Sermón: Hebreos 4:14-16 El hermoso corazón de Jesús

Hebreos 4:14-16 “14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.

 

            Es parte de la vida que los polluelos que uno ha criado dejen el nido. Nosotros hemos comenzado a experimentar esa nueva etapa de la vida. Y como todo padre uno se pregunta sin se mantendrán en contacto con nosotros. Si por el hecho de estar en otro país o pueblo y el hecho de estar tan ocupados con sus nuevas experiencias sacarán tiempo para acordarse de nosotros, los padres.

            Yo me imagino que en un sentido eso fue lo que pensaría el padre del hijo pródigo. Cuando ese muchacho salió de su casa no tenía la mínima intensión de regresar. Salió de allí y no miró para atrás. Su enfoque era vivir en los placeres del mundo: en bebe latas, en mujeres, en fiestas. Él vivía perdidamente, pródigamente. Y me imagino que no se preocupó de llamar ni de preguntarse cómo estará mi padre y mi hermano, mi familia.

            Cuando alguien querido a uno se va de nosotros la pregunta y el temor siempre están presente: se acordará de nosotros, se enfriará su amor por nosotros, perderemos el contacto, etc. Esos mismos temores estuvieron en la mente y en el corazón de los discípulos cuando Jesús les dijo que su hora había llegado para que El regresara al Padre. Y esto les llenó de temor y ansiedad. Y esos mismos temores tenían los creyentes hebreos a quienes el escritor de esta carta les dice: “14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. Mira la preocupación de los hebreos y que por lo visto es común a los creyentes, a nosotros. Hay varias cosas aquí. Por un lado, los creyentes sufren de tentaciones, en el contexto: la tentación de apartarse del evangelio. La tentación y el temor de no ser lo suficientemente fuertes para soportar la persecución que padecían. Y la posibilidad de apartarse y negar su fe. Y la realidad de que algunos de entre ellos ya se han apartado. Por eso el versículo 14 habla de “retengamos nuestra profesión”. Hermanos, las aflicciones, persecuciones y demás pruebas se convierten en tentaciones para apartarnos del evangelio. Debemos estar alertas ante esa realidad.

            Lo segundo que podemos ver es la realidad de que Jesús no está con nosotros físicamente. Como dice el versículo 14 nuestro sumo sacerdote “traspasó los cielos”. Ya no está con nosotros físicamente. Y esto es importante. ¿Sabes por qué? Porque Él era la misma fuente de consuelo para sus discípulos. Si los acusaban, Jesús salía en su defensa. Si tenían dudas sobre qué hacer Jesús dirigía y corregía sus dudas y pensamientos. Su presencia física era consuelo para ellos porque le veían, le oía hablar, sentían su presencia, lo conocían en su misma presencia. Pero eso ha cambiado.  Jesús no está físicamente con nosotros. Y nosotros la iglesia del siglo XXI jamás hemos experimentado la presencia física de Jesús.

            Y lo tercero que podemos ver es cómo esa separación y esa realidad de que Jesús está en los cielos en un cuerpo glorificado, en un ambiente totalmente diferente de lo que vivió hace dos mil años atrás, con la compañía de los ángeles, las almas de los justos hechas perfectas en santidad, nos podría llevar a pensar que Jesús, aunque se compadece de nosotros ya no lo hace de la misma manera ni con la misma intensidad que antes. ¿Se ha perdido algo de la intensidad de esa identificación entre Jesús y sus hermanos? Esa es la preocupación. Y en un sentido todos nosotros hemos experimentado en nuestros corazones algo de este temor.

            A lo cual el autor de hebreos nos dice: no pienses así. ¿Por qué? Porque esa no es la realidad. Nosotros tenemos un sumo sacerdote que ha traspasado los cielos. El es Jesús el Hijo de Dios. Tenemos a alguien en los mismos cielos, delante mismo del trono de Dios. Es más sentado a la diestra de Dios Padre. Y quien además intercede por nosotros. De esto podemos ver por lo menos tres cosas: 1. El amor compasivo de Jesús o su hermoso corazón por nosotros. 2. La confianza que esto debe producir 3. La retención de nuestra profesión.

I. El amor compasivo de Jesús o su hermoso corazón por nosotros

            Ese es hermanos el ancla de estos versículos. Fíjate que nos habla de un sumo sacerdote compasivo. ¿Compasivo por quienes? Por nosotros. El autor habla en primera persona plural constantemente. El nos dice: teniendo, tenemos, nuestras, acerquémonos. ¿Y compasivo de qué? De nuestras debilidades. Sí, hermanos, nosotros somos débiles. ¡Cuán frágiles somos! Cuán fácil es que nuestro corazón se agite. Cuán fácil es desmotivarnos. Pero Jesús es compasivo sobre nosotros en medio de nuestros problemas, de nuestras locuras y nuestros pecados. Aún nuestros pecados despiertan la compasión de Jesús por nosotros.  

            Jesús ha traspasado los cielos. Pero no ha dejado de ser compasivo por nosotros. ¿Cómo lo sabemos? Nos dice Thomas Goodwin: porque Jesús lo demostró cuando antes de irse les revela su corazón a sus discípulos para que tengan paz.

