentes reformados que honestamente yo no creo que sean salvos. Sus vidas demuestran que la verdad flota en sus mentes y nunca ha llegado con poder transformador a sus corazones.

            La fe salvadora es más que conocer la doctrina correcta, los demonios la conocen y tiemblan. Tiemblan porque no les produce paz sino terror porque saben que no aman a Dios y porque nada de lo que conocen o han experimentado en sus vidas demuestran que poseen la fe salvadora, aunque Santiago nos dice que ellos creen. No hay frutos de santidad en sus vidas. Y tiemblan porque saben que al fin terminarán en el mismo infierno.

 

Aplicaciones:

 

1. Pregúntate, ¿poseo yo la fe salvadora? Porque si no la posees y solo dices que la posee, no eres salvo. Las promesas de salvación no son a los que profesan su fe solamente sino a los que poseen la fe salvadora. ¿Hay frutos en tu vida de obediencia? ¿Hay frutos en tu vida de santidad?

 

2. Hay muchos en la Iglesia de Cristo que viven engañados acerca de su salvación. Creen que son salvos cuando en realidad sus vidas no demuestran obediencia a Dios. En sus vidas no hay diferencia entre el mundo y un cristiano. Piensan como el mundo, actúan como el mundo, poseen los mismos valores. Pero se engañan porque para los cielos no van. Fue Jesús quien dijo en Mateo 5:20 “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.”

            Quiera Dios que cada uno de nosotros jamás nos olvidemos que la fe salvadora es una fe que obra, es una fe acompañada de otras gracias salvíficas y que es mucho más que tener la doctrina correcta si esta no va acompañada de una vida de santidad y obediencia.  

             

Sermón: Santiago 2:8-13 Cumpliendo la Ley de Dios en Verdad

Texto: Santiago 2:8-13 “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.”

 

            No debemos hacer acepción personas. Este es el mandamiento que Santiago ha venido desarrollando durante todos estos versículos. Ya hemos contestado el por qué no debemos hacerlo. Esto va en contra del carácter de Dios, en contra del evangelio de Jesucristo, en contra de la fe cristiana, en contra de la doctrina bíblica de la elección divina y en contra de la justicia.

            En estos versículos Santiago nos dice algo más. Él quiere que entendamos que la vida cristiana es una vida dirigida por Dios. Nosotros no somos llaneros solitarios en nuestro peregrinar hacia la ciudad celestial. Dios en su misericordia nos ha dejado su ley como nuestra guía. Somos llamados a vivir bajo la ley de Dios. Y esto es bueno. ¿Por qué? Porque como dice Pablo en Romanos 7:12 “la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.” Nosotros somos guiados por la ley, no como un pacto de obras para merecer la salvación, sino como un medio gracia para vivir una vida que le agrada a Dios. Una vida en obediencia a la ley de Dios es una vida que adorna el evangelio. Además, seremos preservados de muchos errores en nuestro trato con nuestros semejantes.

            Dios nos ha dado su ley. Y esa ley es buena, es santa y es justa. Es llamada la ley de la libertad. ¿Por qué? Porque produce libertad en los que la obedecen. En vez de esclavizarnos ella produce libertad en los hijos de Dios por medio de la obra de santificación en nosotros. Por eso en este pasaje Dios nos llama a que veamos la ley de Dios como algo bueno para nosotros. Como una guía que nos ayudará a ser librados de muchos dolores de cabeza, de muchos sufrimientos.

            Dios nos llama a que busquemos cumplir la ley de Dios en verdad y no en apariencia. Por eso, si cumplimos la ley real en verdad, entonces...

I. Hacemos bien

            V. 8 “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura… bien hacéis”. Lo primero que nos preguntamos es qué es la ley real. La ley real es sin lugar a dudas la ley moral de Dios: aquí resumida en nuestro deber hacia el prójimo. Fíjate cómo la define: Amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Esa es la ley moral de Dios que no es otra cosa que un resumen de los 10 mandamientos. La ley real es los 10 mandamientos, llamada también la ley moral.

            Pero, ¿por qué se llama la ley real? Se llama real porque proviene de Dios quien es Rey. Se llama real porque esa ley es la ley suprema del mundo y por tanto es superior a cualquier ley creada por los hombres. Todas las demás leyes están subordinadas a la ley de Dios. Tanto es así que toda ley de hombres que conflija con la ley real, no estamos llamados a obedecerla.  Pero tiene que confligir con la ley real, no con nuestros gustos.

            Ahora bien, mira el beneficio que trae el cumplir la ley real. Nos dice “si en verdad cumplís la ley real… bien hacéis”. Si cumplimos en verdad, verdaderamente y no en apariencias con la ley de Dios hacemos bien. Es algo bueno para nosotros. Obedecer la ley de Dios siempre, siempre es beneficioso para nosotros. ¿Por qué? Porque Dios es adorado. Dios recibe honra cuando obedecemos sus leyes. Nosotros honramos a Dios cuando le obedecemos. Y Dios entonces nos honra también.

            No solo adoramos a Dios, sino que también adornamos el evangelio. El mundo ve en nosotros la realidad de lo que Dios hace en nosotros. Hermanos, no tengo la menor duda que el evangelismo en nuestra época está tronchado. ¿Sabes por qué? Porque nosotros no hemos buscado obedecer la ley de Dios consistentemente. Si lo hacemos nuestras vidas serían distintas. El testimonio sería poderoso para la conversión de pecadores. Algo que Dios ha llamado a la iglesia a hacer. Seremos el cristianismo real, la ayuda visual en donde el mundo podrá ver el poder del evangelio.

            Es bueno para nosotros cumplir la ley real. Porque al así hacerlo nos dará paz. Habrá paz de conciencia porque sabremos que si sufrimos no sufrimos por nuestro pecado sino por la voluntad de Dios. Y esto da paz en medio del sufrimiento. Como dice 1 Pedro 3:17-18 “Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal. Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados”. Solo cuando así padecemos emulamos a nuestro Señor. Entonces podemos ver que Jesús está transformándonos para ser semejantes a Él.

            Pero no te olvides. Hacemos bien solo si la cumplimos en verdad, no en apariencia, y con miras a glorificar a Dios. O como dice Santiago en conformidad a la Escritura.  Una cosa es obedecer la ley de Dios a mi parecer y otra cumplir la ley de Dios según nos es revelada. Un creyente puede creer que está cumpliendo con la ley de Dios cuando se queda en su casa, sin una razón justificada, pero ve el culto de adoración por televisión. ¿Es eso cumplir la ley real en verdad? La respuesta es no. Esa persona cree que sí, pero no lo es. No lo es. Yo quisiera saber qué comunión puede tener esa persona con la Iglesia. La respuesta es ninguna. Porque comunión es una unión en común y que unión puede tener a distancia. No la comunión bíblica. Pero Dios nos llama a cumplir la ley real en verdad y no en apariencia.

            Si cumplimos la ley real en verdad, entonces...

II. Amaremos a nuestro prójimo como a nosotros mismo

            V. 8 “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis”. Santiago nos dice que si hacemos acepción de personas estamos pecando y por tanto no estamos cumpliendo la ley real en verdad. ¿Por qué? Porque no estamos amando a nuestro prójimo como a nosotros mismo. Pero el que cumple la ley real en verdad y no en apariencia ama a su prójimo como a sí mismo.

            ¿Qué implica amar a mi prójimo? ¡Wao! Es tanto que podríamos estar un largo rato aquí. Pero podemos decir algunas cosas. Implica el estar pendiente de él. Hermanos, no estar pendientes de nuestros hermanos no es amarles. Por lo menos, no como nos amamos a nosotros mismos. Tenemos que estar pendientes de nuestro prójimo. Los hijos deben estar pendientes de sus padres y los padres de sus hijos. Los esposos deben estar pendientes uno de otros. Debemos servirnos, llamarnos, visitarnos. Orar los unos por los otros. Asistirles en sus necesidades. Y esto conlleva el desviarnos de nuestros caminos, enrollarnos las mangas para poder servir a los demás, Conlleva el esperar mi turno, el pedir permiso, el no burlarnos de los demás: sea los viejitos, los débiles, los discapacitados, etc. Implica el dar sin esperar recibir nada a cambio.   

            Si cumplimos la ley real en verdad, entonces...

 III. No seremos selectivos en obedecer los mandamientos de Dios

            V. 10-11 “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.” Nuestra meta debe ser cumplir todos los mandamientos de Dios. Cada mandamiento es importante. Porque todo mandamiento es dado por Dios. No todo mandamiento es igual en materia de salvación. Pero todo mandamiento es importante.

            Aparentemente estos hermanos a quienes le escribe Santiago tenían la misma mentalidad que hay hoy día entre muchos hermanos cristianos. Ellos no veían la ley de Dios como un todo. Para ellos la vida era una tienda llena de departamentos en la cual nada se relacionada con nada. Todo es independiente y separado. Pero Santiago les dice que eso no es correcto. La ley de Dios es un todo armonioso. El que peca transgrede la ley, no una parte de la ley sino la ley como un todo. Mira cómo lo dice: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”. ¿De todos qué? De todos los puntos. Es decir, quebranta toda la ley. ¿Por qué? Porque la ley de Dios es un todo armonioso. Aclaro, eso no significa que cada vez que pecamos quebrantamos cada uno de los diez mandamientos. Esa no es la idea. La idea es que la ley de Dios es una, así como Dios es uno. Y el que quebranta un mandamiento quebranta la ley, toda la ley como ley, aunque no cada mandamiento de la ley en particular. Fíjate cómo lo aclara Santiago V. 11 “Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.” Tú no tienes que quebrantar cada uno de los 10 mandamientos para quebrantar la ley. Con solo quebrantar uno solo has quebrantado la ley. Pero no cada uno de los mandamientos en particular.

            Por ejemplo: viene una madre y le pregunta a su niño de tres años, con la cara embarrada de bizcocho de chocolate, ¿quién se comió el bizcocho? Y el niño y le dice: yo no sé. Y la madre después de comérselo a besos le dice: ya no hay más para ti y no digas mentiras. ¿Pecó el niño? Pues, claro. No hay que enseñarles a mentir. Ya eso viene de fábrica. El niño mintió, quebrantó el noveno mandamiento, ¿pero quebrantó el séptimo: no adulterarás? Obviamente no. ¿Quebrantó la ley de Dios al mentir? No cabe la menor duda. La ley de Dios es una. Dios es el dador de toda la ley.

            En el contexto de Santiago los hermanos creían que no estaban quebrantando la ley del amor porque amaban a los ricos y menospreciaban a los pobres. Santiago les dice, eso no es así. O cumplimos la ley como un todo o no la cumplimos. Por ejemplo: O una mujer está embarazada o no lo está. O gana Clinton o gana Trump; uno va a ganar y el otro va a perder. O amamos a los ricos y a los pobres o no cumplimos la ley del amor. Un cumplimiento parcial no es cumplir con la ley.      

            Pero hoy día, muchos piensan de la misma manera que los hermanos a quienes Santiago les escribe. Creemos que cumplimos la ley de Dios, aunque la cumplimos parcialmente. Entonces yo no robo dinero, pero robo la señal del televisor, practico la piratería, robo mi salario. ¿Cómo así? Cuando en vez de estar trabajando concentrado en lo que hago estoy “chateando” al enviar mensajes de texto en mi hora de trabajo. No debemos decir mentiras, pero un cristiano bueno y comprensivo me inspeccionó el carro sin haberlo visto. No tienen dioses ajenos, pero tienen amigos con beneficios. Como hoy se dice para llamar bueno a lo que es malo.

            Hermanos, el que cumple la ley real en verdad no es selectivo en el obedecer los mandamientos de Dios. Ni nos escudaremos en decir yo soy salvo por la gracia de Dios y no por las obras, por tanto, la ley no es importante. Porque quien dice eso para justificar sus pecados no conoce a Dios.

            Si cumplimos la ley real en verdad, entonces...

IV. Buscaremos ser consistentes en nuestra teología y vida

            V. 12 “Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad.” Hermanos, debemos buscar vivir lo que predicamos. Y todos nosotros predicamos, o más bien testificamos con nuestras vidas. Todos nosotros somos testigos de lo que creemos. Es imposible no testificar con lo que hablamos y con lo que hacemos. Es más, hay un dicho que dice que una acción vale más que mil palabras.

            Santiago nos dice que nuestro vocabulario y nuestra conducta deben estar fundados en la ley real o la ley de la libertad. Nuestra vida debe concordar con nuestra teología. Y nuestra teología debe moldear nuestra vida. ¿Qué significa? Vive lo que predicas. Habla según la ley de Dios y haz conforme a dicha ley. ¿Por qué? Porque vamos a ser juzgados por esa misma ley.

