Sermón: Mateo 6:12b, 14-15 Perdónanos como perdonamos (parte 2)
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Mateo 6:12b, 14-15 “12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15 mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.”
¿Quién no ha sufrido maltrato de parte de alguien? Me imagino que tanto tú como yo hemos sufrido de manos de otras personas. A lo mejor te han hecho “bullying” en la escuela. Alguien querido a ti te ha hecho mal. Alguien amado te ha traicionado. La persona que le has hecho bien ha hablado mal de ti. La persona a quien has ayudado y le has dado todo te ha dado una “puñalada”. Puede ser la traición de un esposo a su esposa o viceversa. La traición de un hijo a un padre o viceversa. La ofensa de un amigo a su amigo. O inclusive el daño hecho por alguien desconocido.
Cuando esto sucede la reacción normal es a frustrarnos, a enojarnos grandemente con esa persona, a guardar rencor o a vengarnos. Y a preguntarnos cómo esa persona pudo hacerme hecho esto. Mira todo lo que yo he hecho por esa persona y así me paga. ¿Qué yo le hecho para que me trate así? ¿Cómo es posible que me haya hecho esto o aquello? La persona menos esperada me ha hecho esto. Lo que me ha hecho me ha destruido. Lo que ha hecho me ha llevado a una profunda tristeza. O a un gran enojo hacia esa persona.
Hermanos y amigos, yo me imagino que tú te puedes identificar con estas palabras. A la luz de esa realidad que a todos nos pasa en la vida. ¿Qué Dios espera de nosotros? El espera que perdonemos las deudas de los demás.
Jesús nos dice en la oración del Padre nuestro: cuando te acerques a pedir perdón por tus deudas para con Dios debes venir con un corazón perdonador de las deudas de los demás.
I. Un corazón perdonado es un corazón perdonador
Lo primero que debemos tener presente es lo que no significa la segunda cláusula. Fíjate que dice “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Algunos piensan que eso significa que nosotros nos ganamos el perdón de Dios al perdonar a los demás. Pero eso no es lo que enseña el pasaje. Si lo analizamos a la luz de la analogía de la fe, es decir, si comparamos las enseñanzas de la Biblia con la Biblia misma veremos que esa no es la enseñanza. ¿Qué queremos decir? Decimos que la Biblia misma nos enseña que la salvación es por gracia y no por obras. Es por la obra de Cristo en nuestro lugar, no por nuestras obras a favor nuestro. El pasaje clave ustedes lo conocen. Efesios 2:8-9 “Porque por gracia sois salvos… no por obras para que nadie se gloríe”. Así que nada de lo que hagamos puede comprar el perdón de Dios hacia nosotros.
Entonces cuál es la idea detrás de esta cláusula. Cuando oremos pidiéndole a Dios perdón por nuestros pecados, por nuestras deudas, debemos venir como aquellos que reconocemos que como Dios ha perdonado nuestros muchos pecados nosotros buscamos perdonar los pecados de los que nos ofenden. Un corazón que ha sido perdonado por Dios es un corazón que perdona los pecados que otros han hecho contra él. Dios nos dice en Efesios 4:32 “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” Es cierto que el contexto del pasaje es la iglesia. Que el llamado es a ser benigno y misericordioso a mi hermano en la fe. Pero el principio es el mismo. La base para perdonar a mi hermano en la fe es la misma base para perdonar a los que nos ofenden: así como Dios nos perdonó en Cristo así debemos perdonar los pecados de los que nos ofenden.
No voy a negar hermanos que esto no es fácil. No voy a negar que es más fácil decirlo que hacerlo. Y habrá momentos en nuestra vida donde diremos: “yo no puedo perdonarlo, lo que me hizo me duele tanto que no puedo perdonarlo.” O en rabia diremos: “jamás lo voy a perdonar. Lo que me hizo no merece perdón”.
Pero en esto hermanos debemos mirar lo que Dios ha hecho con nosotros. Nosotros hemos pecado contra Dios. Nosotros seguimos pecando contra Dios. No ha habido un día en el cual tú y yo no pequemos contra Dios. Y aún así Dios te ha perdonado. Si Dios nos ha perdonado tanto cómo no debo yo perdonar lo poco que ha pecado contra mí mi prójimo.
A lo mejor tú dice: tienes toda la razón. Eso es lo que Dios ha hecho por mí. Él me ha perdonado de todos mis pecados por amor a su nombre, de pura gracia, por su misericordia, pero yo no puedo perdonar porque yo no soy Dios.
