Navidad

Sermón: Isaías 9:6 La Persona y Obra del Mesías (4)

Isaías 9:6 “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”

 

            El mundo entero desea la paz. Eso es lo que se nos dice por los medios de comunicación. Yo no estoy seguro cuán ciertas sean esas expresiones. Constantemente escuchamos peticiones y oraciones por la paz mundial. Inclusive el Papa ora por la paz mundial. El mundo busca la paz, pero no la halla. Buscan paz entre las naciones y piensan que esta se centra en estar mejor armados que sus enemigos. Buscan paz entre los seres humanos, pero esta se centra en déjame vivir mi vida como yo quiera, no me molestes que yo no te molesto. Otros buscan la paz como satisfacción en los bienes materiales, en el desenfreno de los deleites carnales: sea la diversión, el sexo, el alcohol, los chinchorros, la droga, etc.

            Todos nosotros anhelamos tener paz. Tener una paz sólida, permanente. Tener tranquilidad en nuestra conciencia. Poseer sosiego, quietud, serenidad. Deseamos tener un momento de paz en nuestras vidas. ¿Es eso algo malo? En sí mismo no. Paz y tranquilidad es el ideal que deseamos tener. Ese era el orden normal de la creación. Adán y Eva vivían en la paz y tranquilidad en el jardín del Edén. Había paz en ese matrimonio. Y si había paz en ellos habría paz en los hijos que tuvieran. Entonces, había armonía en la relación matrimonial entre Adán y Eva. No había lucha de poder entre ellos. Había también armonía entre el hombre y el ambiente. No había espinos y cardos en la naturaleza. No existía temor entre los animales salvajes y los domésticos. La tierra producía sus frutos por sí mismos sin mucho esfuerzo. No había pecado, no existía la frustración del trabajo. Era sin lugar a dudas un paraíso.

            Pero el pecado irrumpió en el mundo. Adán y Eva desobedecieron a Dios y cayeron del estado de santidad y justicia con que fueron creados. La armonía que existía entre Adán y Eva se desquebrajó. Se avergonzaron el uno del otro el verse desnudos. Perdieron la comunión con Dios. Perdieron el favor de Dios. Lo vemos porque se ocultaron de Dios. Y lo vemos también cuando Dios los expulsa del paraíso y les prohíbe regresar al mismo. Si te das cuenta esa armonía descansaba en el hecho de que el hombre gozaba del favor de Dios. Su paz residía en Dios y en la comunión que Adán y Eva gozaban con Dios.

            Todos anhelamos un Edén. Todos anhelamos un paraíso. Pero eso paraíso no puede existir sin Dios. No puede existir sin el amor de Dios ni sin el amor a Dios. No puede existir sin: amor, santidad, justicia ni verdad. Y estos como dones de Dios.

            El mundo busca la paz, pero la busca en los lugares donde no existe.

            Isaías nos enseña en esta profecía en dónde el mundo debe buscar la paz. Y nos enseña en qué consiste la paz que solo el Mesías puede otorgar. Así que, ¿en dónde podemos encontrar esa paz que traiga verdadera tranquilidad del alma y que sea una paz perdurable? ¿En dónde la podemos encontrar? La respuesta es en el único que es el Príncipe de Paz.

I. ¿Por qué se llama al Mesías, Príncipe?

            V. 6 “y se llamará su nombre Admirable… Príncipe de Paz”. En hebreo la palabra es: Śar-Šhālôm. La palabra en hebreo para príncipe es: Śar con s. Se acuerdan del famoso Zar de la droga. Ese zar era con zeta. El Zar de la droga iba a ser la persona encargada de perseguir y luchar contra todo lo relacionado con el tráfico y consumo de la droga con miras a eliminarla. Y no bien lo nombran en Puerto Rico, a la semana renuncia al puesto indicando que luego de ver la película “Traffic” se dio cuenta que es imposible la erradicación de la droga. Tenía la autoridad, tenía grandes recursos, pero no tenía poder para lograr su misión.

            Pero Jesús no es el Zar con zeta, Él es el verdadero Śar, el que posee, no solo autoridad sobre todas las cosas, sino el poder para llevar a cabo todos sus planes. Nos dice Mateo 28:18 “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” Jesús posee toda potestad y toda autoridad en el mundo entero. Todas las naciones están bajo su mano y control. El corazón de todos los hombres está también bajo su control. Nadie está por encima del poder y la autoridad del Señor Jesucristo. Es por eso que luego de decirles esto a los discípulos les encomienda a hacer discípulos de todas las naciones. ¿Por qué? Porque como Śar que Él es, como Príncipe y Señor de todo el universo El garantiza el éxito de la iglesia en convertir a sus elegidos por todo el mundo. Y nadie puede detener ese logro.