            Hermanos, al final de los tiempos en el juicio final habrá un juicio de obras. Cada uno de nosotros compareceremos para dar cuenta de nuestras vidas. 2 Corintios 5:10 “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” Y ese juicio de obras declarará si nuestra fe fue genuina por nuestras obras.

            Así que hablemos y vivamos como aquellos que sabemos que seremos juzgados por la ley que da libertad a los que la obedecen.

            Si cumplimos la ley real en verdad, entonces...

V. Buscaremos juzgar con misericordia

            V. 13 “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.” Hermanos, la tendencia del ser humano es mirar la paja del prójimo y no ver la viga en nuestros ojos. Esa es la tendencia de todo ser humano. Si alguien hace algo mal eso es terrible. Pero si yo lo hago hay una razón poderosa para que yo lo hiciera; tienen que entenderme. Pero si cumplimos la ley real en verdad entonces procuraremos ponernos en los zapatos de los demás. Y no seremos más severos con otros de lo que somos con nosotros o esperamos que no sean con nosotros. Entonces juzgaremos con misericordia.

            Tenemos que vestirnos de compasión. Debemos ser comprensivos. Debemos siempre esperar lo mejor de mi prójimo, a menos que me demuestre lo contrario. Un ejemplo: Una muchacha se casa joven con el primer muchacho que se enamora. Fue una decisión apresurada. Pero esa decisión fue motivada por el maltrato que recibía en su casa. Hermanos, el casarse nunca debe ser una decisión apresurada. Y alguien pudiera decir: muchacha no seas loca que no conoces bien a este muchacho, pero a lo mejor no conocemos el infierno que vive en su casa. Esto lo decimos no para justificar malas decisiones sino para tratar de entender la decisión de esa joven en este ejemplo hipotético pero que sucede.  

Aplicación:

1. Hay que cumplir con la ley real. Y hay que cumplirla de veraz. La ley de Dios es norma de nuestra conducta. Y vamos a ser juzgados por ella. Ella es buena para nosotros. Ella es la ley de la libertad. Nos liberta al guiarnos por el camino recto. Nos libra de sinsabores porque habremos hecho lo recto. Habrá paz en nuestra vida porque sabremos que si sufrimos no es porque nos lo merecíamos. ¿Cuántos de nosotros podemos decir como el salmista en el Salmo 119:97 “¡Oh, cuánto amo yo tu ley!
Todo el día es ella mi meditación”.

2. Solo podemos cumplir la ley real cuando estamos sumergidos en una vida de comunión con Dios. El poder de Cristo y su santidad fluye de Jesús a nosotros por medio de nosotros alimentarnos de Cristo. ¿Cómo nos alimentamos? Cuando nos mantenemos en contacto con Jesús. “Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).  Para ello necesitamos poner nuestra mirada en Jesús. Y no esperar en una fuerza misteriosa para obedecer sino entender que Dios nos da su fuerza en el cumplimiento de sus mandamientos. En otras palabras, Dios nos da poder al momento mismo que empezamos a caminar.

            ¿Qué nos quiere enseñar Santiago? Que, si cumplimos la ley real en verdad entonces, haremos bien, amaremos a nuestro prójimo, no seremos selectivos en obedecer los mandamientos de Dios, nuestra vida será consistente con nuestra teología y juzgaremos con misericordia, porque la misericordia triunfa sobre el juicio, para la gloria de Dios.  

 

Sermón: Santiago 1:26-27 La verdadera Espiritualidad

Santiago 1:26-27 “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.”

 

            Hay un dicho popular que dice que no todo lo que brilla es oro. Y hay otro que dice que el león no es como lo pintan.

            Por ejemplo: una persona va a China town en los EE.UU. buscando un reloj para sí mismo. Y va entusiasmada porque piensa que va a encontrar una buena ganga.  Le dice a la persona que está buscando un reloj de tal o cual marca. Y de momento le traen un reloj que a todas luces parece el reloj original. Y es tan parecido que una persona pudiera hasta dudar de si es el original o no. Y hermanos, algunas copias pueden ser tan parecida que uno mismo se podría confundir. Y si sobre todo, el precio de ese reloj es un precio alto, diríamos unos $800 podríamos pensar, es posible que sea original. Es posible que sea caliente ese reloj. Pero cuando comparamos el precio de ese reloj con lo que normalmente cuesta, el cual es $2,000, concluimos que no cabe la menor duda que ese reloj es una copia. Y a veces las copias pueden ser tan parecidas que nos podemos confundir.

            Santiago toca ese mismo tema en el pasaje que tenemos por delante.

            En este pasaje que finaliza el capítulo 1 Santiago tiene en mente a una persona que profesa ser cristiana. Es fiel en su asistencia a la iglesia. Se expresa como se expresan los cristianos ya que conoce la jerga que es común entre los cristianos. Tal vez llama a su hermano en la fe: varón. Y cuando escucha un mensaje fielmente predicado dice: me estoy gozando. A todas luces parece ser un creyente firme, estable, creciendo en la gracia de Dios. A todas luces es un verdadero hombre espiritual. Pero cuando comparamos su carácter con el carácter que la escritura revela debe poseer todo creyente, encontramos que su espiritualidad carece de sustancia. Santiago nos dice en qué consiste la verdadera espiritualidad, en que consiste la verdadera religión y la contrasta con lo que él llama la religión vana. Obviamente Santiago no cubre todos los aspectos esenciales de lo que es la verdadera religión cristiana. El solo nos da unos puntos importantes de lo que es parte fundamental de la verdadera religión o espiritualidad. ¿Cuáles son las marcas de una verdadera espiritualidad? Las tres marcas de la verdadera espiritualidad son: frenar nuestra lengua, mostrar misericordia a los necesitados y guardarnos sin macha del mundo.

I. Frenar nuestra lengua

            V. 26 “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana”. Santiago nos dice: el creyente debe profesar su fe en Cristo. Pero profesar su fe en Cristo en sí mismo no salva a menos que se demuestre su fe por medio de frenar su lengua. ¿Por qué la lengua? Porque la lengua revela lo que hay en el corazón del hombre. ¿A quién tiene en mente Santiago? Santiago tiene en mente a esta persona que profesa ser cristiano. Posiblemente es uno que asiste fielmente a la iglesia, es un excelente diezmador, es un fiel servidor en la iglesia, pero es uno que no refrena su lengua. Su conducta se caracteriza por ser un mentiroso, por ser un chismoso. No tiene problemas en ofender a nadie. No le quita el sueño el calumniar a sus hermanos en la fe o a su prójimo. Es una persona que todo lo resuelve gritando o criticando o burlándose de otros. O tiene un chiste colorado cada vez que está entre sus panas. Y esto no es algo que ocurre alguna que otra vez, sino que es un patrón de conducta constante y recurrente en su vida. Santiago no toca aquí el hecho de que todos, en un momento u otro ofendemos a nuestros hermanos u ofendemos a los seres queridos. Esa no es la persona que tiene en mente. Si no a una persona se caracteriza por ser así.

            ¿Qué es lo que Santiago le dice a esa persona? Tal persona “engaña su corazón y la religión de esa persona es vana”. Todo lo que hace para adorar a Dios, todo lo que hace para servir a Dios es en vano. Su adoración no agrada a Dios. Su oración no pasa del techo. Su estudio de la Biblia es en vano. ¿Por qué? Porque su conducta no demuestra que conoce al Señor de una manera salvadora.

            Podemos ser ortodoxos en nuestra doctrina y ser fieles asistentes a los cultos de la iglesia, pero Santiago nos dice que la prueba de la verdadera espiritualidad, de ser un verdadero creyente, yace en la conducta.

            Hermanos, no toda profesión de fe en Cristo es una profesión salvadora si no va acompañada de un carácter consistente con la fe cristiana. Santiago nos está diciendo lo que ya Jesús había dicho que de la abundancia del corazón habla la boca.

            Hablar religiosamente o con un lenguaje religioso es una cosa fácil. Pero lo importante, dijo Pablo, es guardar los mandamientos de Dios. 1 Corintios 7:19 “La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios.” Lo importante es una nueva creación en Cristo Jesús. Gálatas 6:15 “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación.”

            Pero los herederos del reino de cielos triunfan sobre estas cosas por Cristo Jesús. Y saben que el pecado no se enseñoreará de nosotros. Dios nos llama a que domemos la lengua o más bien pedirle a Dios que nos dé una lengua y un corazón manso y respetuoso. Que usemos la lengua para glorificar el nombre de Dios. Que usemos la lengua para edificar a todos los que nos oyen. Y si alguien tiene una lengua ligerita, una lengua medio suelta, suplícale a Dios no seas impulsivo en la manera de hablar. Que por la gracia de Dios puedas frenar la lengua, filtrar las cosas que dices, que pienses bien antes de hablar. No pares de suplicarle a Dios que te dé ese corazón y esa lengua mansa.

            Pero hay otra marca que se deduce de esta. Si somos sinceros podemos decir que todos ofendemos de una manera u otra con la lengua. Todos en algún momento u otro hemos sido malcriados, respondones, chismosos sea en llevar el chisme o en darle oído o en no pararlo. Un verdadero creyente cuando confrontado con su pecado es llamado a pedir perdón o a aceptar que lo hizo mal. Y eso conlleva ir a la persona y decirle: perdóname porque lo que hice estuvo mal, no debí reaccionar así. O si confrontado con su pecado, reaccionar como David cuando Natán lo confrontó: “Pequé contra Jehová”, perdóname, no lo volveré a hacer.

            La verdadera espiritualidad nos dice Santiago se traduce también en…

II. Mostrar misericordia a los necesitados

            V. 27 “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones”. Santiago nos dice que la verdadera religión se compadece de los necesitados, aquí descritos como huérfanos y viudas, la parte representa el todo. Ellos representan a los pobres y a los indefensos de la sociedad.  Y nosotros como creyentes deber mostrar misericordia a estos que sufren. ¿Por qué? Porque así hace Dios. Dios es el defensor de ellos. El mundo les explota, pero Dios les defiende. Salmo 68:5 “Padre de huérfanos y defensor de viudas”. Salmo 146:9 “Jehová guarda a los extranjeros; Al huérfano y a la viuda sostiene…” Y no solo eso, Dios maldice a aquellos de los oprimen, Deuteronomio 27:19 “Maldito el que pervirtiere el derecho del extranjero, del huérfano y de la viuda. Y dirá todo el pueblo: Amén.”

            Tan importante son los huérfanos y las viudas para Dios que Él mandó a que el pueblo de Israel tenía que protegerlos. Deuteronomio 26:12-13 “Cuando acabes de diezmar todo el diezmo de tus frutos en el año tercero, el año del diezmo, darás también al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda; y comerán en tus aldeas, y se saciarán. Y dirás delante de Jehová tu Dios: He sacado lo consagrado de mi casa, y también lo he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que me has mandado; no he transgredido tus mandamientos, ni me he olvidado de ellos.” Se les debía dar la oportunidad de trabajar. Deuteronomio 24:19-21 “Cuando siegues tu mies en tu campo, y olvides alguna gavilla en el campo, no volverás para recogerla; será para el extranjero, para el huérfano y para la viuda; para que te bendiga Jehová tu Dios en toda obra de tus manos. Cuando sacudas tus olivos, no recorrerás las ramas que hayas dejado tras de ti; serán para el extranjero, para el huérfano y para la viuda. Cuando vendimies tu viña, no rebuscarás tras de ti; será para el extranjero, para el huérfano y para la viuda.”

            Juan nos dice lo mismo. Una marca de ser verdaderos creyentes es que no cerramos nuestros ojos a las necesidades de nuestro prójimo. 1 Juan 3:17-18 “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”. Mateo 25:34-36 “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.”

            ¿Por qué debemos hacerlo? Porque nosotros éramos también huérfanos en este mundo.  Antes de ser cristianos andábamos en este mundo sin Dios. Él no era nuestro Padre. Pero por Cristo Jesús hemos recibido la adopción de hijos.

