Que no sea yo, dejándome tú

 

A ti clamaré, oh Jehová.
Roca mía, no te desentiendas de mí,
Para que no sea yo, dejándome tú,
Semejante a los que descienden al sepulcro.

Salmos 28:1 (RV1960)

Un día visité el río El Ataúd con unos amigos y le llamaban de esta forma porque las corrientes subterráneas tenían fama de matar a los más hábiles nadadores. Es un lugar tan maravilloso como peligroso. Al bajar por unas piedras resbalosas encontré un lugar particular. Fuera del bullicio de las corrientes, estaba una piedra fuerte, no de un tamaño monumental, sino casi de escala humana. Anclada allí, servía como escudo entre las corrientes y tenía forma como de una mano abierta. Allí estuve algún tiempo en un silencio increíble, agradeciendo a Dios por su inmutable amor, por su protección y por su fidelidad. Abrazando esa roca, un poco agotado de nadar por las corrientes, comparo lo que remotamente experimentaba el salmista aquí.

Roca mía, no te desentiendas de mí
No, David no le andaba hablando a las rocas, David le hablaba a la Roca de la Salvación que es Cristo Jesús (1 Cor 10:4). La palabra que utiliza me fascina "no te desentiendas de mí" que significa, dejar por completo o guardar silencio. Desentenderse es acabar toda relación. Sin embargo, el salmista contendía con Dios para que nunca esto sucediera, lo que podría traducirse a nuestro lenguaje contemporáneo; “No me sueltes Dios, pues vendría a ser un muerto si me dejas a mis propias fuerzas.”

¿Acaso tienes una desesperación por Dios tal, que confías tu vida en sus manos?
Si la Roca Espiritual se desentiende contigo, lo que te espera es peor que el ataúd (Rom 9:29). Pues es la Roca la que te sostiene a ti y no tú a la Roca, pues dice:

"Para que no sea yo, dejándome tú"

Tú, a tus propias fuerzas y separado de Jesús, nada con valor eterno podrías hacer. Mas aun, si Él se desentendiera de ti hoy, comenzaría tu descenso a tu sepulcro espiritual, su primera compañía sería para ti un recuerdo amargo y lejano, el gozo de su presencia fuera cambiado por tu imagen solitaria en el espejo, sus promesas fueran solo fantasmas de tu memoria y te irías debilitado recordando tu propio desprecio. Pero Él no hará así con sus hijos pues contamos con innumerables promesas que nos dan la seguridad de que nuestra salvación es muchísimo más firme que cualquier roca. Quiera Dios que hoy te afirmes en la Roca de Salvación Cristo Jesús y que recuerdes que nada te puede separar del amor de Dios en Jesús.

"Salva a tu pueblo, y bendice a tu heredad;
Y pastoréales y susténtales para siempre.'

—Salmos 28:9 (RV1960)