            Isaías nos dice que el Mesías es el Śar. Es el único que puede traer verdadera paz en este mundo. El único que no solo la trae, paz verdadera, paz duradera, sino el único que puede lograr que así sea. Esa paz solo se encuentra en Dios por medio del Señor Jesús. Por eso Él es llamado Príncipe. Solo El como Dios-hombre puede traer verdadera paz en el mundo. Isaías 26:12 “Jehová, tú nos darás paz, porque también hiciste en nosotros todas nuestras obras.” Es Dios quien nos da paz. Paz verdadera, paz permanente. Esa paz proviene únicamente de Dios. Esa paz reside en Jesús y es dispensada por Jesús. Así fue profetizado. Miqueas 5:2, 4-5a “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad. V. 4 Y él estará, y apacentará con poder de Jehová, con grandeza del nombre de Jehová su Dios; y morarán seguros, porque ahora será engrandecido hasta los fines de la tierra. Y éste será nuestra paz.” LBLA traduce la primera parte del versículo 5 “Y El será nuestra paz.” Más claramente, Efesios 2:13-14a “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz”.

            ¿En dónde buscas la paz? ¿En dónde buscas la tranquilidad de tu vida? ¿En dónde buscas el sosiego para tu alma? ¿En dónde buscas la paz para sobrellevar tu familia, tu trabajo, tus vecinos, la paz de conciencia? Esa paz solo se encuentra en Jesús. Solo Él es el Príncipe de Paz. Solo de El fluye la paz que necesitamos.

II. ¿Qué significa que Él es el Príncipe de Paz?

            La palabra paz en hebreo es “Šhālôm”. Me imagino que todos han escuchado esa palabra alguna que otra vez, la cual significa paz, tranquilidad. La idea detrás de la palabra es totalidad, lo completo. Es paz en todas las dimensiones de la vida. Paz en todas las áreas de la vida. Es decir, la paz que nos da Jesús es una paz completa, para todo nuestro ser, para todas las áreas y dimensiones de la vida humana. ¿Cómo así? ¿Cómo es posible que sea para todas las áreas y dimensiones de la vida?

            Porque la paz que obtenemos en Jesús y por Jesús es su misma paz. Es la paz que Jesús mismo posee. Es su paz. Esa misma paz que Jesús poseía y posee, es la que El mismo nos da. Busquemos Juan 14:27 “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da.” Fíjate el amor de Jesús por sus discípulos. Él está a punto de partir y regresar al Padre. Y Él sabía que esto les iba a traer ansiedad y turbación. Por eso les dice que, aunque Él se iba les iba a dejar la paz. Pero no es cualquier paz. No es la paz que el mundo da: en vicios, en placeres terrenales, sino la paz que El mismo posee: “mi paz os doy”. ¿Cuál es esa paz?

            A. Reconciliación con Dios. Dijo el Padre acerca de Jesús: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” (Mateo 3:17) Pero nosotros somos pecadores. El pecado nos ha separado de Dios. Somos hijos de ira. Por tanto, nos dice Isaías 48:22 “No hay paz para los malos, dijo Jehová.” Pero Jesús con su obediencia perfecta, su muerte y resurrección reconcilia a todos los que creen en El. Nos reconcilia con Dios, trayéndonos paz con Dios. Isaías 53:5 “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” ¿Qué quiere decir con el castigo de nuestra paz? Significa que el castigo que es necesario dar para que haya paz fue sobre El. Dios castigó a Jesús para que los que en El creen no sean castigados sino reconciliados con Dios.

            B. Paz de Conciencia.  Hermanos, así como nuestro mejor amigo es tener una buena conciencia, de igual manera nuestro pero enemigo es tener una mala conciencia. Y yo creo que la crisis de salud mental que tenemos en Puerto Rico es producto de la mala conciencia que tienen los puertorriqueños al vivir de espaldas a Dios. Pero Jesús con su muerte y resurrección trae paz de conciencia sobre el pecador arrepentido. Ahora, él sabe que ya Dios no ese enemigo, porque ha sido reconciliado. Él sabe que su relación paternal con Dios es permanente. “Que ni la vida, ni la muerte, ni lo presente ni lo porvenir lo podrás separar jamás del amor de Dios en Cristo Jesús”. (Romanos 8:38-39)