            Hermanos, en esto todos nosotros podemos mejor grandemente. ¿Cuántos necesitamos hay entre nosotros? ¿Qué estamos haciendo por ellos? ¿Cuántos de nosotros hemos ido a visitar a nuestros hermanos que están en el hospital, o a los que están solos en sus casas sea por viudez o por cualquier otra razón? ¿Llamamos cuando alguien entre nosotros está enfermo? ¿Visitamos a los que están en asilos? ¿Cuándo alguien se enferma en medio nuestro lo llamamos? No estamos hablando de darle la pesetita aquel que pide en la calle o de aportar un dólar para el hospital oncológico cuando vamos a Burger King o a Walgreens y nos dicen si queremos aportar a esa causa. Estamos hablando de si nos amamos de tal manera que nos procuramos unos a otros, nos llamamos uno a otros, nos visitamos unos a otros. Cuán importante es la visitación que Santiago nos dice que la religión pura y sin mácula, sin mancha es visitar a los huérfanos y viudas en sus tribulaciones, visitarlos. ¿Cuándo fue la última vez que visitaste a uno de tus hermanos enfermos y que no sean los de tu círculo privado y de siempre? En esto todos podemos crecer, como yo también.

            Tan importante es esto que Jesús nos dice que en el juicio final El evaluará lo genuino de nuestra fe por el servicio que hemos hecho a los necesitados. Busquemos Mateo 25:31-40 “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, 32. y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. 33. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. 34. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36. estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 37. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? 38. ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39. ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40. Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” Hermanos, Jesús nos dio un corazón que se preocupa del prójimo y sobre todo de los hermanos. Yo sé que nuestra vida tan súper ocupada a veces nos lleva a descuidar de nuestros hermanos. Vayamos a Jesús para que El renueve nuestras fuerzas y aclare nuestras prioridades en la vida para incluir en nuestra agenda a nuestros hermanos en la fe que necesitan de nosotros.

            La verdadera espiritualidad se traduce además en…

III. Guardarnos sin mancha del mundo

            V. 27 “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta… guardarse sin mancha del mundo.” ¿Qué decir Santiago con esto? Significa que como creyentes debemos mantenernos separados del mundo. Hermanos, estamos en el mundo, pero no somos del mundo.

            El mundo físico es la creación de Dios y Él no nos manda a que huyamos de este. La creación divina es buena y debemos disfrutar de ella. No debemos ser como algunos grupos en la historia de la iglesia que apartarse del pecado significaba huir del mundo, irse a un monasterio o escapar a una cueva y vivir solos. Eso no es bíblico.

            El mundo del que habla Santiago es el sistema de creencias, valores, ideas y filosofías que son opuesta a Dios. De ese mundo debemos separarnos. Con ese mundo no debemos tener amistad, ni parte ni suerte. ¿Por qué? Porque nuestra vida eterna depende de ello. Santiago 4:4 “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”. 1 Juan 2:14 “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”.

            Ahora bien, la pureza que se nos ordena tener no se logra saliendo de este mundo. La separación no es dejar de ver televisión ni dejar de ir al cine como algunos grupos piensan. Sino en ser sabios en lo que vemos y oímos y no dar lugar a aquellos entretenimientos que promueven y dan gloria al pecado. Hay series de televisión y hay películas que sería bueno que nosotros evaluemos con más detenimiento si es correcto o no verlas. ¿Por qué? Porque en ellas se promueve el pecado, se promueve una vida totalmente vana, profana, diabólica. Y hay series de televisión que han ganado muchos premios en la academia de Hollywood que no son otra cosa que pornografía disfrazada. Hermanos, Jesús nos dijo en Mateo 10:16 “sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. Pablo dijo en 1 Corintios 14:20 “Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar.” Gálatas 5:9 “Un poco de levadura leuda toda la masa”.

            Hermanos, esto solo lo podemos hacer si Cristo reina en nuestros corazones. Si somos diligentes en usar los medios de gracia, si tenemos presente que Dios nos llama a luchar contra el pecado bajo el poder de Cristo. 

            ¿Qué nos quiere enseñar Santiago aquí? Nos quiere enseñar que el verdadero amor a Dios es una vida de devoción a Dios que se traduce en una lengua santa, unas manos serviciales al necesitado y un corazón que se mantiene puro separado del mundo. Quiera Dios que todos nosotros podamos crecer en esto cada día.  

Sermón: Santiago 1:22-25 Hacedores de la Palabra

 Texto: Santiago 1:22-25 “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.”

 

            Hermanos, no sé si a ustedes les pasa como a mí mientras leo la epístola de Santiago. Yo me siento alegre al saber que Dios en su misericordia y en su amor nos ha dado instrucciones sobre cómo vivir la vida cristiana. Eso es lo que sin lugar a dudas hace Santiago. Esta carta es un manual, es una guía sobre los principios que deben regir la vida cristiana. Y yo me gozo con ello. ¿Sabes por qué? Porque Dios no nos deja en ignorancia acerca de lo que le agrada y acerca de lo que El promete hacer por nosotros y en nosotros en este peregrinar a la ciudad celestial. Y no solo eso, Dios nos enseña cómo debemos vivir la vida cristiana que agrada a Dios. Y qué es lo que es bueno para nosotros. Hermanos, nosotros no sabemos muchas veces lo que es bueno para nosotros. Pero Dios en su palabra nos muestra el camino correcto a seguir. Y esto es hermoso. Es excelente el saber cómo vivir la vida cristiana que adorna el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Y yo me imagino que esa es tu pasión. Eso es lo que da gozo a tu vida: vivir para Dios.

            Repasemos brevemente algunas de las cosas que hemos estudiado hasta ahora para poder así engranar en el mensaje de hoy.

            Santiago nos enseñó desde el principio que debemos ver la vida cristiana desde la perspectiva de la eternidad y desde el punto de vista del plan de Dios. Aflicciones vienen a nuestra vida, pero ellas no son nuestros enemigos. Son parte del plan de Dios para nuestras vidas. Por medio de ellas Dios nos madura en la fe, que no es otra cosa que hacernos semejantes a Cristo. Pero como a todos nosotros nos pasa, muchas veces no sabemos qué hacer en medio de las aflicciones y Dios nos da un remedio para ello: si alguno tiene falta de sabiduría, “pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. Pero esa oración debe ser hecha en fe, con la convicción de que Dios no solo nos oye si no también es poderoso para hacer más allá de los nosotros pedimos y pensamos. 

            Santiago nos recuerda que debemos poner nuestra mirada en lo que Dios ha hecho por nosotros y no en la carencia monetaria que a veces viene a nuestra vida. Y luego nos dice que debemos aceptar nuestras responsabilidades y con humildad reconocer y aceptar que somos responsables por nuestros actos. Si alguno cede a la tentación no diga que es tentado por Dios. Cuando pecamos caemos por nuestro propio peso, por nuestro propio pecado. Eso es fundamental en la vida cristiana, aceptar nuestros errores con valentía y confesión de pecado.

            Pero eso no es todo, Dios muestra su buena voluntad para nosotros al hacernos nacer por medio de la palabra de Dios. La palabra de Dios es instrumental para el nuevo nacimiento. Pero no solo Dios nos ha dado su palabra para que sea el instrumento de nuestra conversión Él nos ha dado su palabra para que sea nuestra guía para el todo de nuestra vida.  Pero es palabra no nos beneficiará si no es recibida con un corazón dócil y humilde, con un corazón que desea y busca luchar contra el pecado.

            La palabra de Dios debe ser céntrica en nuestra vida. Dios en su amor nos ha dado, si podemos decir, una porción de su mente y voluntad, revelada en la Biblia.

            Ahora bien, Dios nos ha dado su palabra. Ha puesto sus oráculos al alcance de nuestras manos y de nuestros oídos. Esto es un gran privilegio. Tener la voz de Dios cerca de nosotros es un regalo al cual no le podemos poner precio. Y con un gran privilegio vienen grandes responsabilidades. Dios nos ha dado su palabra y esta debe ser recibida por todos nosotros con corazones humildes y enseñables. Y de esto surge también un deber. ¿Cuál? Debemos ser hacedores de la palabra de Dios. Hay un deber aquí súper importante.

            Hay por lo menos cuatro cosas importantes en este pasaje corto. Y quisiera que los viéramos desde esta perspectiva: (1) Lo que debemos hacer, (2) Lo que debemos evitar (3) Cómo hacer lo que debemos hacer (4) La bendición de hacer nuestro deber.

I. Lo que debemos hacer

            Debemos ser hacedores de la palabra de Dios y no solo oidores de ella. V. 22 “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores”. He ahí nuestro deber, bien sencillo. Dios nos ha dado su palabra para instruirnos, en primer lugar, sobre qué debemos creer para ser salvos. Pero también nos ha dado su palabra para enseñarnos cómo vivir la vida cristiana luego de ser salvos.

            Hermanos, la vida cristiana es una vida para ser vivida. Y todo lo que se enseña y todo lo que procuramos aprender es con mira a ponerlo por práctica.      

            Hermanos, Dios nos ha dado su palabra no para llenar nuestras mentes de información, si no para iluminar nuestras mentes con la verdad para poder vivir la verdad.

            Sacar tiempo domingo tras domingo para escuchar la palabra predicada, sacar tiempo para leer y estudiar la Biblia es solo la mitad del camino. Montarme en el carro, por sí mismo, no me lleva a ningún sitio.  Tenemos que encender el carro, sacarlo de la marquesina y conducirlo por la carretera para sea un vehículo de transportación. No es bizcocho si solo hacemos la mezcla. Esa mezcla tiene que sea cocinada para que sea un bizcocho.

            De la misma manera nos dice Santiago que no es suficiente con que nosotros oigamos la palabra de Dios. Dios demanda algo más. ¿Qué? Que seamos hacedores de su palabra.

            Jesús mismo lo enseñó una y otra vez no solo como la manera correcta de vivir la vida cristiana sino la marca que distingue a uno que le ama de veras o no meramente de palabra.

            Mateo 7:21, 24 “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.” Tan fundamental es esto que Jesús nos dice que su familia se caracteriza por la obediencia a sus mandamientos. Lucas 8:21 “Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.” Y Pablo hablándoles a los romanos les dice lo mismo en Romanos 2:13 “porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados.”

            ¿Qué tú haces con la palabra que se te predica domingo tras domingo, jueves tras jueves? Dios espera de nosotros que nos esforcemos en poner pro práctica su palabra y así demostremos lo que somos hijos de Dios.

            En otras palabras, Dios demanda que no seamos cristianos de meramente caminar con la Biblia debajo del brazo sino que vivamos como creyentes que no viven para sí mismos sino para aquel que los llamó de las tinieblas a la luz verdadera.

            ¿Eres tú un oidor solamente de la palabra o eres un hacedor de la palabra? ¿Cómo tú describirías tu vida: como uno que desea obedecer la palabra de Dios y buscas así hacerlo, o te da lo mismo? ¿Cuándo escuchas de tu deber de ser miembro de la iglesia cómo reaccionas a esta palabra de Dios? ¿Cuándo escuchas que debes ser puntual a la asistencia a la iglesia cómo reaccionas tú? ¿Cuándo se te enseña por la palabra tú deber de sostener económicamente la iglesia, tu iglesia, cómo reaccionas tú? ¿Cuándo se te enseña de tu deber de servir en la iglesia, de ayudar en su limpieza, de ayudar en la reparación de las cosas de la iglesia, qué haces con esa enseñanza?

            Yo espero que todos podamos decir: Heme aquí Señor, envíame a mí. Esta es la voluntad de Dios yo quiero hacerla porque Dios es maravilloso en sí mismo. Él es mi Señor, Él es mi Dueño. Pero sobre todo Él es mi Padre celestial quien ha enviado a Cristo para que muriera y resucitara por mí, por mí, un vil pecador. Y me ha dado esta salvación, esta nueva vida hermosa, cómo yo no voy a demostrarle mi amor al servirle con todas mis fuerzas, con todas mis habilidades, con todo lo que tengo que El mismo me ha dado. Porque todo lo que tengo lo tengo gracias a Él.

            Eso es lo que debemos hacer.

            Santiago también nos da una precaución que hay que evitar.

II. Lo que debemos evitar

            Debemos evitar el engañarnos a nosotros mismos. V. 22 “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”. ¿Qué quiere decir con engañarnos a nosotros mismos? La palabra engañarnos [παραλογίζομαι] en el griego, en este pasaje significa: razonar falsamente o incorrectamente. ¿Qué quiere decir entonces? Santiago nos quiere decir: no estás pensando correctamente, te estás engañando a ti mismo si crees que agradas a Dios con ser un mero oidor de la palabra y no un hacedor de la palabra. Si haces eso: si eres un oidor meramente y no un hacedor de la palabra: vives engañado. No has aprendido bien el cristianismo. Vives en ignorancia.

            Y lo triste no es eso solamente. Es que te haces daño a ti mismo. ¿De qué manera? Bueno si eres un mero oidor y nunca un hacedor de la palabra demuestras que no eres cristiano. Demuestras que no amas a Jesús. Vives engañado si crees que eres cristiano. Mira las palabras de Jesús. Juan 14:21 “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama”. Juan 14:23 “El que me ama, mi palabra guardará”. Y lo opuesto es cierto también. Juan 14:24 “El que no me ama, no guarda mis palabras”. 1 Juan 2:4 “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él”.