            Miremos Juan 13:1 “1 Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”. Fíjate que sabiendo Jesús que su hora había llegado para regresar al Padre. Esto es algo que Jesús deseaba. Lo sabemos porque El más adelante lo dice en la oración sacerdotal en Juan 17:5 “5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. Pero Jesús nos dice algo más en Juan 13:1. Aunque El sabe que su hora ha llegado para regresar al Padre su mente estaba concentrada, fija, no en las glorias del cielo, sino en aquellos que había amado; “como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”. Su mente y su corazón estaban fijos en los suyos. Lo cual denota dice Thomas Goodwin la más grande cercanía, aprecio e intimidad fundada en que los creyentes le pertenecen a Él.  Nosotros somos de El y El es de nosotros.

            ¿Qué es lo que está diciendo Jesús? Aunque yo subo a los cielos llevo conmigo mi mismo amor que he tenido con ustedes mientras estaba en la tierra. Aunque esté en la gloria de los cielos, con el Padre y el Espíritu Santo, en medio de todos los deleites que hay allí, mi amor por ustedes no ha cambiado lo más mínimo sino todo lo contrario. ¿Cómo así? Porque ahora mi amor por ustedes ha tenido, en la humanidad de Jesús, una perfección ya que poseo un cuerpo y alma glorificada. Ha sido ampliado, solidificado, fortalecido realmente.

            Desde el capítulo 13 al 16 de Juan, Jesús no hace ninguna otra cosa que abrir su corazón amoroso a sus discípulos para sostenerlos en medio de la prueba de su separación. Lo hace cuando les lava los pies a ellos. Juan 13:3-5 “3 sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, 4 se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. 5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido”. Es como si Jesús les dijera: yo vine para servirles, para salvarles de sus pecados, y esta expresión de amor que hago con ustedes es una muestra más de lo que haré por ustedes cuando esté en la gloria de mi Padre. Y a todos los que vienen a mí cuando esté en la gloria lavaré todos sus pecados. Ellos ya están todos limpios solo tienen que lavarse los pies (Juan 13:10). Pero también les enseñó con el lavatorio de los pies a amarse los unos a los otros, a servirse los unos a los otros y a perdonarse los unos a los otros, que es lo que significa además lavarles los pies. Juan 13:14 “14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros”.

            Su amor y compasión por los suyos lo reveló también en Juan 14:3 “3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Dice Thomas Goodwin: “El habla como le habla el novio a su prometida. Y con esto les dice: la verdad es que yo no puedo vivir sin ustedes y por tanto no estaré “tranquilo” hasta que ustedes lleguen aquí, y nunca más nos separaremos. Los cielos no pueden retenerme, ni la compañía de mi Padre; si tengo alguna gloria ustedes serán parte de ella”. 

            Esa es una muestra del corazón compasivo de nuestro Señor Jesús por nosotros. Aunque El ha subido a los cielos su amor y compasión por nosotros no ha cambiado sino todo lo contrario. En su naturaleza humana su amor ha tenido una perfección por nosotros. El sabe lo que sufrimos. El sabe con un corazón perfecto en amor nuestras luchas, nuestras lágrimas, nuestros dolores, nuestras frustraciones, nuestras locuras y nuestros pecados. Y cada uno de ellos lo mueve a mayor compasión por nosotros. Y máximo cuando El “fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. Él fue tentado por Satanás a abandonar el camino de la cruz, a escoger una profesión cristiana más suave que no sea dolorosa ni difícil. Pero El venció y derrotó a Satanás por amor a nosotros. 

            Y esto debe producir en nosotros confianza.

II. La confianza que esto debe producir

            Hebreos 4:16 “16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Todos nosotros somos testigos contra nosotros mismos de las malas decisiones que hemos tomado, de las palabras que no debimos haber dicho, de los pecados que hemos cometido, de las locuras que hemos hecho, de la frialdad de nuestros corazones. Y cuando somos sensibles a los mismos podría haber temor en nosotros de acercarnos a Dios. Cuando uno falla y peca a veces no nos atrevemos a darle la cara a esa persona. Nos sentimos avergonzados, decepcionados con nosotros mismos. Y la tendencia es a alejarnos de esa persona.

            Cuanto más es así cuando tenemos convicción de pecados y no nos atrevemos a acercarnos a Dios mismo. Así hicieron Adán y Eva. Cuando Dios les llamó en el frío de la tarde ellos se escondieron de Él.