            C. Paz y tranquilidad en el alma. Dios promete a su pueblo guardarlos en completa paz. Isaías 26:3 “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.” Claro está, esto no significa ausencia absoluta de problemas porque vivimos en un mundo de pecado. Sino una paz, como dice la RSB, que guardará nuestros corazones y mentes en medio de grandes pruebas. Aquí nos dice Isaías que la clave es poner nuestra mirada no en los problemas sino solo en Jesús. “a aquel cuyo pensamiento en ti persevera”. Pon todas las cosas en las manos de Dios por medio de la oración, nos dice Pablo, y entonces Filipenses 4:7 “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

            D. Paz en nuestras relaciones personales. Así como el pecado destruye puentes entre los seres humanos, la gracia construye puentes entre los seres humanos. Tan grande es el poder de la gracia de Dios que incluso hace que nuestros enemigos tengan paz con nosotros. Proverbios 16:7 “Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, Aun a sus enemigos hace estar en paz con él.” ¿Qué significa esto? Significa que vivir en obediencia a Dios tiene un efecto reconciliador y sanador en las relaciones interpersonales.

III. ¿Cómo yo aplico esto a mi vida?

            A. Si no eres cristiano no hay paz entre tú y Dios. No importa lo que hagas: no importa lo buen hijo(a) que seas, lo buen esposo(a) que seas, lo buen ciudadano que seas, nada de esto logrará adquirir la paz que solo se obtiene por medio de la fe en Jesús. Romanos 5:1 “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Solo los adquieren el perdón de todos sus pecados por medio de la fe en Jesús tienen paz con Dios. Todos los que buscan salvarse por lo que Cristo hizo en la cruz del Calvario, todos los que lo reciben como su profeta, sacerdote y rey de sus vidas son los que disfrutan de la paz con Dios. Si no eres genuino creyente no hay paz en tu vida, ni la habrá jamás. Podrás tener la “paz” del mundo, si es que podemos llamarla paz. Pero jamás tendrás la paz que permanece para siempre. La paz que solo se encuentra en Jesús.

            B. Si eres creyente no te olvides que la paz que Jesús nos da puede ser incrementada en nuestra vida o puede ser disminuida. Jamás la perderemos totalmente. Pero un genuino creyente puede tener su paz grandemente disminuida sino pone todas sus cargas en Jesús o si no consagra todas las cosas para Dios. Nuestra paz se disminuye si no vivimos en obediencia a Dios. De igual manera nuestra paz crecerá abundantemente si vivimos para Dios, en obediencia a Él, descansando en El, siendo sinceros en nuestra profesión de fe.  

            Recuerda Jesús es tu Príncipe de Paz: bebe de su paz por medio de la fe y vive entonces en paz. 

Sermón: Isaías 9:6 La Hermosura de la Obra del Mesías (Parte 2)

Isaías 9:6 “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”

 

            De momento los padres se han puesto las botas y han decido, en esta navidad, entregar los regalos de una forma distinta. Tienen varios regalos que darles a sus hijos. Y se los van a dar de una forma interesante. Los van a poner en diferentes sitios alrededor de la casa y ellos tienen que ir por todas partes buscándolos. Pero lo padres le han hecho la vida fácil. Le han dado claves sobre dónde podrían estar los regalos. Así que al llegar el 25 de diciembre y buscar debajo del árbol que encuentran son el mapa en donde se encuentran los regalos. ¿Qué tiene que hacer? Tienen que salir a buscarlos. Pero hay algo más: cada regalo es más grande que el otro. Así que cada vez que abren uno dicen: ¡Wao! ¡Gracias, no lo puedo creer! ¡Este es mejor y más grande que el anterior!

            Bueno, hermanos, yo espero que no nos hayamos metido en un lío en estas navidades con este ejemplo.

            ¿Qué tiene que ver eso con el pasaje que tenemos presente? Tiene que ver lo siguiente. Cada uno de esos nombres dados al Mesías, dado a Jesús en forma profética es como un hermoso regalo que se pone mejor según lo vamos estudiando. La alegría que nos debe producir a cada uno a de nosotros al contemplar la Hermosura de la Persona y la Obra del Mesías. 

            Hemos visto hasta ahora que el Mesías prometido es verdadero hombre, verdadero Dios y verdadero Rey. Él es nuestro Consejero Maravilloso o Milagroso. En dónde vamos a buscar verdadera sabiduría sino en Jesús. ¿Por qué? Porque en Él “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:3). Nadie sabe más que Dios. Por eso debemos buscar su guía y sabiduría para nuestra vida.

            La alegría y la paz que debemos respirar en la Navidad se desprende del hecho de quien es Jesús, por lo que Él es en sí mismo y lo que El hace por nosotros. 

