Mateo 11:12 “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.” 1 Samuel 1:15 “Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová.”
Dijimos que comentando sobre el pasaje de Mateo, Calvino dijo que nos enseña acerca de la naturaleza de la fe salvadora. Los que poseen la fe salvadora se esforzarán en agradar a Dios. Ellos saben que el propósito de nuestras vidas es glorificar a Dios. Y nosotros le glorificamos con nuestras vidas, con nuestros cuerpos y con nuestros labios. La obra de gracia en los creyentes se manifiesta en un ardiente deseo de que Dios sea exaltado con nuestras vidas. No provoca sentimientos fríos acerca de Dios sino todo lo contrario. El creyente arderá en deseos de que el nombre de su Dios sea reverenciado por nuestra conducta. Sólo los violentos arrebatan el reino de los cielos. Sólo los violentos entran a morar con Dios en los cielos. Por eso dijo Guillermo Hendricksen en su comentario sobre este pasaje: “la entrada en el reino exige un esfuerzo sincero, una energía inagotable, una diligencia suprema”. Es decir, que la entrada en el reino no se logra con un mero intento o un débil deseo por Dios sino todo lo contrario. Exige un esfuerzo, exige una energía, exige una diligencia. Sólo los violentos arrebatan el reino de los cielos. Los creyentes genuinos se esforzarán con valentía en correr la carrera que tienen por delante. Lucharán contra todo obstáculo en su camino hacia la ciudad celestial. Tienen trazada su meta y correrán hacia ella con todas las fuerzas que puedan. Pero correrán en el poder de Dios.
Ya hemos visto que debemos ofrecer violencia hacia nosotros mismos. Debemos motivarnos y predicarnos a nosotros en nuestra lucha de la vida cristiana. También vimos que debemos ofrecer violencia en nuestro estudio de la palabra de Dios y en la manera en que escuchamos los sermones que se predican en la iglesia. En cuarto lugar Dios nos llama a que ofrezcamos violencia en la oración. Debemos tener una vida de oración. Es indispensable que así sea. El creyente ora. Su vida se caracteriza por ser una vida de oración. No una vida que ora alguna que otra vez. Debemos vivir nuestra vida orando. Pero para poder lograr esto debemos ofrecer violencia.
El pasaje de primera de Samuel nos da un ejemplo del requisito indispensable de una verdadera oración. Es un requisito indispensable el ser violentos al orar. Es decir, Dios espera de nosotros que cuando le oremos a Dios lo hagamos con fervor. La oración a Dios no debe ser una oración fría, sin vida o mecánicamente. Sino que debemos orar con un celo santo al Dios trino y uno. Debemos rogarle con la debida reverencia que El se merece. Fíjate en el caso de Ana. Ella lloraba y estaba afligida porque ella deseaba tener un hijo. No estaba borracha como pensaba erróneamente Elí. El fervor de la oración de Ana lo podemos ver en la frase “he derramado mi alma delante de Jehová.” Ella vació su corazón delante de Dios. Implica el fervor y la violencia en el sentido de vaciar todos sus anhelos, todas sus frustraciones y todas sus cargas delante del único que puede contestar su petición. Otro ejemplo de fervor en la oración lo tenemos en el caso de Jacob con el ángel. En Génesis 32:24 “Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba.” Jacob luchó con el ángel, Jacob luchó con Dios rogándole que le bendijera. Toda la noche la dedicó Jacob a orar pidiéndole que contestara su petición de que Esaú no le matara a él ni a sus esposas ni a sus hijos. ¿Con cuánto fervor crees que oró a Dios? Decía Johannes Vos en su comentario al Catecismo Mayor acerca de la pregunta 185 ¿Cómo debemos orar a Dios? “No debemos orar como si tuviéramos pobres deseos por Dios y su bendición, sino con un intenso y ardiente deseo de una cercanía de Dios [hacia nosotros] y de sus bendiciones. Sólo tal actitud en la oración puede ser aceptable a Dios.”
Teodoro decía de Lutero: “Yo lo escuché orar a Dios y [mi madre] con cuánta vida y espíritu él oraba. Con cuanta reverencia oraba cuando se dirigía a Dios pero a la vez con cuanta confianza oraba como si hablara con un amigo”.
Hermanos, debemos ser violentos en nuestra vida de oración. En primer lugar debemos orar a Dios mucho más de lo que lo hacemos. Nosotros glorificamos a Dios con nuestras oraciones. La iglesia cristiana moderna es una iglesia con el espíritu de los Laodiceanos. De ellos se dice que son “ni frío ni caliente, son tibios”. Son sin lugar a dudas una iglesia que no ora. Pero Dios nos llama a ser una iglesia vibrante, una iglesia militante. Y es imposible ser una iglesia poderosa en el Señor sin oración. Es imposible ser una iglesia útil en las manos de Dios sin ser una iglesia dada a la oración. El reino de los cielos avanza por medio de la iglesia. Pero por medio de una iglesia que ora. No por medio de una iglesia que no ora.
Que debemos ser violentos, es decir, dedicados en alma y cuerpo a una vida de oración se desprende de varias consideraciones.