            Y si eres cristiano y eres selectivo en tu obediencia a la palabra de Dios vives engañado, esa no es la voluntad de Dios para su pueblo. También te haces daño a ti mismo. Cuando nosotros no obedecemos la palabra de Dios inevitablemente nos hacemos daño. Cuando nosotros no seguimos los roles establecidos por Dios en el matrimonio: del hombre ser la cabeza de la familia y la esposa seguir el liderato de su esposo nos hacemos daño. Y no cumplimos el propósito que Dios tiene para el matrimonio: que sea una representación visible de la relación que la iglesia tiene con Cristo, su Salvador. E inevitablemente le hacemos daño a nuestro matrimonio.

            Si escogemos los días que vamos a asistir a la iglesia nos engañamos a nosotros mismos. Porque la palabra de Dios y no de los hombres dice en Hebreos 10:25 “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre”.  Hermanos, es Dios mismo quien nos llama a congregarnos en su casa domingo tras domingo. No es un invento de los hombres. Es el quien dice en el Salmo 96:8 “Dad a Jehová la honra debida a su nombre; Traed ofrendas, y venid a sus atrios.” Y por tanto no hacerlo es pecar contra Dios.

            Santiago dice más. Nos dice que no pensemos que sacaremos fruto a nuestras vidas si solo somos oidores y no hacedores. V. 23-24 “Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.” ¿De qué le beneficia a una persona que mire su rostro en el espejo y luego de considerarse a sí mismo, se va y olvida cómo era? No le beneficia en nada. El espejo ha sido creado para que nos veamos tal cual somos. La Biblia es un espejo para que veamos tal cual somos y estamos delante de Dios. Pero si nos limitamos a mirar solamente en el espejo de la Biblia y no hacemos los cambios que demanda en el poder del Espíritu Santo, de nada nos beneficia. No nos engañemos, dice Santiago, en pensar que nos beneficiará la lectura de la palabra si no la ponemos por práctica.

            Pero Santiago nos dice algo más. Nos dice…

III. Cómo lo debemos hacer

            V. 25 “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad”. Lo primero que debemos hacer es mirar atentamente a la perfecta ley. Es decir, debemos esforzarnos no meramente en leer la Biblia sino en mirar atentamente en ella. Hay que escudriñar la palabra de Dios. Hay que sacar tiempo para poder entenderla. Hay que sacar tiempo para poder memorizarla. El llamado es a no ser lectores casuales de la Biblia sino a ser verdaderos conocedores de la palabra de Dios. La palabra mirar atentamente significa: doblarse para mirar algo más de cerca. Entonces, acércate a mirar de cerca el significado de la palabra de Dios. Para sacarle verdadero provecho usa de diccionarios bíblicos, de biblias de estudio, de mapas bíblicos, de comentarios y no faltes a la escuela dominical, al estudio de los jueves y verás si no aprendes con profundidad en la palabra de Dios.

            En segundo lugar, no solo mires atentamente en la perfecta ley, la palabra de Dios sino mira que ella es la ley de la libertad. Acércate a la Biblia no como una ley que viene a esclavizarte sino todo lo contrario. La ley de Dios produce libertad. Cristo nos hizo libre de la maldición de la ley cuando El mismo fue hecho maldición por nosotros. Nos libertó del poder condenador de la ley para que ahora seamos libre en Cristo bajo la guía y dirección de la ley. Por eso el Salmista podía decir en el Salmo 119:97 “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.”

            En tercer lugar, persevera en ella. “mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra”. Es decir, no te canses en ser hacedor de la ley, persevera en ello. No desmayes en estudiar la palabra y en obedecerla. Sigue adelante. No te quites. Piensa que cada vez que así lo haces, perseverando en obedecer más feliz serás. Por eso Santiago nos habla de la bendición que cosecha el que obedece a Dios.

IV. La bendición de hacer nuestro deber

            El pasaje termina con una bendición. Pero es una bendición que nos enseña un principio más acerca de la vida cristiana. Dice: V. 25 “éste será bienaventurado en lo que hace.” ¿Qué significa esta frase? Significa que obedecer a Dios trae en sí mismo su propia recompensa. Fíjate que dice será bienaventurado en lo que hace, no dice: por lo que hace. En otras palabras, el creyente obedece a Dios no por la recompensa de hacer la voluntad de Dios sino por el placer de hacerla voluntad de Dios.

            Obedecer a Dios trae por sí mismo su propia recompensa. Es como el esposo que le hace bien a su esposa no para ganar su favor sino por amor a ella. Servirle a ella es en sí mismo su propia recompensa. Es un placer y un gozo hacerlo así. De igual manera el creyente, obedecer a Dios es una recompensa en sí mismo. Trae placer y felicidad y bien para nuestra vida el ser hacedores de la palabra de Dios. Jesús mismo dijo en Lucas 11:28 “Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.” Así que tu felicidad en la vida depende de tu obediencia a la palabra de Dios. ¿Quieres ser feliz? Se hacedor de la palabra y no tan solo oidor. ¿Quieres que te vaya bien la vida? Pon en práctica la palabra de Dios. Pero hazlo no para ganar el cielo porque Cristo lo ganó por ti y para ti sino por el placer de servir a Dios. A ese Dios quien nos ha dado a Cristo como nuestro galardón y como la fuente de la vida eterna.

            Quiera Dios que seamos cada un día una iglesia celosa de buenas obras, negándonos a nosotros mismos para hacer la obra de Dios por el solo de hecho de que le amamos y deseamos serle agradables en todo. Amén.

 

            

Sermón: Santiago 1:19-21 Recibiendo con Mansedumbre la Palabra de Dios

Texto: Santiago 1:19-21 “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.”

 

            Hermanos míos, hemos visto en nuestro estudio de esta carta que Dios se ha revelado como un Dios de toda bondad hacia nosotros. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de Dios sobre nosotros, la iglesia de Cristo. De un Dios que lo único que ha buscado hacer sobre nosotros es bendecirnos. El de su misericordia, libre y voluntariamente nos ha hecho nacer de nuevo por medio del evangelio. Aunque cada uno de nosotros íbamos en la dirección hacia el infierno Dios en su misericordia desvió esa dirección. El cambió el curso de nuestra vida. El interviene en el todo de nuestra vida. Y esto demuestra su gran amor que tiene para con nosotros su pueblo.

            Si cuando una persona es rescatada de ser ahogada siente un sentido de gran deuda a su rescatador, cuánto sentido de deuda debemos tener nosotros ante la gran misericordia de Dios al salvarnos del sufrimiento del infierno por toda la eternidad. ¿Cuánto tú crees que le debemos a Dios?

            Si Dios ha hecho esto con nosotros, entonces nos dice Santiago, se desprende que nosotros, la iglesia, tenemos un gran deber para con Dios. ¿Cuál es? El de recibir su Palabra con un corazón enseñable, dócil y manso que se aparte de todo pecado. Veamos como Dios nos lo enseña por medio de Santiago.

I. Debemos recibir la Palabra

            V. 21 “recibid… la palabra”. Alguien pudiera preguntar, ¿Por qué? Y la respuesta ya la ha dado Santiago: por todo lo que Dios ha hecho con nosotros. Fíjate que el versículo 19 comienza diciendo “Por esto, mis amados hermanos”, conectando esta parte con la anterior. Debemos recibir la palabra por el hecho de que Dios es Dios. Él nos creó y por tanto tiene derecho sobre nosotros. Pero más aún por todo lo que Dios ha hecho en nuestras vidas: el ordena todo para nuestra salvación y santificación y El de su misericordia nos dio el privilegio de ser sus hijos al hacernos nacer por la palabra de verdad, versículo 18. Por tanto, es nuestro deber recibir la palabra.

            Y ¿qué implica recibir la palabra? Implica:

1. Creer en esa palabra. Hermanos, la Biblia es la palabra de Dios por excelencia. Es la palabra de los hombres en tanto y cuanto Dios utilizó hombres para escribir Sus palabras. Pero, aunque Dios utilizó tales hombres, ellos no lo hicieron solos. Ellos fueron guiados, dirigidos, impulsados por el Espíritu Santo para escribir lo que Dios quería comunicar como su voluntad para nosotros. Como dice 2 Pedro 1:21 “porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” Así que lo que tenemos ante nuestros ojos no es meramente ni únicamente la palabra de los hombres, si no la misma Voz de Dios. No necesitas más Voz de Dios que su misma palabra. Pero algunos quieren oír la Voz de Dios audiblemente. Y dirían que si la oyeran audiblemente creerían al evangelio. ¿Ustedes quieren oír la Voz de Dios de forma audible? Léanla en voz alta. La Biblia es la misma Voz de Dios en forma escrita. No necesitamos más. Y por tanto es nuestro deber creer en su palabra.

2. Creer que ella es la autoridad suprema. Yo diría que este es el gran problema que la Iglesia de Cristo del sigo 21 tiene: la Iglesia no cree que la Biblia es la autoridad suprema. Creemos que la Biblia es la palabra de Dios. Pero no creemos que la Biblia es la autoridad suprema. Si los llamados expertos en las ciencias naturales dicen algo que contradiga la Biblia, muchos en las iglesias aceptan lo que dicen los supuestos expertos por encima de la autoridad de la Biblia, correctamente interpretada. Es absurdo el pensar así. Es una actitud anti-bíblica e irracional. Es anti-bíblica porque Dios nos llama a creer en la autoridad suprema de la Biblia. Isaías 8:20 “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.” La luz del amanecer nos les ha llegado a los que contradicen lo que ya Dios ha revelado. E irracional porque si Dios es Dios, es decir, Dios con letra mayúscula, entonces aceptar lo que dice la “ciencia” por encima de lo que dice Dios es absurdo e irracional, porque decimos que los hombres saben más que Dios, lo cual es absurdo a menos que Dios no sea Dios. Por eso con brillantez y lógica consistencia la Biblia dice en Romanos 3:4 “sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso”. Recibid la palabra implica recibirla como la autoridad suprema sobre todo de la vida y sobre mi persona. Así que forma de pensar es basado en la autoridad de Dios y no de los hombres, de igual manera mi concepción acerca del matrimonio, la crianza de mis hijos, la realidad del cosmos, etc.

            Pero Santiago nos dice no solo que debemos recibir la palabra sino cómo debemos hacerla para que tenga efecto transformador en nuestras vidas. Entonces ¿Cómo debemos recibir esa palabra?

1. Con un corazón enseñable. V. 19 “todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar”.  Dice: todo hombre. Santiago usa esa palabra como sinónimo de toda persona. Toda persona tiene que someterse ante la palabra de Dios. Pero, sobre todo: el creyente, porque Dios nos ha hecho nacer por medio de la palabra de verdad, el evangelio.  Ahora bien, la manera correcta de recibir esa palabra lo es con un corazón enseñable. Debemos ser más oidores de la palabra que habladores. Y esto con respecto a recibir la palabra. Jamás podremos enseñar la palabra si primero no la aprendemos. Debemos cultivar un corazón humilde y reconocer que siempre seremos discípulos: llamados a estudiar y aprender de la palabra. Y tomarnos el tiempo de entenderla bien y de que ésta penetre en nuestra vida.

            Hermanos, hay muchos en las iglesias que son expertos hablando a los demás, pero no son expertos hablándose así mismo. Es fácil hablarles a los demás lo que deben hacer. Pero Santiago nos dice que antes de hablar a los demás debemos tener un oído bien dispuesto para aprender. Aprender con miras a vivir. Es imposible vivir la vida cristiana bien vivida a menos que aprendamos correctamente la palabra de Dios.

            Obviamente, aquí hay un principio general de la vida cristiana misma. Debemos ser sabios en el uso de nuestras palabras. Debemos ser personas que nos caractericemos por ser buenos oidores de los demás. Que oigamos de verdad y no que mientras nos hablan estemos locos por hablar. Como dice Proverbios 10:19 “En las muchas palabras no falta pecado; Mas el que refrena sus labios es prudente.”  Proverbios 13:3 “El que guarda su boca guarda su alma; Mas el que mucho abre sus labios tendrá calamidad.” Mira lo serio que es esto: no falta pecado y tendrá calamidad. Y fue Jesús mismo quien dijo en Mateo 12:36-37 “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.” ¡Cuán comedidos debemos ser en el uso de nuestras palabras!

¿Cómo debemos recibir esa palabra?

