Santiago 2:20-26 “¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.”
Cuando uno estudia la historia de la iglesia uno ve de una forma palpable lo que significa amar al prójimo. Desde tiempos inmemoriales la iglesia ha sido una que ha salido de las cuatro paredes. Ha sido uno que se duele del dolor de su prójimo y ha estado dispuesta a demostrar con los hechos que la obra que Dios hace en nuestras vidas se traduce en servicio, abnegación y sacrificio sirviendo a los demás.
Sabemos siervos y siervas de Dios que establecieron escuelas, hospitales, orfanatorios o sirvieron de enfermeras para socorrer a los necesitados. En algunos casos expusieron sus vidas cuando en medio de plagas ellos sacrificialmente se quedaron en los pueblos para cuidar de los contagiados. Su fe fue puesta en obras. ¿Cuánto de esto podemos nosotros aprender e imitar?
Santiago nos dice que la fe sin obras es muerta. No es que estuvo viva en algún momento, sino que nunca estuvo viva. La fe salvadora es una fe que obra por el amor: por amor a Dios y el amor al prójimo. Es una fe obediente. Es una fe que es acompañada de las otras gracias del Espíritu Santo. Somos justificados por la fe solamente pero no por una fe que es sola. Santiago también nos dice que la fe salvadora es más que creer una doctrina correcta. No existe sin una doctrina correcta, pero es más que eso. Es una fe que se traduce necesariamente en un abrazar esa doctrina y un vivir la verdad de Dios.
Ahora bien, Santiago nos dice algo más. Nos dice algo que es chocante a nuestros oídos protestantes. Nos dice que nosotros somos justificados por las obras y no solo por la fe. Fíjate cómo lo dice en el versículo 24 “el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.” Ese es el énfasis de esta sección. Y aunque sé que estas palabras son chocantes a nuestros oídos protestantes y reformados nuestro deber como creyentes de la infalibilidad de la Biblia es creer lo que ella enseña con la plena confianza que nunca nos llevará por el camino equivocado. Hermanos, tenemos que temblar ante la Palabra de Dios y creer todo lo que ella nos enseñe tal como la enseña. Y no es piadoso querer acomodar los pasajes de las Escrituras a nuestro sistema teológico, sino que es nuestro deber formular nuestro sistema de doctrina basados en las enseñanzas de la Palabra de Dios sin adulterar. Santiago nos dice aquí de una manera clara e inequívoca que “el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.” Hermanos, somos justificados por las obras y no solamente por la fe, correctamente entendido.
Eso es lo que Santiago procura probar. Fíjate que el versículo 20 es una pregunta formulada por Santiago que una supuesta persona formula. La persona no es real, sino que Santiago se pregunta lo que alguien estuviera preguntando. V. 20 “¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?” Es como si dijera pruébame que la fe sin obras es muerta. La palabra muerta realmente es: vana, estéril, inútil. Una fe sin obras no sirve para nada. ¿Por qué? Porque no salva a la persona. Así que la pregunta es pruébame que la fe sin obras es inútil. Y Santiago prueba su caso con dos ejemplos. Con dos ejemplos cual más opuestos el uno del otro: la fe de Abraham y la fe de Rahab.
Santiago entonces nos prueba que Abraham y Rahab fueron justificados por las obras y no solo por la fe.
¿Cuál es el mensaje de Santiago en esta sección? Que el ejemplo de Abraham y Rahab nos confirman que las obras justifican lo genuino de la fe justificante.
I. Las obras justificaron, para con Dios, lo genuino de la fe de Abraham
V. 21-24 “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe”. ¿Qué es lo que Santiago quiere decir aquí? En primer lugar, Santiago nos enseña que Abraham fue justificado delante de Dios, declarado justo delante de Dios por la fe solamente. Fíjate cómo lo dice: “Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.” No hay conflicto alguno entre Santiago y el apóstol Pablo. Ambos creyeron y enseñaron lo mismo: el ser humano es justificado, declarado justo delante de Dios no por las obras sino por la fe solamente. Qué esto es así lo vemos porque por la fe Abraham fue llamado amigo de Dios. Porque Abraham creyó en Dios, fue justificado y se estableció entonces una íntima amistad con Dios. Hermanos, nadie es amigo de Dios sino por medio de la fe. Solo los creyentes disfrutamos de una íntima amistad con Dios. Él es nuestro amigo. Y esto implica: mutuo amor, mutua compañía, mutuo deleite. Implica el compartir nuestros más íntimos secretos. El contar todas las cosas que no le contamos a nadie. Solo los creyentes disfrutan de esa comunión con Dios.
