Primera Iglesia Presbiteriana Ortodoxa: Jesús es la Verdad

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Sermón: Mateo 6:22-24 Llenos de luz y un solo Señor

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Sermón: Mateo 6:22-24 Llenos de luz y un solo Señor Pastor Roberto Quiñones Cardona

Mateo 6:22-24 “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23 pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? 24 Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.”

 

            Decía Aristóteles que de todos los 5 sentidos que tenemos el más importante es el de la vista. Por medio de la vista se nos abre el mundo. Y decía que la vista es la puerta del alma.

            ¡Qué don más hermoso que el don de la vista! Si nuestros ojos están bien entonces podemos apreciar todos los detalles de las cosas que nos rodean. Podremos caminar con seguridad y sin tropezar. Pero cuando nuestros ojos no ven bien caminamos por ahí inseguros, tropezando y muchas veces nos caeremos.

            Jesús utiliza esa verdad de la vida para ilustrarnos la importante de que nos examinemos y nos preguntemos cómo están nuestros ojos. Porque hay ojos sanos y hay ojos que están enfermos. Y lo más triste es que hay ojo completamente ciegos. Veamos cómo Jesús distingue lo que es un ojo bueno de un ojo malo. Y cómo eso en última instancia se relaciona sobre quién es el Señor de tu vida.

            En primer lugar, veamos lo que significa tener un ojo bueno.  

I. Un ojo bueno

            Lo primero que hace Jesús es describir la función del ojo. El ojo es la lámpara del cuerpo. Bueno no absolutamente porque el ojo no es la fuente de la luz pero ella captura la luz y así puede ver claramente y en ese sentido es como una lámpara. Y si es la lámpara del cuerpo entonces es lo que trae luz a nuestro cuerpo. Jesús habla aquí en sentido metafórico. Aunque usa lenguaje físico la enseñanza es espiritual.

            Ahora bien, si tu ojo es bueno, está sano, entonces todo tu cuerpo se beneficia y estará lleno de luz.

            Pero nos preguntamos. ¿Qué es un ojo sano? Un ojo sano es uno que pone su mirada en Dios y es dirigido por la Palabra y la voluntad de Dios. Es un ojo que sabe quién es él y qué Dios espera de él. Es un ojo que tiene su norte claro y sabe hacia dónde debe ir. E uno que tiene sus prioridades en orden y procura vivir y ser dirigido por la mente sujeta a la Palabra de Dios y no por los sentimientos, las emociones o los deseos de la carne.

            Lamentablemente hermanos y amigos, se dice que, por encima de la crisis mundial del coronavirus, hay una crisis mayor que está destruyendo y matando al mundo. Es una crisis que lleva más de 60 años destruyendo. ¿Sabes cuál es? Es la crisis de la identidad. En siglos anteriores y por la influencia del cristianismo el mundo occidental sabía quiénes eran ellos: ellos creían que eran criaturas hechas a la imagen de Dios, varón y hembra nos creó. El es quien nos creó y por tanto es El quien  define lo que somos.  Pero con el rechazo de la Biblia como la Palabra de Dios y el rechazo mismo de la existencia y/o intervención de Dios en el mundo, el mundo ha decidido definirse a sí mismo. Y ha llegado a conclusión de que ellos mismos son los que se definen sin referencia alguna a Dios.  Y algunos dicen: somos criaturas, otros: somos animales, otros: somos moléculas, otros: somos un accidente de la evolución, somos primates, somos seres sin propósito y sin valor, somos hombres, somos mujeres, ni somos hombres ni mujeres, no tenemos géneros, o definimos nuestro género o nuestro género es cambiante según me sienta durante el día (me levanté sintiendo mujer, pero a la media hora me siento hombre, durante el día me siento que soy un pedazo de carne que camina sin rumbo ni propósito, etc.). No en balde hay tanto problema de salud mental en el mundo.

            Tristemente, nos pasa lo mismo a los cristianos. Influenciados por el mundo nosotros hemos caído en la misma crisis. ¿Quién soy yo? ¿Cuál es mi propósito en la vida? Algunos piensan que yo soy el hijo de un Rey y por tanto con derecho a recibir ahora, de ese Rey, todas las riquezas que El me ha prometido. Promesa que para ellos son principalmente físicas y económicas. Otros, que el propósito de Dios para mi vida es que yo sea feliz siempre. Otros, que después que tú seas sincero, amable, cariñoso y “ames al Señor Jesús” es lo importante aunque seas homosexual. Otros piensan que porque soy salvo por la gracia de Dios y es El quien me santifica solo tengo que dejar que Dios haga la obra, yo solo soy recibidor de su gracia y cuando esa gracia venga a mí entonces yo caminaré en los caminos de Dios.

            Pero Jesús nos dice: No. ¿Tienes tú un ojo bueno? Un ojo bueno es uno que pone su mirada en Dios. Sabe quién es él y sabe lo que Dios espera de él. ¿Quiénes somos nosotros? Nosotros somos hijos de Dios y siervos del Señor Jesucristo. Y nuestro norte es amarle más y más y servirle cada día con todas nuestras fuerzas y buscar que otros también amen al Señor Jesús y vivan para Él. Ese es un ojo bueno. Ese es el ojo que hace que todo nuestro cuerpo esté lleno de luz. Y si lleno de luz entonces caminará sin tropezar, caminará rectamente por los caminos que Dios mismo ha trazado para él. Como dice Pablo en Efesios 2:10 “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”

            Pero lamentablemente hay otro ojo. Hay un ojo que no es bueno. Y es descrito por Jesús como un ojo malo.