2. Con un corazón dócil y manso. V. 19-20 “tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.” Tan importante es esto que lo menciona nuevamente en el versículo 21: “recibid con mansedumbre la palabra”. ¿Qué queremos decir con un espíritu dócil y manso? Santiago nos dice que pongamos a un lado toda irritabilidad contra la verdad y todo orgullo de corazón. Hermanos, nadie puede aprender la verdad si está constantemente peleando contra esa palabra. Hay algunos que pelean por tonterías que son meras palabras y se creen que son los grandes defensores de la ortodoxia. Debemos defender la ortodoxia, la enseñanza correcta. Y debemos estar dispuestos a morir por el evangelio. Pero hay algunos que como excusa para justificar sus pecados luchan contra esa palabra. Tal actitud no es correcta. Ni, nos dice Santiago, debe creer que esa es la clase de justicia o vida justa que Dios demanda de nosotros.

            Obviamente, hay un principio general aquí; un llamado a ser personas pacíficas. Hay personas que sus actitudes son actitudes fuertes. Son fuertes de carácter. Algunos de nosotros somos así. Yo me incluyo en esa lista. Esas personas tienden a ser explosivas. Y cuando eso sucede han dejado que sus pasiones pecaminosas dicten su conducta en vez de la palabra de Dios. Y ese carácter no es el carácter justo que Dios quiere de nosotros. Santiago nos dice “la ira del hombre no obra la justicia de Dios.” O como lo traduce la NBD “pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere.” Dios no quiere en nosotros un carácter explosivo ni iracundo.

¿Cómo debemos recibir esa palabra?

3. Con un corazón que se aparte de todo pecado. V. 21 “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada”. Hermanos, no podemos beneficiarnos de la palabra si no estamos dispuestos a trabajar con nuestro corazón. Debemos luchar contra el pecado que hay en nuestros corazones. Sobre todo, contra el orgullo que nos impide recibir esa palabra con mansedumbre.  O hermanos, cuánto orgullo hay en nuestros corazones. Todos los seres humanos somos orgullosos. Si no lo fuéramos cuán rápidos seríamos en creer en la palabra de Dios y en obedecerla. El que no lo hacemos demuestra que somos orgullosos. Y este orgullo o suciedad espiritual y moral debe ser echada fuera de nuestras vidas o de lo contrario no nos beneficiará la palabra de Dios.

            Pero alguien preguntará, ¿pero tú estás enseñando que somos nosotros los que nos santificamos y no Dios y por tanto es salvación por obras? En primer lugar, yo solo explico la palabra de Dios y eso es lo que Dios nos enseña por medio de Santiago. En segundo lugar, Santiago dice lo mismo que el apóstol Pablo y Pedro. Por ejemplo: Efesios 4:22 “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos”. Efesios 4:31 “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.” 1 Pedro 2:1 “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones”. Y podemos multiplicar cientos de pasajes que nos enseñan que el creyente es llamado a luchar contra el pecado. En tercer lugar, ese es nuestro deber: luchar contra el pecado. La santificación es una gracia salvadora pero también un deber, como los pasajes citados lo demuestran. Siempre recordando que nuestra lucha contra el pecado lo es en las fuerzas del Espíritu Santo y no en las nuestras.

            Para finalizar. ¿Por qué yo debo recibir la palabra con un corazón enseñable, dócil y manso que lucha contra todo pecado? ¿Por qué? Porque esa palabra es, nos dice Santiago, V. 21 “la cual puede salvar vuestras almas”. Hermanos, es la palabra de Dios y solo la palabra de Dios, la que fielmente predicada y fielmente recibida, puede salvar y transformar nuestras vidas. No solo somos convertidos por esa palabra, sino somos cambiados, nos transformados, nos sana. Produce en nosotros un cambio radical al hacernos semejantes a Cristo. Hace de nosotros la transformación que Dios quiere ver en nosotros.

            Dios nos ha dado su palabra no solo para convertirnos sino también para santificarnos. Eso es Cristo para nosotros, quien es la Palabra viviente por cuya sangre somos justificados y santificados. En otras palabras, esa palabra de verdad es la única que puede hacer de ti y de mí un creyente digno del nombre hijo de Dios. Pero para eso hay que recibirla con un corazón enseñable, dócil y manso que lucha contra todo pecado del corazón y vida.

            Quiera Dios que nosotros amemos a Dios al amar su palabra. 

Sermón: Santiago 1:12-18 Asignando Responsabilidades

Texto: Santiago 1:12-18 “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.”

 

    Hay un dicho popular que dice: que la culpa es huérfana. Con esto se quiere decir que a nadie le gusta que se le eche la culpa por algo que esa persona hizo. La tendencia del ser humano es echarles la culpa a otras personas o a las circunstancias de la vida del por qué alguien hizo lo que hizo, si esto salió mal. Si salió todo bien la razón de esto es mis habilidades. Si algo salió mal la culpa la tienen otros o las circunstancias que propiciaron que eso malo ocurriera. 

    ¿De dónde viene eso? La Biblia nos enseña que esta práctica viene desde Adán y Eva. Eva le echó la culpa a la serpiente, Génesis 3:13 “La serpiente me engañó, y comí.” Y Adán le echó la culpa a Eva y a Dios mismo cuando dijo en Génesis 3:12 “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.” Y aun luego de miles de años los seres humanos, cual pecadores, siguen haciendo lo mismo. Nadie quiere asumir responsabilidades. O muchos no quieren hacerlo. 

    De esto mismo trata Santiago en el pasaje que tenemos presente. Santiago trata acerca de asumir nuestras responsabilidades delante de Dios en medio de las pruebas y las tentaciones. El desea corregir un error común que estaba presente entre los hermanos a quienes le dedica la carta. Y él les dice que en medio de las pruebas y las tentaciones tenemos que asumir nuestra responsabilidad y asignarla a la persona correcta. Y para poder hacer esto es necesario aceptar y reconocer tres cosas. Para poder asignar responsabilidades es necesario reconocer tres cosas. ¿Cuáles tres cosas debemos reconocer?

I. Reconocer tu deber

    V. 12 “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”. Nuestro deber en medio de las pruebas es poner nuestra mirada en el galardón que Dios nos tiene preparado. Fíjate que eso es lo primero que Santiago menciona. Él dice tenemos que reconocer que nosotros, el pueblo de Dios que sufre en este mundo, somos los benditos de Dios. Es bienaventurado el varón o la persona cristiana que soporta la prueba. Yo sé que aparente ser todo lo contrario. Que cuando sufrimos creemos que no gozamos del favor de Dios. Pensamos que Dios no se duele de nuestro dolor y lágrimas. Santiago nos dice que es todo lo contrario. El cristiano que soporta la tentación o más bien la prueba, ya que la palabra en el griego es [periasmós] significa tentación o prueba, el contexto determinará cuál de las dos es la mejor traducción.  El versículo mismo da a entender que la mejor es traducirlo como prueba. 

    Santiago entonces nos dice que en medio de la prueba, cualquiera que esta sea es nuestro deber poner nuestra mirada en el galardón. Somos los benditos, estamos bajo su favor y gozamos de su bendición. ¿Por qué somos benditos? Porque Dios nos ha dado la promesa de la vida eterna. Una vez nuestra vida finalice aquí recibiremos la corona de la vida o otra traducción: la corona que es la vida misma, es decir, la gloria eterna. 

    Santiago entonces nos da una razón adicional para perseverar en medio de las pruebas. En los versículos 2-4 nos dijo que debemos tener sumo gozo cuando nos hallemos en diversas pruebas. ¿Por qué? Por el fruto que esta produce: paciencia, porque por medio de ella maduramos en la fe cristiana. Y por medio de ellas somos transformados a la imagen de Cristo. Pero ahora nos da otra razón: la razón del galardón que Dios ha prometido a quiénes, a los que le aman. En otras palabras, cuando nosotros perseveramos hasta el fin nosotros demostramos que le amamos. La evidencia de amar a Dios es que perseveramos hasta el fin. Y los que perseveran hasta el fin serán glorificados. 

    Fíjate que esta promesa no es para todos los que sufren. Esta promesa es para todos los que permanecen fieles a Dios hasta el fin. “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida”. Algo importante que aclarar. No es meramente resistir la prueba. Hay algunos que resisten porque no les queda más remedio. Están en medio de la prueba y no pueden zafarse de la prueba y tiene que hacer como se dice en Puerto Rico, tiene que chupársela porque no le queda más remedio. Esa no es la idea. La palabra para resistido la prueba en el griego es [dókimos] que significa haber aprobado la prueba. En otras palabras, la bienaventuranza no es para que el soporta la prueba y mientras lo hace maldice a Dios o niega a Dios sino para aquel que es fiel a Dios en medio de la prueba. ¿Cuál prueba? La prueba de la vida. Toda nuestra vida está llena de pruebas. Y son coronados con gloria no los que corren la carrera sino los que llegan a la meta. Los que se rajan en el camino no son coronados. 

    Así que Santiago nos dice: reconoce tu deber. ¿Cuál? Pon tu mirada en el galardón. Tú eres bendito de Dios y recibirás al final de los días la corona de la vida la cual Dios prometió a los que le aman. ¿Qué debo hacer entonces? No pongas tu mirada en las cosas de la tierra: en lo que no tienes, en los problemas que tienes, en los sufrimientos y las pruebas que estás padeciendo, reconoce que te espera una corona de vida al final del camino. Por tu mirada en esa corona que te espera y persevera, sigue luchando. Esa lucha no es en vano. Sé fiel. Mira la gloria que te espera. Dios nos está preparando para la gloria celestial. 

    Eso mismo dijo Pablo en Romanos 8:18 “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” En otras palabras, cuando comparamos la gloria venidera, es decir, la, paz, la alegría, la santidad y perfección del estado eterno, con las aflicciones de ahora, tenemos que decir: no hay comparación. La gloria venidera sobrepasa por mucho las aflicciones del tiempo presente. 

    Pon tu mirada en la corona que te espera y entonces persevera. Ese es tu deber.  

II. Reconoce tu pecado

    V. 13-15 “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” Algunas de las pruebas que vienen a nuestra vida vienen en la forma de tentaciones. Somos responsables de luchar contra las tentaciones y así perseverar hasta el fin. Pero a veces pasa que caemos en la tentación. Y la tendencia del ser humano es a echarle la culpa a los demás y a no reconocer nuestra responsabilidad cuando caemos en pecado. Algunos le echan la culpa a los demás, otros le echan la culpa a Satanás y aun otros le echan la culpa a Dios. Dirían: si todas las cosas están bajo el control de Dios, entonces es Dios quien me puso en esta tentación y por tanto si yo peco es culpa de Dios. 

    Santiago nos dice: jamás pienses eso. “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios”. ¿Por qué? Por dos razones: (1) por causa de la naturaleza de Dios “porque Dios no puede ser tentado por el mal”. Dios es santo en todo su ser y por tanto no hay nada en Dios que lo tiente al pecado. No hay un deseo pecaminoso. No hay debilidad en Dios para que le tiemblen las rodillas ante la tentación. (2) por causa de los propósitos de Dios “ni él tienta a nadie”. Ese no es su propósito. Dios no busca que le desobedezcamos. Pero, ¿acaso Dios no nos prueba? Es cierto, Dios prueba a su pueblo. Lo vemos en Génesis 22:1 “Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham”. ¿Con qué propósito? Génesis 22:12 “ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único”. Probar si su amor por Dios es más grande que su amor por tu hijo, su único hijo, el hijo de la promesa. Dios probó su obediencia. 

    De igual manera Dios hace con nosotros. Cuando estamos en diversas pruebas Dios está probando nuestra obediencia a Él, nuestra fidelidad, nuestra confianza en Dios. De que seguiremos en obediencia a Dios no importa lo grande que sea la prueba. Y que podamos decir como dijo el salmista en el Salmo 27:3 “Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra, Yo estaré confiado.” ¿Por qué? Salmo 27:1 “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?” 

    Así que cuando caigamos en la tentación reconozcamos que somos responsables por nuestro pecado. Reconozcamos que hay concupiscencia en nuestros corazones, que hay deseos pecaminosos todavía dentro de nosotros que es lo que nos lleva a suceder a la tentación. Y que nuestro deber es resistir la tentación con la sabiduría que da Dios. Aceptemos que somos débiles y que por tanto que no debemos jugar con la tentación porque ella es fuerte, nos arrastra, nos seduce y nos lleva al pecado y con el pecado la muerte.

