Sermones

Sermón: Santiago 2:8-13 Cumpliendo la Ley de Dios en Verdad

Texto: Santiago 2:8-13 “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.”

 

            No debemos hacer acepción personas. Este es el mandamiento que Santiago ha venido desarrollando durante todos estos versículos. Ya hemos contestado el por qué no debemos hacerlo. Esto va en contra del carácter de Dios, en contra del evangelio de Jesucristo, en contra de la fe cristiana, en contra de la doctrina bíblica de la elección divina y en contra de la justicia.

            En estos versículos Santiago nos dice algo más. Él quiere que entendamos que la vida cristiana es una vida dirigida por Dios. Nosotros no somos llaneros solitarios en nuestro peregrinar hacia la ciudad celestial. Dios en su misericordia nos ha dejado su ley como nuestra guía. Somos llamados a vivir bajo la ley de Dios. Y esto es bueno. ¿Por qué? Porque como dice Pablo en Romanos 7:12 “la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.” Nosotros somos guiados por la ley, no como un pacto de obras para merecer la salvación, sino como un medio gracia para vivir una vida que le agrada a Dios. Una vida en obediencia a la ley de Dios es una vida que adorna el evangelio. Además, seremos preservados de muchos errores en nuestro trato con nuestros semejantes.

            Dios nos ha dado su ley. Y esa ley es buena, es santa y es justa. Es llamada la ley de la libertad. ¿Por qué? Porque produce libertad en los que la obedecen. En vez de esclavizarnos ella produce libertad en los hijos de Dios por medio de la obra de santificación en nosotros. Por eso en este pasaje Dios nos llama a que veamos la ley de Dios como algo bueno para nosotros. Como una guía que nos ayudará a ser librados de muchos dolores de cabeza, de muchos sufrimientos.

            Dios nos llama a que busquemos cumplir la ley de Dios en verdad y no en apariencia. Por eso, si cumplimos la ley real en verdad, entonces...

I. Hacemos bien

            V. 8 “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura… bien hacéis”. Lo primero que nos preguntamos es qué es la ley real. La ley real es sin lugar a dudas la ley moral de Dios: aquí resumida en nuestro deber hacia el prójimo. Fíjate cómo la define: Amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Esa es la ley moral de Dios que no es otra cosa que un resumen de los 10 mandamientos. La ley real es los 10 mandamientos, llamada también la ley moral.

            Pero, ¿por qué se llama la ley real? Se llama real porque proviene de Dios quien es Rey. Se llama real porque esa ley es la ley suprema del mundo y por tanto es superior a cualquier ley creada por los hombres. Todas las demás leyes están subordinadas a la ley de Dios. Tanto es así que toda ley de hombres que conflija con la ley real, no estamos llamados a obedecerla.  Pero tiene que confligir con la ley real, no con nuestros gustos.

            Ahora bien, mira el beneficio que trae el cumplir la ley real. Nos dice “si en verdad cumplís la ley real… bien hacéis”. Si cumplimos en verdad, verdaderamente y no en apariencias con la ley de Dios hacemos bien. Es algo bueno para nosotros. Obedecer la ley de Dios siempre, siempre es beneficioso para nosotros. ¿Por qué? Porque Dios es adorado. Dios recibe honra cuando obedecemos sus leyes. Nosotros honramos a Dios cuando le obedecemos. Y Dios entonces nos honra también.

            No solo adoramos a Dios, sino que también adornamos el evangelio. El mundo ve en nosotros la realidad de lo que Dios hace en nosotros. Hermanos, no tengo la menor duda que el evangelismo en nuestra época está tronchado. ¿Sabes por qué? Porque nosotros no hemos buscado obedecer la ley de Dios consistentemente. Si lo hacemos nuestras vidas serían distintas. El testimonio sería poderoso para la conversión de pecadores. Algo que Dios ha llamado a la iglesia a hacer. Seremos el cristianismo real, la ayuda visual en donde el mundo podrá ver el poder del evangelio.

            Es bueno para nosotros cumplir la ley real. Porque al así hacerlo nos dará paz. Habrá paz de conciencia porque sabremos que si sufrimos no sufrimos por nuestro pecado sino por la voluntad de Dios. Y esto da paz en medio del sufrimiento. Como dice 1 Pedro 3:17-18 “Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal. Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados”. Solo cuando así padecemos emulamos a nuestro Señor. Entonces podemos ver que Jesús está transformándonos para ser semejantes a Él.

            Pero no te olvides. Hacemos bien solo si la cumplimos en verdad, no en apariencia, y con miras a glorificar a Dios. O como dice Santiago en conformidad a la Escritura.  Una cosa es obedecer la ley de Dios a mi parecer y otra cumplir la ley de Dios según nos es revelada. Un creyente puede creer que está cumpliendo con la ley de Dios cuando se queda en su casa, sin una razón justificada, pero ve el culto de adoración por televisión. ¿Es eso cumplir la ley real en verdad? La respuesta es no. Esa persona cree que sí, pero no lo es. No lo es. Yo quisiera saber qué comunión puede tener esa persona con la Iglesia. La respuesta es ninguna. Porque comunión es una unión en común y que unión puede tener a distancia. No la comunión bíblica. Pero Dios nos llama a cumplir la ley real en verdad y no en apariencia.

            Si cumplimos la ley real en verdad, entonces...

II. Amaremos a nuestro prójimo como a nosotros mismo

            V. 8 “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis”. Santiago nos dice que si hacemos acepción de personas estamos pecando y por tanto no estamos cumpliendo la ley real en verdad. ¿Por qué? Porque no estamos amando a nuestro prójimo como a nosotros mismo. Pero el que cumple la ley real en verdad y no en apariencia ama a su prójimo como a sí mismo.

            ¿Qué implica amar a mi prójimo? ¡Wao! Es tanto que podríamos estar un largo rato aquí. Pero podemos decir algunas cosas. Implica el estar pendiente de él. Hermanos, no estar pendientes de nuestros hermanos no es amarles. Por lo menos, no como nos amamos a nosotros mismos. Tenemos que estar pendientes de nuestro prójimo. Los hijos deben estar pendientes de sus padres y los padres de sus hijos. Los esposos deben estar pendientes uno de otros. Debemos servirnos, llamarnos, visitarnos. Orar los unos por los otros. Asistirles en sus necesidades. Y esto conlleva el desviarnos de nuestros caminos, enrollarnos las mangas para poder servir a los demás, Conlleva el esperar mi turno, el pedir permiso, el no burlarnos de los demás: sea los viejitos, los débiles, los discapacitados, etc. Implica el dar sin esperar recibir nada a cambio.   

            Si cumplimos la ley real en verdad, entonces...

 III. No seremos selectivos en obedecer los mandamientos de Dios

            V. 10-11 “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.” Nuestra meta debe ser cumplir todos los mandamientos de Dios. Cada mandamiento es importante. Porque todo mandamiento es dado por Dios. No todo mandamiento es igual en materia de salvación. Pero todo mandamiento es importante.

            Aparentemente estos hermanos a quienes le escribe Santiago tenían la misma mentalidad que hay hoy día entre muchos hermanos cristianos. Ellos no veían la ley de Dios como un todo. Para ellos la vida era una tienda llena de departamentos en la cual nada se relacionada con nada. Todo es independiente y separado. Pero Santiago les dice que eso no es correcto. La ley de Dios es un todo armonioso. El que peca transgrede la ley, no una parte de la ley sino la ley como un todo. Mira cómo lo dice: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”. ¿De todos qué? De todos los puntos. Es decir, quebranta toda la ley. ¿Por qué? Porque la ley de Dios es un todo armonioso. Aclaro, eso no significa que cada vez que pecamos quebrantamos cada uno de los diez mandamientos. Esa no es la idea. La idea es que la ley de Dios es una, así como Dios es uno. Y el que quebranta un mandamiento quebranta la ley, toda la ley como ley, aunque no cada mandamiento de la ley en particular. Fíjate cómo lo aclara Santiago V. 11 “Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.” Tú no tienes que quebrantar cada uno de los 10 mandamientos para quebrantar la ley. Con solo quebrantar uno solo has quebrantado la ley. Pero no cada uno de los mandamientos en particular.

            Por ejemplo: viene una madre y le pregunta a su niño de tres años, con la cara embarrada de bizcocho de chocolate, ¿quién se comió el bizcocho? Y el niño y le dice: yo no sé. Y la madre después de comérselo a besos le dice: ya no hay más para ti y no digas mentiras. ¿Pecó el niño? Pues, claro. No hay que enseñarles a mentir. Ya eso viene de fábrica. El niño mintió, quebrantó el noveno mandamiento, ¿pero quebrantó el séptimo: no adulterarás? Obviamente no. ¿Quebrantó la ley de Dios al mentir? No cabe la menor duda. La ley de Dios es una. Dios es el dador de toda la ley.

            En el contexto de Santiago los hermanos creían que no estaban quebrantando la ley del amor porque amaban a los ricos y menospreciaban a los pobres. Santiago les dice, eso no es así. O cumplimos la ley como un todo o no la cumplimos. Por ejemplo: O una mujer está embarazada o no lo está. O gana Clinton o gana Trump; uno va a ganar y el otro va a perder. O amamos a los ricos y a los pobres o no cumplimos la ley del amor. Un cumplimiento parcial no es cumplir con la ley.      

            Pero hoy día, muchos piensan de la misma manera que los hermanos a quienes Santiago les escribe. Creemos que cumplimos la ley de Dios, aunque la cumplimos parcialmente. Entonces yo no robo dinero, pero robo la señal del televisor, practico la piratería, robo mi salario. ¿Cómo así? Cuando en vez de estar trabajando concentrado en lo que hago estoy “chateando” al enviar mensajes de texto en mi hora de trabajo. No debemos decir mentiras, pero un cristiano bueno y comprensivo me inspeccionó el carro sin haberlo visto. No tienen dioses ajenos, pero tienen amigos con beneficios. Como hoy se dice para llamar bueno a lo que es malo.

            Hermanos, el que cumple la ley real en verdad no es selectivo en el obedecer los mandamientos de Dios. Ni nos escudaremos en decir yo soy salvo por la gracia de Dios y no por las obras, por tanto, la ley no es importante. Porque quien dice eso para justificar sus pecados no conoce a Dios.

            Si cumplimos la ley real en verdad, entonces...

IV. Buscaremos ser consistentes en nuestra teología y vida

            V. 12 “Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad.” Hermanos, debemos buscar vivir lo que predicamos. Y todos nosotros predicamos, o más bien testificamos con nuestras vidas. Todos nosotros somos testigos de lo que creemos. Es imposible no testificar con lo que hablamos y con lo que hacemos. Es más, hay un dicho que dice que una acción vale más que mil palabras.

            Santiago nos dice que nuestro vocabulario y nuestra conducta deben estar fundados en la ley real o la ley de la libertad. Nuestra vida debe concordar con nuestra teología. Y nuestra teología debe moldear nuestra vida. ¿Qué significa? Vive lo que predicas. Habla según la ley de Dios y haz conforme a dicha ley. ¿Por qué? Porque vamos a ser juzgados por esa misma ley.

            Hermanos, al final de los tiempos en el juicio final habrá un juicio de obras. Cada uno de nosotros compareceremos para dar cuenta de nuestras vidas. 2 Corintios 5:10 “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” Y ese juicio de obras declarará si nuestra fe fue genuina por nuestras obras.

            Así que hablemos y vivamos como aquellos que sabemos que seremos juzgados por la ley que da libertad a los que la obedecen.

            Si cumplimos la ley real en verdad, entonces...

V. Buscaremos juzgar con misericordia

            V. 13 “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.” Hermanos, la tendencia del ser humano es mirar la paja del prójimo y no ver la viga en nuestros ojos. Esa es la tendencia de todo ser humano. Si alguien hace algo mal eso es terrible. Pero si yo lo hago hay una razón poderosa para que yo lo hiciera; tienen que entenderme. Pero si cumplimos la ley real en verdad entonces procuraremos ponernos en los zapatos de los demás. Y no seremos más severos con otros de lo que somos con nosotros o esperamos que no sean con nosotros. Entonces juzgaremos con misericordia.

            Tenemos que vestirnos de compasión. Debemos ser comprensivos. Debemos siempre esperar lo mejor de mi prójimo, a menos que me demuestre lo contrario. Un ejemplo: Una muchacha se casa joven con el primer muchacho que se enamora. Fue una decisión apresurada. Pero esa decisión fue motivada por el maltrato que recibía en su casa. Hermanos, el casarse nunca debe ser una decisión apresurada. Y alguien pudiera decir: muchacha no seas loca que no conoces bien a este muchacho, pero a lo mejor no conocemos el infierno que vive en su casa. Esto lo decimos no para justificar malas decisiones sino para tratar de entender la decisión de esa joven en este ejemplo hipotético pero que sucede.  

Aplicación:

1. Hay que cumplir con la ley real. Y hay que cumplirla de veraz. La ley de Dios es norma de nuestra conducta. Y vamos a ser juzgados por ella. Ella es buena para nosotros. Ella es la ley de la libertad. Nos liberta al guiarnos por el camino recto. Nos libra de sinsabores porque habremos hecho lo recto. Habrá paz en nuestra vida porque sabremos que si sufrimos no es porque nos lo merecíamos. ¿Cuántos de nosotros podemos decir como el salmista en el Salmo 119:97 “¡Oh, cuánto amo yo tu ley!
Todo el día es ella mi meditación”.

2. Solo podemos cumplir la ley real cuando estamos sumergidos en una vida de comunión con Dios. El poder de Cristo y su santidad fluye de Jesús a nosotros por medio de nosotros alimentarnos de Cristo. ¿Cómo nos alimentamos? Cuando nos mantenemos en contacto con Jesús. “Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).  Para ello necesitamos poner nuestra mirada en Jesús. Y no esperar en una fuerza misteriosa para obedecer sino entender que Dios nos da su fuerza en el cumplimiento de sus mandamientos. En otras palabras, Dios nos da poder al momento mismo que empezamos a caminar.

            ¿Qué nos quiere enseñar Santiago? Que, si cumplimos la ley real en verdad entonces, haremos bien, amaremos a nuestro prójimo, no seremos selectivos en obedecer los mandamientos de Dios, nuestra vida será consistente con nuestra teología y juzgaremos con misericordia, porque la misericordia triunfa sobre el juicio, para la gloria de Dios.  

 

Sermón: Colosenses 1:21-23 Permaneced Fundados y Firmes en la Fe

Colosenses 1:21-23 “Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro.

 

            Desde que el mundo es mundo, los padres tenemos una participación directa en el desarrollo y crecimiento de los hijos. Desde antes de nacer los padres y especialmente las madres hacen todo lo que está a su alcance para lograr que su bebé crezca saludable en su vientre. Por eso ellas visitan a su ginecólogo desde las primeras semanas del embarazo, evitan consumir bebidas alcohólicas, procuran comer alimentos saludables, tomar su ácido fólico, en fin, seguir las directrices del doctor con miras a que su bebé se desarrolle y crezca sanamente.

            Pero ese cuidado antes del nacer o cuidado pre-natal no finaliza allí. Los padres nos preocupamos del crecimiento de nuestros hijos. Y buscamos cuáles son las cosas que debemos hacer para ayudar que a nuestros hijos crezcan bien. Este crecimiento que desean ver en sus hijos no solo se limita al crecimiento físico sino también a un crecimiento emocional, social, educativo. Lo que hoy día se llama un crecimiento holístico, integrado, balanceando todas las áreas.

