Santiago 3:1-2 “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.”
Hay un dicho popular en nuestros días que dice: la ignorancia es atrevida. Y yo diría que muchas veces en mi vida yo he retratado vívidamente esa oración. Resulta que hace varios años atrás me monté en una de esas montañas rusas que hay en Disney. Normalmente yo no tengo problemas en montarme en montañas rusas. Pero esta vez fue algo distinto. No recuerdo el nombre de la atracción que me monté, pero sí recuerdo vívidamente cómo me sentí por un momento. La montaña rusa comienza un viaje horizontal y de momento su coloca en posición vertical, prácticamente de noventa grados. Y me acuerdo lo que pensé cuando el carro en que estaba sentado comenzó a subir y yo miraba los cielos. Y me decía a mí mismo: que rayos yo hago montado aquí. Obviamente ya no podía hacer nada. Por un momento pensé que saldría en los periódicos del día siguiente: hombre de cuarenta años no pudo con la montaña rusa de Disney.
A veces uno no piensa las cosas con detenimiento. E impulsados por hacer algo, muchas veces no medimos las consecuencias de tales actos. Debemos pensar antes de actuar. Y debemos ser realistas con respecto a lo que vamos a hacer, si lo podemos hacer y la responsabilidad que conlleva lo que vamos a hacer.
De eso trata el pasaje de Santiago. El pasaje es un llamado a reflexionar. Es más, es un aviso de precaución. ¿A quiénes? Principalmente a los que aspiran el oficio de maestro en la iglesia de Cristo. ¿Y qué les dice Santiago a esas personas? Les dice: que piensen con detenimiento lo que quieren hacer. Es un llamado a considerar las implicaciones del oficio de maestro en la iglesia. No entren apresuradamente a tal oficio sin antes considerar tres cosas importantes. ¿Cuáles son esas tres cosas importantes a considerar a quien aspira el oficio de maestro en la iglesia? Así que debe considerar…
I. El llamado del oficio
V. 1a “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros”. ¿De qué está hablando aquí Santiago? Santiago habla aquí del oficio público de maestro en la iglesia. La palabra maestros en el griego es “didaskaloi”. Y se refiere a uno de los tres oficios más importantes en la iglesia. Los podemos ver en 1 Corintios 12:28 “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, etc.” Es llamado aquí el tercer oficio después de los apóstoles y profetas. Los vemos nuevamente en Hechos 13:1 “Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros…” Efesios 4:11 “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros”. Es muy probable que los últimos oficios que menciona Pablo aquí sean uno solo en vez de dos. Y los eruditos entienden que la mejor traducción sería: “Y él constituyó a unos… pastores-maestros”. Así que cuando Santiago habla acerca de maestros en el versículo 1 se refiere a los maestros oficiales de la iglesia quienes reciben remuneración por su oficio. ¿De quiénes hablamos? De los pastores.
¿Y qué les dice Santiago a estos que aspiran al oficio de maestro en la iglesia? Les dice: “no os hagáis maestros muchos de vosotros”. En otras palabras, nadie debe entrar al oficio de maestro en la iglesia sin antes considerar lo que implica ser maestro en la iglesia.
El aspirante debe considerar que el oficio de maestro es una vocación y no meramente un trabajo. Es Dios quien llama al oficio. Aspirar a tal oficio es algo bueno. Pablo lo dice así en 1 Timoteo 3:1 “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea.” Pero aunque es algo bueno, es tan serio es importante que nadie debe entrar al mismo sin un llamado al mismo. Y movido por las razones correcta de servir a Dios, edificar a la iglesia y buscar a los perdidos.
Aparentemente, muchos estaban aspirando al oficio de maestro en la iglesia por el prestigio que acompaña al mismo. Y en búsqueda de ese prestigio muchos estaban aspirando el oficio de maestro. Y Santiago les da una advertencia: “no os hagáis maestros muchos de vosotros”. No seáis muchos de ustedes maestros.
Todavía tenemos ese mismo problema hoy día. Tenemos una contradicción. La mies es mucha y los obreros son pocos, es decir, los buenos obreros son pocos. Tenemos muchos malos obreros. Tenemos un excedente de pastores que están en el ministerio por la fama y gloria que puede acompañar el mismo. Pero son pocos los que verdaderamente son pastores dignos del oficio de maestros en la iglesia.
Así que Santiago les dice: tienen que considerar que el oficio de maestro es una vocación, requiere un llamado. Es cierto es una buena obra tal aspiración. Pero debemos aspirar a tal oficio por las razones correctas de servir a Dios, edificar a la iglesia y ser instrumento en la conversión de pecadores. Y como es un llamado no creo que Dios ha llamado a todo el mundo. Todos quieren ser caciques y nadie quiere ser naboría. Así que el que aspire al oficio de maestro debe considerar el llamado al oficio.