            Pero que nos dice aquí el autor de hebreos. Mira el corazón compasivo de Jesús. El se compadece de nuestras debilidades, de nuestros sufrimientos y tribulaciones y de nuestros pecados mismos. Y hay algo súper importante que no debes perder de vista. El amor compasivo de Jesús revela el amor compasivo del Padre por ti. ¿Cómo así? En el versículo 14 se nos dice que Jesús es un gran sumo sacerdote. ¿Quién lo escogió a tal oficio? Fue el Padre. Fue El quien lo escogió para que fuera sumo sacerdote para nosotros. Y todo lo que Jesús hizo para salvarnos fue en obediencia a la voluntad del Padre. Pero no solo eso. El es llamado Jesús el Hijo de Dios. El es el Hijo del Padre. El es engendrado del Padre desde la eternidad. Y como El es la imagen perfecta de su Padre, el Hijo lleva el mismo amor del Padre por nosotros en su corazón. Y además El es llamado aquí Jesús. Fue el Espíritu Santo quien unió la persona divina a la naturaleza humana en su encarnación. Y esto revela el amor del Espíritu Santo por ti. Fue el Espíritu Santo quien capacitó a Jesús para poder ser un perfecto Salvador. El recibió el Espíritu Santo sin medida. Y esto para ejercer su oficio de Redentor para nosotros. En otras palabras, el amor compasivo de Jesús revela el amor compasivo de la Trinidad misma por cada uno de nosotros. 

            Por tanto, nos dice el autor de hebreos: mira a Jesús y acércate al trono de la gracia. Acércate a Dios mismos por medio de Jesús. Pero acércate con confianza de que vas a ser recibido y escuchado y perdonado. Acércate con franqueza. A Dios no podemos engañar. La palabra confianza en griego es [παῤῥησία] que viene de pas: todo; resía, hablar. Díselo todo a Dios.  Que no te quede nada en el corazón. El desea escuchar tu corazón que dice: Señor ayúdame que me ahogo, ya no puedo más. Dile cómo te sientes. Ten valor de hablarle de corazón a corazón.

            Así que el corazón compasivo de Jesús nos debe llevar a acercarnos a Dios con confianza sin temor a ser rechazado. Nos debe llevar a una vida de oración. Con la seguridad que en Dios hallaremos lo que no hallamos entre los hombres cuando fallamos: misericordia y gracia para el oportuno socorro. Misericordia porque vivimos en un mundo lleno de miseria y sufrimiento. Y gracia que nos sostiene y fortalece para seguir adelante sobre toda oposición.

            Y todo esto nos dice el autor de hebreos nos debe estimular a retener nuestra profesión de fe.

III. La retención de nuestra profesión

            V. 14 “retengamos nuestra profesión.” La palabra retengamos significa asir algo, como cuando agarramos a alguien y no lo queremos soltar. Significa aferrarse, prenderlo. Y la palabra profesión significa “una misma palabra o confesión”. ¿Cuál es la idea?  El tener a Jesús el Hijo de Dios en los cielos intercediendo por nosotros nos debe producir una plena confianza para seguir firmes en nuestra fe como cristianos.

            El saber que el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es por nosotros debe ser el incentivo más poderoso para vivir en santidad. Porque sabemos que Jesús no descansará hasta ver que seamos libres de nuestros pecados. Y estos pecados le mueven a mayor compasión aun cuando El los odia.

            No olvidemos hermanos que cada prueba, tentación y miseria que podamos sufrir Jesús ya la sufrió y su corazón, que recuerda tales sufrimientos, lo mueve a liberarnos de tal aflicción.

            Si tan grande es ese amor por nosotros piensa entonces cuanto le duele a Jesús cuando pecamos y desobedecemos. Herimos su amoroso corazón cuando pecamos.

            Entonces hermanos retengamos nuestra profesión. Sigamos adelante con un corazón obediente. Sigamos creyendo con convicción las verdades que hemos aprendido. No dejemos que el mundo dicte lo que debemos creer. Yo sé que todos los días escuchamos lo que el mundo piensa. Y tanto está dando en nuestros oídos que lo podemos asimilar sin pensarlo bien. Y terminamos diciendo: qué culpa tienen los homosexuales de haber nacido así. ¿Acaso las mujeres no son dueñas de sus propios cuerpos y deben tener libertad para abortar? Si yo amo a mi pareja sinceramente y él me ama a mí, no es necesario firmar un papel que diga que estamos casados. Y hermanos podemos seguir multiplicando la mentalidad del mundo y concluir como me han dicho: yo quiero estar del lado correcto de la historia. Oh hermanos, lo importante es estar del lado correcto de la eternidad. Hay un cielo y hay un infierno de fuego. ¿De qué lados vamos a estar?

            Retengamos nuestra profesión. Para los cristianos hebreos como para nosotros significa no dejar de congregarnos. No importa si hay persecución. No importa si nos tratan como ciudadanos de segunda clase. Somos llamados a adorar a Dios pública como privadamente. Y esto como un testimonio de que, aunque hay muchas cosas importantes en mi vida lo más importante es Dios y su adoración. Conocerle, amarle, adorarle, es lo más importante que todo lo demás. Porque para eso he sido creado y salvado.

            Sí que hermanos conociendo del amor compasivo de Cristo por nosotros en los cielos acerquémonos con confianza ante Dios. Abramos nuestro corazón a El como El lo abrió a nosotros en Cristo Jesús y seamos fiel a nuestra fe. No dejemos de perseverar porque su misericordia y gracia nos acompañan en el oportuno socorro.