            Luego de que el hijo crece, él o ella se preocupan también de su propio crecimiento. Queremos ser tan altos como los demás, fuertes como los demás, etc.

            Sabemos que ese crecimiento depende, entre otras cosas, de una buena nutrición. Hay que darles o debemos consumir una dieta balanceada para poder crecer. La meta es crecer saludablemente.

            Eso mismo sucede en la vida cristiana. Para poder crecer saludablemente debemos tener una dieta balanceada. Debemos comer los alimentos espirituales que nos ayudarán a crecer y madurar bien en nuestra fe. Nuestra meta es crecer para la gloria de Dios. Y no solo eso. Es importante saber qué hacer para crecer. Hay que saber cuáles son los alimentos fundamentales para tal crecimiento. De eso Pablo habla en este pasaje. El nos habla de un deber que Dios requiere de nosotros. Pero también nos habla de cómo debemos llevar a cabo ese deber. Veamos lo que Pablo dice. Mira el deber y observa cómo lo podemos llevar a cabo. Dice el versículo 23 “si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe”. Pablo nos dice que debemos permanecer firmes en la fe, ese es nuestro deber. Pero Pablo también nos dice cómo podemos permanecer firmes en la fe. Él dice que la manera por la cual permanecemos firmes en la fe es cuando permanecemos fundados en la fe. Fíjate cómo lo dice: “permanecéis fundados en la fe”.  En otras palabras, para poder estar firmes en la fe hay que estar fundados en la fe. Si estamos fundados en la fe entonces estaremos firmes en la fe. Así que hay un deber: permanecer firmes en la fe y la manera para lograrlo es permanecer fundados en la fe. Veamos ambos puntos de cerca.

I. Es el deber de todo cristiano permanecer firmes en la fe

            ¿Qué quiere decir Pablo con que debemos permanecer firmes en la fe? ¿A qué fe se refiere? Por fe debemos entender la fe que mora en nuestro corazón. La fe que Dios ha implantado en nuestras vidas. La fe que el Espíritu Santo ha producido en nuestro corazón. Hermanos, la fe salvadora es un don de Dios. Es algo que Dios produce en nosotros y que nosotros no podemos producir.

            Pero esa fe debe madurar y puede madurar. Y madurar implica que hubo un momento en que no era madura, era débil, no era firme sino inestable. Cuando una persona se convierte es normal que su fe sea una débil. Digo normal porque no todos los casos son iguales. Como cuando nace un niño ese nuevo bebé es frágil de igual manera una persona recién convertida posee, normalmente una fe frágil, débil e inmadura.

            Pablo nos dice: esa fe debe madurar. Nuestras convicciones deben de ir creciendo más y más. Nuestra fe debe ir fortaleciendo cada día. Nuestros pasos al caminar la vida cristiana deben ser cada vez más firmes, más estables más sólidos. Ese es nuestro deber.

            Es el deber de todo creyente el crecer en su fe cristiana. Si nuestros niños crecen raquíticos es señal de que algo no está bien. De la misma manera si pasan los años y un creyente no crece, no madura en su fe, su caminar no es firme ni consistente, hay algo que no está bien. ¿Por qué? Porque es el deber de todo creyente el crecer en su fe, en su convicción de la fe.

            Eso es lo que nos enseña la Biblia. En Hebreos 5:11-14 “Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.” El autor de Hebreos reprende a sus hermanos porque habiendo pasado tiempo desde que se convirtieron ya debían ser maestros en el conocimiento de la verdad. Pero al hacerse tardos para oír, lentos en aprender, todavía son niños en la fe con necesidad de leche espiritual y no alimento sólido. Hermanos, es una reprensión que el autor de hebreos les da a estos hermanos. ¿Por qué? Porque debieron haber crecido en su fe y no lo hicieron. Ese era su deber. Su deber era crecer.

            La misma idea la tenemos presente en 2 Pedro 3:18 “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén”. Y yo te pregunto cómo está tu crecimiento espiritual. ¿Puedes ver en tu vida mayor crecimiento? ¿Has madurado en tu fe?

            ¿Cómo yo lo sé? ¿Cómo yo sé si estoy creciendo en la fe? Bueno, pregúntate cómo es tu caminar en la vida cristiana. ¿Cuán consistente eres en tu vivir, en poner en práctica lo que sabes? Cuando vemos a un niño de 10 años que mide 3 pies de alto sabemos que su crecimiento se ha estancado. Algo no está bien. Cuando mides el tiempo que has profesado tu fe en el Señor, ¿cuán alto te percibes? ¿Cuán robusta es tu fe?

            Nuestro deber es permanecer firmes en nuestra fe, firmes en nuestras convicciones, maduros en la fe. Pero cómo yo hago esto.

II. Hay que permanecer fundados en la fe

            Ahora bien. La fe de la que habla Pablo en Colosenses no solo se limita, según el contexto, a la fe subjetiva producida en el corazón por el Espíritu Santo. El contexto demanda que la palabra fe signifique también: las verdades doctrinales de la fe cristiana. Debemos crecer en el conocimiento de la verdad. Debemos crecer en el conocimiento doctrinal de la verdad. Que esto es una correcta interpretación lo podemos ver por el contexto.  Pablo en Colosenses está combatiendo falsas doctrinas acerca de la Persona de Jesús y su Supremacía sobre todas las cosas, acerca de la vida cristiana, acerca de los ángeles, acerca de la santificación. Y el remedio que Pablo da a los errores es: hay que crecer en la teología bíblica, sobre todo en la Cristología, en la doctrina de la Persona y Obra de Cristo. Veamos Colosenses 1:9-10 “Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios”. El énfasis es en el conocimiento de la voluntad de Dios, en la sabiduría e inteligencia espiritual. Y los versículos del 15 al 20 Pablo trata de la Persona y la Obra de Cristo, pura teología. Así que cuando Pablo habla de fundados en la fe sin lugar a dudas incluye el conocimiento doctrinal.

            En otras palabras, cómo podemos permanecer firmes en la fe, cómo podemos crecer en la fe, cuando estamos fundados en la verdadera doctrina cristiana.

            Si alguien preguntara qué debo hacer para crecer y madurar como cristiano. ¿Cuál sería la respuesta? Estudia la doctrina cristiana. Conoce la teología bíblica. Sumérgete en el conocimiento doctrinal de la verdad. Esfuérzate en entender todas las doctrinas fundamentales del cristianismo. Procura no solo entenderlos sino creer en ellas. Procura que cada una de las doctrinas de la fe cristiana moldeen tu forma de pensar. Que creen en tu vida un entendimiento de la vida misma, de la realidad, del mundo, de la vida diaria, de la vida cristiana que sea consistente con esa verdad. Hermanos, solo así creceremos en la vida cristiana. Y solo así creceremos en una vida cristiana balanceada.

            No solo eso. Eso es lo que Dios desea. Todo lo que Dios hace lo hace para producir hijos y una vez hechos, El procura hacernos crecer y busca que nosotros crezcamos en la fe cristiana.

            Él envió a Cristo para hacernos nacer. El evangelio es el evangelio del Señor Jesucristo. Y es por medio de la predicación del evangelio de Cristo que nosotros nacemos de nuevo. Santiago 1:18 dice: “El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” La palabra de verdad es el evangelio de Jesucristo. Y el evangelio es Cristo mismo. Y luego de hacernos nacer Dios procura que crezcamos a la imagen de Cristo. Hemos sido predestinados para ser conformados a la imagen de Cristo. Él es el fin y meta de nuestro crecimiento. Dice Romanos 8:29 “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” Y como ser como Cristo es nuestra meta todo lo que Dios hace en nuestra vida es con miras a que lleguemos a esa meta: de ser conformados a la imagen de Cristo. Por eso Dios nos dejó el ministerio de la Palabra para que por ella nos dice Pablo en Efesios 4:15 “crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo”. Por eso Dios ha instituido los sacramentos para que al usarlos dignamente por medio de la fe y la obra santificadora del Espíritu Santo comamos y bebamos del cuerpo y sangre de Cristo para nuestra alimentación espiritual. Para eso Dios instituyó la oración para que por medio de ella crezcamos en nuestra fe. Esa fue la oración de los apóstoles a Jesús en Lucas 17:5 “Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.” Esa fue una oración, es decir, una petición directamente a Cristo para que Cristo mismo por Su poder y deidad les aumentara su fe en Dios.

            Solo cuando estamos bien fundados en la doctrina cristiana es que podemos crecer. Hay algunos cristianos que no crecen porque no conocen la teología bíblica. Una planta que no está bien arraigada en la tierra no puede crecer. Solo cuando conocemos bien las doctrinas bíblicas somos preservados del error. Hermanos, hay cientos de errores doctrinales en las iglesias, incluso enseñados por pastores. Tristemente enseñados por pastores, que se espera sean lo conocedores de la teología bíblica. Pero lamentablemente no es así. Pero cuando cada uno de nosotros conoce bien la verdad y está bien fundado en las doctrinas bíblicas será preservado de todo error. Y entonces podrá evaluar todo lo que se enseña, no en base a su opinión personal sino en base a la verdad revelada en la Biblia. Y cuando así las conocemos nos dice Pablo seres creyentes maduros y no niños y seremos creyentes firmes, estables en nuestra vida cristiana. Fíjate cómo lo dice en Efesios 4:11-15 “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,”. Solo cuando seguimos la verdad en amor, es decir, la recibimos con fe y mansedumbre es que podemos crecer en todo, en toda área de la vida cristiana y creceremos en Cristo Jesús, nuestro varón perfecto. Solo cuando conocemos la verdad y la creemos con una firme convicción es que estaremos preparados para poder sufrir por la verdad y soportar por la gracia de Dios la persecución. Y seguiremos firmes y adelante como soldados de Cristo cantando alabanzas a Dios aun cuando lleven nuestros cuerpos a la muerte.

 

            Y por último hermanos, cuando crecemos en nuestra fe alegramos a nuestro Dios, agradamos a nuestro Dios. Porque qué desea todo padre, ver a sus hijos crecer, madurar como hombres y mujeres de bien. ¿Y qué desea Dios? Que crezcamos en la imagen de Su Hijo. Y solo podemos crecer cómo Cristo si nos alimentamos de Cristo. Y nos alimentamos de El por medio de la verdad doctrinal y los medios alimenticios que Cristo mismo ha instituido en Su Palabra. Permaneced firmes en la fe y la manera de hacerlo es estar bien fundados en la verdad.  

Sermón: Santiago 1:26-27 La verdadera Espiritualidad

Santiago 1:26-27 “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.”

 

            Hay un dicho popular que dice que no todo lo que brilla es oro. Y hay otro que dice que el león no es como lo pintan.

            Por ejemplo: una persona va a China town en los EE.UU. buscando un reloj para sí mismo. Y va entusiasmada porque piensa que va a encontrar una buena ganga.  Le dice a la persona que está buscando un reloj de tal o cual marca. Y de momento le traen un reloj que a todas luces parece el reloj original. Y es tan parecido que una persona pudiera hasta dudar de si es el original o no. Y hermanos, algunas copias pueden ser tan parecida que uno mismo se podría confundir. Y si sobre todo, el precio de ese reloj es un precio alto, diríamos unos $800 podríamos pensar, es posible que sea original. Es posible que sea caliente ese reloj. Pero cuando comparamos el precio de ese reloj con lo que normalmente cuesta, el cual es $2,000, concluimos que no cabe la menor duda que ese reloj es una copia. Y a veces las copias pueden ser tan parecidas que nos podemos confundir.

            Santiago toca ese mismo tema en el pasaje que tenemos por delante.

            En este pasaje que finaliza el capítulo 1 Santiago tiene en mente a una persona que profesa ser cristiana. Es fiel en su asistencia a la iglesia. Se expresa como se expresan los cristianos ya que conoce la jerga que es común entre los cristianos. Tal vez llama a su hermano en la fe: varón. Y cuando escucha un mensaje fielmente predicado dice: me estoy gozando. A todas luces parece ser un creyente firme, estable, creciendo en la gracia de Dios. A todas luces es un verdadero hombre espiritual. Pero cuando comparamos su carácter con el carácter que la escritura revela debe poseer todo creyente, encontramos que su espiritualidad carece de sustancia. Santiago nos dice en qué consiste la verdadera espiritualidad, en que consiste la verdadera religión y la contrasta con lo que él llama la religión vana. Obviamente Santiago no cubre todos los aspectos esenciales de lo que es la verdadera religión cristiana. El solo nos da unos puntos importantes de lo que es parte fundamental de la verdadera religión o espiritualidad. ¿Cuáles son las marcas de una verdadera espiritualidad? Las tres marcas de la verdadera espiritualidad son: frenar nuestra lengua, mostrar misericordia a los necesitados y guardarnos sin macha del mundo.

I. Frenar nuestra lengua

            V. 26 “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana”. Santiago nos dice: el creyente debe profesar su fe en Cristo. Pero profesar su fe en Cristo en sí mismo no salva a menos que se demuestre su fe por medio de frenar su lengua. ¿Por qué la lengua? Porque la lengua revela lo que hay en el corazón del hombre. ¿A quién tiene en mente Santiago? Santiago tiene en mente a esta persona que profesa ser cristiano. Posiblemente es uno que asiste fielmente a la iglesia, es un excelente diezmador, es un fiel servidor en la iglesia, pero es uno que no refrena su lengua. Su conducta se caracteriza por ser un mentiroso, por ser un chismoso. No tiene problemas en ofender a nadie. No le quita el sueño el calumniar a sus hermanos en la fe o a su prójimo. Es una persona que todo lo resuelve gritando o criticando o burlándose de otros. O tiene un chiste colorado cada vez que está entre sus panas. Y esto no es algo que ocurre alguna que otra vez, sino que es un patrón de conducta constante y recurrente en su vida. Santiago no toca aquí el hecho de que todos, en un momento u otro ofendemos a nuestros hermanos u ofendemos a los seres queridos. Esa no es la persona que tiene en mente. Si no a una persona se caracteriza por ser así.

            ¿Qué es lo que Santiago le dice a esa persona? Tal persona “engaña su corazón y la religión de esa persona es vana”. Todo lo que hace para adorar a Dios, todo lo que hace para servir a Dios es en vano. Su adoración no agrada a Dios. Su oración no pasa del techo. Su estudio de la Biblia es en vano. ¿Por qué? Porque su conducta no demuestra que conoce al Señor de una manera salvadora.

            Podemos ser ortodoxos en nuestra doctrina y ser fieles asistentes a los cultos de la iglesia, pero Santiago nos dice que la prueba de la verdadera espiritualidad, de ser un verdadero creyente, yace en la conducta.

            Hermanos, no toda profesión de fe en Cristo es una profesión salvadora si no va acompañada de un carácter consistente con la fe cristiana. Santiago nos está diciendo lo que ya Jesús había dicho que de la abundancia del corazón habla la boca.

            Hablar religiosamente o con un lenguaje religioso es una cosa fácil. Pero lo importante, dijo Pablo, es guardar los mandamientos de Dios. 1 Corintios 7:19 “La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios.” Lo importante es una nueva creación en Cristo Jesús. Gálatas 6:15 “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación.”