            Si te has dado cuenta todos estos nombres o títulos del Mesías son lo que Él es en sí mismo y lo que Él es para nosotros. Él es nuestro regalo por excelencia. Fíjate cómo lo dice Isaías 9:6 “un niño nos es nacido, hijos nos es dado”. Eso nos es para nuestro beneficio. Dios nos ha dado a Jesús para nuestro beneficio, nuestro bien. Él es nuestro Maravilloso Consejero. Pero Él es para nosotros algo más. ¿Qué más es El? Él es…

I. Dios fuerte

            V. 6 “y se llamará su nombre… Dios fuerte”.  En hebreo es “El gibor”. Es significativo esto, sabes por qué. Es significativo porque se le está dando el nombre de Dios al Mesías. Jesús no es un dios, como algunos dicen: sino que Él es Dios.  No es la única vez que se le atribuye a Jesús deidad en la Biblia. Hay muchos pasajes en los cuales se enseña que Jesús es Dios, de forma directa e indirecta. Claro está, no vamos a estudiar con detenimiento esto. Solo les refiero otro pasaje del NT 1 Juan 5:20 “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.

            Oh hermanos, el hecho de que Jesús es: Dios fuerte nos debe de llenar de gran consuelo y alegría. ¿Sabes por qué? Porque yo sé que yo no soy fuerte. Tenemos que ser sinceros con nosotros mismos. Tenemos que tener una opinión correcta de nosotros mismos. Y esta opinión nos lleva a entender que no somos fuertes.

            Todos nosotros experimentamos casi a diario esa debilidad. Y si no a diario, constantemente. Luchamos con los problemas de la vida y a veces nos sentimos desfallecer. Nos sentimos que nos abruman los problemas, las responsabilidades. Nos sentimos muchas veces impotentes. A veces nos sentimos que estamos cargando el mundo sobre nuestros hombros.

             Luchamos muchas veces con nuestros hijos para que hagan las cosas bien y a veces nos sentimos que quisiéramos meternos por dentro de ellos para que despierten y piensen con cordura y claridad. Luchamos contra un esposo o esposa difícil: tal vez porque tiene una adicción que no logra vencer, o un carácter difícil, o con la idea que ya no me ama como antes. Luchamos con hijos inconversos, esposos o esposas inconversas.

            Luchamos contra las enfermedades, contra las condiciones de salud: dolor de rodillas, espalda, cintura, artritis, problemas con los riñones, los divertículos, la escoliosis. Y éstas parecen eternas. Luchamos con problemas económicos y nos sentimos que donde quiera que vamos se nos cierran las puertas.

            Problemas en el trabajo, con exceso de trabajo o con compañeros de trabajo que son un dolor de cuello para nosotros. O luchamos contras las injusticias que vienen sobre nosotros. Y eso como tratar de subir una pesada piedra sobre la montaña que cuando vamos tal vez por la mitad, ésta se nos cae y tenemos que volver a empezar de nuevo.

            O tenemos una lucha contra un pecado en particular. Y luchamos contra él con fuerza y cuándo creemos que lo hemos vencido, regresa de nuevo.

            Nuestra fragilidad se deja ver cuando cosas a veces triviales nos sacan por el techo. Hacemos una tormenta en un vaso de agua. 

            Pero también hay una lucha con la realidad de la muerte. Somos creyentes, sí. Sabemos que moraremos en los cielos por toda la eternidad. Sabemos que allí Dios enjugará todas nuestras lágrimas, seremos inefablemente felices: paz por doquier y conoceremos cómo fuimos conocidos. Pero la realidad es que la realidad de la muerte nos puede asustar. La muerte de un ser querido que nos deja solo o que nosotros le dejemos solo. O la realidad de que somos débiles para creer plenamente en la realidad de la vida en los cielos.

            Pero aquí nos dice Isaías, Jesús es Dios fuerte. Es Dios fuerte para ti. Jesús es nuestro defensor. Y la Biblia usa ese título “fuerte” “gibor” de Dios especialmente cuando El pelea por su pueblo. Deuteronomio 10:17-18 “Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso [gibor] y temible, que no hace acepción de personas, ni toma cohecho; que hace justicia al huérfano y a la viuda; que ama también al extranjero dándole pan y vestido”.  Isaías 42:13 “Jehová saldrá como gigante [gibor], y como hombre de guerra despertará celo; gritará, voceará, se esforzará sobre sus enemigos.” Aunque nosotros somos débiles no debemos tener temor de nuestros enemigos. Él es gibor, Dios fuerte, grande, poderoso, gigante y valeroso guerrero. Quien lucha por nosotros. Es de Jesús que debemos buscar fuerzas para luchar contra el pecado. Es de Jesús que debemos buscar fuerzas contra Satanás. Y es de El que debemos buscar fuerzas contra la muerte misma. Y por qué El venció la muerte, El venció a Satanás y El venció el pecado clavándolos en la cruz. ¡Alabado sea su nombre!

