Mateo 5:14-16 “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. 15 Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. 16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
Yo no sé si algunos de ustedes han ido a ver el Faro los Morrillos. Este es el faro de Cabo Rojo. Fue construido en el 1882 con miras a ayudar a los barcos que venían del Caribe atravesar el canal de la Mona hacia el Atlántico. La función del faro es bien sencilla: es dar luz a los barcos en medio de la oscuridad. Es una guía para evitar que los barcos encallen y se hundan.
En un sentido eso es lo que tú eres si estás en Cristo Jesús. Eres como un faro que ayuda a disipar las tinieblas. Dios te ha hecho un faro o más bien como dice Jesús: una luz en el mundo. Y este pasaje nos enseña algo muy importante:
Proposición: Porque Cristo nos ha hecho la luz del mundo nosotros debemos brillar.
I. Cristo nos ha hecho luz del mundo
V. 14 “Vosotros sois la luz del mundo. Literalmente del griego: “vosotros mismos sois”. Es enfático. Eso es lo que tú eres. No mires a nadie. No mires para el lado. No esperes por alguien más. Eres tú y solo tú la luz del mundo. Solo los creyentes en Cristo son la luz del mundo. Si no eres creyente, si Cristo no es tu Rey y Señor del todo de tu vida no eres luz ni hay luz en ti.
Pero si eres un hijo de Dios El te ha hecho luz. No lo eres por ti mismo. Tú eres como la Luna que no brilla con luz propia sino la que recibe del sol. Eres luz porque Cristo Jesús, quien es la Luz del mundo ha brillado en tu corazón y vida. Es El quien te ha hecho la luz del mundo porque solo Él es la luz. Desde el AT Dios ha revelado que el Mesías sería luz de salvación. En Isaías 42:6 “Yo Jehová te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones,”. Y Jesús dijo de sí mismo en Juan 8:12 “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” Porque Jesús es la luz del mundo, el que le sigue, le ama, le adora, lo recibe como Señor y Salvador no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. De sí mismo dijo en Juan 9:5 “Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.”
Y tú creyente como eres de Cristo Él te ha hecho luz. Claro está, no eres luz por ti mismo. La luz que brillas no es tu luz sino la luz del evangelio enseñado por ti y modelado por ti. No son tus virtudes sino las gracias del Espíritu lo que es la luz. No son tus ideas por más buenas que sean, sino la verdad de Dios revelada en su Palabra: sea gracia o sea ley.
Ahora bien hermanos. La luz y el mundo son dos cosas distintas. Al decir que somos la luz del mundo lo que implica es que el mundo, el cosmos mismo, está en tinieblas. ¿Entiendes eso? El mundo sin Cristo es un mundo a obscuras. Estas palabras nos recuerdan la misma creación. Cuando Dios creó los cielos y la tierra, la tierra estaba desordenada y vacía. Las tinieblas cubrían la faz del abismo. Pero esas tinieblas solo pueden ser quitadas por Dios. Por el Dios Trino y uno. Fue la obra conjunta de las tres personas de la Trinidad lo que trajo orden y luz al mundo. El Espíritu de Dios se movía sobre las aguas: dándole vida y orden, llenando lo vacío y organizando lo desorganizado. Y Dios dijo: sea la luz y fue la luz. La Palabra de Dios, el cual es Cristo, es la que da luz y vida a este mundo. Dios Padre obró por medio de la Palabra o el Verbo de Dios en el Espíritu y entonces hubo vida, luz, orden, llenura. El mundo sin Cristo es un mundo desordenado y vacío. Eso eras tú. Eso era yo. Vivíamos en tinieblas. Buscábamos satisfacer los deseos de la carne. Nuestra filosofía de vida era la filosofía del mundo y los valores que nos gobernaban eran los valores del mundo contrarios a la voluntad de Dios. No había temor en pecar. No había remordimiento en no adorar a Dios. El “bien” que hacíamos no era para la gloria de Dios sino para nuestro bien o del prójimo pero jamás motivado por el amor a Dios. Éramos egocéntricos, mundanos, carnales, envidiosos, codiciosos, nuestro dios eran nuestros placeres carnales. Mira el retrato de nuestra vida en Efesios 2:1-3 “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.”
Pero Cristo nos rescató. “Él nos dio vida”. Quitó de nosotros las tinieblas. Nos dio luz y vida cuando el evangelio de Jesucristo brilló en nuestros corazones. Y esta obra de salvación es descrita por Pablo como una obra parecida a la obra misma de la creación. 2 Corintios 4:6 “Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.”