            Pero los herederos del reino de cielos triunfan sobre estas cosas por Cristo Jesús. Y saben que el pecado no se enseñoreará de nosotros. Dios nos llama a que domemos la lengua o más bien pedirle a Dios que nos dé una lengua y un corazón manso y respetuoso. Que usemos la lengua para glorificar el nombre de Dios. Que usemos la lengua para edificar a todos los que nos oyen. Y si alguien tiene una lengua ligerita, una lengua medio suelta, suplícale a Dios no seas impulsivo en la manera de hablar. Que por la gracia de Dios puedas frenar la lengua, filtrar las cosas que dices, que pienses bien antes de hablar. No pares de suplicarle a Dios que te dé ese corazón y esa lengua mansa.

            Pero hay otra marca que se deduce de esta. Si somos sinceros podemos decir que todos ofendemos de una manera u otra con la lengua. Todos en algún momento u otro hemos sido malcriados, respondones, chismosos sea en llevar el chisme o en darle oído o en no pararlo. Un verdadero creyente cuando confrontado con su pecado es llamado a pedir perdón o a aceptar que lo hizo mal. Y eso conlleva ir a la persona y decirle: perdóname porque lo que hice estuvo mal, no debí reaccionar así. O si confrontado con su pecado, reaccionar como David cuando Natán lo confrontó: “Pequé contra Jehová”, perdóname, no lo volveré a hacer.

            La verdadera espiritualidad nos dice Santiago se traduce también en…

II. Mostrar misericordia a los necesitados

            V. 27 “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones”. Santiago nos dice que la verdadera religión se compadece de los necesitados, aquí descritos como huérfanos y viudas, la parte representa el todo. Ellos representan a los pobres y a los indefensos de la sociedad.  Y nosotros como creyentes deber mostrar misericordia a estos que sufren. ¿Por qué? Porque así hace Dios. Dios es el defensor de ellos. El mundo les explota, pero Dios les defiende. Salmo 68:5 “Padre de huérfanos y defensor de viudas”. Salmo 146:9 “Jehová guarda a los extranjeros; Al huérfano y a la viuda sostiene…” Y no solo eso, Dios maldice a aquellos de los oprimen, Deuteronomio 27:19 “Maldito el que pervirtiere el derecho del extranjero, del huérfano y de la viuda. Y dirá todo el pueblo: Amén.”

            Tan importante son los huérfanos y las viudas para Dios que Él mandó a que el pueblo de Israel tenía que protegerlos. Deuteronomio 26:12-13 “Cuando acabes de diezmar todo el diezmo de tus frutos en el año tercero, el año del diezmo, darás también al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda; y comerán en tus aldeas, y se saciarán. Y dirás delante de Jehová tu Dios: He sacado lo consagrado de mi casa, y también lo he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que me has mandado; no he transgredido tus mandamientos, ni me he olvidado de ellos.” Se les debía dar la oportunidad de trabajar. Deuteronomio 24:19-21 “Cuando siegues tu mies en tu campo, y olvides alguna gavilla en el campo, no volverás para recogerla; será para el extranjero, para el huérfano y para la viuda; para que te bendiga Jehová tu Dios en toda obra de tus manos. Cuando sacudas tus olivos, no recorrerás las ramas que hayas dejado tras de ti; serán para el extranjero, para el huérfano y para la viuda. Cuando vendimies tu viña, no rebuscarás tras de ti; será para el extranjero, para el huérfano y para la viuda.”

            Juan nos dice lo mismo. Una marca de ser verdaderos creyentes es que no cerramos nuestros ojos a las necesidades de nuestro prójimo. 1 Juan 3:17-18 “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”. Mateo 25:34-36 “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.”

            ¿Por qué debemos hacerlo? Porque nosotros éramos también huérfanos en este mundo.  Antes de ser cristianos andábamos en este mundo sin Dios. Él no era nuestro Padre. Pero por Cristo Jesús hemos recibido la adopción de hijos.

            Hermanos, en esto todos nosotros podemos mejor grandemente. ¿Cuántos necesitamos hay entre nosotros? ¿Qué estamos haciendo por ellos? ¿Cuántos de nosotros hemos ido a visitar a nuestros hermanos que están en el hospital, o a los que están solos en sus casas sea por viudez o por cualquier otra razón? ¿Llamamos cuando alguien entre nosotros está enfermo? ¿Visitamos a los que están en asilos? ¿Cuándo alguien se enferma en medio nuestro lo llamamos? No estamos hablando de darle la pesetita aquel que pide en la calle o de aportar un dólar para el hospital oncológico cuando vamos a Burger King o a Walgreens y nos dicen si queremos aportar a esa causa. Estamos hablando de si nos amamos de tal manera que nos procuramos unos a otros, nos llamamos uno a otros, nos visitamos unos a otros. Cuán importante es la visitación que Santiago nos dice que la religión pura y sin mácula, sin mancha es visitar a los huérfanos y viudas en sus tribulaciones, visitarlos. ¿Cuándo fue la última vez que visitaste a uno de tus hermanos enfermos y que no sean los de tu círculo privado y de siempre? En esto todos podemos crecer, como yo también.

            Tan importante es esto que Jesús nos dice que en el juicio final El evaluará lo genuino de nuestra fe por el servicio que hemos hecho a los necesitados. Busquemos Mateo 25:31-40 “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, 32. y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. 33. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. 34. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36. estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 37. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? 38. ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39. ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40. Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” Hermanos, Jesús nos dio un corazón que se preocupa del prójimo y sobre todo de los hermanos. Yo sé que nuestra vida tan súper ocupada a veces nos lleva a descuidar de nuestros hermanos. Vayamos a Jesús para que El renueve nuestras fuerzas y aclare nuestras prioridades en la vida para incluir en nuestra agenda a nuestros hermanos en la fe que necesitan de nosotros.

            La verdadera espiritualidad se traduce además en…

III. Guardarnos sin mancha del mundo

            V. 27 “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta… guardarse sin mancha del mundo.” ¿Qué decir Santiago con esto? Significa que como creyentes debemos mantenernos separados del mundo. Hermanos, estamos en el mundo, pero no somos del mundo.

            El mundo físico es la creación de Dios y Él no nos manda a que huyamos de este. La creación divina es buena y debemos disfrutar de ella. No debemos ser como algunos grupos en la historia de la iglesia que apartarse del pecado significaba huir del mundo, irse a un monasterio o escapar a una cueva y vivir solos. Eso no es bíblico.

            El mundo del que habla Santiago es el sistema de creencias, valores, ideas y filosofías que son opuesta a Dios. De ese mundo debemos separarnos. Con ese mundo no debemos tener amistad, ni parte ni suerte. ¿Por qué? Porque nuestra vida eterna depende de ello. Santiago 4:4 “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”. 1 Juan 2:14 “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”.

            Ahora bien, la pureza que se nos ordena tener no se logra saliendo de este mundo. La separación no es dejar de ver televisión ni dejar de ir al cine como algunos grupos piensan. Sino en ser sabios en lo que vemos y oímos y no dar lugar a aquellos entretenimientos que promueven y dan gloria al pecado. Hay series de televisión y hay películas que sería bueno que nosotros evaluemos con más detenimiento si es correcto o no verlas. ¿Por qué? Porque en ellas se promueve el pecado, se promueve una vida totalmente vana, profana, diabólica. Y hay series de televisión que han ganado muchos premios en la academia de Hollywood que no son otra cosa que pornografía disfrazada. Hermanos, Jesús nos dijo en Mateo 10:16 “sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. Pablo dijo en 1 Corintios 14:20 “Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar.” Gálatas 5:9 “Un poco de levadura leuda toda la masa”.

            Hermanos, esto solo lo podemos hacer si Cristo reina en nuestros corazones. Si somos diligentes en usar los medios de gracia, si tenemos presente que Dios nos llama a luchar contra el pecado bajo el poder de Cristo. 

            ¿Qué nos quiere enseñar Santiago aquí? Nos quiere enseñar que el verdadero amor a Dios es una vida de devoción a Dios que se traduce en una lengua santa, unas manos serviciales al necesitado y un corazón que se mantiene puro separado del mundo. Quiera Dios que todos nosotros podamos crecer en esto cada día.  

Sermón: Santiago 1:22-25 Hacedores de la Palabra

 Texto: Santiago 1:22-25 “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.”

 

            Hermanos, no sé si a ustedes les pasa como a mí mientras leo la epístola de Santiago. Yo me siento alegre al saber que Dios en su misericordia y en su amor nos ha dado instrucciones sobre cómo vivir la vida cristiana. Eso es lo que sin lugar a dudas hace Santiago. Esta carta es un manual, es una guía sobre los principios que deben regir la vida cristiana. Y yo me gozo con ello. ¿Sabes por qué? Porque Dios no nos deja en ignorancia acerca de lo que le agrada y acerca de lo que El promete hacer por nosotros y en nosotros en este peregrinar a la ciudad celestial. Y no solo eso, Dios nos enseña cómo debemos vivir la vida cristiana que agrada a Dios. Y qué es lo que es bueno para nosotros. Hermanos, nosotros no sabemos muchas veces lo que es bueno para nosotros. Pero Dios en su palabra nos muestra el camino correcto a seguir. Y esto es hermoso. Es excelente el saber cómo vivir la vida cristiana que adorna el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Y yo me imagino que esa es tu pasión. Eso es lo que da gozo a tu vida: vivir para Dios.

            Repasemos brevemente algunas de las cosas que hemos estudiado hasta ahora para poder así engranar en el mensaje de hoy.

            Santiago nos enseñó desde el principio que debemos ver la vida cristiana desde la perspectiva de la eternidad y desde el punto de vista del plan de Dios. Aflicciones vienen a nuestra vida, pero ellas no son nuestros enemigos. Son parte del plan de Dios para nuestras vidas. Por medio de ellas Dios nos madura en la fe, que no es otra cosa que hacernos semejantes a Cristo. Pero como a todos nosotros nos pasa, muchas veces no sabemos qué hacer en medio de las aflicciones y Dios nos da un remedio para ello: si alguno tiene falta de sabiduría, “pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. Pero esa oración debe ser hecha en fe, con la convicción de que Dios no solo nos oye si no también es poderoso para hacer más allá de los nosotros pedimos y pensamos. 

            Santiago nos recuerda que debemos poner nuestra mirada en lo que Dios ha hecho por nosotros y no en la carencia monetaria que a veces viene a nuestra vida. Y luego nos dice que debemos aceptar nuestras responsabilidades y con humildad reconocer y aceptar que somos responsables por nuestros actos. Si alguno cede a la tentación no diga que es tentado por Dios. Cuando pecamos caemos por nuestro propio peso, por nuestro propio pecado. Eso es fundamental en la vida cristiana, aceptar nuestros errores con valentía y confesión de pecado.

            Pero eso no es todo, Dios muestra su buena voluntad para nosotros al hacernos nacer por medio de la palabra de Dios. La palabra de Dios es instrumental para el nuevo nacimiento. Pero no solo Dios nos ha dado su palabra para que sea el instrumento de nuestra conversión Él nos ha dado su palabra para que sea nuestra guía para el todo de nuestra vida.  Pero es palabra no nos beneficiará si no es recibida con un corazón dócil y humilde, con un corazón que desea y busca luchar contra el pecado.

            La palabra de Dios debe ser céntrica en nuestra vida. Dios en su amor nos ha dado, si podemos decir, una porción de su mente y voluntad, revelada en la Biblia.

            Ahora bien, Dios nos ha dado su palabra. Ha puesto sus oráculos al alcance de nuestras manos y de nuestros oídos. Esto es un gran privilegio. Tener la voz de Dios cerca de nosotros es un regalo al cual no le podemos poner precio. Y con un gran privilegio vienen grandes responsabilidades. Dios nos ha dado su palabra y esta debe ser recibida por todos nosotros con corazones humildes y enseñables. Y de esto surge también un deber. ¿Cuál? Debemos ser hacedores de la palabra de Dios. Hay un deber aquí súper importante.

            Hay por lo menos cuatro cosas importantes en este pasaje corto. Y quisiera que los viéramos desde esta perspectiva: (1) Lo que debemos hacer, (2) Lo que debemos evitar (3) Cómo hacer lo que debemos hacer (4) La bendición de hacer nuestro deber.

I. Lo que debemos hacer

            Debemos ser hacedores de la palabra de Dios y no solo oidores de ella. V. 22 “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores”. He ahí nuestro deber, bien sencillo. Dios nos ha dado su palabra para instruirnos, en primer lugar, sobre qué debemos creer para ser salvos. Pero también nos ha dado su palabra para enseñarnos cómo vivir la vida cristiana luego de ser salvos.

            Hermanos, la vida cristiana es una vida para ser vivida. Y todo lo que se enseña y todo lo que procuramos aprender es con mira a ponerlo por práctica.      

            Hermanos, Dios nos ha dado su palabra no para llenar nuestras mentes de información, si no para iluminar nuestras mentes con la verdad para poder vivir la verdad.

            Sacar tiempo domingo tras domingo para escuchar la palabra predicada, sacar tiempo para leer y estudiar la Biblia es solo la mitad del camino. Montarme en el carro, por sí mismo, no me lleva a ningún sitio.  Tenemos que encender el carro, sacarlo de la marquesina y conducirlo por la carretera para sea un vehículo de transportación. No es bizcocho si solo hacemos la mezcla. Esa mezcla tiene que sea cocinada para que sea un bizcocho.

            De la misma manera nos dice Santiago que no es suficiente con que nosotros oigamos la palabra de Dios. Dios demanda algo más. ¿Qué? Que seamos hacedores de su palabra.

            Jesús mismo lo enseñó una y otra vez no solo como la manera correcta de vivir la vida cristiana sino la marca que distingue a uno que le ama de veras o no meramente de palabra.

            Mateo 7:21, 24 “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.” Tan fundamental es esto que Jesús nos dice que su familia se caracteriza por la obediencia a sus mandamientos. Lucas 8:21 “Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.” Y Pablo hablándoles a los romanos les dice lo mismo en Romanos 2:13 “porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados.”

            ¿Qué tú haces con la palabra que se te predica domingo tras domingo, jueves tras jueves? Dios espera de nosotros que nos esforcemos en poner pro práctica su palabra y así demostremos lo que somos hijos de Dios.

            En otras palabras, Dios demanda que no seamos cristianos de meramente caminar con la Biblia debajo del brazo sino que vivamos como creyentes que no viven para sí mismos sino para aquel que los llamó de las tinieblas a la luz verdadera.

            ¿Eres tú un oidor solamente de la palabra o eres un hacedor de la palabra? ¿Cómo tú describirías tu vida: como uno que desea obedecer la palabra de Dios y buscas así hacerlo, o te da lo mismo? ¿Cuándo escuchas de tu deber de ser miembro de la iglesia cómo reaccionas a esta palabra de Dios? ¿Cuándo escuchas que debes ser puntual a la asistencia a la iglesia cómo reaccionas tú? ¿Cuándo se te enseña por la palabra tú deber de sostener económicamente la iglesia, tu iglesia, cómo reaccionas tú? ¿Cuándo se te enseña de tu deber de servir en la iglesia, de ayudar en su limpieza, de ayudar en la reparación de las cosas de la iglesia, qué haces con esa enseñanza?

            Yo espero que todos podamos decir: Heme aquí Señor, envíame a mí. Esta es la voluntad de Dios yo quiero hacerla porque Dios es maravilloso en sí mismo. Él es mi Señor, Él es mi Dueño. Pero sobre todo Él es mi Padre celestial quien ha enviado a Cristo para que muriera y resucitara por mí, por mí, un vil pecador. Y me ha dado esta salvación, esta nueva vida hermosa, cómo yo no voy a demostrarle mi amor al servirle con todas mis fuerzas, con todas mis habilidades, con todo lo que tengo que El mismo me ha dado. Porque todo lo que tengo lo tengo gracias a Él.

