Sermón: Habacuc 2:4 El justo vive por la fe
Habacuc 2:4 “He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá.”
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Amada iglesia, durante mi adolescencia yo veía mucho la lucha libre. Yo era fanático de Carlitos Colón, el Invader #1 entre otros. Era un deleite ver las acrobacias que esos luchadores hacían en el cuadrilátero. Es una lucha cuerpo a cuerpo con picadas de ojos, la yeguita voladora, la dormilona, etc. Era un entretenimiento pero también era un reto de fe. Cuando el campeón estaba perdiendo, cuando habíamos perdido las esperanzas de victoria de la nada le salían fuerzas al luchador y vencía contra todo lo que pensamos era imposible lograr.
En un sentido eso es lo que tenemos aquí en el libro de Habacuc. El profeta tiene una lucha en su interior. Hay una lucha entre lo que él cree y lo que él ve que sucede en el mundo. Hay una lucha entre lo que él cree acerca del carácter de Dios por las Escrituras y lo que Habacuc ve está sucediendo en medio de ellos. Hay una lucha entre la fe y la vista, entre la fe y los hechos. ¿Cómo confiar en Dios en medio de todo lo que Dios va a hacer y hará? A veces las cosas que ocurren en nuestra vida y en el mundo retan nuestra fe. Dios pone a prueba nuestra fe más preciada que el oro. En medio de todo lo que está pasando el PR y en el mundo: los problemas de la economía, el covid-19 y los temblores ¿cuál debe ser la actitud y conducta del creyente? De eso trata el pasaje bíblico que tenemos presente.
Tenemos aquí un contraste. Habacuc contrasta el carácter y la actitud de dos personas ante los sucesos de la vida. Veamos en primer lugar el carácter y conducta de los incrédulos.
I. El carácter y la conducta de los incrédulos
Lo primero que podemos ver es que Habacuc nos dice que hay dos y solo dos tipos de personas o almas en el mundo. Hay almas rectas y por implicación hay almas no rectas. Cuando dice: “He aquí que aquel cuya” da a entender que no todos son almas rectas. Este es un veredicto de parte de Dios mismo.
Hermanos, no todos son creyentes. No es de todos la fe. No todos son salvos. Ni todos van a ir a morar en los cielos con Dios. Hay creyentes y hay incrédulos. Hay justos y hay injustos. Hay santos y hay impíos. Hay almas rectas y hay almas que no son rectas.
Yo sé que hoy día se enseña que lo único que hay que hacer para ir a los cielos es morirse. Pero esa no es la enseñanza de la Biblia y este pasaje lo corrobora. Por tanto, hay justos y hay injustos según ellos hayan rendido su corazón al Señor Jesucristo.
Ahora bien, cómo podemos distinguir el uno del otro. Habacuc nos dice por su carácter. ¿Cuál es la característica del alma no recta? Habacuc nos dice: el alma no recta, “se enorgullece”. El no creyente es orgulloso. No se postra delante de Dios ni reconoce que Dios es o que El es digno de fe, confianza y obediencia. Ni reconoce a Jesús como el único Salvador y como el Rey Medianero a quien Dios ha puesto como cabeza sobre todas las cosas sobre su Iglesia.
Y cuando ve el tumulto que está sucediendo en el mundo en vez de arrodillarse ante Dios y pedirle perdón o suplicarle su misericordia no lo hace. No ora a Dios porque cree que es autosuficiente en sí mismo para tener que pedirle a Dios. El o ella cree que tiene la sabiduría suficiente, poder en sus manos suficiente para vencer todo caos y superar toda crisis. No es totalmente incrédulo porque pone su fe en el poder del ser humano para superarse. Pone su fe en la ciencia y proclama que la salvación se encuentra en la ciencia o en nosotros mismos. Dicen ellos: Lo que el mundo necesita para salvarse es una buena educación, una mejor distribución del dinero, un mejor acceso a la tecnología, y ser libres de todos los tabúes que el cristianismo ha impuesto en la sociedad.
El alma que no es recta se caracteriza por buscar su salvación en sí mismo y no en Dios. Y por tanto, no viven para Dios, ni le sirven ni le adoran ni buscan de El la guía de sus vidas. Y si le oran lo hacen buscando la ayuda de Dios pero no buscando a Dios mismo.
Pero todo eso es edificar sobre la arena. Es poner la fe en un dios que no salva. Y lo triste del caso es que Dios dice: esa alma no es recta para conmigo. Yo no me agrado de esa vida.