¿Qué dice la Biblia? La Biblia nos dice que Dios ha derramado su perdón en ti. El ha implantado un corazón perdonador en ti. En ti habita el Espíritu Santo y El está activo en ti. El produce en tu vida el fruto del Espíritu. El produce en ti: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza (dominio propio)”. Si eres salvo, genuinamente convertido, Dios ha implantado en ti un corazón perdonador. Un corazón agradecido de que Dios se ha dignado a perdonar a un vil pecador como yo. Si esto no está en tu mente es que no has visto claramente tus pecados. Tus pecados son más grandes de lo que piensas. Aún así Dios te ha perdonado. Y te da la gracia de perdonar por su Espíritu Santo.
En medio de todo esto tú sabes también a quién acudir. El Señor Jesús fue un hombre experimentado en quebranto. El sufrió también la traición. Fue traicionado por Judas Iscariote uno que mojaba su pan en el plato de Jesús. Eso implica cercanía. Fue traicionado por Pedro. Lo negó tres veces incluso bajo maldición. Sus discípulos lo dejaron solo en el momento mismo de la muerte. Sus hermanos de padre y madre no creían en El. Tuvo un juicio injusto porque Pilato sabía que era inocente pero por congraciarse con el pueblo lo mató a matar. Aún así en el momento de la muerte Jesús dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. ¡Oh, gloria a Dios por ese corazón perdonador de Jesús! Es por su amor perdonador, por su misericordia que no somos consumidos. Por tanto, es de Jesús que debes buscar la gracia del perdón para que puedas perdonar. Muchas veces no podemos. Otras no queremos. Jesús nos dice si has recibido el perdón de Dios El te ha dado un corazón perdonador. Ven a pedir perdón con tal corazón.
Pero Jesús nos dice algo súper importante, en segundo lugar…
II. El perdonar a otros es evidencia de haber sido perdonado por Dios
Fíjate cómo Jesús lo dice en los versículo 14-15 “14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15 mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. Aquí hay un punto importante. Jesús dice que si no tenemos un corazón perdonador Dios tampoco perdonará nuestros pecados. “si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. Escúchame bien. El perdonar a otros es la condición indispensable para que recibamos nosotros el perdón de nuestros pecados. Dios nos dice: que El no perdonará nuestros pecados si nosotros no perdonamos los pecados de los que pecan contra nosotros.
Hermanos y amigos, la salvación es por gracia, por la misericordia de Dios. Pero Dios no la da sino a los que tienen fe en El. La da por medio de la fe. De la misma manera, el perdón de Dios es de pura gracia basada en la obra sacrificial de Jesús. Pero Dios no otorga el perdón sino a aquellos que perdonan a su prójimo. Esa es una condición indispensable para recibir el perdón.
El pasaje bíblico que mejor explica esto lo es Mateo 18:21-35 Vamos a buscarlo. “Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? 22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. 23 Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. 24 Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. 25 A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. 26 Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 27 El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. 28 Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. 29 Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 30 Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. 31 Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. 32 Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. 33 ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? 34 Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.”
Así como la fe es un don de Dios de igual manera lo es un corazón perdonador. Esa es la evidencia de haber sido perdonados por Dios.
Pero hay algo importante que no debemos dejar pasar por alto. Jesús nos dice que “mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.” Dios nos llama a perdonar de todo corazón. ¿Y qué es perdonar de todo corazón? Es perdonar de veras. No es decir yo te perdono y nada más. Es perdonar verdaderamente. Es perdonar como Dios perdona. ¿Y cómo Dios perdona? Isaías 43:25 “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.” Una vez perdonados nuestros pecados Dios no se acuerda de ellos. No los recuerda. No los trae de nuevo a la memoria. Ni se lo recuerda a la persona que nos ofendió. Ni se pasa diciéndole a todo el mundo lo que ocurrió en el pasado. Así debemos perdonar.
Hermanos yo sé que no es fácil. Yo sé que habrá una lucha por perdonar. Un creyente genuino tiene esa lucha. La ofensa le duele y a veces cree que no podrá perdonar. Y vendrán constantemente los recuerdos de lo que hizo que serán como un gusano que corroe. Y tendrán que decirle a tu mente y a tu corazón. NO. NO. Yo he perdonado. No pienses más en esto. El creyente genuino tiene esa lucha. Pero él quiere perdonar. El busca hacerlo. El sabe que no tiene otra alternativa que no sea perdonar. Al final perdonará por amor a Dios. Porque sabe que ese es su deber para con Dios. Y porque la gracia que está en él es más fuerte que su pecado.
¿Qué Jesús nos quiere enseñar? No quiere enseñar que cuando vayamos a pedirle perdón a Dios vayamos con un corazón perdonador de aquellos que han pecado contra nosotros. No hacerlo es no haber recibido el perdón salvador de Dios. Quiera Dios que busquemos la fortaleza que solo Dios puede dar para que podamos cumplir su voluntad y perdonar de todo corazón.