1. Del mandamiento mismo de Dios. Dios mismo nos llama a orar sin cesar. El apóstol Pablo inspirado por el Espíritu Santo nos da el mandamiento divino en 1 Tesalonicenses 5:17 “Orad sin cesar.” Y ¿qué significa esto? ¿Cómo yo puedo orar sin cesar? Aprovechando toda oportunidad para ofrecer tus deseos a Dios en la oración. En las mañanas, saca un breve momento de tu tiempo para buscar a Dios. Un nuevo día ha comenzado y Dios nos ha bendecido durante la noche. Ha cuidado nuestra vida. Ha protegido los bienes que nos ha dado. Nos ha dado la oportunidad de ver a nuestros seres queridos de nuevo. ¿Tenemos o no razones para adorar a Dios desde temprano en la mañana? Si como dice Jesús cada día trae su propio mal, entonces debemos comenzar cada día buscando a Dios en la oración suplicándole que nos dé la sabiduría para poder bregar con los problemas que nos visitarán cada día. Tenderemos, tal vez, problemas en el trabajo, en nuestra casa, en la escuela, con nuestros familiares, nuestros vecinos, en el supermercado, en la fila del banco, etc. Eso y mucho más nos deben dar la razón para orar sin cesar. Pero el mero hecho de que Dios nos ordena orar sin cesar es suficiente para nosotros los creyentes. O por lo menos debe ser suficiente. No sólo tenemos el mandamiento de Dios mismo sino tenemos el mandamiento de Jesús mismo. En Lucas 18:1 “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar,”. Es necesario orar siempre. Tener a Dios constantemente en nuestros pensamientos. Efesios 6:18 “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos”.
2. Del ejemplo mismo de Jesús y sus santos. Al cualquiera que lea la Biblia de vez en cuando se dará cuenta que Jesús fue un hombre de oración. Jesús oraba sin cesar. En El tenemos el perfecto ejemplo de lo que es ser violentos en nuestra vida de oración. Jesús aprovechaba toda oportunidad para orar. La vida agitada de Jesús no fue impedimento para vivir una vida dedicada a la oración. Alguien podría decir: ¿es que mi vida es bien complicada para poder tener una vida dedicada a la oración? ¡Para mí es imposible! No creo que ninguno de nosotros tiene o ha tenido una vida más complicada que la vida de Jesús. Aún así vemos a Jesús orando constantemente durante su ministerio. Sabiendo Jesús que su día iba a ser un día lleno de trabajo y trabajo físico agotador, decide levantarse bien temprano en la mañana para orarle en secreto a su Padre. En Marcos 1:35 tenemos el ejemplo, “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.” ¡Qué pobre vida de oración nosotros tenemos! Debemos suplicarle a Dios que nos perdone por tal práctica.
Tenemos el ejemplo también de los santos de que ellos vivieron una vida consagrada a la oración. De David se nos dice que él oraba a todas horas. Por lo menos tres veces al día. Salmo 55:17 “Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, Y él oirá mi voz.” Y esto no sólo en la vida de David. Ha sido la práctica del pueblo de Dios, ser un pueblo dedicado a la oración. Romanos 12:12 “gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;”
3. De la promesa de Dios de contestar nuestras oraciones. Dios nos ordena a orar constantemente, pero El también nos promete oír todas nuestras oraciones. Dios es un Dios que escucha la oración. Por el hecho de que Dios nos promete que oirá nuestras oraciones debemos con gran confianza dedicarnos a la oración. Esa promesa la vemos en el Salmo 50:14-15 “Sacrifica a Dios alabanza, Y paga tus votos al Altísimo; E invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me honrarás.” Dios mismo nos pide que le oremos y nos motiva a hacerlo en base a la promesa de que nos oirá y nos contestará, “E invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me honrarás”. Y en 1 Juan 5:14-15 “Y ésta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” En este pasaje Dios nos dice que nuestras oraciones hechas en fe no son en vano. Debemos acercarnos a Dios en la oración con confianza, es decir, con fe. Con fe en Dios y en su amor por nosotros y su buena voluntad hacia su pueblo. Pero esa confianza no nos da la libertad de pedir lo que se nos antoje. Debemos pedir conforme a su voluntad. Su voluntad revelada en la Biblia. Y sabemos que Dios escucha nuestras peticiones. Y esa seguridad nos debe llevar a descansar todas nuestras cargas en El. Sabiendo que si El nos oye recibiremos lo que hemos pedido en el tiempo del Señor.
Hermanos, debemos ser violentos en la oración. Dios ha prescrito la oración como el medio para que nosotros adquiramos lo que necesitamos. A veces no recibimos porque no pedimos. Es al que toca la puerta al que se le abre. Y Dios ha establecido la oración como la llave que abre el cofre de tesoros de Dios para nosotros. Tesoros para nuestro bien, no tesoros para satisfacer nuestros deseos carnales. Por eso mira a Jesús. El oraba constantemente a su Padre. El que Dios era su Padre y le ama con amor eterno no evitaba que le orara constantemente. El oraba sin cesar. El oraba con fe en su divino Padre. El buscaba todo lo que necesitaba por medio de la oración. Lo vemos orando antes de sanar, antes de hacer un milagro. Y fue oído por su temor reverente. (Heb.5:7). Ve tú, hijo de Dios, y haz lo mismo. Amén.