            Por eso debemos como dice Pablo en Efesios 6:10 “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor [Jesús], y en el poder de su fuerza.” Es de El que debemos buscar las fuerzas en toda lucha. Nuestras fuerzas se podrán acabar, pero no las fuerzas del Dios fuerte. De Dios fuerte jamás se acabarán.

            Jamás te olvides de Romanos 8:35-39 “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”

¿Qué más es El? Él es…

II. Padre eterno

            V. 6 “y se llamará su hombre… Padre eterno”. Es interesante que aquí se llame al Mesías, Padre. Ya hemos visto que el Mesías es Jesús. Y Jesús es el Hijo de Dios. Nunca es el Hijo de Dios llamado Padre. La primera persona de la Trinidad es el Padre. Y Él no es el Hijo, ni el Hijo es Padre. ¿Qué quiere decir entonces Isaías cuando llama al Mesías, Padre? Comentando sobre esto dice Calvino que el nombre Padre es sustituto de Autor. Es decir, el Mesías es el Autor de la eternidad, en el sentido de que con su muerte Él nos da la inmortalidad y la vida eterna. Pero, aunque eso es cierto yo creo que hay algo más.

            Entiendo que la idea aquí es, como dijo John Piper, que debemos ver al Mesías como aquel que, con firmeza y autoridad, pero con ternura cuida y protege a sus hijos.

            Nosotros necesitamos de un Padre firme en nuestra vida. Y eso es Jesús para nosotros. La idea de un Jesús que carece de firmeza no es cierto. Jesús tenía un carácter firme y decidido. Jesús hablaba fuerte. Mira Mateo 12:30 “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.” Juan 6:64-67 “Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar.
Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros?”

            Pero Jesús es tierno con sus hermanos. Y como Padre, El cuida de nosotros. Él envía a sus ángeles para que nuestro pie no tropieza sobre la roca. Como dice el Salmo 91:11-12 “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, Que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, Para que tu pie no tropiece en piedra.” O el Salmo 34:7 “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, Y los defiende.”

            Pero a diferencia de nuestros padres que envejecen y dejan de ser nuestro Padre, es un Padre eterno. Siempre estará con nosotros. Nunca nos dejará. Nunca abandona a sus hijos. Y quien nos acompaña cada paso que damos y va con nosotros hasta la eternidad. Isaías 63:16 “Pero tú eres nuestro padre, si bien Abraham nos ignora, e Israel no nos conoce; tú, oh Jehová, eres nuestro padre; nuestro Redentor perpetuo es tu nombre.”

            Te pregunto, por qué cosas vas a dar gracias esta Navidad. Es pero que sobre todas las cosas des gracias por tu glorioso Salvador quien nació en Belén hace 2 mil años para tu bien, para salvarte, cuidarte, estar contigo y llevarte a la gloria. ¿Es esa tu fe? Descansa en El.

            

 

Sermón: Isaías 9:6 La Hermosura de la Obra del Mesías

Isaías 9:6 “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”

 

            Los ángeles irrumpen la tranquilidad de la noche con estas palabras en Lucas 2:10-11 “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.” El nacimiento de Jesús, su encarnación, son buenas nuevas en verdad. Son nuevas no solo de gozo sino de gran gozo. Y estas nuevas de gran gozo contrastan con la oscuridad en la cual el ser humano se encuentra, no solo cuando es pecador, sino aun, a veces, cuando es cristiano. El no cristiano vive en tinieblas, pero nosotros muchas veces caminamos en oscuridad. Y yo diría que hay mucha oscuridad en la vida. Hay decisiones que tomar y a veces no saber qué decidir. Hay momentos en los cuales no tenemos la fuerza física, emocional y espiritual para reaccionar ante los problemas de la vida. Hay momentos en los cuales nos sentimos abandonados en este mundo, nos sentimos solos. En algún momento de tu vida y en algunos cristianos más que en otros la oscuridad está presente, casi a diario.

            Pero hay noticias de grande gozo: Dios nos ha dado a su Hijo, el Salvador del mundo. Él es el Mesías prometido. Y El vino a hacer una obra que nadie puede hacer: traer salvación verdadera. Poner las cosas en la justa perspectiva.