            Eso es lo que debemos hacer.

            Santiago también nos da una precaución que hay que evitar.

II. Lo que debemos evitar

            Debemos evitar el engañarnos a nosotros mismos. V. 22 “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”. ¿Qué quiere decir con engañarnos a nosotros mismos? La palabra engañarnos [παραλογίζομαι] en el griego, en este pasaje significa: razonar falsamente o incorrectamente. ¿Qué quiere decir entonces? Santiago nos quiere decir: no estás pensando correctamente, te estás engañando a ti mismo si crees que agradas a Dios con ser un mero oidor de la palabra y no un hacedor de la palabra. Si haces eso: si eres un oidor meramente y no un hacedor de la palabra: vives engañado. No has aprendido bien el cristianismo. Vives en ignorancia.

            Y lo triste no es eso solamente. Es que te haces daño a ti mismo. ¿De qué manera? Bueno si eres un mero oidor y nunca un hacedor de la palabra demuestras que no eres cristiano. Demuestras que no amas a Jesús. Vives engañado si crees que eres cristiano. Mira las palabras de Jesús. Juan 14:21 “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama”. Juan 14:23 “El que me ama, mi palabra guardará”. Y lo opuesto es cierto también. Juan 14:24 “El que no me ama, no guarda mis palabras”. 1 Juan 2:4 “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él”.

            Y si eres cristiano y eres selectivo en tu obediencia a la palabra de Dios vives engañado, esa no es la voluntad de Dios para su pueblo. También te haces daño a ti mismo. Cuando nosotros no obedecemos la palabra de Dios inevitablemente nos hacemos daño. Cuando nosotros no seguimos los roles establecidos por Dios en el matrimonio: del hombre ser la cabeza de la familia y la esposa seguir el liderato de su esposo nos hacemos daño. Y no cumplimos el propósito que Dios tiene para el matrimonio: que sea una representación visible de la relación que la iglesia tiene con Cristo, su Salvador. E inevitablemente le hacemos daño a nuestro matrimonio.

            Si escogemos los días que vamos a asistir a la iglesia nos engañamos a nosotros mismos. Porque la palabra de Dios y no de los hombres dice en Hebreos 10:25 “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre”.  Hermanos, es Dios mismo quien nos llama a congregarnos en su casa domingo tras domingo. No es un invento de los hombres. Es el quien dice en el Salmo 96:8 “Dad a Jehová la honra debida a su nombre; Traed ofrendas, y venid a sus atrios.” Y por tanto no hacerlo es pecar contra Dios.

            Santiago dice más. Nos dice que no pensemos que sacaremos fruto a nuestras vidas si solo somos oidores y no hacedores. V. 23-24 “Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.” ¿De qué le beneficia a una persona que mire su rostro en el espejo y luego de considerarse a sí mismo, se va y olvida cómo era? No le beneficia en nada. El espejo ha sido creado para que nos veamos tal cual somos. La Biblia es un espejo para que veamos tal cual somos y estamos delante de Dios. Pero si nos limitamos a mirar solamente en el espejo de la Biblia y no hacemos los cambios que demanda en el poder del Espíritu Santo, de nada nos beneficia. No nos engañemos, dice Santiago, en pensar que nos beneficiará la lectura de la palabra si no la ponemos por práctica.

            Pero Santiago nos dice algo más. Nos dice…

III. Cómo lo debemos hacer

            V. 25 “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad”. Lo primero que debemos hacer es mirar atentamente a la perfecta ley. Es decir, debemos esforzarnos no meramente en leer la Biblia sino en mirar atentamente en ella. Hay que escudriñar la palabra de Dios. Hay que sacar tiempo para poder entenderla. Hay que sacar tiempo para poder memorizarla. El llamado es a no ser lectores casuales de la Biblia sino a ser verdaderos conocedores de la palabra de Dios. La palabra mirar atentamente significa: doblarse para mirar algo más de cerca. Entonces, acércate a mirar de cerca el significado de la palabra de Dios. Para sacarle verdadero provecho usa de diccionarios bíblicos, de biblias de estudio, de mapas bíblicos, de comentarios y no faltes a la escuela dominical, al estudio de los jueves y verás si no aprendes con profundidad en la palabra de Dios.

            En segundo lugar, no solo mires atentamente en la perfecta ley, la palabra de Dios sino mira que ella es la ley de la libertad. Acércate a la Biblia no como una ley que viene a esclavizarte sino todo lo contrario. La ley de Dios produce libertad. Cristo nos hizo libre de la maldición de la ley cuando El mismo fue hecho maldición por nosotros. Nos libertó del poder condenador de la ley para que ahora seamos libre en Cristo bajo la guía y dirección de la ley. Por eso el Salmista podía decir en el Salmo 119:97 “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.”

            En tercer lugar, persevera en ella. “mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra”. Es decir, no te canses en ser hacedor de la ley, persevera en ello. No desmayes en estudiar la palabra y en obedecerla. Sigue adelante. No te quites. Piensa que cada vez que así lo haces, perseverando en obedecer más feliz serás. Por eso Santiago nos habla de la bendición que cosecha el que obedece a Dios.

IV. La bendición de hacer nuestro deber

            El pasaje termina con una bendición. Pero es una bendición que nos enseña un principio más acerca de la vida cristiana. Dice: V. 25 “éste será bienaventurado en lo que hace.” ¿Qué significa esta frase? Significa que obedecer a Dios trae en sí mismo su propia recompensa. Fíjate que dice será bienaventurado en lo que hace, no dice: por lo que hace. En otras palabras, el creyente obedece a Dios no por la recompensa de hacer la voluntad de Dios sino por el placer de hacerla voluntad de Dios.

            Obedecer a Dios trae por sí mismo su propia recompensa. Es como el esposo que le hace bien a su esposa no para ganar su favor sino por amor a ella. Servirle a ella es en sí mismo su propia recompensa. Es un placer y un gozo hacerlo así. De igual manera el creyente, obedecer a Dios es una recompensa en sí mismo. Trae placer y felicidad y bien para nuestra vida el ser hacedores de la palabra de Dios. Jesús mismo dijo en Lucas 11:28 “Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.” Así que tu felicidad en la vida depende de tu obediencia a la palabra de Dios. ¿Quieres ser feliz? Se hacedor de la palabra y no tan solo oidor. ¿Quieres que te vaya bien la vida? Pon en práctica la palabra de Dios. Pero hazlo no para ganar el cielo porque Cristo lo ganó por ti y para ti sino por el placer de servir a Dios. A ese Dios quien nos ha dado a Cristo como nuestro galardón y como la fuente de la vida eterna.

            Quiera Dios que seamos cada un día una iglesia celosa de buenas obras, negándonos a nosotros mismos para hacer la obra de Dios por el solo de hecho de que le amamos y deseamos serle agradables en todo. Amén.

 

            

Sermón: Santiago 1:19-21 Recibiendo con Mansedumbre la Palabra de Dios

Texto: Santiago 1:19-21 “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.”

 

            Hermanos míos, hemos visto en nuestro estudio de esta carta que Dios se ha revelado como un Dios de toda bondad hacia nosotros. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de Dios sobre nosotros, la iglesia de Cristo. De un Dios que lo único que ha buscado hacer sobre nosotros es bendecirnos. El de su misericordia, libre y voluntariamente nos ha hecho nacer de nuevo por medio del evangelio. Aunque cada uno de nosotros íbamos en la dirección hacia el infierno Dios en su misericordia desvió esa dirección. El cambió el curso de nuestra vida. El interviene en el todo de nuestra vida. Y esto demuestra su gran amor que tiene para con nosotros su pueblo.

            Si cuando una persona es rescatada de ser ahogada siente un sentido de gran deuda a su rescatador, cuánto sentido de deuda debemos tener nosotros ante la gran misericordia de Dios al salvarnos del sufrimiento del infierno por toda la eternidad. ¿Cuánto tú crees que le debemos a Dios?

            Si Dios ha hecho esto con nosotros, entonces nos dice Santiago, se desprende que nosotros, la iglesia, tenemos un gran deber para con Dios. ¿Cuál es? El de recibir su Palabra con un corazón enseñable, dócil y manso que se aparte de todo pecado. Veamos como Dios nos lo enseña por medio de Santiago.

I. Debemos recibir la Palabra

            V. 21 “recibid… la palabra”. Alguien pudiera preguntar, ¿Por qué? Y la respuesta ya la ha dado Santiago: por todo lo que Dios ha hecho con nosotros. Fíjate que el versículo 19 comienza diciendo “Por esto, mis amados hermanos”, conectando esta parte con la anterior. Debemos recibir la palabra por el hecho de que Dios es Dios. Él nos creó y por tanto tiene derecho sobre nosotros. Pero más aún por todo lo que Dios ha hecho en nuestras vidas: el ordena todo para nuestra salvación y santificación y El de su misericordia nos dio el privilegio de ser sus hijos al hacernos nacer por la palabra de verdad, versículo 18. Por tanto, es nuestro deber recibir la palabra.

            Y ¿qué implica recibir la palabra? Implica:

1. Creer en esa palabra. Hermanos, la Biblia es la palabra de Dios por excelencia. Es la palabra de los hombres en tanto y cuanto Dios utilizó hombres para escribir Sus palabras. Pero, aunque Dios utilizó tales hombres, ellos no lo hicieron solos. Ellos fueron guiados, dirigidos, impulsados por el Espíritu Santo para escribir lo que Dios quería comunicar como su voluntad para nosotros. Como dice 2 Pedro 1:21 “porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” Así que lo que tenemos ante nuestros ojos no es meramente ni únicamente la palabra de los hombres, si no la misma Voz de Dios. No necesitas más Voz de Dios que su misma palabra. Pero algunos quieren oír la Voz de Dios audiblemente. Y dirían que si la oyeran audiblemente creerían al evangelio. ¿Ustedes quieren oír la Voz de Dios de forma audible? Léanla en voz alta. La Biblia es la misma Voz de Dios en forma escrita. No necesitamos más. Y por tanto es nuestro deber creer en su palabra.

2. Creer que ella es la autoridad suprema. Yo diría que este es el gran problema que la Iglesia de Cristo del sigo 21 tiene: la Iglesia no cree que la Biblia es la autoridad suprema. Creemos que la Biblia es la palabra de Dios. Pero no creemos que la Biblia es la autoridad suprema. Si los llamados expertos en las ciencias naturales dicen algo que contradiga la Biblia, muchos en las iglesias aceptan lo que dicen los supuestos expertos por encima de la autoridad de la Biblia, correctamente interpretada. Es absurdo el pensar así. Es una actitud anti-bíblica e irracional. Es anti-bíblica porque Dios nos llama a creer en la autoridad suprema de la Biblia. Isaías 8:20 “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.” La luz del amanecer nos les ha llegado a los que contradicen lo que ya Dios ha revelado. E irracional porque si Dios es Dios, es decir, Dios con letra mayúscula, entonces aceptar lo que dice la “ciencia” por encima de lo que dice Dios es absurdo e irracional, porque decimos que los hombres saben más que Dios, lo cual es absurdo a menos que Dios no sea Dios. Por eso con brillantez y lógica consistencia la Biblia dice en Romanos 3:4 “sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso”. Recibid la palabra implica recibirla como la autoridad suprema sobre todo de la vida y sobre mi persona. Así que forma de pensar es basado en la autoridad de Dios y no de los hombres, de igual manera mi concepción acerca del matrimonio, la crianza de mis hijos, la realidad del cosmos, etc.

            Pero Santiago nos dice no solo que debemos recibir la palabra sino cómo debemos hacerla para que tenga efecto transformador en nuestras vidas. Entonces ¿Cómo debemos recibir esa palabra?

1. Con un corazón enseñable. V. 19 “todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar”.  Dice: todo hombre. Santiago usa esa palabra como sinónimo de toda persona. Toda persona tiene que someterse ante la palabra de Dios. Pero, sobre todo: el creyente, porque Dios nos ha hecho nacer por medio de la palabra de verdad, el evangelio.  Ahora bien, la manera correcta de recibir esa palabra lo es con un corazón enseñable. Debemos ser más oidores de la palabra que habladores. Y esto con respecto a recibir la palabra. Jamás podremos enseñar la palabra si primero no la aprendemos. Debemos cultivar un corazón humilde y reconocer que siempre seremos discípulos: llamados a estudiar y aprender de la palabra. Y tomarnos el tiempo de entenderla bien y de que ésta penetre en nuestra vida.

            Hermanos, hay muchos en las iglesias que son expertos hablando a los demás, pero no son expertos hablándose así mismo. Es fácil hablarles a los demás lo que deben hacer. Pero Santiago nos dice que antes de hablar a los demás debemos tener un oído bien dispuesto para aprender. Aprender con miras a vivir. Es imposible vivir la vida cristiana bien vivida a menos que aprendamos correctamente la palabra de Dios.

            Obviamente, aquí hay un principio general de la vida cristiana misma. Debemos ser sabios en el uso de nuestras palabras. Debemos ser personas que nos caractericemos por ser buenos oidores de los demás. Que oigamos de verdad y no que mientras nos hablan estemos locos por hablar. Como dice Proverbios 10:19 “En las muchas palabras no falta pecado; Mas el que refrena sus labios es prudente.”  Proverbios 13:3 “El que guarda su boca guarda su alma; Mas el que mucho abre sus labios tendrá calamidad.” Mira lo serio que es esto: no falta pecado y tendrá calamidad. Y fue Jesús mismo quien dijo en Mateo 12:36-37 “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.” ¡Cuán comedidos debemos ser en el uso de nuestras palabras!

¿Cómo debemos recibir esa palabra?

2. Con un corazón dócil y manso. V. 19-20 “tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.” Tan importante es esto que lo menciona nuevamente en el versículo 21: “recibid con mansedumbre la palabra”. ¿Qué queremos decir con un espíritu dócil y manso? Santiago nos dice que pongamos a un lado toda irritabilidad contra la verdad y todo orgullo de corazón. Hermanos, nadie puede aprender la verdad si está constantemente peleando contra esa palabra. Hay algunos que pelean por tonterías que son meras palabras y se creen que son los grandes defensores de la ortodoxia. Debemos defender la ortodoxia, la enseñanza correcta. Y debemos estar dispuestos a morir por el evangelio. Pero hay algunos que como excusa para justificar sus pecados luchan contra esa palabra. Tal actitud no es correcta. Ni, nos dice Santiago, debe creer que esa es la clase de justicia o vida justa que Dios demanda de nosotros.

            Obviamente, hay un principio general aquí; un llamado a ser personas pacíficas. Hay personas que sus actitudes son actitudes fuertes. Son fuertes de carácter. Algunos de nosotros somos así. Yo me incluyo en esa lista. Esas personas tienden a ser explosivas. Y cuando eso sucede han dejado que sus pasiones pecaminosas dicten su conducta en vez de la palabra de Dios. Y ese carácter no es el carácter justo que Dios quiere de nosotros. Santiago nos dice “la ira del hombre no obra la justicia de Dios.” O como lo traduce la NBD “pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere.” Dios no quiere en nosotros un carácter explosivo ni iracundo.

¿Cómo debemos recibir esa palabra?