III. Reconoce a tu Dios

    V. 16-18 “Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas”. Santiago dice: hermanos míos no se equivoquen, Dios siempre nos da cosas buenas. Todo lo bueno proviene de Dios. En medio de las pruebas no te olvides Dios es bueno. Él no nos tienta, es imposible que así sea. ¿Por qué? Porque Dios es el Padre de las luces, no hay tinieblas en El. El siempre da buenas cosas a sus hijos. Él es por nosotros y nunca contra nosotros. ¿Cómo lo sabemos? Por el hecho de quién es El. Él es el Dios inmutable. No hay mudanza en Dios. Él no es hoy una cosa y mañana es otra. Es imposible que Dios sea bueno hoy y mañana sea malo. Eso es imposible. Ni hay la posibilidad de que El varíe. De que hoy desee tu bien y mañana desee tu mal. Jamás eso podrá ocurrir. 

    ¿Cómo lo sabemos? Lo sabemos por lo que Dios ha hecho con nosotros. Él nos ha dado bien: de su voluntad, libre y voluntariamente y por amor, nos hizo nacer por la palabra de verdad, es decir, por medio de la predicación del evangelio.  Fue Dios quien nos convirtió. Ese es su propósito. El desea salvarnos. El desea llevarnos a la gloria. Y al así hacerlos Él quiso que fuéramos las primicias de sus criaturas, los primeros frutos de la cosecha. Somos el comienzo de toda la renovación que Dios va a traer en el mundo para su pueblo. 

    En otras palabras, hermanos, Dios está de nuestro lado. Todo lo que Dios hace es para nuestro bien. Las pruebas son para nuestro bien, recibámoslas no como enemigos sino como amigos nuestros. ¿Cómo podemos hacerlo? Al poner nuestra mirada en el galardón, al reconocer que si caemos en la tentación somos responsables por ello y reconozcamos que nuestro Dios siempre nos da cosas buenas y la prueba de esto lo fue su amor en Cristo Jesús. Porque por Cristo es que recibimos la vida eterna. Por Cristo recibimos la misericordia de Dios. Por Cristo es que se nos predica el evangelio. Por Cristo es que recibimos todo lo bueno de Dios. Y sin Cristo no somos nada. Amén. 

 

 

 

 

 

 

 

Sermón: Santiago 1:9-11 Gloríate en su Exaltación

Texto: Santiago 1:9-11 “El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación; pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba. Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas.”

 

    No es fácil tomar fotografías. No todo el mundo sabe tomar fotos. A veces cuando alguien te toma una foto no le queda bien. Unas veces te corta la cabeza o parte del cuerpo. A veces la persona no le dice a uno que uno no está parado o que hay algo que podría hacer que la foto no salga bien. Otras veces es el foco de la cámara. Te toman una foto y esa cámara no estaba bien enfocada. Generalmente ese es mi problema. Yo estoy bien pendiente de que todo salga bien, pero fallo en el enfoque y la foto se borrosa. Porque cuando la foto sale borrosa pues tienes la imagen, pero distorsionada. 

    Claro está como una medida de corregir esto hoy día hay cámaras que te ayudan con eso de evitar que la foto te salga borrosa.    Curiosamente a veces los cristianos tenemos ideas borrosas acerca de la vida cristiana. Tenemos una imagen de la vida cristiana pero esa imagen está algo borrosa. Nuestros lentes espirituales a veces se desenfocan de lo que debe ser una percepción correcta de la vida cristiana. Y por el hecho de que nosotros hacemos las mismas cosas que todos los seres humanos en esta vida a veces eso ayuda a que nos desenfoquemos. 

    De eso trata el pasaje que tenemos hoy para la predicación. Santiago trata aquí de dos grupos de cristianos en la iglesia, los pobres y los ricos. En un sentido son polos opuestos, pero cuando los examinamos con detenimiento veremos que son más parecidos de lo que a simple vista parecen ser. Y a ambos Santiago busca guiar a que enfoquen la vida desde una perspectiva diferente a la cual están acostumbrados a enfocarla.

    Y a ambos les dice que la vida cristiana conlleva el deber de gloriarnos. A ambos les dice lo mismo, pero con una leve diferencia. ¿Cuál es esa diferencia? Vemos:

    V. 9 “El hermano que es de humilde condición”. Cuando habla aquí del hermano de humilde condición, la palabra humilde, en griego, [tapeinos], significa de baja condición. Y puede referirse a una persona de bajos recursos económicos, como también puede referirse a la condición de ser humilde espiritualmente. Pero como este hermano es contrastado con el rico, entonces, entendemos que se refiere al pobre, al indigente. En aquella época solo había dos clases sociales: los ricos y los pobres. La clase media no vino a existir sino hasta el siglo 15 con la aparición de la burguesía. 

    Si te das cuenta habían pobres y ricos adorando juntos en la misma iglesia. Así es como debe ser. Yo no creo que es la voluntad de Dios que haya iglesia de pobres e iglesias de ricos. Todos somos uno en Cristo. Como dice Pablo en Gálatas 3:28 “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.”

    ¿Qué es lo que les dice Santiago a los pobres? Les dice “que se gloríen”. Es un imperativo es un mandato. Aquí en sentido positivo. Gloríate, regocíjate, enorgullécete. ¿En qué? No en su condición de pobreza. Santiago no está diciendo que la pobreza sea una cosa fácil. Sin lugar a dudas la pobreza es una prueba dura. Y la mayoría en la iglesia de los primeros siglos eran pobres. Y la tendencia de muchos en esa condición es la deprimirse, entristecerse o incluso justificarse delante de Dios y de los hombres. 

    A lo cual Santiago les dice: “gloríese en su exaltación”. Es decir, en medio de la prueba que la pobreza trae, es tu deber no poner tu mirada en tu condición de pobreza material sino en tu condición de riqueza espiritual, en tu exaltación. Tu enfoque debes ajustarlo. Y este debe ser dirigido a comprender lo que Dios ha hecho por ti en Cristo Jesús. ¿Qué ha hecho? Te ha exaltado. Te ha dado el privilegio de ser hijo de Dios. Te ha dado el privilegio de ser considerado el VIP del reino de los cielos. Te da dado el privilegio de que todos tus pecados han sido perdonados. Y no solo que Dios en virtud de la imputación de la justicia de Cristo sobre ti Dios te considera justo delante de Él. Él te ha despojado de tus ropas de pordiosero espiritual y te ha vestido de la ropa de la justicia de Cristo. Al Dios verte te ve vestido de Cristo. Dios te ha dado el privilegio de que el Espíritu Santo mora en ti para siempre. Y quien hace que cada día mueras más y más al pecado y sea restaurada la imagen de Dios en tu vida. El hace que seas cada día más semejante al Señor Jesucristo. Te ha dado el privilegio de que los ángeles que, aunque físicamente son más poderosos que nosotros, ellos son enviados para servirnos. Y que eres heredero de todas las riquezas espirituales que Dios ha preparado para nosotros. 

    Hermanos, no pongamos nuestra mirada en la falta de bienes que no tenemos. Nuestra mirada debe estar puesta en los cielos y en la exaltación que Dios nos ha dado en Cristo Jesús. 

    Santiago tiene también unas palabras para los ricos. V. 10 “pero el que es rico, en su humillación”. ¿Cómo es eso? Santiago se expresa como libro sapiensal en donde presenta varios contrastes. El contrasta el pobre con el rico y la exaltación con la humillación. A los pobres Santiago les dijo: gloríense, regocíjense, enorgullézcanse en su exaltación. Pero a los ricos les dice que se gloríen también. Pero no en sus riquezas. No en las increíbles habilidades que tiene para amasar dinero o producir dinero. Para ellos las riquezas son también una prueba de fe. Para los pobres su pobreza es su prueba de fe. Y para los ricos su riqueza es su prueba de fe. ¿Por qué?

Por la facilidad que tienen de poner su felicidad en los bienes materiales y no en Dios. Por el increíble peligro que tienen de endiosarse. Creerse que son intocables, invencibles. Y que a diferencia de otros ellos no necesitan de la ayuda de Dios. Algunos han hecho de las riquezas su dios, su mamón. Y se pueden olvidar de lo que dijo Jesús en Lucas 12:15 “porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.” 

    Por eso Santiago les dice: “pero el que es rico, [gloríese] en su humillación”. ¿Qué significa esto? Recuérdate quién tú eres. Tú eres hombre como todos los demás. Tú eres un ser humano como todos los demás. Tú no eres inmortal. 

    Me imagino que muchos aquí saben quién era Steve Jobs. Steve Jobs fue el co-fundador y CEO de la compañía Apple. Apple es una de las compañías más poderosas económicamente en el mundo. Fue un hombre billonario. Se estima que su riqueza consistía de alrededor de 5.5 billones de dólares. Pero ni con su dinero ni con ninguno de sus grandes inventos tecnológicos pudo evitar que muriera a los 56 años de cáncer en el páncreas.  

    A los ricos cristianos Santiago les dice: no se gloríen en sus riquezas sino en su humillación. Recuerden que son hombre y no dioses. Por eso Santiago sigue diciendo en el versículo 10 “pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba”.  La hierba es de corta duración. Así es la vida de todo ser humano inclusive la vida de los ricos. “Gloríate en tu humillación”.

    En otras palabras, gloríate en tu debilidad. Gloríate en que tú no eres el Señor de este mundo sino Dios en Cristo Jesús. Aprende a humillarte al reconocer que la verdadera riqueza no consiste en las riquezas materiales sino en el hecho de ser adoptado por Dios como hijo por medio de la fe en virtud de la muerte y resurrección de Cristo. Ese debe ser tú enfoques. Así debes aclarar los lentes de la vida cristiana. 

    Y les dice algo más en el versículo 11 “Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas.” En este versículo 11 Santiago tiene en mente Isaías 40:6-7 “Voz que decía: Da voces. Y yo respondí: ¿Qué tengo que decir a voces? Que toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo. La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como hierba es el pueblo.” Les dice no te olvides que tú eres como la flor del campo. La hierba se seca y la flor se marchita. ¿Por qué? Por el soplo de Jehová. Solo el soplo de Jehová es suficiente para que cualquiera de nosotros partamos de este mundo. Y no te olvides, les dice Santiago a los ricos: ninguna de tus empresas lo podrá evitar. “El rico se marchitará en todas sus empresas”. Es decir, ninguna de ellas podrá evitar que pases de este mundo a la eternidad. Y nada de lo que hiciste te podrás llevar. Como dice Eclesiastés 5:15 “Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano.”

    Hermanos, ¿Cómo está tu enfoque espiritual? ¿Cómo ves la vida que te ha tocado vivir? Vives deprimido por tus carencias o vives añorando las riquezas del rico. O vives gloriándote, regocijando en lo que has podido lograr en tu vida. Ninguno, nos dice Santiago ve las cosas con el enfoque correcto. Todos debemos ver las cosas y medir las cosas desde la perspectiva de la eternidad. Debemos gloriarnos en el hecho de que somos hijos de Dios y herederos de las verdaderas riquezas que Cristo compró para nosotros. Riquezas donde los ladrones no hurtan ni el hollín corrompen. ¿En dónde está tu corazón? En las riquezas que no tienes y deseas, o en las riquezas que tienes. A ambos Dios nos llama a gloriarnos no en nosotros sino en Dios mismos. Dice Jeremías 9:23-24 “Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.” Nuestro gloriarnos descansa en Dios mismo. En lo que Dios es en sí mismo y lo que Él ha hecho en Cristo Jesús. ¿Es esa tu perspectiva? ¿Es ese el enfoque de tu vida? ¿Es en Cristo donde descansa tu felicidad? Quiera Dios que sea siempre y solo Cristo para la gloria de Dios. 

 

 

 

 

 

 

 

Sermón: Santiago 1:5-8 Orando por Sabiduría

Texto: Santiago 1:5-8 “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.”

 

    Recientemente leí una noticia que me impactó grandemente. No solo me impactó sino también me llenó de gran consternación y enojo. Resulta que en Malaui, en el sur de África, están secuestrando a los albinos. Desde el 2014 ya han secuestrado 18 albinos. En ese lugar algunos tienen la creencia que los albinos tienen poderes mágicos, que sus huesos producen oro y que su sangre posee poderes mágicos. La noticia cuenta acerca de una madre de Malaui tiene dos hijos albinos. Y resulta que una noche, cuando su esposo no estaba en la casa, entraron para secuestrar a esos niños, uno adolescente y otro de nueve años. Los criminales agarraron al niño de 9 años y ella lo agarró también por la cintura y el adolescente se encontraba detrás de ella. Como veían que la madre lo tenía fuertemente agarrado, uno de los criminales le dio un golpe con un machete en la frente a la madre y le hizo una herida. El golpe la dejó aturdida, allí ella soltó al niño y se lo llevaron. Al poco tiempo las autoridades la llaman para que ella viniera a reconocer la cabeza de su hijo. 