II. Un ojo malo

            V. 23 “pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas.” Si tu ojo es maligno, es malo, está enfermo, entonces inevitablemente todo tu cuerpo, es decir, toda tu vida estará en tinieblas. Palabras fuertes de Jesús. A nadie le gusta que le digan que está equivocado. Y Jesús nos dice que todos aquellos que tienen ojos malos, es decir, ojos que no miran a Dios, ni le aman, ni le adoran, ni viven para El ni dirigen su vida por la Palabra de Dios, todos ellos están en tinieblas aunque crean que tienen luz. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

            Con esto mismo confrontó Jesús a los fariseos quienes crían que tenían ojos buenos. En Juan 8:12 “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” Jesús es la luz del mundo y solo los que le siguen, los que creen y confían en Jesús como su Dios y Salvador no andarán en tinieblas sino que tendrán la luz de la vida en ellos. Todos los demás, los que no me siguen, ni creen ni confían en mi ni me reciben como Señor y Redentor andan en tinieblas. Y Jesús demuestra que Él es la luz del mundo al sanar a un ciego de nacimiento. Y a todo esto qué respondieron los fariseos en Juan 9:40-41 “¿Acaso nosotros somos también ciegos? 41 Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.”

            Así que un ojo malo es uno que no tiene la luz de Jesús en su vida porque no ha creído ni confiado en El y por tanto todo su cuerpo, toda su vida anda en tinieblas.

            Jesús dice además “Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” ¿Qué nos enseña Jesús aquí. Jesús nos llama a que nos examinemos y nos preguntemos qué clase de luz hay en nosotros. >Tenemos luz verdadera o nuestra luz es tinieblas? Porque si la luz que realmente hay en ti es tinieblas, entonces en donde no hay nada de luz las tinieblas son peores.

            Yo te pregunto, ¿cuál es tu ojo?  ¿Tienes un ojo bueno o tienes un ojo malo? ¿Sabes quién eres tú? ¿Tienes claro cuáles son tus prioridades en la vida? ¿Vives para Dios? ¿Vives para adorar a Dios y vivir para Él? ¿Eres dirigido por la Palabra de Dios?

            Ahora bien, Jesús no solo nos dice que nuestra vida debe estar marcada con el reconocimiento de quiénes somos nosotros y cuál es el propósito de nuestra vida como cristianos sino también reconocer que de tras de todo esto es el hecho de que solo podemos tener un solo Señor.

III. Un solo Señor

            V. 24 “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” Jesús nos habla de una imposibilidad. Ninguno, nadie, es imposible servir a dos señores.

            El verbo servir servir aquí en el griego es importante. Servir aquí significa servir como esclavo no como empleado. No podemos servir a Dios y servir a las riquezas. Es el uno o el otro. O el norte de mi vida es Dios o lo son el buscar hacerme rico. Ambos no pueden subsistir en el creyente. O amamos a Dios o amamos al mundo. Es el uno o el otro. No podemos tener aquí lo mejor de dos mundos. Jesús dice: ninguno puede hacerlo. No te engañes.

            Pero aquí hay un principio importante que señalar. Y es que el creyente tiene a Dios como su Amo y lo ha escogido para servirle exclusivamente a Él. Nosotros somos discípulos de Cristo. Esa es la gran comisión, la de hacer discípulos en todas las naciones. Y el discipulado no es part-time. No podemos ser discípulos parciales. Y decirle a Dios: Sí, Señor Dios yo te sirvo con parte de mis cosas. Te sirvo con parte de mi tiempo, parte de mi dinero, parte de mi devoción, parte de mi compromiso, para de mi entrega. Jesús no. Somos llamados a amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas (Marcos 12:30).

            Muchos pueden tener dos o tres trabajos y así tener dos o tres patronos. Pero solo lo pueden hacer si sus otros trabajos son a tiempo parcial. Y cuando uno exige más tiempo tenemos que escoger y dejar uno y quedarnos con dos o con uno solo. En cambio, Dios demanda todo: todo nuestro tiempo, dinero, compromiso, todo. En todo momento, en toda circunstancia, en todo lugar sea que estemos solos o rodeados de gente, el creyente debe demostrar que tiene a Dios como su Señor y Amo.

            Pero alguien pudiera decir: no estoy de acuerdo. La relación entre Dios y nosotros no es la relación de Amo y propiedad sino de Padre a hijo. Y yo pregunto ¿por qué no? Sería incompatible si Dios fuera un Padre amoroso y un Amo tirano y cruel. Pero ese no es el caso. El Dios que nos ha adoptado no es otro que el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Él es nuestro Padre y nosotros somos sus siervos. Así como Jesús es el Hijo de Dios pero también el Siervo de Dios. Isaías 42, 49, 50, 52-53 nos describen al Mesías como el Siervo de Dios. Y Jesús mismo nos dice que El vino no a hacer su voluntad sino la voluntad del que lo envió (Juan 6:38). ¿Por qué? Porque para Jesús era su deleite amar al Padre que lo ha amado tanto. Y al escuchar su Palabra y obedecerla Jesús sabía que ese era el camino que debía recorrer y así alegrar a su Padre amoroso.

            Y con esto finalizo. ¿Es Jesús el Señor, Amo y Dueño de tu vida? Yo espero que sí. Así que en estos tiempos del corona virus Jesús nos llama a considerar quiénes somos nosotros, cómo estamos dirigiendo nuestras vidas, cuáles son nuestras prioridades. Y todo esto testificará quién es el Señor de nuestras vidas: si Dios o el mundo y sus riquezas.