3. Con un corazón que se aparte de todo pecado. V. 21 “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada”. Hermanos, no podemos beneficiarnos de la palabra si no estamos dispuestos a trabajar con nuestro corazón. Debemos luchar contra el pecado que hay en nuestros corazones. Sobre todo, contra el orgullo que nos impide recibir esa palabra con mansedumbre.  O hermanos, cuánto orgullo hay en nuestros corazones. Todos los seres humanos somos orgullosos. Si no lo fuéramos cuán rápidos seríamos en creer en la palabra de Dios y en obedecerla. El que no lo hacemos demuestra que somos orgullosos. Y este orgullo o suciedad espiritual y moral debe ser echada fuera de nuestras vidas o de lo contrario no nos beneficiará la palabra de Dios.

            Pero alguien preguntará, ¿pero tú estás enseñando que somos nosotros los que nos santificamos y no Dios y por tanto es salvación por obras? En primer lugar, yo solo explico la palabra de Dios y eso es lo que Dios nos enseña por medio de Santiago. En segundo lugar, Santiago dice lo mismo que el apóstol Pablo y Pedro. Por ejemplo: Efesios 4:22 “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos”. Efesios 4:31 “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.” 1 Pedro 2:1 “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones”. Y podemos multiplicar cientos de pasajes que nos enseñan que el creyente es llamado a luchar contra el pecado. En tercer lugar, ese es nuestro deber: luchar contra el pecado. La santificación es una gracia salvadora pero también un deber, como los pasajes citados lo demuestran. Siempre recordando que nuestra lucha contra el pecado lo es en las fuerzas del Espíritu Santo y no en las nuestras.

            Para finalizar. ¿Por qué yo debo recibir la palabra con un corazón enseñable, dócil y manso que lucha contra todo pecado? ¿Por qué? Porque esa palabra es, nos dice Santiago, V. 21 “la cual puede salvar vuestras almas”. Hermanos, es la palabra de Dios y solo la palabra de Dios, la que fielmente predicada y fielmente recibida, puede salvar y transformar nuestras vidas. No solo somos convertidos por esa palabra, sino somos cambiados, nos transformados, nos sana. Produce en nosotros un cambio radical al hacernos semejantes a Cristo. Hace de nosotros la transformación que Dios quiere ver en nosotros.

            Dios nos ha dado su palabra no solo para convertirnos sino también para santificarnos. Eso es Cristo para nosotros, quien es la Palabra viviente por cuya sangre somos justificados y santificados. En otras palabras, esa palabra de verdad es la única que puede hacer de ti y de mí un creyente digno del nombre hijo de Dios. Pero para eso hay que recibirla con un corazón enseñable, dócil y manso que lucha contra todo pecado del corazón y vida.

            Quiera Dios que nosotros amemos a Dios al amar su palabra. 

Sermón: Santiago 1:12-18 Asignando Responsabilidades

Texto: Santiago 1:12-18 “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.”

 

    Hay un dicho popular que dice: que la culpa es huérfana. Con esto se quiere decir que a nadie le gusta que se le eche la culpa por algo que esa persona hizo. La tendencia del ser humano es echarles la culpa a otras personas o a las circunstancias de la vida del por qué alguien hizo lo que hizo, si esto salió mal. Si salió todo bien la razón de esto es mis habilidades. Si algo salió mal la culpa la tienen otros o las circunstancias que propiciaron que eso malo ocurriera. 

    ¿De dónde viene eso? La Biblia nos enseña que esta práctica viene desde Adán y Eva. Eva le echó la culpa a la serpiente, Génesis 3:13 “La serpiente me engañó, y comí.” Y Adán le echó la culpa a Eva y a Dios mismo cuando dijo en Génesis 3:12 “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.” Y aun luego de miles de años los seres humanos, cual pecadores, siguen haciendo lo mismo. Nadie quiere asumir responsabilidades. O muchos no quieren hacerlo. 

    De esto mismo trata Santiago en el pasaje que tenemos presente. Santiago trata acerca de asumir nuestras responsabilidades delante de Dios en medio de las pruebas y las tentaciones. El desea corregir un error común que estaba presente entre los hermanos a quienes le dedica la carta. Y él les dice que en medio de las pruebas y las tentaciones tenemos que asumir nuestra responsabilidad y asignarla a la persona correcta. Y para poder hacer esto es necesario aceptar y reconocer tres cosas. Para poder asignar responsabilidades es necesario reconocer tres cosas. ¿Cuáles tres cosas debemos reconocer?

I. Reconocer tu deber

    V. 12 “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”. Nuestro deber en medio de las pruebas es poner nuestra mirada en el galardón que Dios nos tiene preparado. Fíjate que eso es lo primero que Santiago menciona. Él dice tenemos que reconocer que nosotros, el pueblo de Dios que sufre en este mundo, somos los benditos de Dios. Es bienaventurado el varón o la persona cristiana que soporta la prueba. Yo sé que aparente ser todo lo contrario. Que cuando sufrimos creemos que no gozamos del favor de Dios. Pensamos que Dios no se duele de nuestro dolor y lágrimas. Santiago nos dice que es todo lo contrario. El cristiano que soporta la tentación o más bien la prueba, ya que la palabra en el griego es [periasmós] significa tentación o prueba, el contexto determinará cuál de las dos es la mejor traducción.  El versículo mismo da a entender que la mejor es traducirlo como prueba. 

    Santiago entonces nos dice que en medio de la prueba, cualquiera que esta sea es nuestro deber poner nuestra mirada en el galardón. Somos los benditos, estamos bajo su favor y gozamos de su bendición. ¿Por qué somos benditos? Porque Dios nos ha dado la promesa de la vida eterna. Una vez nuestra vida finalice aquí recibiremos la corona de la vida o otra traducción: la corona que es la vida misma, es decir, la gloria eterna. 

    Santiago entonces nos da una razón adicional para perseverar en medio de las pruebas. En los versículos 2-4 nos dijo que debemos tener sumo gozo cuando nos hallemos en diversas pruebas. ¿Por qué? Por el fruto que esta produce: paciencia, porque por medio de ella maduramos en la fe cristiana. Y por medio de ellas somos transformados a la imagen de Cristo. Pero ahora nos da otra razón: la razón del galardón que Dios ha prometido a quiénes, a los que le aman. En otras palabras, cuando nosotros perseveramos hasta el fin nosotros demostramos que le amamos. La evidencia de amar a Dios es que perseveramos hasta el fin. Y los que perseveran hasta el fin serán glorificados. 

    Fíjate que esta promesa no es para todos los que sufren. Esta promesa es para todos los que permanecen fieles a Dios hasta el fin. “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida”. Algo importante que aclarar. No es meramente resistir la prueba. Hay algunos que resisten porque no les queda más remedio. Están en medio de la prueba y no pueden zafarse de la prueba y tiene que hacer como se dice en Puerto Rico, tiene que chupársela porque no le queda más remedio. Esa no es la idea. La palabra para resistido la prueba en el griego es [dókimos] que significa haber aprobado la prueba. En otras palabras, la bienaventuranza no es para que el soporta la prueba y mientras lo hace maldice a Dios o niega a Dios sino para aquel que es fiel a Dios en medio de la prueba. ¿Cuál prueba? La prueba de la vida. Toda nuestra vida está llena de pruebas. Y son coronados con gloria no los que corren la carrera sino los que llegan a la meta. Los que se rajan en el camino no son coronados. 

    Así que Santiago nos dice: reconoce tu deber. ¿Cuál? Pon tu mirada en el galardón. Tú eres bendito de Dios y recibirás al final de los días la corona de la vida la cual Dios prometió a los que le aman. ¿Qué debo hacer entonces? No pongas tu mirada en las cosas de la tierra: en lo que no tienes, en los problemas que tienes, en los sufrimientos y las pruebas que estás padeciendo, reconoce que te espera una corona de vida al final del camino. Por tu mirada en esa corona que te espera y persevera, sigue luchando. Esa lucha no es en vano. Sé fiel. Mira la gloria que te espera. Dios nos está preparando para la gloria celestial. 

    Eso mismo dijo Pablo en Romanos 8:18 “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” En otras palabras, cuando comparamos la gloria venidera, es decir, la, paz, la alegría, la santidad y perfección del estado eterno, con las aflicciones de ahora, tenemos que decir: no hay comparación. La gloria venidera sobrepasa por mucho las aflicciones del tiempo presente. 

    Pon tu mirada en la corona que te espera y entonces persevera. Ese es tu deber.  

II. Reconoce tu pecado

    V. 13-15 “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” Algunas de las pruebas que vienen a nuestra vida vienen en la forma de tentaciones. Somos responsables de luchar contra las tentaciones y así perseverar hasta el fin. Pero a veces pasa que caemos en la tentación. Y la tendencia del ser humano es a echarle la culpa a los demás y a no reconocer nuestra responsabilidad cuando caemos en pecado. Algunos le echan la culpa a los demás, otros le echan la culpa a Satanás y aun otros le echan la culpa a Dios. Dirían: si todas las cosas están bajo el control de Dios, entonces es Dios quien me puso en esta tentación y por tanto si yo peco es culpa de Dios. 

    Santiago nos dice: jamás pienses eso. “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios”. ¿Por qué? Por dos razones: (1) por causa de la naturaleza de Dios “porque Dios no puede ser tentado por el mal”. Dios es santo en todo su ser y por tanto no hay nada en Dios que lo tiente al pecado. No hay un deseo pecaminoso. No hay debilidad en Dios para que le tiemblen las rodillas ante la tentación. (2) por causa de los propósitos de Dios “ni él tienta a nadie”. Ese no es su propósito. Dios no busca que le desobedezcamos. Pero, ¿acaso Dios no nos prueba? Es cierto, Dios prueba a su pueblo. Lo vemos en Génesis 22:1 “Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham”. ¿Con qué propósito? Génesis 22:12 “ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único”. Probar si su amor por Dios es más grande que su amor por tu hijo, su único hijo, el hijo de la promesa. Dios probó su obediencia. 

    De igual manera Dios hace con nosotros. Cuando estamos en diversas pruebas Dios está probando nuestra obediencia a Él, nuestra fidelidad, nuestra confianza en Dios. De que seguiremos en obediencia a Dios no importa lo grande que sea la prueba. Y que podamos decir como dijo el salmista en el Salmo 27:3 “Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra, Yo estaré confiado.” ¿Por qué? Salmo 27:1 “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?” 

    Así que cuando caigamos en la tentación reconozcamos que somos responsables por nuestro pecado. Reconozcamos que hay concupiscencia en nuestros corazones, que hay deseos pecaminosos todavía dentro de nosotros que es lo que nos lleva a suceder a la tentación. Y que nuestro deber es resistir la tentación con la sabiduría que da Dios. Aceptemos que somos débiles y que por tanto que no debemos jugar con la tentación porque ella es fuerte, nos arrastra, nos seduce y nos lleva al pecado y con el pecado la muerte.

III. Reconoce a tu Dios

    V. 16-18 “Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas”. Santiago dice: hermanos míos no se equivoquen, Dios siempre nos da cosas buenas. Todo lo bueno proviene de Dios. En medio de las pruebas no te olvides Dios es bueno. Él no nos tienta, es imposible que así sea. ¿Por qué? Porque Dios es el Padre de las luces, no hay tinieblas en El. El siempre da buenas cosas a sus hijos. Él es por nosotros y nunca contra nosotros. ¿Cómo lo sabemos? Por el hecho de quién es El. Él es el Dios inmutable. No hay mudanza en Dios. Él no es hoy una cosa y mañana es otra. Es imposible que Dios sea bueno hoy y mañana sea malo. Eso es imposible. Ni hay la posibilidad de que El varíe. De que hoy desee tu bien y mañana desee tu mal. Jamás eso podrá ocurrir. 

    ¿Cómo lo sabemos? Lo sabemos por lo que Dios ha hecho con nosotros. Él nos ha dado bien: de su voluntad, libre y voluntariamente y por amor, nos hizo nacer por la palabra de verdad, es decir, por medio de la predicación del evangelio.  Fue Dios quien nos convirtió. Ese es su propósito. El desea salvarnos. El desea llevarnos a la gloria. Y al así hacerlos Él quiso que fuéramos las primicias de sus criaturas, los primeros frutos de la cosecha. Somos el comienzo de toda la renovación que Dios va a traer en el mundo para su pueblo. 

    En otras palabras, hermanos, Dios está de nuestro lado. Todo lo que Dios hace es para nuestro bien. Las pruebas son para nuestro bien, recibámoslas no como enemigos sino como amigos nuestros. ¿Cómo podemos hacerlo? Al poner nuestra mirada en el galardón, al reconocer que si caemos en la tentación somos responsables por ello y reconozcamos que nuestro Dios siempre nos da cosas buenas y la prueba de esto lo fue su amor en Cristo Jesús. Porque por Cristo es que recibimos la vida eterna. Por Cristo recibimos la misericordia de Dios. Por Cristo es que se nos predica el evangelio. Por Cristo es que recibimos todo lo bueno de Dios. Y sin Cristo no somos nada. Amén. 

 

 

 

 

 

 

 

Sermón: Santiago 1:9-11 Gloríate en su Exaltación

Texto: Santiago 1:9-11 “El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación; pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba. Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas.”

 

    No es fácil tomar fotografías. No todo el mundo sabe tomar fotos. A veces cuando alguien te toma una foto no le queda bien. Unas veces te corta la cabeza o parte del cuerpo. A veces la persona no le dice a uno que uno no está parado o que hay algo que podría hacer que la foto no salga bien. Otras veces es el foco de la cámara. Te toman una foto y esa cámara no estaba bien enfocada. Generalmente ese es mi problema. Yo estoy bien pendiente de que todo salga bien, pero fallo en el enfoque y la foto se borrosa. Porque cuando la foto sale borrosa pues tienes la imagen, pero distorsionada. 

    Claro está como una medida de corregir esto hoy día hay cámaras que te ayudan con eso de evitar que la foto te salga borrosa.    Curiosamente a veces los cristianos tenemos ideas borrosas acerca de la vida cristiana. Tenemos una imagen de la vida cristiana pero esa imagen está algo borrosa. Nuestros lentes espirituales a veces se desenfocan de lo que debe ser una percepción correcta de la vida cristiana. Y por el hecho de que nosotros hacemos las mismas cosas que todos los seres humanos en esta vida a veces eso ayuda a que nos desenfoquemos. 

    De eso trata el pasaje que tenemos hoy para la predicación. Santiago trata aquí de dos grupos de cristianos en la iglesia, los pobres y los ricos. En un sentido son polos opuestos, pero cuando los examinamos con detenimiento veremos que son más parecidos de lo que a simple vista parecen ser. Y a ambos Santiago busca guiar a que enfoquen la vida desde una perspectiva diferente a la cual están acostumbrados a enfocarla.

    Y a ambos les dice que la vida cristiana conlleva el deber de gloriarnos. A ambos les dice lo mismo, pero con una leve diferencia. ¿Cuál es esa diferencia? Vemos:

    V. 9 “El hermano que es de humilde condición”. Cuando habla aquí del hermano de humilde condición, la palabra humilde, en griego, [tapeinos], significa de baja condición. Y puede referirse a una persona de bajos recursos económicos, como también puede referirse a la condición de ser humilde espiritualmente. Pero como este hermano es contrastado con el rico, entonces, entendemos que se refiere al pobre, al indigente. En aquella época solo había dos clases sociales: los ricos y los pobres. La clase media no vino a existir sino hasta el siglo 15 con la aparición de la burguesía. 