            Si miramos el contexto del capítulo 9 se nos dice Isaías 9:2 “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos.” ¿Por qué andaban en tinieblas? Andaban en tinieblas porque ellos habían sido invadidos por los Asirios en el año 732 a.C. Las tribus del norte habían sufrido una invasión, su territorio había sido devastado. Tristeza y dolor llena sus corazones. ¿Por qué sufrieron tal invasión? Lo sufrieron por una sola razón: infidelidad a Dios. Y Dios trajo castigo sobre ellos. Pero, aunque Dios castiga, El también sana. El pueblo anhelaba ser sanado. Pero la sanidad que buscaban era solo sanidad física: tener casas, no tener enfermedades, tener trabajo, tener dinero. Pero Dios les dice: “una luz resplandeció sobre ellos”.  La luz resplandeció porque Dios les enviaría la sanidad que ellos realmente necesitaban. Esa sanidad se encontraría únicamente en la Persona y Obra del Mesías.

            Que Isaías está hablando del Mesías, el cual es Jesús, lo podemos ver por el hecho de que Mateo cita este pasaje y nos dice que halla su cumplimiento en la venida de Jesús y su ministerio en Galilea. Mateo 4:12-16 “Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea; 13 y dejando a Nazaret, vino y habitó en Capernaum, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí, 14 para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: 15 Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, Camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; 16 El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; Y a los asentados en región de sombra de muerte, Luz les resplandeció.”

            La luz que el mundo necesita es la luz que solo se halla en Jesús. Solo El disipa las tinieblas; cualesquiera que éstas sean. Y esta luz se centra en la hermosura de la Persona y Obra del Mesías.

            El domingo pasado vimos la hermosura de la Persona de Jesús: Él es verdadero hombre, verdadero Dios y verdadero Rey.  Hoy vamos a ver la hermosura de la Obra de Jesús. Veremos el primer título que se le da a Jesús en esta profecía. Y nos contestaremos la pregunta: ¿cómo es posible que Jesús es el único que puede disipar las tinieblas en el mundo? Lo puede hacer porque Él es aquí llamado…

I. Admirable Consejero

            V. 6 “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero”. Jesús es llamado aquí Admirable Consejero. La RV60 separa ambas palabras: admirable, consejero. Y esa es una buena traducción. Pero hay una mejor traducción. LBLA traduce: Admirable Consejero. ¿Por qué? Porque en los demás títulos que se le otorga al Mesías se le dan como una palabra compuesta de dos palabras. Así que es altamente probable que la uniformidad del pasaje requiera que se hable de cuatro títulos en vez de cinco y que todos sean compuestos de dos palabras: Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno y Príncipe de Paz. Él es Admirable Consejero.

            La palabra: admirable, en hebreo es “pele” y significa: milagroso, maravilloso. Esa palabra se usa de los actos portentosos de Dios en el mundo. Nos habla de algo inusual y maravilloso que Dios ha hecho en el mundo. Así lo deja ver Éxodos 15:11 “¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, Terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?” Aquí es traducida: hacedor de prodigios. Él no es meramente Admirable Consejero, sino que es un Consejero Milagroso, Prodigioso, Maravilloso.

            En primer lugar, Él es Consejero. El mundo busca salvarse según su propia sabiduría. Buscan gloria en las posesiones. Buscan salvación en los placeres. Buscan inmortalidad en la fama. Buscan significado en la vida en ser cívicos, altruistas, amantes de la humanidad y del planeta. Pero ninguno busca el consejo de Dios mismo sobre cuál es el camino que realmente trae salvación. Y ese camino es exclusivamente Jesús. Y Dios mismo nos ha dicho en Hechos 4:12 “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” 2 Timoteo 2:10 “todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna.” La salvación es en Cristo Jesús y solo en Cristo Jesús por medio de la fe salvadora en El. Pero el mundo cree que es más sabio que Dios. Pero hay una sola luz en este mundo que disipa toda tinieblas; y ese es Jesús. Juan 8:12 “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” Todos los que no le siguen andan en tinieblas y solo el que cree en Él tiene la luz de la vida. Pero el mundo se cree que por sí mismos pueden conocer el camino que lleva a la vida eterna. Pero el no creyente anda en tinieblas y no puede ver la luz. ¿Puede el ciego ver la luz del sol? No puede. Hasta tanto sus ojos no sean abiertos, sanados, nunca podrán ver la luz del día. Por eso necesitan a Jesús como luz en sus vidas y como el único que sabe cuál es el camino de salvación. En esto, solo Jesús es el único Consejero. 

