Texto: Santiago 1:5-8 “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.”
Recientemente leí una noticia que me impactó grandemente. No solo me impactó sino también me llenó de gran consternación y enojo. Resulta que en Malaui, en el sur de África, están secuestrando a los albinos. Desde el 2014 ya han secuestrado 18 albinos. En ese lugar algunos tienen la creencia que los albinos tienen poderes mágicos, que sus huesos producen oro y que su sangre posee poderes mágicos. La noticia cuenta acerca de una madre de Malaui tiene dos hijos albinos. Y resulta que una noche, cuando su esposo no estaba en la casa, entraron para secuestrar a esos niños, uno adolescente y otro de nueve años. Los criminales agarraron al niño de 9 años y ella lo agarró también por la cintura y el adolescente se encontraba detrás de ella. Como veían que la madre lo tenía fuertemente agarrado, uno de los criminales le dio un golpe con un machete en la frente a la madre y le hizo una herida. El golpe la dejó aturdida, allí ella soltó al niño y se lo llevaron. Al poco tiempo las autoridades la llaman para que ella viniera a reconocer la cabeza de su hijo.
El domingo pasado vimos que Dios nos dice en Santiago 1:4 “tened sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”. Y la pregunta es cómo una madre o un padre podría hacer eso cuando le sucede algo tan horrible como lo que le sucedió a esta madre en Malaui. ¿Cómo ella puede tener sumo gozo en una situación así? Honestamente yo no sé. Vimos que Dios nos llama a poner nuestros ojos en Jesús el autor y consumador de nuestra fe y ver cómo El por el gozo puesto en el galardón sufrió el oprobio, la muerte, y todo eso para salvarnos. Nuestra salvación descansa en su perseverancia hasta el fin y en el sacrificio perfecto de su vida. Pero cuando enfrentamos una situación como la que enfrentó esa madre en Malaui u otras situaciones fuertes en nuestra vida nosotros realmente no sabemos qué hacer.
De eso trata el pasaje que tenemos por delante en la carta de Santiago. ¿Cómo podemos enfrentar las pruebas? O más bien, ¿Qué podemos hacer para prepararnos para enfrentar las pruebas que vienen a nuestras vidas? Santiago nos dice…
I. Reconocer nuestra necesidad
V. 5 “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría”. Fíjate la manera tan respetuosa en la cual Santiago les dice a sus hermanos que necesitan sabiduría. Todos nosotros necesitamos sabiduría de Dios. Pero Santiago lo dice de tal manera y sabiduría pastoral que lo que busca es que nosotros nos examinemos y concluyamos en verdad yo no soy sabio.
Hermanos, Dios nos ha dado un mandato: “tened sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”. ¡Wao! Cuando uno escucha eso lo primero que uno piensa es esto es imposible de hacerlo. Hermanos, hay un principio fundamental que debemos grabarlo en nuestra mente y corazón. Para cada mandamiento que Dios nos da El promete su gracia que nos capacita, que nos da la energía para poder cumplir. Y cuando nos enfrentamos con ese mandamiento de tener sumo gozo cuando nos hallemos en diversas pruebas lo primero que debemos hacer es reconocer nuestra necesidad. Reconocer que no somos sabios. Reconocer que necesitamos sabiduría para poder enfrentar todo tipo de adversidad.
Pero se levanta una pregunta, ¿qué es la sabiduría? La sabiduría, a la luz de la Biblia, es una virtud que nos capacita a entender la voluntad de Dios y aplicarla a las situaciones del diario vivir. Sabiduría no es lo mismo que conocimiento. Una persona puede tener mucho conocimiento pero carecer de sabiduría. Una persona puede tener mucha educación y haber sacado notas excelentes en la universidad sin ser una persona sabia. La sabiduría presupone conocimiento. Nadie es sabio sin conocimiento, pero una persona puede tener conocimiento sin ser sabio. Es más, un creyente puede haberse memorizado muchos versículos de la Biblia y aun así no ser sabio y no poder enfrentar los problemas de la vida con éxito.