Tú más que nadie sabes lo que son las tinieblas. Te recuerdas del huracán María. Cuán triste, frustrado y deprimido estabas por la ausencia de la luz. Y cuanto gozo y celebración tenías cuando llegó la bendita luz. Así mismo debes de estar alegre porque antes eras tinieblas, no que tenías tinieblas, sino que eras tinieblas. Pero la luz del evangelio resplandeció en tu alma. Cristo quien es la luz del mundo se reveló a ti. Y te hizo luz. Eres ahora la luz del mundo.
Y como eres luz no puedes sino brillar. Este es el segundo punto.
II. Como eres luz tu deber brillar
Como eres luz, no puedes sino brillar. Jesús prueba y argumenta su punto dándonos dos ilustraciones.
La primera. Nos dice Jesús: Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Tú no puedes esconder lo que es visible. Si una ciudad está sita sobre un monte, inevitablemente todo el mundo la verá. No se puede ocultar. Es imposible que seas una luz que no alumbre. Si eres luz no puedes sino alumbrar. Es inevitable. Esto es un argumento lógico de Jesús. El argumento se cae de la mata. No se puede ocultar lo que es visible.
El segundo argumento de Jesús es otro argumento lógico y de sentido común. En otras palabras, Dios no nos hizo luz para que nos escondamos o ocultemos lo que somos y ocultemos la luz. No. ¿Para qué encendemos una lámpara? Para que dé luz a todos los que están en la casa. Como Dios nos ha hecho luz, nosotros debemos alumbrar en todo lugar, a todos los que nos ven, los que están cerca de nosotros. El propósito de encender una lámpara es la de que alumbre. Así Dios te ha hecho. Eres luz. Esa es tu identidad en Cristo Jesús. Y El te dice sé lo que eres. Vive como cristiano porque eres cristiano. Como Cristo te ha hecho luz es tu deber brillar. Y te pregunto ¿estás brillando? Es tu deber brillar.
III. Es tu deber brillar
V. 16, de la misma manera. Outos. Como eso es así: brilla. O la luz de vosotros o vuestra luz brille, “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres” enfrente de o en la presencia de o delante de, los hombres, o los seres humanos, todas las demás personas, con el propósito de que vean las buenas obras. Vivan del tan manera, vivan según las bienaventuranzas, para que los demás vean vuestras buenas obras.
Yo entiendo que hay una distinción aquí. Una es las buenas obras. Y otra, la luz que permite que se vean las buenas obras. ¿Por qué? Porque muchos, incluso no creyentes, hacen cosas nobles (útiles) para los demás. El impacto no solo es que vean las buenas obras sino que haya una luz que permita que vean las buenas obras. En otras palabras, se dice por ahí que un acto habla más que mil palabras. Pero aquí debe haber un acto respaldado por una vida que vive las bienaventuranzas. Es decir, solo cuando nuestras buenas obras son respaldadas por una vida: humilde, sensible al pecado de uno y del mundo, una vida mansa, pacífica, pura, con hambre y sed de justicia, es que el mundo verá nuestras buenas obras y serán llevados a preguntarse, de ¿dónde tiene éste estas palabras? Y dirán: esa es la vida que yo deseo tener, esa es la felicidad que yo deseo, ese es el Dios que es verdadero. Porque al ver eso reconocerán que no lo somos por nosotros mismos, sino por la gracia de Dios en nosotros. Ellos son tan pecadores como nosotros. No es por ellos sino porque Cristo los hizo luz. Porque Cristo nos sacó de las tinieblas. Porque Cristo puso orden a nuestras vidas. Porque Cristo llenó nuestro ser. Porque Cristo mora en nosotros por su Espíritu.
Y darán gloria, alabanza y honor, no a ellos, porque no es por su virtud y poder interior y por ser positivistas que hacen buenas obras. La gloria no es para ellos sino para vuestro Padre, no el que está en la tierra, no a la manera tan excelente en que fuiste criados sino a vuestro Padre que está en los cielos. El único que transforma vuestras vidas.
IV. ¿Cómo nosotros brillamos? ¿Cómo lo hacemos?
1. Los hacemos en nuestras personas.
Eso es lo que Jesús nos enseña cuando dice “vosotros sois la luz del mundo”. Eso es lo que eres. Y también cuando enseñó las bienaventuranzas. Dios espera y demanda de nosotros que vivamos como cristianos. Que el mundo vea a Cristo en nosotros. Vea que somos misericordiosos, pacientes, puros, que hablamos la verdad, íntegros, amables, responsables, que nuestro Sí es Sí y nuestro No es No. Que somos puntuales, dedicados, que cedemos el paso, que decimos gracias, abrimos la puerta, que somos sinceros, respetuosos, fieles a nuestras promesas y votos y a nuestra palabra aunque sea perjudicial a nosotros, abnegados, etc. Efesios 5:8 “Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz”.