    Si te das cuenta habían pobres y ricos adorando juntos en la misma iglesia. Así es como debe ser. Yo no creo que es la voluntad de Dios que haya iglesia de pobres e iglesias de ricos. Todos somos uno en Cristo. Como dice Pablo en Gálatas 3:28 “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.”

    ¿Qué es lo que les dice Santiago a los pobres? Les dice “que se gloríen”. Es un imperativo es un mandato. Aquí en sentido positivo. Gloríate, regocíjate, enorgullécete. ¿En qué? No en su condición de pobreza. Santiago no está diciendo que la pobreza sea una cosa fácil. Sin lugar a dudas la pobreza es una prueba dura. Y la mayoría en la iglesia de los primeros siglos eran pobres. Y la tendencia de muchos en esa condición es la deprimirse, entristecerse o incluso justificarse delante de Dios y de los hombres. 

    A lo cual Santiago les dice: “gloríese en su exaltación”. Es decir, en medio de la prueba que la pobreza trae, es tu deber no poner tu mirada en tu condición de pobreza material sino en tu condición de riqueza espiritual, en tu exaltación. Tu enfoque debes ajustarlo. Y este debe ser dirigido a comprender lo que Dios ha hecho por ti en Cristo Jesús. ¿Qué ha hecho? Te ha exaltado. Te ha dado el privilegio de ser hijo de Dios. Te ha dado el privilegio de ser considerado el VIP del reino de los cielos. Te da dado el privilegio de que todos tus pecados han sido perdonados. Y no solo que Dios en virtud de la imputación de la justicia de Cristo sobre ti Dios te considera justo delante de Él. Él te ha despojado de tus ropas de pordiosero espiritual y te ha vestido de la ropa de la justicia de Cristo. Al Dios verte te ve vestido de Cristo. Dios te ha dado el privilegio de que el Espíritu Santo mora en ti para siempre. Y quien hace que cada día mueras más y más al pecado y sea restaurada la imagen de Dios en tu vida. El hace que seas cada día más semejante al Señor Jesucristo. Te ha dado el privilegio de que los ángeles que, aunque físicamente son más poderosos que nosotros, ellos son enviados para servirnos. Y que eres heredero de todas las riquezas espirituales que Dios ha preparado para nosotros. 

    Hermanos, no pongamos nuestra mirada en la falta de bienes que no tenemos. Nuestra mirada debe estar puesta en los cielos y en la exaltación que Dios nos ha dado en Cristo Jesús. 

    Santiago tiene también unas palabras para los ricos. V. 10 “pero el que es rico, en su humillación”. ¿Cómo es eso? Santiago se expresa como libro sapiensal en donde presenta varios contrastes. El contrasta el pobre con el rico y la exaltación con la humillación. A los pobres Santiago les dijo: gloríense, regocíjense, enorgullézcanse en su exaltación. Pero a los ricos les dice que se gloríen también. Pero no en sus riquezas. No en las increíbles habilidades que tiene para amasar dinero o producir dinero. Para ellos las riquezas son también una prueba de fe. Para los pobres su pobreza es su prueba de fe. Y para los ricos su riqueza es su prueba de fe. ¿Por qué?

Por la facilidad que tienen de poner su felicidad en los bienes materiales y no en Dios. Por el increíble peligro que tienen de endiosarse. Creerse que son intocables, invencibles. Y que a diferencia de otros ellos no necesitan de la ayuda de Dios. Algunos han hecho de las riquezas su dios, su mamón. Y se pueden olvidar de lo que dijo Jesús en Lucas 12:15 “porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.” 

    Por eso Santiago les dice: “pero el que es rico, [gloríese] en su humillación”. ¿Qué significa esto? Recuérdate quién tú eres. Tú eres hombre como todos los demás. Tú eres un ser humano como todos los demás. Tú no eres inmortal. 

    Me imagino que muchos aquí saben quién era Steve Jobs. Steve Jobs fue el co-fundador y CEO de la compañía Apple. Apple es una de las compañías más poderosas económicamente en el mundo. Fue un hombre billonario. Se estima que su riqueza consistía de alrededor de 5.5 billones de dólares. Pero ni con su dinero ni con ninguno de sus grandes inventos tecnológicos pudo evitar que muriera a los 56 años de cáncer en el páncreas.  

    A los ricos cristianos Santiago les dice: no se gloríen en sus riquezas sino en su humillación. Recuerden que son hombre y no dioses. Por eso Santiago sigue diciendo en el versículo 10 “pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba”.  La hierba es de corta duración. Así es la vida de todo ser humano inclusive la vida de los ricos. “Gloríate en tu humillación”.

    En otras palabras, gloríate en tu debilidad. Gloríate en que tú no eres el Señor de este mundo sino Dios en Cristo Jesús. Aprende a humillarte al reconocer que la verdadera riqueza no consiste en las riquezas materiales sino en el hecho de ser adoptado por Dios como hijo por medio de la fe en virtud de la muerte y resurrección de Cristo. Ese debe ser tú enfoques. Así debes aclarar los lentes de la vida cristiana. 

    Y les dice algo más en el versículo 11 “Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas.” En este versículo 11 Santiago tiene en mente Isaías 40:6-7 “Voz que decía: Da voces. Y yo respondí: ¿Qué tengo que decir a voces? Que toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo. La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como hierba es el pueblo.” Les dice no te olvides que tú eres como la flor del campo. La hierba se seca y la flor se marchita. ¿Por qué? Por el soplo de Jehová. Solo el soplo de Jehová es suficiente para que cualquiera de nosotros partamos de este mundo. Y no te olvides, les dice Santiago a los ricos: ninguna de tus empresas lo podrá evitar. “El rico se marchitará en todas sus empresas”. Es decir, ninguna de ellas podrá evitar que pases de este mundo a la eternidad. Y nada de lo que hiciste te podrás llevar. Como dice Eclesiastés 5:15 “Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano.”

    Hermanos, ¿Cómo está tu enfoque espiritual? ¿Cómo ves la vida que te ha tocado vivir? Vives deprimido por tus carencias o vives añorando las riquezas del rico. O vives gloriándote, regocijando en lo que has podido lograr en tu vida. Ninguno, nos dice Santiago ve las cosas con el enfoque correcto. Todos debemos ver las cosas y medir las cosas desde la perspectiva de la eternidad. Debemos gloriarnos en el hecho de que somos hijos de Dios y herederos de las verdaderas riquezas que Cristo compró para nosotros. Riquezas donde los ladrones no hurtan ni el hollín corrompen. ¿En dónde está tu corazón? En las riquezas que no tienes y deseas, o en las riquezas que tienes. A ambos Dios nos llama a gloriarnos no en nosotros sino en Dios mismos. Dice Jeremías 9:23-24 “Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.” Nuestro gloriarnos descansa en Dios mismo. En lo que Dios es en sí mismo y lo que Él ha hecho en Cristo Jesús. ¿Es esa tu perspectiva? ¿Es ese el enfoque de tu vida? ¿Es en Cristo donde descansa tu felicidad? Quiera Dios que sea siempre y solo Cristo para la gloria de Dios. 

 

 

 

 

 

 

 

Sermón: Santiago 1:5-8 Orando por Sabiduría

Texto: Santiago 1:5-8 “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.”

 

    Recientemente leí una noticia que me impactó grandemente. No solo me impactó sino también me llenó de gran consternación y enojo. Resulta que en Malaui, en el sur de África, están secuestrando a los albinos. Desde el 2014 ya han secuestrado 18 albinos. En ese lugar algunos tienen la creencia que los albinos tienen poderes mágicos, que sus huesos producen oro y que su sangre posee poderes mágicos. La noticia cuenta acerca de una madre de Malaui tiene dos hijos albinos. Y resulta que una noche, cuando su esposo no estaba en la casa, entraron para secuestrar a esos niños, uno adolescente y otro de nueve años. Los criminales agarraron al niño de 9 años y ella lo agarró también por la cintura y el adolescente se encontraba detrás de ella. Como veían que la madre lo tenía fuertemente agarrado, uno de los criminales le dio un golpe con un machete en la frente a la madre y le hizo una herida. El golpe la dejó aturdida, allí ella soltó al niño y se lo llevaron. Al poco tiempo las autoridades la llaman para que ella viniera a reconocer la cabeza de su hijo. 

    El domingo pasado vimos que Dios nos dice en Santiago 1:4 “tened sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”. Y la pregunta es cómo una madre o un padre podría hacer eso cuando le sucede algo tan horrible como lo que le sucedió a esta madre en Malaui. ¿Cómo ella puede tener sumo gozo en una situación así? Honestamente yo no sé. Vimos que Dios nos llama a poner nuestros ojos en Jesús el autor y consumador de nuestra fe y ver cómo El por el gozo puesto en el galardón sufrió el oprobio, la muerte, y todo eso para salvarnos. Nuestra salvación descansa en su perseverancia hasta el fin y en el sacrificio perfecto de su vida. Pero cuando enfrentamos una situación como la que enfrentó esa madre en Malaui u otras situaciones fuertes en nuestra vida nosotros realmente no sabemos qué hacer. 

    De eso trata el pasaje que tenemos por delante en la carta de Santiago. ¿Cómo podemos enfrentar las pruebas? O más bien, ¿Qué podemos hacer para prepararnos para enfrentar las pruebas que vienen a nuestras vidas? Santiago nos dice…

I. Reconocer nuestra necesidad

    V. 5 “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría”. Fíjate la manera tan respetuosa en la cual Santiago les dice a sus hermanos que necesitan sabiduría. Todos nosotros necesitamos sabiduría de Dios. Pero Santiago lo dice de tal manera y sabiduría pastoral que lo que busca es que nosotros nos examinemos y concluyamos en verdad yo no soy sabio. 

    Hermanos, Dios nos ha dado un mandato: “tened sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”. ¡Wao! Cuando uno escucha eso lo primero que uno piensa es esto es imposible de hacerlo. Hermanos, hay un principio fundamental que debemos grabarlo en nuestra mente y corazón. Para cada mandamiento que Dios nos da El promete su gracia que nos capacita, que nos da la energía para poder cumplir. Y cuando nos enfrentamos con ese mandamiento de tener sumo gozo cuando nos hallemos en diversas pruebas lo primero que debemos hacer es reconocer nuestra necesidad. Reconocer que no somos sabios. Reconocer que necesitamos sabiduría para poder enfrentar todo tipo de adversidad. 

    Pero se levanta una pregunta, ¿qué es la sabiduría? La sabiduría, a la luz de la Biblia, es una virtud que nos capacita a entender la voluntad de Dios y aplicarla a las situaciones del diario vivir. Sabiduría no es lo mismo que conocimiento. Una persona puede tener mucho conocimiento pero carecer de sabiduría. Una persona puede tener mucha educación y haber sacado notas excelentes en la universidad sin ser una persona sabia. La sabiduría presupone conocimiento. Nadie es sabio sin conocimiento, pero una persona puede tener conocimiento sin ser sabio. Es más, un creyente puede haberse memorizado muchos versículos de la Biblia y aun así no ser sabio y no poder enfrentar los problemas de la vida con éxito. 

    ¿Por qué? Porque la sabiduría en la Biblia es una sabiduría práctica más que intelectual. Por eso la Biblia nos dice que si queremos ser sabios debemos observar a las hormigas. Busquemos Proverbios 6:6-8 “Ve a la hormiga, oh perezoso, Mira sus caminos, y sé sabio; La cual no teniendo capitán, Ni gobernador, ni señor, Prepara en el verano su comida, Y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.” ¿Por qué la hormiga es sabia? Porque ella reconoce la realidad de la vida y se adapta a la realidad: el verano es el tiempo de preparar la comida porque yo sé que no habrá comida en el invierno. En contraste el perezoso es el que ve la misma realidad fracasa en entenderla y adaptarse a ella y al final la realidad misma lo destruye. Jesús dice lo mismo cuando nos habla de los dos constructores uno que edifica sobre la arena y el otro que edifica sobre la roca. El sabio es el que edifica sobre la roca: cree la verdad que está en Jesús, reconoce que va a ser juzgado por ella y obedece a la misma. En cambio, el necio es el que escucha las palabras de Jesús y no las hace, no obedece, y en el día del juicio será destruido. Implica conocer la voluntad de Dios y aplicarla a las situaciones de la vida. 

    De repente vienen los problemas en la vida y nosotros no sabemos cómo resolverlos. Me debo operar o no. Yo no sé qué hacer con este marido mío, yo no sé qué hacer con mi esposa. Yo no sé qué más hacer para que mi hijo me obedezca. Yo no sé qué hacer con mi madre o mi padre. Yo no sé qué hacer con mi jefe, o este trabajo tedioso, este horario esclavizador, este bullying en la escuela, esta búsqueda de trabajo, este dolor insoportable, estos gastos impagables, etc. ¿Qué debo hacer? Lo primero es reconocer que no somos sabios y que necesitamos sabiduría. Ese es el primer paso para ser sabio, reconocer que no lo somos. Necesitamos sabiduría para enfrentar esta crisis. Y yo no soy sabio, humildemente lo reconozco. ¿Y ahora qué? En segundo lugar,

II. Reconocer cómo es Dios

    Hermanos, la Biblia nos dice que Dios es el único sabio. Que no hay sabio en este mundo excepto Dios. Dice Romanos 16:27 “al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén.” La conjunción “y” no aparece en el original griego. Lo que dice literalmente es el único sabio Dios. Dios es el único sabio. Él es el único sabio en este mundo. Y de Jesús se nos dice en Colosenses 2:2-3 “y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.” Y como Dios y Cristo son los únicos sabios es de ellos que debemos buscar sabiduría. Es del Dios Trino y uno que debemos buscar sabiduría. “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría”, ¿Qué debe hacer?  “pídala a Dios”. ¿Por qué a Dios? Porque Él es el único sabio en este mundo. Dios es la fuente y el origen de toda sabiduría. Solo Dios puede darla. Así que el llamado no es a leer más libros sobre el matrimonio, ni más libros sobre la crianza de los hijos, ni más libros para trabajar con problemas en el trabajo, y no niego que tengan cierto valor. Pero el llamado es a buscar de Dios la sabiduría porque Él es el único que la posee: Él es el único sabio en el mundo. Así que pídele a Dios sabiduría. 

    Y lo maravilloso de esto es que Dios se goza en darla. V. 5 “el cual da a todos abundantemente”. ¿A qué todos? A todos los que le pidan. No hay límite en el alcance de esa promesa. “El cual da a todos”. Dios es el Dios dador. Él es infinito en su bondad. Él se goza en dar. Nuestro Dios es un Dios deprendido. Es su placer dar. ¿Cómo lo sabemos? Porque El da: abundantemente. Él no es mezquino al dar. El da a manos llenas. La palabra abundantemente denota prontitud en dar, e implica liberalidad al dar. Dios es inclinado a dar con prontitud. Él no es como los que deciden si van a dar o no. Él es presto en dar. Él se goza en dar. El disfruta el dar. 