            Para nosotros, los creyentes, a quienes Dios ha abierto nuestros ojos para ver la luz verdadera, Él es verdaderamente nuestro Consejero por excelencia. Hermanos, el que Jesús sea Consejero nos recuerda que nosotros no somos sabios. Nos recuerda que en esta vida necesitamos que alguien nos guíe. Y ese alguien lo es Jesús. Adán y Eva antes de la caída dependían de la revelación especial, de la voz misma de Dios para poder guiar sus vidas. ¿Cuánto más nosotros que somos seres caídos? Redimidos sí, pero todavía hay pecado en nosotros. Si ellos necesitaban una guía, más nosotros.

            Para todas las decisiones en nuestra vida debemos buscar el consejo de Jesús. Debemos buscar su sabiduría, su dirección, su Palabra. Él es la guía de nuestra vida. ¿Por qué? Porque Dios es el único sabio Dios. El único sabio que existe en este mundo es Dios. No hay nadie más. Romanos 16:27 “al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén.” La RV60 le añade la conjunción “y” que no aparece en el original griego. En el griego dice: “μόνῳ σοφῷ θεῷ”, literalmente el único sabio Dios. El único que es sabio en este mundo es Dios. ¿De dónde buscaremos sabiduría en medio de las decisiones de la vida? De Dios únicamente, del único que es sabio. Ni tú ni yo somos sabios como lo es Dios. Y la sabiduría que haya en nosotros se la debemos a Dios. Pero nuestra sabiduría es débil. No lo sabemos todo. Nos equivocamos constantemente.  Por eso nos dice Proverbios 3:5-6a “Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión”. En otras palabras, busca de Dios la dirección para cada situación en tu vida. Busca a Cristo porque en Él, nos dice Pablo en Colosenses 2:3 “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.” Y todos esos tesoros son para ti porque eres hijo de Dios por la fe en Jesús.

            ¿Pero en dónde están esos tesoros? Están en Cristo mismo y en la revelación de Su sabiduría en las Escrituras.  

            En Jesús se hayan los tesoros de la sabiduría y del conocimiento de Dios. ¿Cómo así? Porque Él es Dios. De aquí hermanos, que una vida de oración seria, consistentemente, es indispensable para recibir de Dios esa sabiduría. Santiago 1:5 “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.” Y con esto hay algo importante: hay que pedir bien. Santiago 4:3 “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” Santiago nos dice que es posible que un cristiano pida mal. Él nos exhorta a pedir, pero nos exhorta a pedir bien, con las prioridades correctas y con el fin correcto. Un ejemplo: Un creyente puede pedir por un esposo o una esposa, lo cual es bueno, pero puede pedirlo porque quiere satisfacer sus necesidades sexuales. Que, aunque ese propósito es uno válido, no es el propósito principal del matrimonio. El propósito principal del matrimonio es la mutua ayuda, para la gloria de Dios.

            Esa sabiduría se encuentra en las Escrituras. Tenemos que estudiar las palabras de Cristo en las Santas Escrituras. Tenemos que devorar esas palabras. Tenemos que memorizar esas palabras. Buscar la dirección de Dios en esas palabras. Y tenemos que obedecer esas palabras. Oh, hermanos, cuantos errores hemos cometido en nuestras vidas por no seguir esas palabras. O por no conocerlas porque no las hemos estudiado, o porque hemos buscado “sabiduría” según el mundo y no según Dios.

            La vida cristiana no es portarnos bien y no meternos en líos. Hay muchos cristianos que viven una “buena vida”, pero no viven una vida de obediencia a los principios cristianos. Alimentar a nuestros hijos es bueno, llevarlos a la escuela es bueno también. Pero hacer solo eso no es lo único que se espera de los padres cristianos. Es orar por ellos y con ellos. Es estudiar con ellos la Palabra. Es enseñarles a pensar según la Palabra. Es modelarle la Palabra, de tal manera que ellos vean por el ejemplo lo que es seguir a Cristo, aunque el mundo nos rechace. Que no le digamos: no mientan y nosotros mentimos. Sé paciente y nosotros no busquemos ser pacientes. Pide perdón, pero nosotros no pedimos perdón. Sé humilde, pero nosotros somos orgullosos. No seas malcriado, pero nosotros lo somos hacia ellos o hacia los demás. No todo “valor” que el mundo valora es bíblico. Podrá sonar bonito, nos parecerá sensato, pero no siempre es bíblico. ¿Cuáles de esos abrazamos?