2. Lo hacemos con nuestras palabras. En estos días cuán importante y medular es que nosotros hayamos brillado. En medio del caos político nosotros brillamos cuando disipamos la luz verdadera de la voluntad de Dios. Algunos hablaron mal del gobernador y del gobierno en general. Residente dijo: yo no creo en los gobiernos. ¿Es esa la enseñanza bíblica? El gobierno es creado por Dios. La política es parte esencial de la vida de los pueblos. El problema no es el gobierno, el problema es olvidar que los que gobiernan son pecadores. Y por tanto todos tienen que ser monitoreados. Y debemos presumir que van a fallar. Otros comenzaron a insultar al gobernador. Ese es el momento para brillar y decirle a los que se burlan que hay que respetar el oficio del gobernador. No significa que estemos de acuerdo con sus ideas, ideales, políticas, etc. Pero hablar despectivamente de la persona del gobernador, por parte de los cristianos, no es brillar con la luz de la Palabra de Dios. No es lo mismo decir: el gobernador de PR ha tomados decisiones erradas, falsas, abusivas, irracionales, injustas, etc. Y otra cosa es decir: el imbécil, el estúpido, el bruto, etc. gobernador tomó decisiones dictatoriales, etc. No es lo mismo ni se escribe igual. La iglesia tiene un ministerio profético de declarar la voluntad de Dios. Y de iluminar con la verdad en todas las área de la vida.
Tú alumbras con la luz de la verdad. No tú verdad sino la Verdad de Dios. Ellos deben ver a Cristo en tus ideas y opiniones. Tu opiniones en última instancia no cuentan sino las verdades de Dios reveladas en su Palabra. ¿Es tu idea de la vida uno correcto y bíblico? ¿Es tu idea del matrimonio y las relaciones entre un hombre y una mujer bíblica? ¿es tu idea del trabajo, del dinero, del tiempo, de la iglesia, del diezmo, del servicio a la iglesia, de la disciplina bíblica, de las aflicciones, de las tribulaciones que vienen a tu vida una bíblica, del dolor, del propósito de la vida, etc.? Como dice Filipenses 2:15 “para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo;” Nosotros resplandecemos solo cuando vivimos la verdad y hablamos la verdad.
Y sobre todo cuando enseñamos el evangelio a los perdidos. Dios te ha hecho luz en Cristo para que lleves la luz del evangelio a los que están en tinieblas. Esa es la misión de la iglesia. Y tú eres parte de la iglesia. Cuando regalas biblias, tratados, invitas a otros a la iglesia, regalas libros bíblicos, modelas la verdad del evangelio, corriges las ideas erradas de los no creyentes, estás siendo luz para salvación en los que se salvan.
Y qué gozo da el ser de ayuda a otros para entiendan la verdad. A diferencia de la luz inanimada nosotros somos luz animadas. Y disfrutamos y nos alegramos cuando otros reciben el evangelio o podemos instruir a otros a pensar bíblicamente. Hay una satisfacción que solo lo conocen los que lo han hecho. El gozo de Cristo por ver almas salvadas lo llevó a soportar dolor, traición y la misma muerte. El gozo de ver a otros venir a Cristo por medio de nosotros debe motivarnos a brillar la luz del evangelio en los que perecen.
3. Debemos brillar con nuestras buenas obras. Aprendamos a darnos a los demás. A dejar de servirnos a nosotros mismos y a los nuestros solamente y sirvamos a los hermanos de la fe. Como Cristo que no vino a ser servido sino a servir a los demás así debemos hacer nosotros ya que somos seguidores e imitadores de Él. Pero también debemos servir a nuestro prójimo. Y esto no una vez al año sino debe ser algo constante. Debemos pensar en cómo yo puedo servir a mi prójimo, a mi comunidad, a mis vecinos, a mi país, a los necesitados.
Te pregunto, ¿estás brillando con tu vida, con tus palabras con tus obras?
Hermanos, este es el mensaje de Dios para ti. Porque Cristo nos ha hecho la luz del mundo nosotros debemos brillar (con nuestras personas, con nuestras buenas obras y con nuestras palabras). A El sea la Gloria.