    Y no solo eso. A Él no le molesta que se le pida. V. 5 “el cual da a todos… y sin reproche”.  Santiago nos está diciendo en lenguaje boricua: no seas bobo pídele a Dios. Pero alguien diría, ¡pero ya yo le pedí! Eso es lo maravilloso de Dios que Dios da sin reproche. ¿Cuál es la idea? La idea es que no tengamos temor en ir y pedir a Dios cuantas veces sea necesario por sabiduría a Dios. El da sin reproche. A Él no le molesta el que vayamos muchas veces a pedir por lo mismo. La palabra sin reproche es “ἁπλῶς” que significa sin mezcla, sinceramente, sin emociones encontradas, sin remordimiento. Hermanos, cuando alguien da algo y le vuelven a pedir esa persona ya tiene la excusa de que ya le dio anteriormente. Por eso no nos atrevemos a pedir de nuevo. Pero eso no es así con Dios. Dios está presto a dar nuevas bendiciones sin fin, sin molestia, sin limitaciones. Así lo enseñó Jesús es Mateo 7:7 “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.” Así que podemos ir a Dios todas las veces que sea necesario pidiendo las mismas cosas y eso no es ninguna molestia a Dios. Nunca estará fuera de tiempo, nunca llamaremos en la hora menos indicada. Él siempre está presto a socorrernos. 

    Sin reproche también implica si sacarte en cara las cosas que te ha dado. Él no es como nosotros los padres que cuando le damos dinero a nuestros hijos y no lo usan sabiamente les decimos: esta es la última vez que te doy dinero. Dios no es así. Nosotros no somos sabios ni buenos administradores de las cosas de Dios y aun así Dios nos da de nuevo si le pedimos y nos da sin reproche, sin echarnos en la cara todas las veces que nos ha bendecido. 

    Pero en esta oración por sabiduría hay un requisito que llenar…

III. Hay que pedir u orar con fe

    V. 6 “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.” Hermanos, hay que orar con fe. Este es la forma correcta para orar. Hay que orar creyendo que Dios no solo nos escucha sino como dice Efesios 3:20 “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”.  

    Hay que orar con fe, “no dudando nada”. Ese es un requisito indispensable para la oración eficaz. Jesús mismo dijo en Mateo 21:21-22 “Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.” Por la fe testificamos que esperamos obtener de Dios la gracia que Él ha prometido. Es decir, hay que tener fe en las promesas de Dios. La fe descansa en las promesas de Dios teniendo la seguridad de que obtendremos lo que pedimos. Calvino dijo: “Nuestras oraciones no son escuchadas por Dios excepto cuando tenemos confianza de que obtendremos de Dios lo que hemos pedido”. Tenemos que orar con fe.

    Pero Santiago nos da una advertencia. V. 7 “No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.” El que duda cuando ora no recibirá cosa alguna del Señor. No recibirá nada. Hermanos, Dios castiga la incredulidad de los que dudan de sus promesas. El que duda es comparado “a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”. Ese es el que ora diciendo: Hoy, Dios sí puede, mañana, Dios no puede. Ahora espero en Dios, mañana tomo las riendas en mis manos. Hoy, no miento al gobierno y espero en el Señor que me defienda, mañana, miento porque no puedo esperar. No podemos dejar que el viento de las circunstancias y de las emociones domine nuestra vida. Tenemos que tomar control de nuestra vida en el poder de Cristo. Y descansar plenamente en que nuestro Dios no solo todo lo puede, sino que es nuestro Padre que nos ama, está al tanto de todo lo que sucede en nuestra vida y que ordena todo para nuestro bien. Cree en esto. 

    En cuarto lugar,

IV. Reconocer que Dios nos llama a tener un carácter consistente

    V. 8 “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.” Santiago nos dice que hay algunos que son hombres de doble ánimo, literalmente: de dos almas. Hay algunos que vacilan entre fe e incredulidad. Y nos dice que esta actitud se refleja en todas las áreas de la vida. “Es inconstante en todos sus caminos”. ¿Quién es este? Este es el que pide a Dios pero no pide con sinceridad. “Señor ayúdame a ser obediente, pero horita, ahora no”. Es el joven rico en Marcos 10: 17-22 “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.” Su pregunta era, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: debes hacer esto. Y qué contestó: no lo haré. Dios nos dice: cásate con un hermano o hermana creyente y rápido pensamos cuáles es la otra alternativa. Dios dice: las casadas sométase a su marido y pensamos cuál es el plan B. Maridos no sean ásperos con sus esposas y respondemos ella se lo buscó. Dios nos dice: cuando vayas a almorzar en la iglesia considera a los demás como superiores a ti mismo, pero qué hacemos no seguimos las reglas, no seguimos un orden, nos colamos, exigimos como si tuviéramos derecho a exigir algo que se nos da gratuitamente y sin necesidad ni obligación sino voluntariamente. 

    Pero nosotros no debemos ser así. Debemos ser un hombre de una sola alma. Hombres, mujeres y niños que confían plenamente en el Señor.  Buscando honrar al Señor en todo. ¿Y cómo yo lo hago? Obedeciendo su palabra, confiando en Dios. Buscando de El sabiduría para obedecer.  

    Quiera Dios que nosotros busquemos la sabiduría en el único que la posee el Señor Jesucristo confiando que Él se goza en darla, la da sin reproche a todos los que la pidan con fe.  

 

Sermón: Santiago 1:2-4 Gozo en las Pruebas

 

Texto: Santiago 1:2-4 “Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud. Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.”

 

    Esta semana pasada fue una semana interesante para mí. Eso es si podemos llamarla interesante. El martes pasado se supone que yo, como todos los martes, suba hacia la iglesia por la mañana. Pero Dios tenía otros planes. Resulta que Joel fue a hacer su matrícula de verano en CORA y la matrícula nos costó prácticamente el triple de lo que normalmente cuesta. Luego de enterarme de la noticia, “tranquilizarme” y aliviarme del síncope cardíaco fui a CORA para averiguar el porqué del precio y saber si estaba correcto o no. La triste noticia es que ese era el precio que había que pagar ya que hace cinco años habían aumentado ese precio, un precio fijo y sale más caro por ser estudiante de ciencias naturales. 

    Luego de eso voy de regreso a casa y me llama Jonathan indicándome que se dañó la cerradura de la puerta que va a la marquesina y que no hay manera de entrar a la casa. Llego a casa y efectivamente estaba dañada, no hay llave de las otras dos puertas así que estamos en la calle. Irma sale del trabajo a las 11:00 am para ver si una llave que ella tiene es de una de las otras puertas. Lamentablemente no era de ninguna de ellas. Me comunico con los ancianos para indicarles que no voy a llegar a la iglesia por la mañana pero que sí iba a llegar por la noche para la visita pastoral. Entonces rompo una de las cerraduras, la más frágil ya que la que se dañó es marca Toledo y es a prueba de golpes. Así que tengo que poner dos cerraduras.

    Voy a Wal-mart y compro las cerraduras y comienzo a montarlas. Ya eran las dos de la tarde. Pero las cerraduras son de doble llave y esas sí que dan trabajo. Yo no sé porque dice la caja que son fáciles de montar porque honestamente no es cierto. Y comienzo a montarlas y no cuadran. Y las pongo y las quito, y las pongo y las quito. Y me funcionan por un lado y no por el otro. Y el tornillo no entra. Después de varias horas a uno le comienzan a doler los dedos de tanto poner y quitar tornillos. A las cuatro llamo de nuevo para informar que no voy a poder llegar ya que todavía no había podido montar tan siquiera una de las dos. Y me excuso de la visitación pastoral y les digo que no voy a ir a la iglesia. Bueno, luego de 4 horas de trabajo por fin monto las contrallas perillas. Subo a lavarme las manos en el baño del segundo piso y el jabón no podía sacar la grasa de las manos así que decido bajar para usar líquido de fregar. Y cuando iba bajando me caigo por las escaleras. Me doy un cantazo en la rodilla derecha. Así finalizó ese día, lo más interesante.

    El miércoles voy de camino a la iglesia y luego de que paso el peaje de Arecibo se enciende la luz del aceite del carro. Y eso es serio. Se supone que uno lo apague inmediatamente. Pero estoy en el expreso, no hay garaje allí. Me estuvo raro porque hacía una semana y media se le había cambiado el aceite y el filtro. A duras penas llego a los Outlets de Barceloneta y me acuerdo que allí hay un car-wash y que cambian también aceite. Cuando llego estaba cerrado. Me voy a una gasolinera que hay cerca y compro dos aceites, pero el tapón del aceite no abre. Lo habían apretado demasiado. Pero veo que detrás del garaje trabajan con mecánica liviana, llevo el carro hacía allá y lo pueden abrir y le echamos el aceite. Gloria a Dios que la luz roja se apagó porque si no tendría que regresar a Isabela.  

    Hermanos, aflicciones y problemas siempre visitan nuestras vidas. Unas más serias que otras. Unas relativamente fáciles y otras terriblemente difíciles. Y la pregunta que debemos hacernos es, cuál debe ser nuestra actitud ante las aflicciones y las pruebas que nos visitan. De eso trata el pasaje que hemos leído. ¿Cuál debe ser nuestra actitud ante cualquier aflicción y prueba que nos visite? ¿Cuál debe ser nuestra actitud? Y Santiago nos dice que debemos tener una actitud…

I.  Positiva: alegre

    V. 2 “tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”.  Cuál debe ser nuestra actitud ante las pruebas: debe ser una actitud de alegría y gozo. ¿Cóóóómo? Así es. Es más Santiago dice no meramente tened gozo sino sumo gozo. En el original griego es: “Πᾶσαν χαρὰν”, literalmente: todo gozo. Ese es el énfasis del pasaje. Pero, ¿qué quiere decir Santiago cuando dice que debemos tener todo gozo o sumo gozo cuando os halléis en medio de las pruebas? Bueno no significa que nos gozamos por las pruebas en sí mismas. No es decir: me quedé sin trabajo, no tengo dinero para pagar la renta, ni para comida o tengo una enfermedad terrible. ¡Eso es lo mejor que me ha pasado en la vida! Hermanos, la Biblia no nos llama a pensar así. Pero sí nos llama a decir como dijo Job en Job 1:21 “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.” 

    Así que no es un gozo irracional. No es que no podamos llorar en algún momento. No es que no podamos sentirnos aturdidos en algún momento. Ni tampoco que no podamos traer nuestras quejas delante de Dios como vemos constantemente en los salmos. Si no que la actitud predominante en nuestra vida debe ser la de estar alegres en medio de las pruebas. Debemos tener una actitud positiva en medio de las pruebas. “Tened sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”. Es un mandato de parte de Dios, no es una sugerencia.   

    Así que no es un gozo irracional, ni tampoco un gozo parcial: como el payaso que ríe por fuera, pero llora por dentro. Dios dice: tened sumo gozo o todo gozo. Tiene que ser un gozo verdadero. No que estemos enseñando el doble seis en todo momento, pero una actitud positiva y de gozo debe caracterizar nuestras vidas cuando estemos en medio de cualquier prueba. 

    Fíjate que Santiago nos dice que debemos tener sumo gozo cuando “os halléis en diversas pruebas”. Y aquí hay dos palabras interesantes.  Una es el verbo halléis “περιπέσητε”: que significa: caer en las manos de. E implica lo inesperado de las pruebas. Se usa en Lucas 10:30 del hombre que “cayó en manos de ladrones” pero fue socorrido por el buen samaritano. Hermanos, cuando menos nos lo imaginamos los problemas y las pruebas vienen a nuestra vida. Pero son pruebas no buscadas por nosotros lo que Santiago habla aquí. No producto de nuestro pecado sino producto de la providencia divina. Y la segunda palabra es la palabra traducida: diversas “ποικίλοις”, que significa: de varias clases o de todas clases. Es decir, no es cuando las pruebas sean sencillas, como las que yo tuve esta semana, sino cualesquiera que sean esas pruebas: sean de salud, económicas, familiares, de todas clases y de cualquier intensidad. La palabra es toda inclusiva: no importa que sea la pérdida de un trabajo, la pérdida de la salud, la pérdida de un ser querido, el mandamiento es el mismo: “Tened sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”. Debemos tener una actitud positiva ante las pruebas. No debemos tener una actitud derrotista antes las pruebas. Ni una actitud depresiva ante las pruebas. Esa no debe ser nuestra actitud. Y, ¿cómo yo puedo hacer esto? Teniendo nuestros ojos puestos en Jesús.

    Hebreos 12:2-3 “corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,
puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”
Hermanos, no solo debemos poner nuestra mirada en Jesús como nuestro ejemplo a seguir sino también como nuestro salvador. Y tenemos que tener la actitud que Cristo tuvo en medio de las pruebas. Por el gozo del resultado Jesús menospreció el oprobio, el odio, la burla y el menosprecio del mundo. Y, ¿cuál otra actitud debemos tener?

II.   Solidaria

    V. 2 “Hermanos míos”. En esta pequeña carta Santiago se dirige a los creyentes con esta frase “hermanos míos”. En el original griego el orden de las palabras es importante. ¿Sabes por qué en este caso? Porque Santiago pone esa frase en medio de tened gozo y os halléis en diversas pruebas. Es decir, Santiago se presenta como un intercesor por ellos. Hermanos, en medio de las pruebas no debemos olvidar que no estamos solos. Santiago les quiso comunicar eso mismo a sus hermanos. Ustedes están sufriendo bajo persecución, los ricos los oprimen, han tenido que dejar su país natal, han dejado atrás sus casas, sus familias, sus trabajos. Pero en medio de ello Santiago les dice que hay un pastor que les ama y que está intercediendo por ellos. Y si hay un pastor orando por ellos, hay también una iglesia orando por ellos. 

    Es bien común sentirnos solos en medio de las pruebas. Sentirnos que nos hemos quedado solos aquí en el mundo. Pero eso no es cierto. Hermanos, en medio de la prueba mantén una actitud solidaria. No estás solo en las pruebas. Hay una iglesia que te ama, que se duele de tu dolor, que se identifica con tu dolor y sobre todo que ora a Dios por ti: que Dios te bendiga, te dé fuerzas, te guíe en medio de la oscuridad, que te provea lo necesario para enfrentar las pruebas. Mantén una actitud solidaria.

III. Teleológica: propósito

    V. 3 “sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”. ¿Por qué podemos enfrentar, con gozo, cualquier tipo de prueba que venga a nuestras vidas? Porque sabemos que Dios tiene un propósito para enviarnos las pruebas, cuál es, que crezcamos en paciencia. Santiago dice: “la prueba… produce paciencia”. Y esto es algo bueno para nosotros. Fíjate lo que está diciendo aquí la palabra de Dios. Dios tiene un propósito en las pruebas. Las pruebas no vienen a nosotros por la casualidad. Dios gobierna este mundo. Y no solo eso. Como nos vienen diversas pruebas y su propósito es que crezcamos en la paciencia, entonces concluimos que Dios se interesa más por nuestro carácter que por nuestro confort.  Lamentablemente nosotros somos al revés: nos interesamos más por nuestro confort que por nuestro carácter. Por eso Dios es Dios. Él sabe lo que hace. 

    La palabra paciencia es una palabra interesante. La palabra es “ὑπομονήν”. Es una palabra compuesta de “ὑπο”, debajo, y “μονήν”, permanecer. Es una palabra activa, es decir, no significa resignación, sino permanecer. En Puerto Rico diríamos “yo no me quito”, es decir, yo me quedo y lucho. No me resigno sino: yo peleo la buena batalla. ¡Cuán distinta es la sicología a la sabiduría de Dios! La sicología te dice: tienes que aceptar que tu padre es alcohólico. Eso es buena sicología, pero mal cristianismo. A lo cual diríamos: yo sé que él es alcohólico, su pecado lo llevó al alcoholismo y él tiene que cambiar. 