En cambio, Habacuc nos dice que hay otra persona en el mundo. Hay otros en el mundo cuya alma es recta. Veamos el carácter y la conducta del justo.
II. El carácter y la conducta del justo
Si te das cuenta hay un contraste aquí. A diferencia del alma que no es recta, Habacuc nos habla del que es justo. Y la idea es que el justo posee un alma recta.
Ahora bien, quién es esa persona. Habacuc nos dice por sus frutos lo conoceréis. ¿Cuál es el carácter y conducta del alma recta? Nos dice Habacuc: él vive por su fe: “el justo por su fe vivirá”. El justo es el que ha creído que Dios es y que El gobierna el mundo. No es arrogante. Él se postra delante de Dios y le dice: que tú oh Dios deseas que yo haga. Reconoce que Dios ha puesto a Cristo como el Rey de este mundo. Y por tanto busca honrar, amar y obedecer al Rey Jesús. Busca de El su protección. Le ora no solo porque tiene que hacerlo sino porque es un deleite hablar con Dios. Pone todas sus cargas ante El. Pone la seguridad de su vida en las manos de Dios. No cree que él tiene el poder para salvarse a sí mismo ni que el ser humano tiene el poder de hacerlo. Usa la ciencia, se educa, es generoso con el necesitado pero no pone su salvación en el hombre ni en sus obras. ¿Por qué? Porque “el justo por su fe vivirá”. El sabe que Dios es su Protector, su Defensor. Y la salvación de la humanidad se encuentra solo en Dios por medio de Cristo Jesús.
De aquí que el justo sabe que la verdadera sabiduría se encuentra en Jesús. Y sabe que vivir por la Palabra de Dios es lo más sabio, lógico y recto. Y que aunque las cosas del mundo parezcan otra cosa El confía plenamente en Dios. Por tanto, él camina por fe y no por vista. Aunque sus ojos le dicen: hay caos en el mundo, parece que todo va a la deriva, el mundo parece un barco sin timón; él sabe que no es así. El sabe que Jehová reina y esto le trae paz. ¿Por qué? Porque él sabe que Dios es su Padre. Y que Dios tiene las riendas del timón del mundo en sus manos.
El sabe que él es justo no por sí mismo sino por la misericordia de Dios. ¿Cómo así? Porque sabe que solo Dios es su Salvador. De lo contrario sería él mismo quien se salvara. Pero él sabe que en su carne no hay nada bueno. Que sus mejores obras están lejísimo de la perfección que Dios demanda, por que Dios es perfecto y solo acepta perfección. Como dijo Jesús en Mateo 5:45 “Sed vosotros perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Y sabe que su fidelidad a Dios es fruto de la gracia de Dios en él.
Quisiera hermanos hacer un par de aplicaciones prácticas adicionales al pasaje.
III. Aplicaciones prácticas
Si te das cuenta Dios nos llama a vivir con una fe que abraza incondicionalmente la voluntad de Dios. Busca Habacuc 3:16-18 “Oí, y se conmovieron mis entrañas; A la voz temblaron mis labios; Pudrición entró en mis huesos, y dentro de mí me estremecí; Si bien estaré quieto en el día de la angustia, Cuando suba al pueblo el que lo invadirá con sus tropas. 17 Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; 18 Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación.” Podemos decir como dijo Job en Job 13:15 “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré”.
Hermanos, no dudemos de la sabiduría de Dios. No dudemos de su presencia en medio de nuestro. Ni dudemos de su poder y soberanía sobre todas las cosas. Nuestra fe debe siempre descansar en Dios y no en los hombres ni en las circunstancias.
Yo sé que hay lucha entre lo que vemos y lo que creemos acerca de Dios. Pero Dios nos llama a perseverar. Y perseverar no es otra cosa que vivir en obediencia a Dios descansando en Él y sus promesas y en su obra de Redención. Dios nos llama a serle fiel. Sigue adelante. Vive por fe. Corre la carrera que tienes por delante pero poniendo tus ojos en Jesús el autor y consumador de la fe.
Y no te olvides de esta gran verdad. Que aunque nuestra fe puede menguar Dios jamás permitirá que ésta se apague en ti. ¿Por qué? Porque nuestra salvación y nuestra fe descansa, no en nuestras obras, sino en la obra de Cristo Jesús en la cruz. Por eso Pablo dice en Filipenses 1:6 “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;” Amén.