En segundo lugar, debe considerar…
II. La seriedad del oficio
V. 1b “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.” ¿En qué consiste la seriedad del oficio? En que recibiremos mayor condenación. ¿Qué quiere decir Santiago aquí? En primer lugar, la palabra condenación en el griego es “krina” y significa juicio, condenación. Su significado primario es juicio y es ese el que debemos tomar aquí. Así que una mejor traducción sería: “recibiremos mayor juicio”.
Es decir, la seriedad del oficio de maestros en la iglesia los expone a mayor escrutinio. La iglesia clava su mirada en la vida de los maestros ya que por medio de sus vidas ellos aprender a vivir como Cristo espera de ellos. La vida de los maestros debe reflejar sus enseñanzas. Por eso las faltas que ellos cometen son más graves. ¿Por qué? Jesús dijo en Lucas 12:48 “porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará”. Y aunque todos pecamos, el pecado que cometen los maestros, aunque sea el mismo que comete cualquier miembro de la iglesia, tiene el agravante de que fue hecho por uno que sabe más. Y acompaña más que a ninguno el estigma de hipocresía.
Además, el fracaso de ser fieles traerá mayor castigo. De los escribas judíos infieles dijo Jesús en Marcos 12:38-40 “Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas, que gustan de andar con largas ropas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas; que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación.” Mateo 5:19 “De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.”.
Santiago entonces les dice a todos los que aspiran al oficio de maestro en la iglesia, considera que todo el mundo va a poner su mirada en ti y en los tuyos. Ellos van a evaluar tu caminar, toda tu vida. Y si no eres fiel a tu llamado, sabes que recibirás mayor castigo de parte de Dios, porque tú posees mayor conocimiento y se espera más, mucho más de ti.
Y considera no solo el llamado del oficio y la seriedad del mismo, pero también considera…
III. La enorme responsabilidad
V. 2 “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.” La preposición “porque”, une el versículo 1 con el versículo 2.
¿Qué Santiago quiere decir aquí? Mira la enorme responsabilidad que tienen los maestros. Ellos están llamados a enseñar y el instrumento principal de enseñanza es la lengua. Pero hay un problema con ello. ¿Cuál es? Todos ofendemos muchas veces. El énfasis no es a la cantidad sino a la variedad de formas. Todos, incluyendo a Santiago, pecamos muchas veces, es decir, en malas crianzas, en insultos, en burlas, en chismes, en quejas, etc. Y como eso es así y nadie queda excluido ni siquiera yo mismo, Santiago, tienes que considerar la gran responsabilidad que tienen los maestros de la Palabra.
Con la lengua podemos hacer mucho bien, pero también podemos hacer mucho mal. Con la lengua podemos edificar, consolar, aconsejar, guiar, instruir, amostrar, exhortar. Y eso es una bendición increíble el poder servir a la iglesia. Pero con la lengua podemos ofender y hacer mucho daño al punto de destruir una iglesia. Entonces considera la enorme responsabilidad que poseen los maestros en la iglesia de Cristo.
Tan fácil es pecar con la lengua que si alguien controla la misma, es un hombre perfecto, capaz de conquistar los demás miembros del cuerpo. Pero Santiago nos va a decir más adelante que nadie por sí mismo puede controlar la lengua. Solo por la gracia de Dios puede ser controlada hasta cierto punto.
Aplicaciones:
1. Todos tenemos problemas con la lengua. Uno más que otros. Los maestros no están exentos de este pecado. Y así como Santiago llama a los que aspiran el oficio de maestros en la iglesia a considerar el peligro del uso de la lengua, de igual modo nosotros debemos considerar el peligro de nuestra lengua. De ti y de mí debemos decir: todos ofendemos muchas veces. ¿Por qué? Porque somos pecadores. Y con nuestra lengua revelamos lo que hay en nuestro corazón: pecado. Con ella ofendemos inclusive a aquellos que más nos aman. Es por eso que necesitamos de la gracia de Dios en Cristo Jesús para que nos santifique más y más y así usemos la lengua sabiamente y para edificación. Por nosotros mismos no podemos controlarla necesitamos de la ayuda de Dios. Eso fue lo que hizo David en el Salmo 141:3 “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; Guarda la puerta de mis labios.” Pídele a Dios que te haga humilde, sensible a las demás personas. Aprendamos de Cristo que Él es manso y humilde de corazón.
2. Si aspiras al oficio de maestro buena obra deseas. Es un privilegio el servir como maestro. Pero antes de moverte en esa dirección considera el costo y la responsabilidad de ser maestro en la casa de Dios. Pídele a Dios que te dirija y que si entras al mismo sea habiendo considerados el llamado, la seriedad del oficio y la enorme responsabilidad del mismo. Y la iglesia tiene la responsabilidad de ver que eso sea así.