            Alguien me dirá: pero hermano pastor eso ya yo lo sé, por qué vuelven con lo mismo. Te voy a decir por qué. Me encontrado con creyentes que piensan de esta manera. “En mi casa yo le dejo todas las decisiones a mi esposa porque yo no quiero problemas. Y porque yo no quiero problemas, entonces, yo le dejo que tome todas las decisiones”. Hermanos, esa relación matrimonial podrá funcionar, pero no es el orden divino. La relación matrimonial debe reflejar la relación que hay entre Cristo y la iglesia. Eso es lo que nos enseña Pablo en Efesios 5:21-33. Dios nos llama a obedecer todos sus mandamientos. Él fue quien instituyó el matrimonio y éste funciona como debe solo en obediencia a sus mandamientos.

            Hermanos, en las Escrituras hay sabiduría de Dios para criar a los hijos, trabajar con esposos o esposas difíciles, enfrentar crisis, buscar empleo, ordenar una familia, usar sabiamente los bienes de este mundo, escoger las mejores decisiones en la vida y cómo tener una mente clara y saber qué hacer cuando las cosas nos salen mal. Todo eso se encuentra en su Palabra.

            ¿Es esa tu fe y confianza en Jesús y en Su Palabra? Muchas veces buscamos la sabiduría de los hombres antes que buscar afanosamente de la sabiduría de Dios. No quito el valor relativo y la utilidad de los psicólogos. Pero la sabiduría verdadera y transformadora se encuentra solo en Dios. Por tanto, busca esa sabiduría en la Biblia, Lee libros cristianos fundados en esa Palabra. Si tienes hijos o vas a tenerlos: lee libros cristianos que te enseñan cómo criarlos. Si te vas a casar o estás casado lee buenos libros sobre cómo tu familia debe ser organizada. Si vas a descubrir cuál es tu profesión hay buenos libros que te pueden ayudar. Además, Dios te ha puesta en la iglesia donde hay hombres y mujeres maduros en la fe, versados en la Palabra que pueden ser buenos consejeros y guías para ti, mientras ellos siguen a Cristo. Como dijo Pablo en 1 Corintios 11:1 “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”.

            En segundo lugar, Jesús no solo es Consejero sino un Consejero Milagroso, maravilloso. El poder de su Palabra hace maravillas. Y no me refiero a los milagros extraordinarios que Dios hace. Me refiero al poder transformador que la Palabra de Dios produce en nosotros.  O hermanos, yo creo en el poder milagroso de la Palabra de Dios. Cuando creemos a Su Palabra y la obedecemos, vemos maravillas. La historia de la iglesia está llena de testimonios de cómo el evangelio de Jesús transformó completamente las vidas e impactó a la sociedad. De Pablo, un perseguidor de la Iglesia lo convirtió en un gran apóstol. De Agustín de Hipona, la Palabra de Dios lo transformó en uno de los grandes maestros de todos los tiempos.  

            La Palabra de Dios hace que las cosas funcionen como deben funcionar. Hace de los matrimonios un paraíso. Hace de los hijos una fuente de gozo. Hace del trabajo un lugar de refinamiento. Hace de la vida un lugar de alegría. La Palabra de Dios hace maravillas en las vidas de los creyentes. Como nos dice el Salmo 19:7-8 “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos.” Pero requiere de nosotros obediencia a esa Palabra. Cuando las cosas no funcionan bien en el matrimonio, o en mi vida, se debe en la mayoría de los casos, a que alguien no vive por la Palabra, sino que ha dejado que el pecado, los valores no cristianos rijan en esa situación.

            Es cierto, nadie vive en obediencia perfecta a la Palabra de Dios. Es por eso que necesitamos a Jesús como nuestro Maravilloso Consejero.  Lo necesitamos para que nos guíe por el camino correcto, no solo para que las cosas salgan bien, sino para que nos guíe cuando las cosas salen mal. Para toda circunstancia Jesús es nuestro Maravilloso Consejero. El vino al mundo para darnos conocimiento. Así como Él es el Cristo, el Ungido, de igual manera Él nos ha ungido con su Espíritu Santo que nos capacita para entender Su voluntad. Nos dice Juan en 1 Juan 2:20 “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas.” El Espíritu Santo nos capacita para conocer o entender todas las cosas reveladas.

            ¿Es Jesús tu Maravilloso Consejero? ¿Es de El que buscas la sabiduría? ¿En las decisiones de tu vida buscas ser guiado por la Palabra de Jesús en la Biblia? ¿Eres sabio en tu propia opinión? ¿Te esfuerzas para que tu vida sea dirigida por la palabra de Dios? ¿Estudias la Biblia con ese fin? Si no la estudias, no buscas ese fin.

            Quiera Dios que todos nosotros busquemos ser guiados plenamente por la Palabra Viviente, el cual es Jesús, y por las palabras de Jesús en la Vida. Él es un Maravilloso Consejero para ti. Haz una cita con El diariamente por medio de la oración y el estudio de su Palabra.