    El domingo pasado vimos que Dios nos dice en Santiago 1:4 “tened sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”. Y la pregunta es cómo una madre o un padre podría hacer eso cuando le sucede algo tan horrible como lo que le sucedió a esta madre en Malaui. ¿Cómo ella puede tener sumo gozo en una situación así? Honestamente yo no sé. Vimos que Dios nos llama a poner nuestros ojos en Jesús el autor y consumador de nuestra fe y ver cómo El por el gozo puesto en el galardón sufrió el oprobio, la muerte, y todo eso para salvarnos. Nuestra salvación descansa en su perseverancia hasta el fin y en el sacrificio perfecto de su vida. Pero cuando enfrentamos una situación como la que enfrentó esa madre en Malaui u otras situaciones fuertes en nuestra vida nosotros realmente no sabemos qué hacer. 

    De eso trata el pasaje que tenemos por delante en la carta de Santiago. ¿Cómo podemos enfrentar las pruebas? O más bien, ¿Qué podemos hacer para prepararnos para enfrentar las pruebas que vienen a nuestras vidas? Santiago nos dice…

I. Reconocer nuestra necesidad

    V. 5 “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría”. Fíjate la manera tan respetuosa en la cual Santiago les dice a sus hermanos que necesitan sabiduría. Todos nosotros necesitamos sabiduría de Dios. Pero Santiago lo dice de tal manera y sabiduría pastoral que lo que busca es que nosotros nos examinemos y concluyamos en verdad yo no soy sabio. 

    Hermanos, Dios nos ha dado un mandato: “tened sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”. ¡Wao! Cuando uno escucha eso lo primero que uno piensa es esto es imposible de hacerlo. Hermanos, hay un principio fundamental que debemos grabarlo en nuestra mente y corazón. Para cada mandamiento que Dios nos da El promete su gracia que nos capacita, que nos da la energía para poder cumplir. Y cuando nos enfrentamos con ese mandamiento de tener sumo gozo cuando nos hallemos en diversas pruebas lo primero que debemos hacer es reconocer nuestra necesidad. Reconocer que no somos sabios. Reconocer que necesitamos sabiduría para poder enfrentar todo tipo de adversidad. 

    Pero se levanta una pregunta, ¿qué es la sabiduría? La sabiduría, a la luz de la Biblia, es una virtud que nos capacita a entender la voluntad de Dios y aplicarla a las situaciones del diario vivir. Sabiduría no es lo mismo que conocimiento. Una persona puede tener mucho conocimiento pero carecer de sabiduría. Una persona puede tener mucha educación y haber sacado notas excelentes en la universidad sin ser una persona sabia. La sabiduría presupone conocimiento. Nadie es sabio sin conocimiento, pero una persona puede tener conocimiento sin ser sabio. Es más, un creyente puede haberse memorizado muchos versículos de la Biblia y aun así no ser sabio y no poder enfrentar los problemas de la vida con éxito. 

    ¿Por qué? Porque la sabiduría en la Biblia es una sabiduría práctica más que intelectual. Por eso la Biblia nos dice que si queremos ser sabios debemos observar a las hormigas. Busquemos Proverbios 6:6-8 “Ve a la hormiga, oh perezoso, Mira sus caminos, y sé sabio; La cual no teniendo capitán, Ni gobernador, ni señor, Prepara en el verano su comida, Y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.” ¿Por qué la hormiga es sabia? Porque ella reconoce la realidad de la vida y se adapta a la realidad: el verano es el tiempo de preparar la comida porque yo sé que no habrá comida en el invierno. En contraste el perezoso es el que ve la misma realidad fracasa en entenderla y adaptarse a ella y al final la realidad misma lo destruye. Jesús dice lo mismo cuando nos habla de los dos constructores uno que edifica sobre la arena y el otro que edifica sobre la roca. El sabio es el que edifica sobre la roca: cree la verdad que está en Jesús, reconoce que va a ser juzgado por ella y obedece a la misma. En cambio, el necio es el que escucha las palabras de Jesús y no las hace, no obedece, y en el día del juicio será destruido. Implica conocer la voluntad de Dios y aplicarla a las situaciones de la vida. 

    De repente vienen los problemas en la vida y nosotros no sabemos cómo resolverlos. Me debo operar o no. Yo no sé qué hacer con este marido mío, yo no sé qué hacer con mi esposa. Yo no sé qué más hacer para que mi hijo me obedezca. Yo no sé qué hacer con mi madre o mi padre. Yo no sé qué hacer con mi jefe, o este trabajo tedioso, este horario esclavizador, este bullying en la escuela, esta búsqueda de trabajo, este dolor insoportable, estos gastos impagables, etc. ¿Qué debo hacer? Lo primero es reconocer que no somos sabios y que necesitamos sabiduría. Ese es el primer paso para ser sabio, reconocer que no lo somos. Necesitamos sabiduría para enfrentar esta crisis. Y yo no soy sabio, humildemente lo reconozco. ¿Y ahora qué? En segundo lugar,

II. Reconocer cómo es Dios

    Hermanos, la Biblia nos dice que Dios es el único sabio. Que no hay sabio en este mundo excepto Dios. Dice Romanos 16:27 “al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén.” La conjunción “y” no aparece en el original griego. Lo que dice literalmente es el único sabio Dios. Dios es el único sabio. Él es el único sabio en este mundo. Y de Jesús se nos dice en Colosenses 2:2-3 “y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.” Y como Dios y Cristo son los únicos sabios es de ellos que debemos buscar sabiduría. Es del Dios Trino y uno que debemos buscar sabiduría. “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría”, ¿Qué debe hacer?  “pídala a Dios”. ¿Por qué a Dios? Porque Él es el único sabio en este mundo. Dios es la fuente y el origen de toda sabiduría. Solo Dios puede darla. Así que el llamado no es a leer más libros sobre el matrimonio, ni más libros sobre la crianza de los hijos, ni más libros para trabajar con problemas en el trabajo, y no niego que tengan cierto valor. Pero el llamado es a buscar de Dios la sabiduría porque Él es el único que la posee: Él es el único sabio en el mundo. Así que pídele a Dios sabiduría. 

    Y lo maravilloso de esto es que Dios se goza en darla. V. 5 “el cual da a todos abundantemente”. ¿A qué todos? A todos los que le pidan. No hay límite en el alcance de esa promesa. “El cual da a todos”. Dios es el Dios dador. Él es infinito en su bondad. Él se goza en dar. Nuestro Dios es un Dios deprendido. Es su placer dar. ¿Cómo lo sabemos? Porque El da: abundantemente. Él no es mezquino al dar. El da a manos llenas. La palabra abundantemente denota prontitud en dar, e implica liberalidad al dar. Dios es inclinado a dar con prontitud. Él no es como los que deciden si van a dar o no. Él es presto en dar. Él se goza en dar. El disfruta el dar. 

    Y no solo eso. A Él no le molesta que se le pida. V. 5 “el cual da a todos… y sin reproche”.  Santiago nos está diciendo en lenguaje boricua: no seas bobo pídele a Dios. Pero alguien diría, ¡pero ya yo le pedí! Eso es lo maravilloso de Dios que Dios da sin reproche. ¿Cuál es la idea? La idea es que no tengamos temor en ir y pedir a Dios cuantas veces sea necesario por sabiduría a Dios. El da sin reproche. A Él no le molesta el que vayamos muchas veces a pedir por lo mismo. La palabra sin reproche es “ἁπλῶς” que significa sin mezcla, sinceramente, sin emociones encontradas, sin remordimiento. Hermanos, cuando alguien da algo y le vuelven a pedir esa persona ya tiene la excusa de que ya le dio anteriormente. Por eso no nos atrevemos a pedir de nuevo. Pero eso no es así con Dios. Dios está presto a dar nuevas bendiciones sin fin, sin molestia, sin limitaciones. Así lo enseñó Jesús es Mateo 7:7 “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.” Así que podemos ir a Dios todas las veces que sea necesario pidiendo las mismas cosas y eso no es ninguna molestia a Dios. Nunca estará fuera de tiempo, nunca llamaremos en la hora menos indicada. Él siempre está presto a socorrernos. 

    Sin reproche también implica si sacarte en cara las cosas que te ha dado. Él no es como nosotros los padres que cuando le damos dinero a nuestros hijos y no lo usan sabiamente les decimos: esta es la última vez que te doy dinero. Dios no es así. Nosotros no somos sabios ni buenos administradores de las cosas de Dios y aun así Dios nos da de nuevo si le pedimos y nos da sin reproche, sin echarnos en la cara todas las veces que nos ha bendecido. 

    Pero en esta oración por sabiduría hay un requisito que llenar…

III. Hay que pedir u orar con fe

    V. 6 “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.” Hermanos, hay que orar con fe. Este es la forma correcta para orar. Hay que orar creyendo que Dios no solo nos escucha sino como dice Efesios 3:20 “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”.  

    Hay que orar con fe, “no dudando nada”. Ese es un requisito indispensable para la oración eficaz. Jesús mismo dijo en Mateo 21:21-22 “Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.” Por la fe testificamos que esperamos obtener de Dios la gracia que Él ha prometido. Es decir, hay que tener fe en las promesas de Dios. La fe descansa en las promesas de Dios teniendo la seguridad de que obtendremos lo que pedimos. Calvino dijo: “Nuestras oraciones no son escuchadas por Dios excepto cuando tenemos confianza de que obtendremos de Dios lo que hemos pedido”. Tenemos que orar con fe.

    Pero Santiago nos da una advertencia. V. 7 “No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.” El que duda cuando ora no recibirá cosa alguna del Señor. No recibirá nada. Hermanos, Dios castiga la incredulidad de los que dudan de sus promesas. El que duda es comparado “a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”. Ese es el que ora diciendo: Hoy, Dios sí puede, mañana, Dios no puede. Ahora espero en Dios, mañana tomo las riendas en mis manos. Hoy, no miento al gobierno y espero en el Señor que me defienda, mañana, miento porque no puedo esperar. No podemos dejar que el viento de las circunstancias y de las emociones domine nuestra vida. Tenemos que tomar control de nuestra vida en el poder de Cristo. Y descansar plenamente en que nuestro Dios no solo todo lo puede, sino que es nuestro Padre que nos ama, está al tanto de todo lo que sucede en nuestra vida y que ordena todo para nuestro bien. Cree en esto. 

    En cuarto lugar,

IV. Reconocer que Dios nos llama a tener un carácter consistente

    V. 8 “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.” Santiago nos dice que hay algunos que son hombres de doble ánimo, literalmente: de dos almas. Hay algunos que vacilan entre fe e incredulidad. Y nos dice que esta actitud se refleja en todas las áreas de la vida. “Es inconstante en todos sus caminos”. ¿Quién es este? Este es el que pide a Dios pero no pide con sinceridad. “Señor ayúdame a ser obediente, pero horita, ahora no”. Es el joven rico en Marcos 10: 17-22 “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.” Su pregunta era, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: debes hacer esto. Y qué contestó: no lo haré. Dios nos dice: cásate con un hermano o hermana creyente y rápido pensamos cuáles es la otra alternativa. Dios dice: las casadas sométase a su marido y pensamos cuál es el plan B. Maridos no sean ásperos con sus esposas y respondemos ella se lo buscó. Dios nos dice: cuando vayas a almorzar en la iglesia considera a los demás como superiores a ti mismo, pero qué hacemos no seguimos las reglas, no seguimos un orden, nos colamos, exigimos como si tuviéramos derecho a exigir algo que se nos da gratuitamente y sin necesidad ni obligación sino voluntariamente. 

    Pero nosotros no debemos ser así. Debemos ser un hombre de una sola alma. Hombres, mujeres y niños que confían plenamente en el Señor.  Buscando honrar al Señor en todo. ¿Y cómo yo lo hago? Obedeciendo su palabra, confiando en Dios. Buscando de El sabiduría para obedecer.  

    Quiera Dios que nosotros busquemos la sabiduría en el único que la posee el Señor Jesucristo confiando que Él se goza en darla, la da sin reproche a todos los que la pidan con fe.  

 

Sermón: Santiago 1:2-4 Gozo en las Pruebas

 

Texto: Santiago 1:2-4 “Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud. Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.”