Santiago nos dice algo interesante. Nos dice que cuando Abraham ofreció a su hijo Isaac en el altar, 30 años después de haber sido declarado justo delante de Dios por la fe, tal acto cumplió la escritura que dice que Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia. ¿Qué significa eso? Significa que, aunque Abraham vivió por fe durante toda su vida fue ese hecho que sin lugar a dudas demostró contundentemente que su fe era una fe viva y no una fe muerta. ¿Por qué? Porque es fácil ser cristiano cuando todas las cosas están bien. Pero cuando vienen las pruebas que Dios envía a nuestras vidas es entonces que verdaderamente demostramos en dónde descansa nuestra fe. Cuando no hay comida en la casa, cuando no hay dinero para pagar la renta, cuando nos traiciona nuestro cónyuge, cuando nos visita una enfermedad incurable, cuando nuestros hijos están al borde de la muerte, etc., allí es que demostramos si nuestra fe en viva y no una fe muerte. Cuando Dios le dijo a Abraham en Génesis 22:2 “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.” Allí Dios probó sin lugar a dudas cuán real era su fe para con Dios. ¿Y qué hizo Abraham? Abraham fue obediente porque su fe era una fe viva. Y su obediencia a Dios justificó su fe, declaró lo genuina que era su fe. Abraham fue justificado por las obras y no solo por la fe, es decir, por meramente decir que tenía fe.
“La fe actuó juntamente con sus obras, y… la fe se perfeccionó por las obras”. ¿Qué significa que la fe se perfeccionó por las obras? No significa que las obras dan vida a la fe o que las obras mejoran la fe sino que la fe probó ser verdadera por las obras. De igual manera hermanos, una vida de obediencia a Dios en su Palabra es la clara evidencia que poseemos una fe viva, una fe justificante. Y somos así justificados por las obras. Probamos que nuestra fe no es un juego sino real.
Santiago nos da otro ejemplo y nos dice…
II. Las obras justificaron, para con los, lo genuino de la fe de Rahab
V. 25-26 “Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.” Es interesante lo que Santiago hace aquí. El escoge dos personajes diametralmente opuestos para ilustrar su enseñanza. Mira los contrastes que hace Santiago: Abraham: un hombre, Rahab: una mujer. Abraham: un hombre íntegro, Rahab: una prostituta. Abraham: heredero de la promesa hecha a Adán, Rahab: heredera de la maldición de los Cananeos.
La Biblia no nos dice que Rahab creyó a Dios y le fue contada su fe como justicia. No nos dice nada acerca de lo justa que era Rahab, sino que no era justa sino injusta por su vida impía. Pero nos dice Santiago que cuando ella arriesgo arriesgó su vida al recibir a los mensajeros y enviarlos por otro camino para protegerlos, tales obras justificaron a Rahab. ¿En qué sentido? En el sentido de que probaron, testificaron que ella poseía, sin lugar a dudas, una fe viva. La fe que justifica es una fe que obra. Es imposible que no sea así.
III. Aplicaciones:
1. Esto nos debe ayudar en el evangelismo de la iglesia. Es importante que en el evangelismo se enseñe que la fe salvadora es una fe obediente. Que nadie es salvo si no posee una fe obediente a Dios. Mucho del evangelismo que se predica por allí es un falso evangelismo porque presenta una fe salvadora barata. Una fe que no obedezca no es una fe salvadora. Una fe que no busque unirse a la iglesia de Cristo no es una fe salvadora. Hechos 2:38 “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” Una fe en Cristo que no produzca santidad no es fe salvadora.
2. Esta verdad nos debe llevar a evaluar la vida de nuestros hijos. Algunos de nuestros hijos han sido criados en el evangelio. Puede que conozcan del evangelio, pero mientras no deben fruto de obediencia sincera en las marcas que distinguen a un creyente de un no creyente, son objeto de evangelismo también. Y las marcas de ser creyentes no es pintar la iglesia, cantar en el coro de la iglesia, limpiar la iglesia, ofrendar o diezmar a la iglesia. Todas estas cosas las puede hacer un inconverso. Las marcas distintivas de un genuino cristiano lo son: el fruto del Espíritu, el obedecer la Palabra de Dios de corazón, santidad de vida, las bienaventuranzas, etc. No asumamos que porque son hijos del pacto necesariamente son creyentes. Jesús dijo por sus frutos los conoceréis. Así también debemos evaluar a nuestros hijos. Por los frutos del Espíritu que veamos en ellos sabremos si son creyentes o no. Mientras no veamos esos frutos en ellos no dejemos de evangelizarlos.
3. En el juicio final Jesús evaluará si hemos hecho o no buenas obras. Y ellas darán testimonio de lo genuino de nuestra fe. Todos compareceremos ante ese juicio. Y nadie podrá engañar a ese juez. Y se abrirá el libro en donde está escrito todo lo que hemos hecho mientras estábamos en el cuerpo. Mateo 25:34-40 “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” En ese día, ¿qué Dios dirá de ti?