    Dios, quien es infinito, eterno e inmutable en su sabiduría nos dice: permanece en la batalla, no te rindas, sigue siendo fiel, confía en mí en medio de tus pruebas. Yo estoy contigo. Esa debe ser nuestra actitud ante las pruebas. 

IV. Espiritual: visión espiritual

    V. 3-4 “la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.” Lo primero que deseo que vean es que las pruebas no son otra cosa que “la prueba de vuestra fe”. Es decir, debemos tener una perspectiva espiritual más que física de las pruebas. Yo sé que muchas de las pruebas que vienen a nuestra vida tocan el cuerpo: dolores de espalda, de pies, de rodillas, de cabeza, de estómagos, del corazón, de la sangre, etc. Pero Dios nos enseña en su palabra que todas y cada una de las pruebas que nos vienen son pruebas de nuestra fe. Dios prueba nuestra fe para ver si somos fieles a El― inamovibles en nuestra fe y fidelidad. 

    Pero nos dice algo más el pasaje. Nos dice: “Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”. LBLA lo traduce así: “y que la paciencia ha de tener su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada.” ¿Qué significa eso? Significa que hay que dejar que la paciencia llegué a término. No debemos interrumpir el proceso santificador que Dios tiene con respecto a la paciencia. Si interrumpimos el proceso éste no se completa. Por ejemplo: Una persona se rompe una pierna y se le pone un yeso. Y el yeso lo tiene que tener puesto por 3 meses. Pero qué es lo que pasa. Muchas personas no esperan por los 3 meses y se quitan el yeso antes de tiempo. Eso no está bien. La paciencia “ha de tener su perfecto resultado”.   Hay que permitir que el escultor termine su obra, finalice su obra. Y, ¿cuál va a ser el resultado? “Para que seáis perfectos y cabales o completos, sin que os falte nada”. Es decir, para que madures en la totalidad de las áreas de tu vida. No solo que crezcas en la paciencia sino también en la esperanza, en el dominio propio, en el gozo, en la paz, en la mansedumbre, en la templanza; en todo el fruto del Espíritu. 

    Así que hermanos, cultivemos estas actitudes en medio de las pruebas. Seamos positivos: tengamos gozo en medio de las pruebas, seamos solidarios: no estamos solos en medio de ellas, veamos que hay un propósito en las mismas: que seamos pacientes, y que toda prueba es la prueba de vuestra fe: dejemos que el escultor termine su obra en nosotros. Porque el resultado traerá un impacto increíble a favor del cristianismo para la gloria de Dios. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sermón: Santiago 1:1 ¿Quiénes somos?

Texto: Santiago 1:1 “Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud.”

            Hoy comenzamos una serie de sermones sobre la epístola de universal de Santiago. Nuestro propósito es exponer toda a epístola de Santiago. Y conocer así todo el consejo de Dios contenido en esta corta pero importante epístola.

            En el día de hoy queremos darle un panorama general de la carta. Queremos darle una introducción de tal manera que les ayude a entender la misma. Desde ahora les sugiero que, como vamos a estudiar esta carta desde principio a fin, la lean toda desde el principio al fin para que sea de mayor provecho para entender los sermones.

I. El Autor

            Ahora bien, la epístola comienza identificando al autor de esta carta. Y nos dice que fue escrita por Santiago. En los tiempos bíblicos era costumbre escribir desde el principio quién era la persona que enviaba la carta. Hoy día es al revés. Para nosotros saber quien escribe la carta tenemos que leer la parte final de la carta donde aparece la firma de quien la envía. En los tiempos bíblicos se identificaba desde el principio.

            Así que el autor de esta carta se llama Santiago. En el griego es: Iácabos, de donde proviene Jacobo. Así que el nombre Jacobo, Santiago y Diego son lo mismo.  ¿Pero quién es esa persona? De los 6 Santiago que se conoce en la Biblia solo 2 se presentan como posibles autores. El primero era el apóstol Santiago, uno de los doce y hermano del apóstol Juan. Pero los eruditos lo han descartado por el hecho de que el apóstol Santiago fue asesinato por Herodes Agripa I en el año 40 DC. Por ejemplo, en Hechos 12:1 “En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan”. El rey Herodes es Herodes Agripa I, nieto de Herodes el Grande el que mandó a matar a todos los niños menor de 2 años buscando matar a Jesús. Su nieto era tan cruel como su abuelo. Se descarta al apóstol Santiago por haber sido asesinado muy temprano en la historia de la iglesia.

            El otro Santiago que los eruditos han considerado como el autor de esta carta lo fue Santiago, el medio hermano de Jesús, hijo de María y José. ¿En qué basan su conclusión? La basan por lo menos por 3 cosas:

1. Santiago, el medio hermano de Jesús, es considerado en la Biblia uno de las columnas de la iglesia de Jerusalén. Si buscamos en Gálatas 2:4 “y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.” Y como la carta no tiene apellido entienden que como dice Santiago todo iban a pensar en aquel que la columna de la iglesia de Jerusalén. Y a quien en la misma carta a los Gálatas se le da el título genérico de apóstol. Gálatas 1:19 “pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor.”

2. Las palabras que utiliza Santiago en la carta y las que utiliza Santiago en el concilio de Jerusalén, el cual él presidió concuerdan. Hay una gran similitud entre ellas.

3. La historia de la iglesia ha documentado bien el hecho de que fue Santiago, el medio hermano de Jesús, quien escribió esta carta.

            Por estas razones y otras más los eruditos entienden que el Santiago que escribió esta carta lo fue Santiago, o Jacobo el medio hermano de Jesús.

            ¿Qué podemos decir acerca de Santiago? Lo primero, que él, al igual que sus hermanos, al principio no creía, en Jesús. Juan 7:5 “Porque ni aun sus hermanos creían en él.”  Como Jesús decía: no hay profeta sin honra excepto en su propia tierra. Pero después de la resurrección, Jesús se le apareció a Santiago y él vino a ser uno de sus discípulos y un gran líder en la iglesia de Jerusalén. 1 Corintios 15:7 “Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles”. Así que Santiago se convirtió después de la resurrección de Jesús.

II. La Fecha de Composición

            ¿Para cuándo se escribió la carta? Al leer la carta vemos que el cristianismo ya ha sido establecido de tal manera que no solo ya es objeto de persecución sino también de opresión por parte de algunos en la iglesia. Por el hecho de que el Concilio de Jerusalén que aparece en el capítulo 15 del libro de los Hechos y que ocurrió entre los años 48-49 DC., no es mencionado, los estudiosos fijan la fecha de la composición para los primeros años de la década de los 40 DC. ¿Qué implica esto? Implica que la carta de Santiago es el primer libro del NT. Antes que los evangelios fueran escritos ya había sido escrita la carta de Santiago. Es el primer documento del NT.  Así que el primer libro escrito del NT no es Mateo sino la epístola de Santiago. 

III. Los Destinatarios

            ¿A quiénes escribe Santiago? Nos dice Santiago 1:1 “a las doce tribus que están en la dispersión”. Cuando dice a las doce tribus sin lugar a dudas se refiere al pueblo judío. El pueblo que estaba dispersado por todas las regiones de Asia Menor y el Imperio Romano. Pero como les habla acerca de su fe en Cristo entonces entendemos que se refiere en primer lugar a los creyentes judíos quienes eran los primeros cristianos. Los primeros cristianos eran judíos, así como los apóstoles.

            Y como la carta no es enviada a una iglesia o persona en particular, esta carta al igual como Hebreos, 1 y 2 Pedro, 1, 2 y 3 Juan, y Judas son conocidas como las Epístolas Universales, o Generales.   

IV. Mensaje

            ¿Cuál es el mensaje central de la carta? Santiago busca explicar la diferencia entre la religión vana y la religión pura. La vida cristiana es una vida costosa. La gracia que salva no es una gracia barata. Dios no nos salva para que sigamos igual. Cuando Dios nos salva Él nos transforma. El hace que nuestra mente, nuestra voluntad y nuestras emociones sean puesta en una nueva dirección. Y las pruebas y las aflicciones son los instrumentos que Dios utiliza para que demostremos si somos o no cristianos.

            Esta carta es el libro sapiencial del NT, un libro de sabiduría, así como lo es Proverbios. Es un libro práctico que nos llama a vivir para Dios en obediencia a su palabra.

            Ahora bien, qué es lo que Santiago desea enseñarnos en este primer versículo. Santiago procura enseñarnos cómo debemos vernos a nosotros mismos. ¿Cuándo tú te miras en el espejo a quién tú ves? ¿Quién es ese hombre, mujer, joven que tú ves en el espejo?  Santiago nos dice que tenemos que vernos como lo que somos. ¿Qué somos? V. 1 “siervo de Dios y del Señor Jesucristo”. La frase siervo de Dios se refiere en primer a los ministros de la palabra. Por ejemplo, Moisés es llamado en Josué 1:13 “Acordaos de la palabra que Moisés, siervo de Jehová, os mandó diciendo: Jehová vuestro Dios os ha dado reposo, y os ha dado esta tierra.” Así debemos ver a los pastores, ellos son siervos de Dios. Y esto implica que Dios los ha llamado y les ha dado autoridad para hablar en nombre de Él. Pero ellos no son amos, son siervos, son servidores de Dios para tu bien. Así debemos verlos.

            Pero la frase también se usa de todo hijo de Dios, de todo creyente. Romanos 6:22 “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios”. Todo creyente es un siervo de Dios.  

            Entonces, ¿quién tú eres? Tú eres un siervo de Dios y del Señor Jesucristo. Eres tanto siervo de Dios, es decir, del Padre. Pero eres siervo también del Señor Jesucristo. Eres tanto el siervo de uno como del otro. Y esto implica que Jesús tanto Dios como el Padre es Dios. ¿Por qué? Porque ambos están en el mismo plano. Somos siervos tanto del uno como del otro. No somos más siervos del Padre de lo que somos del Hijo. Somos tanto siervos del Padre como lo somos del Hijo. Y esto implica que nuestro amor por ambos es igual. Y si es igual entonces reconocemos que Jesús es Dios como el Padre. Así que somos siervos tanto de Dios como del Señor Jesucristo.

            Ahora bien, somos siervos de Dios. Y la palabra siervos en griego es “doulos”, que significa esclavo. Somos esclavos de Dios por la gracia de Dios. Le pertenecemos porque Cristo nos ha comprado. Como dice 1 Corintios 6:20 “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. Por naturaleza éramos esclavos de Satanás. Y Él es un mal amo. Él es un amo cruel. Él es un amo que busca destruirnos. Servirle a él trae una paga y esa paga es la muerte. Pero Cristo Jesús nos libró de la esclavitud cruel de Satanás. Y el precio de ese rescate lo fue el sacrificio de su vida. El dio su vida por nosotros para rescatarnos de Satanás. Y ahora somos esclavos de Jesús. Pero Jesús es un Amo maravilloso. Es un Amo que busca nuestro bien. Un Amo que no oprime ni maltrata. Un Amo que es santo y digno de imitar. Un Amo que reconoce nuestra debilidad. Uno que no nos abandona, aunque fallemos. Un Amo que nos defiende. Uno que siempre está con nosotros en las buenas y en las malas. Y uno que nos enseña a amar a Dios y nos capacita a servir a Dios con alegría. Que nos fortalece con su fuerza para soportar las pruebas y las tentaciones que nos vienen a diario. Uno que nos lleva a la gloria. Todo eso es lo que implica que Jesús es Señor. ¡Qué hermosos es tener a Jesús como nuestro Señor, Salvaor y Rey!

              Y si somos siervos de Dios y del Señor Jesucristo esto implica que nosotros no vivimos para nosotros mismos. Él es nuestro Amo y nosotros somos sus súbditos. Y nuestro deber es obedecer a nuestro Salvador. Tenemos que pensar como piensan los siervos de Dios.  Nuestra mente es sujeta a la mente de Dios. Y nuestros pensamientos tienen que seguir los pensamientos de Dios porque somos siervos de Dios. No estamos a nuestra propia libertad. Todas nuestras ideas que tenemos sobre el mundo, sobre la vida, etc. deben ser las ideas que Dios tiene de ellas. ¿Por qué? Porque somos siervos, esclavos de Dios y del Señor Jesucristo. Y si esto es así, entonces, nuestras ideas acerca del matrimonio deben ser las ideas que Dios tiene de ellas. Fue Dios quien lo diseñó. Fue Dios quien lo instituyó. Y Él nos dice que los siervos de Dios se casan con las siervas de Dios; el creyente con el creyente. Y si ambos deciden unir sus vidas deben comenzar con el pie derecho. ¿Cuál? Celebrando la misma con una ceremonial formal pública. Hermanos, la convivencia no es la institución divina. Los que conviven viven en desobediencia a Dios. Y nosotros como siervos de Dios somos llamados a vivir como Dios nos manda en su palabra. ¿Por qué? Porque nosotros no vivimos para nosotros sino para Aquel que murió y resucitó para nuestra salvación. Busquemos 2 Corintios 5:15 “y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.” Hermanos, así debemos vernos como aquellos que no vivimos para nosotros mismos con nuestras ideas, nuestra vida, nuestras decisiones, sino para Aquel que sacrificó su vida, fue molido por nuestros pecados para nuestra salvación.

            Si somos siervos debemos pensar como siervos. Y esto implica íntegros en nuestra fe. El siervo es uno íntegro en su palabra. Su Sí es Sí y su No es No. Por ejemplo, si yo acordé encontrarme con alguien a 12:00 pm y por alguna razón no voy a poder llegar es mi deber como siervo de Dios llamar a esa persona con anticipación y excusarme.  Es mi deber cumplir puntualmente con mis compromisos. ¿Por qué? Porque somos siervos de Dios. Yo no creo que Jesús llegara impuntual a un compromiso adrede. Yo no puedo visualizar a un Jesús llegando tarde a una sinagoga un día de reposo.

            Hay un punto importante que señalar. Es la gracia de Dios la única que nos puede capacitar para obedecer como siervos. Es porque somos siervos salvados por la gracia de Dios, cuya gracia necesitamos a diario, que podemos obedecer. Obedecemos por la gracia. Somos salvos para obedecer, no obedecemos para ser salvos. “Por gracia sois salvos”.

            Santiago nos dice algo más en este primer versículo. Fíjate que, aunque Santiago es el medio hermano de Jesús, él no hace alarde de esto. Él se identifica como Santiago siervo del Señor Jesucristo. El reconoció a Jesús como su Salvador. Él no dice: aquí escribe Santiago una de las columnas de la iglesia de Jerusalén. Él se complace en ser llamado siervo de Dios y del Señor Jesucristo. ¡Qué hombre humilde! Así debemos ser por la gracia de Dios. Es la gracia de Dios la única que nos puede hacer humildes, así como Jesús fue humilde. La humildad, es decir, el pensar de nosotros con cordura y no pensar de nosotros más de lo que demos pensar, considerando los demás como superiores a nosotros mismos, debe caracterizar nuestras vidas. Como dice 1 Pedro 5:5 “todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes”. ¿Trabajas en ser un creyente humilde? ¿Reconoces que no lo sabes todo? ¿Consideras a tu hermano que está a tu lado, que tal vez no tiene tu educación, ni tus experiencias, como superior a ti?

            Quiera Dios que aprendamos a vernos cómo realmente somos: siervos de Dios y del Señor Jesucristo, reconociendo que no vivimos para nosotros mismo si no para Aquel que nos rescató de la esclavitud de Satanás y nos da la libertad de los escogidos de Dios para vivir en humildad todos los días de nuestras vidas. Amén.