 

    Esta semana pasada fue una semana interesante para mí. Eso es si podemos llamarla interesante. El martes pasado se supone que yo, como todos los martes, suba hacia la iglesia por la mañana. Pero Dios tenía otros planes. Resulta que Joel fue a hacer su matrícula de verano en CORA y la matrícula nos costó prácticamente el triple de lo que normalmente cuesta. Luego de enterarme de la noticia, “tranquilizarme” y aliviarme del síncope cardíaco fui a CORA para averiguar el porqué del precio y saber si estaba correcto o no. La triste noticia es que ese era el precio que había que pagar ya que hace cinco años habían aumentado ese precio, un precio fijo y sale más caro por ser estudiante de ciencias naturales. 

    Luego de eso voy de regreso a casa y me llama Jonathan indicándome que se dañó la cerradura de la puerta que va a la marquesina y que no hay manera de entrar a la casa. Llego a casa y efectivamente estaba dañada, no hay llave de las otras dos puertas así que estamos en la calle. Irma sale del trabajo a las 11:00 am para ver si una llave que ella tiene es de una de las otras puertas. Lamentablemente no era de ninguna de ellas. Me comunico con los ancianos para indicarles que no voy a llegar a la iglesia por la mañana pero que sí iba a llegar por la noche para la visita pastoral. Entonces rompo una de las cerraduras, la más frágil ya que la que se dañó es marca Toledo y es a prueba de golpes. Así que tengo que poner dos cerraduras.

    Voy a Wal-mart y compro las cerraduras y comienzo a montarlas. Ya eran las dos de la tarde. Pero las cerraduras son de doble llave y esas sí que dan trabajo. Yo no sé porque dice la caja que son fáciles de montar porque honestamente no es cierto. Y comienzo a montarlas y no cuadran. Y las pongo y las quito, y las pongo y las quito. Y me funcionan por un lado y no por el otro. Y el tornillo no entra. Después de varias horas a uno le comienzan a doler los dedos de tanto poner y quitar tornillos. A las cuatro llamo de nuevo para informar que no voy a poder llegar ya que todavía no había podido montar tan siquiera una de las dos. Y me excuso de la visitación pastoral y les digo que no voy a ir a la iglesia. Bueno, luego de 4 horas de trabajo por fin monto las contrallas perillas. Subo a lavarme las manos en el baño del segundo piso y el jabón no podía sacar la grasa de las manos así que decido bajar para usar líquido de fregar. Y cuando iba bajando me caigo por las escaleras. Me doy un cantazo en la rodilla derecha. Así finalizó ese día, lo más interesante.

    El miércoles voy de camino a la iglesia y luego de que paso el peaje de Arecibo se enciende la luz del aceite del carro. Y eso es serio. Se supone que uno lo apague inmediatamente. Pero estoy en el expreso, no hay garaje allí. Me estuvo raro porque hacía una semana y media se le había cambiado el aceite y el filtro. A duras penas llego a los Outlets de Barceloneta y me acuerdo que allí hay un car-wash y que cambian también aceite. Cuando llego estaba cerrado. Me voy a una gasolinera que hay cerca y compro dos aceites, pero el tapón del aceite no abre. Lo habían apretado demasiado. Pero veo que detrás del garaje trabajan con mecánica liviana, llevo el carro hacía allá y lo pueden abrir y le echamos el aceite. Gloria a Dios que la luz roja se apagó porque si no tendría que regresar a Isabela.  

    Hermanos, aflicciones y problemas siempre visitan nuestras vidas. Unas más serias que otras. Unas relativamente fáciles y otras terriblemente difíciles. Y la pregunta que debemos hacernos es, cuál debe ser nuestra actitud ante las aflicciones y las pruebas que nos visitan. De eso trata el pasaje que hemos leído. ¿Cuál debe ser nuestra actitud ante cualquier aflicción y prueba que nos visite? ¿Cuál debe ser nuestra actitud? Y Santiago nos dice que debemos tener una actitud…

I.  Positiva: alegre

    V. 2 “tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”.  Cuál debe ser nuestra actitud ante las pruebas: debe ser una actitud de alegría y gozo. ¿Cóóóómo? Así es. Es más Santiago dice no meramente tened gozo sino sumo gozo. En el original griego es: “Πᾶσαν χαρὰν”, literalmente: todo gozo. Ese es el énfasis del pasaje. Pero, ¿qué quiere decir Santiago cuando dice que debemos tener todo gozo o sumo gozo cuando os halléis en medio de las pruebas? Bueno no significa que nos gozamos por las pruebas en sí mismas. No es decir: me quedé sin trabajo, no tengo dinero para pagar la renta, ni para comida o tengo una enfermedad terrible. ¡Eso es lo mejor que me ha pasado en la vida! Hermanos, la Biblia no nos llama a pensar así. Pero sí nos llama a decir como dijo Job en Job 1:21 “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.” 

    Así que no es un gozo irracional. No es que no podamos llorar en algún momento. No es que no podamos sentirnos aturdidos en algún momento. Ni tampoco que no podamos traer nuestras quejas delante de Dios como vemos constantemente en los salmos. Si no que la actitud predominante en nuestra vida debe ser la de estar alegres en medio de las pruebas. Debemos tener una actitud positiva en medio de las pruebas. “Tened sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”. Es un mandato de parte de Dios, no es una sugerencia.   

    Así que no es un gozo irracional, ni tampoco un gozo parcial: como el payaso que ríe por fuera, pero llora por dentro. Dios dice: tened sumo gozo o todo gozo. Tiene que ser un gozo verdadero. No que estemos enseñando el doble seis en todo momento, pero una actitud positiva y de gozo debe caracterizar nuestras vidas cuando estemos en medio de cualquier prueba. 

    Fíjate que Santiago nos dice que debemos tener sumo gozo cuando “os halléis en diversas pruebas”. Y aquí hay dos palabras interesantes.  Una es el verbo halléis “περιπέσητε”: que significa: caer en las manos de. E implica lo inesperado de las pruebas. Se usa en Lucas 10:30 del hombre que “cayó en manos de ladrones” pero fue socorrido por el buen samaritano. Hermanos, cuando menos nos lo imaginamos los problemas y las pruebas vienen a nuestra vida. Pero son pruebas no buscadas por nosotros lo que Santiago habla aquí. No producto de nuestro pecado sino producto de la providencia divina. Y la segunda palabra es la palabra traducida: diversas “ποικίλοις”, que significa: de varias clases o de todas clases. Es decir, no es cuando las pruebas sean sencillas, como las que yo tuve esta semana, sino cualesquiera que sean esas pruebas: sean de salud, económicas, familiares, de todas clases y de cualquier intensidad. La palabra es toda inclusiva: no importa que sea la pérdida de un trabajo, la pérdida de la salud, la pérdida de un ser querido, el mandamiento es el mismo: “Tened sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”. Debemos tener una actitud positiva ante las pruebas. No debemos tener una actitud derrotista antes las pruebas. Ni una actitud depresiva ante las pruebas. Esa no debe ser nuestra actitud. Y, ¿cómo yo puedo hacer esto? Teniendo nuestros ojos puestos en Jesús.

    Hebreos 12:2-3 “corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,
puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”
Hermanos, no solo debemos poner nuestra mirada en Jesús como nuestro ejemplo a seguir sino también como nuestro salvador. Y tenemos que tener la actitud que Cristo tuvo en medio de las pruebas. Por el gozo del resultado Jesús menospreció el oprobio, el odio, la burla y el menosprecio del mundo. Y, ¿cuál otra actitud debemos tener?

II.   Solidaria

    V. 2 “Hermanos míos”. En esta pequeña carta Santiago se dirige a los creyentes con esta frase “hermanos míos”. En el original griego el orden de las palabras es importante. ¿Sabes por qué en este caso? Porque Santiago pone esa frase en medio de tened gozo y os halléis en diversas pruebas. Es decir, Santiago se presenta como un intercesor por ellos. Hermanos, en medio de las pruebas no debemos olvidar que no estamos solos. Santiago les quiso comunicar eso mismo a sus hermanos. Ustedes están sufriendo bajo persecución, los ricos los oprimen, han tenido que dejar su país natal, han dejado atrás sus casas, sus familias, sus trabajos. Pero en medio de ello Santiago les dice que hay un pastor que les ama y que está intercediendo por ellos. Y si hay un pastor orando por ellos, hay también una iglesia orando por ellos. 

    Es bien común sentirnos solos en medio de las pruebas. Sentirnos que nos hemos quedado solos aquí en el mundo. Pero eso no es cierto. Hermanos, en medio de la prueba mantén una actitud solidaria. No estás solo en las pruebas. Hay una iglesia que te ama, que se duele de tu dolor, que se identifica con tu dolor y sobre todo que ora a Dios por ti: que Dios te bendiga, te dé fuerzas, te guíe en medio de la oscuridad, que te provea lo necesario para enfrentar las pruebas. Mantén una actitud solidaria.

III. Teleológica: propósito

    V. 3 “sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”. ¿Por qué podemos enfrentar, con gozo, cualquier tipo de prueba que venga a nuestras vidas? Porque sabemos que Dios tiene un propósito para enviarnos las pruebas, cuál es, que crezcamos en paciencia. Santiago dice: “la prueba… produce paciencia”. Y esto es algo bueno para nosotros. Fíjate lo que está diciendo aquí la palabra de Dios. Dios tiene un propósito en las pruebas. Las pruebas no vienen a nosotros por la casualidad. Dios gobierna este mundo. Y no solo eso. Como nos vienen diversas pruebas y su propósito es que crezcamos en la paciencia, entonces concluimos que Dios se interesa más por nuestro carácter que por nuestro confort.  Lamentablemente nosotros somos al revés: nos interesamos más por nuestro confort que por nuestro carácter. Por eso Dios es Dios. Él sabe lo que hace. 

    La palabra paciencia es una palabra interesante. La palabra es “ὑπομονήν”. Es una palabra compuesta de “ὑπο”, debajo, y “μονήν”, permanecer. Es una palabra activa, es decir, no significa resignación, sino permanecer. En Puerto Rico diríamos “yo no me quito”, es decir, yo me quedo y lucho. No me resigno sino: yo peleo la buena batalla. ¡Cuán distinta es la sicología a la sabiduría de Dios! La sicología te dice: tienes que aceptar que tu padre es alcohólico. Eso es buena sicología, pero mal cristianismo. A lo cual diríamos: yo sé que él es alcohólico, su pecado lo llevó al alcoholismo y él tiene que cambiar. 

    Dios, quien es infinito, eterno e inmutable en su sabiduría nos dice: permanece en la batalla, no te rindas, sigue siendo fiel, confía en mí en medio de tus pruebas. Yo estoy contigo. Esa debe ser nuestra actitud ante las pruebas. 

IV. Espiritual: visión espiritual

    V. 3-4 “la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.” Lo primero que deseo que vean es que las pruebas no son otra cosa que “la prueba de vuestra fe”. Es decir, debemos tener una perspectiva espiritual más que física de las pruebas. Yo sé que muchas de las pruebas que vienen a nuestra vida tocan el cuerpo: dolores de espalda, de pies, de rodillas, de cabeza, de estómagos, del corazón, de la sangre, etc. Pero Dios nos enseña en su palabra que todas y cada una de las pruebas que nos vienen son pruebas de nuestra fe. Dios prueba nuestra fe para ver si somos fieles a El― inamovibles en nuestra fe y fidelidad. 

    Pero nos dice algo más el pasaje. Nos dice: “Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”. LBLA lo traduce así: “y que la paciencia ha de tener su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada.” ¿Qué significa eso? Significa que hay que dejar que la paciencia llegué a término. No debemos interrumpir el proceso santificador que Dios tiene con respecto a la paciencia. Si interrumpimos el proceso éste no se completa. Por ejemplo: Una persona se rompe una pierna y se le pone un yeso. Y el yeso lo tiene que tener puesto por 3 meses. Pero qué es lo que pasa. Muchas personas no esperan por los 3 meses y se quitan el yeso antes de tiempo. Eso no está bien. La paciencia “ha de tener su perfecto resultado”.   Hay que permitir que el escultor termine su obra, finalice su obra. Y, ¿cuál va a ser el resultado? “Para que seáis perfectos y cabales o completos, sin que os falte nada”. Es decir, para que madures en la totalidad de las áreas de tu vida. No solo que crezcas en la paciencia sino también en la esperanza, en el dominio propio, en el gozo, en la paz, en la mansedumbre, en la templanza; en todo el fruto del Espíritu. 

    Así que hermanos, cultivemos estas actitudes en medio de las pruebas. Seamos positivos: tengamos gozo en medio de las pruebas, seamos solidarios: no estamos solos en medio de ellas, veamos que hay un propósito en las mismas: que seamos pacientes, y que toda prueba es la prueba de vuestra fe: dejemos que el escultor termine su obra en nosotros. Porque el resultado traerá un impacto increíble a favor del cristianismo para la gloria de Dios.