El pueblo que sabe aclamarte

Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte;
Andará, oh Jehová, a la luz de tu rostro.
En tu nombre se alegrará todo el día,
Y en tu justicia será enaltecido.
Porque tú eres la gloria de su potencia,
Y por tu buena voluntad acrecentarás nuestro poder.
-Salmos 89:15-17

La vida es muy corta para una gloria infinita
Dios es infinito y su gloria no tiene límites. Por esto, es que cuando le alabamos tenemos la sensación de entrar a un gozo ilimitado y sin embargo, nuestras facultades de adorar se hacen cortas para un ser tan glorioso, se agotan. Nuestra existencia en la tierra es muy corta para adorar a el Dios de una gloria infinita. Necesitamos una eternidad y no solo esto, mejores facultades para adorar a Dios por siempre. Pero qué hermoso poder alabar a Dios ahora. Tener boca, ojos, manos y pies. Un corazón derretido por su amor y gracia. Una mente que puede pensar en las maravillas de la gracia y las bondades de Dios.

El salmista exclama:
“Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte”(v.15)

La palabra aclamar viene del hebreo teruá; que puede significar clamor, aclamación de alegría o grito de batalla, toque de trompetas, aclamar, estrépito, estruendo, grito de guerra, júbilo, pregón, son, sonar, tocar, vocerío.

Hubo un tiempo cuando el pueblo de Israel volvía de la cautividad, a renovar el templo destruido en donde no se distinguía la voz del lamento de la voz de alegría. Unos alababan mientras otros lloraban. Unos recordaban lo que habían perdido y otros miraban hacia el futuro esperanzador. Parecía no haber unidad de propósito. Aclamar significa, tocar una trompeta clara o un grito de batalla. Salir de nuestro caparazón de melancolía para ver la gloria vívida, cristalina y real de la luz del rostro de Dios, Jesucristo.

Podemos hablar transparentemente con Él a la luz de su rostro.
Al descubrir que estamos justificados por gracia en Jesús, entendemos que todos nuestros pecados, presentes, pasados y futuros están cubiertos en la cruz en Cristo. La vida no se trata más de huir de la presencia de Dios, sino justo lo contrario, de acercarnos más a Él.

Dios es el Padre amoroso a donde podemos ir para hablar todas nuestras frustraciones y alegrías. El salmista parecía muchas veces inconforme con su realidad presente y sin embargo, el vínculo de la comunicación nunca podía faltar. ¿Te comunicas con Dios transparentemente? ¿Andas a la luz de su rostro?

Mayor alegría y mayor poder
Él salmista pertenece al pueblo que sabe aclamarle y dice;

“En tu nombre se alegrará todo el día,
Y en tu justicia será enaltecido”
.(v.16)

La alegría continua es un regalo de Dios. Y es en el reconocer la suficiencia de Dios que la alegría florece y permanece.

No estamos diseñados para la tristeza. Nuestro cerebro se atrofia, nuestro sistema inmune decae, nuestro rostro cambia. Sin embargo, la tristeza nos sorprende y golpea muchas veces sin aparente propósito. Y es en su nombre que podemos combatirla.

Es en su nombre. En la revelación del Dios trino, y de sus atributos. En su esencia y en su fama, y en su poder. Es en el nombre de Dios y en su hijo Jesucristo que el que el propósito de este pueblo tiene sentido. Estar en paz con Dios, justificados por la fe en Jesús trae reconciliación con Dios, comunión con Él y satisfacción del alma para nosotros. Reconocer su nombre trae alegría continua. Son en las poderosas promesas de un Dios fiel dónde se ancla nuestra alma.

Inspirado por el Espíritu el salmista continúa :

“Porque tú eres la gloria de su potencia,
Y por tu buena voluntad acrecentarás nuestro poder.”(v.17)

Que por su buena voluntad hoy, Dios acreciente nuestra fe, nuestra alegría y nuestro poder en Él para aclamarle en la vida y aún después de la muerte como solo Dios se merece.