¿Por qué? Porque la sabiduría en la Biblia es una sabiduría práctica más que intelectual. Por eso la Biblia nos dice que si queremos ser sabios debemos observar a las hormigas. Busquemos Proverbios 6:6-8 “Ve a la hormiga, oh perezoso, Mira sus caminos, y sé sabio; La cual no teniendo capitán, Ni gobernador, ni señor, Prepara en el verano su comida, Y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.” ¿Por qué la hormiga es sabia? Porque ella reconoce la realidad de la vida y se adapta a la realidad: el verano es el tiempo de preparar la comida porque yo sé que no habrá comida en el invierno. En contraste el perezoso es el que ve la misma realidad fracasa en entenderla y adaptarse a ella y al final la realidad misma lo destruye. Jesús dice lo mismo cuando nos habla de los dos constructores uno que edifica sobre la arena y el otro que edifica sobre la roca. El sabio es el que edifica sobre la roca: cree la verdad que está en Jesús, reconoce que va a ser juzgado por ella y obedece a la misma. En cambio, el necio es el que escucha las palabras de Jesús y no las hace, no obedece, y en el día del juicio será destruido. Implica conocer la voluntad de Dios y aplicarla a las situaciones de la vida.
De repente vienen los problemas en la vida y nosotros no sabemos cómo resolverlos. Me debo operar o no. Yo no sé qué hacer con este marido mío, yo no sé qué hacer con mi esposa. Yo no sé qué más hacer para que mi hijo me obedezca. Yo no sé qué hacer con mi madre o mi padre. Yo no sé qué hacer con mi jefe, o este trabajo tedioso, este horario esclavizador, este bullying en la escuela, esta búsqueda de trabajo, este dolor insoportable, estos gastos impagables, etc. ¿Qué debo hacer? Lo primero es reconocer que no somos sabios y que necesitamos sabiduría. Ese es el primer paso para ser sabio, reconocer que no lo somos. Necesitamos sabiduría para enfrentar esta crisis. Y yo no soy sabio, humildemente lo reconozco. ¿Y ahora qué? En segundo lugar,
II. Reconocer cómo es Dios
Hermanos, la Biblia nos dice que Dios es el único sabio. Que no hay sabio en este mundo excepto Dios. Dice Romanos 16:27 “al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén.” La conjunción “y” no aparece en el original griego. Lo que dice literalmente es el único sabio Dios. Dios es el único sabio. Él es el único sabio en este mundo. Y de Jesús se nos dice en Colosenses 2:2-3 “y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.” Y como Dios y Cristo son los únicos sabios es de ellos que debemos buscar sabiduría. Es del Dios Trino y uno que debemos buscar sabiduría. “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría”, ¿Qué debe hacer? “pídala a Dios”. ¿Por qué a Dios? Porque Él es el único sabio en este mundo. Dios es la fuente y el origen de toda sabiduría. Solo Dios puede darla. Así que el llamado no es a leer más libros sobre el matrimonio, ni más libros sobre la crianza de los hijos, ni más libros para trabajar con problemas en el trabajo, y no niego que tengan cierto valor. Pero el llamado es a buscar de Dios la sabiduría porque Él es el único que la posee: Él es el único sabio en el mundo. Así que pídele a Dios sabiduría.
Y lo maravilloso de esto es que Dios se goza en darla. V. 5 “el cual da a todos abundantemente”. ¿A qué todos? A todos los que le pidan. No hay límite en el alcance de esa promesa. “El cual da a todos”. Dios es el Dios dador. Él es infinito en su bondad. Él se goza en dar. Nuestro Dios es un Dios deprendido. Es su placer dar. ¿Cómo lo sabemos? Porque El da: abundantemente. Él no es mezquino al dar. El da a manos llenas. La palabra abundantemente denota prontitud en dar, e implica liberalidad al dar. Dios es inclinado a dar con prontitud. Él no es como los que deciden si van a dar o no. Él es presto en dar. Él se goza en dar. El disfruta el dar.
Y no solo eso. A Él no le molesta que se le pida. V. 5 “el cual da a todos… y sin reproche”. Santiago nos está diciendo en lenguaje boricua: no seas bobo pídele a Dios. Pero alguien diría, ¡pero ya yo le pedí! Eso es lo maravilloso de Dios que Dios da sin reproche. ¿Cuál es la idea? La idea es que no tengamos temor en ir y pedir a Dios cuantas veces sea necesario por sabiduría a Dios. El da sin reproche. A Él no le molesta el que vayamos muchas veces a pedir por lo mismo. La palabra sin reproche es “ἁπλῶς” que significa sin mezcla, sinceramente, sin emociones encontradas, sin remordimiento. Hermanos, cuando alguien da algo y le vuelven a pedir esa persona ya tiene la excusa de que ya le dio anteriormente. Por eso no nos atrevemos a pedir de nuevo. Pero eso no es así con Dios. Dios está presto a dar nuevas bendiciones sin fin, sin molestia, sin limitaciones. Así lo enseñó Jesús es Mateo 7:7 “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.” Así que podemos ir a Dios todas las veces que sea necesario pidiendo las mismas cosas y eso no es ninguna molestia a Dios. Nunca estará fuera de tiempo, nunca llamaremos en la hora menos indicada. Él siempre está presto a socorrernos.
Sin reproche también implica si sacarte en cara las cosas que te ha dado. Él no es como nosotros los padres que cuando le damos dinero a nuestros hijos y no lo usan sabiamente les decimos: esta es la última vez que te doy dinero. Dios no es así. Nosotros no somos sabios ni buenos administradores de las cosas de Dios y aun así Dios nos da de nuevo si le pedimos y nos da sin reproche, sin echarnos en la cara todas las veces que nos ha bendecido.
Pero en esta oración por sabiduría hay un requisito que llenar…
III. Hay que pedir u orar con fe
V. 6 “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.” Hermanos, hay que orar con fe. Este es la forma correcta para orar. Hay que orar creyendo que Dios no solo nos escucha sino como dice Efesios 3:20 “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”.
Hay que orar con fe, “no dudando nada”. Ese es un requisito indispensable para la oración eficaz. Jesús mismo dijo en Mateo 21:21-22 “Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.” Por la fe testificamos que esperamos obtener de Dios la gracia que Él ha prometido. Es decir, hay que tener fe en las promesas de Dios. La fe descansa en las promesas de Dios teniendo la seguridad de que obtendremos lo que pedimos. Calvino dijo: “Nuestras oraciones no son escuchadas por Dios excepto cuando tenemos confianza de que obtendremos de Dios lo que hemos pedido”. Tenemos que orar con fe.
Pero Santiago nos da una advertencia. V. 7 “No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.” El que duda cuando ora no recibirá cosa alguna del Señor. No recibirá nada. Hermanos, Dios castiga la incredulidad de los que dudan de sus promesas. El que duda es comparado “a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”. Ese es el que ora diciendo: Hoy, Dios sí puede, mañana, Dios no puede. Ahora espero en Dios, mañana tomo las riendas en mis manos. Hoy, no miento al gobierno y espero en el Señor que me defienda, mañana, miento porque no puedo esperar. No podemos dejar que el viento de las circunstancias y de las emociones domine nuestra vida. Tenemos que tomar control de nuestra vida en el poder de Cristo. Y descansar plenamente en que nuestro Dios no solo todo lo puede, sino que es nuestro Padre que nos ama, está al tanto de todo lo que sucede en nuestra vida y que ordena todo para nuestro bien. Cree en esto.
En cuarto lugar,
IV. Reconocer que Dios nos llama a tener un carácter consistente
V. 8 “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.” Santiago nos dice que hay algunos que son hombres de doble ánimo, literalmente: de dos almas. Hay algunos que vacilan entre fe e incredulidad. Y nos dice que esta actitud se refleja en todas las áreas de la vida. “Es inconstante en todos sus caminos”. ¿Quién es este? Este es el que pide a Dios pero no pide con sinceridad. “Señor ayúdame a ser obediente, pero horita, ahora no”. Es el joven rico en Marcos 10: 17-22 “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.” Su pregunta era, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: debes hacer esto. Y qué contestó: no lo haré. Dios nos dice: cásate con un hermano o hermana creyente y rápido pensamos cuáles es la otra alternativa. Dios dice: las casadas sométase a su marido y pensamos cuál es el plan B. Maridos no sean ásperos con sus esposas y respondemos ella se lo buscó. Dios nos dice: cuando vayas a almorzar en la iglesia considera a los demás como superiores a ti mismo, pero qué hacemos no seguimos las reglas, no seguimos un orden, nos colamos, exigimos como si tuviéramos derecho a exigir algo que se nos da gratuitamente y sin necesidad ni obligación sino voluntariamente.
Pero nosotros no debemos ser así. Debemos ser un hombre de una sola alma. Hombres, mujeres y niños que confían plenamente en el Señor. Buscando honrar al Señor en todo. ¿Y cómo yo lo hago? Obedeciendo su palabra, confiando en Dios. Buscando de El sabiduría para obedecer.
Quiera Dios que nosotros busquemos la sabiduría en el único que la posee el Señor Jesucristo confiando que Él se goza en darla, la da sin reproche a todos los que la pidan con fe.